martes, 1 de noviembre de 2011

Cristina, antes y después... De Alguna Manera...

Cristina, antes y después…

Rupturas y continuidades de la presidenta, a la luz de viejo material de archivo.

Marzo de 2000. Hay una rosa roja en cada mesa porque es el Día Internacional de la Mujer. Cristina Fernández de Kirchner comparte el programa con la voz tanguera de María Volonté y con Martha Oyanharte y María Pimpi Colombo, que en ese entonces competían en la elección interna porteña, una en la lista de Domingo Cavallo y la otra en las de Gustavo Beliz. Cristina contesta:

-¿Qué pasa con la credibilidad de los dirigentes?

-Yo siempre digo que hay dos cambios que desacreditan mucho a la política: los de patrimonio y los de opiniones.

-¿Y los de estado civil?

-No me meto en la intimidad. Ja, ja.

-Usted ha tenido afinidad política e ideológica con Cavallo y con Beliz; es más: trabajó con ambos. ¿A quién votaría en la interna si tuviese que votar en Capital?

-Es una pregunta que no te voy a responder. Tengo amigos en todos lados, incluso en la lista de Irma Roy, que también está por presentarse. Cuando el partido fue intervenido y Beliz fue por afuera lo apoyamos, pero porque era una situación especial. Ahora soy militante de otro distrito y creo que todos tienen méritos, Cavallo, Beliz, Irma. No me obligues a definirme. No sería justo.

¿Existe la posibilidad de ver a Cristina Kirchner en un reportaje televisivo defendiendo a Domingo Cavallo y a Eduardo Duhalde y criticando muy duramente, "por menemista", a su actual ministro de Defensa, Arturo Puricelli?

¿Se imagina a la primera mujer elegida y reelegida presidenta de la Nación en el estudio de un modesto programa de cable fustigando a Alfredo Yabrán y respaldando a Cuba ante una actitud de Fernando de la Rúa que juzgó "vergonzosa"? ¿Le interesaría observar el desempeño de Cristina absolutamente desenvuelta, con un discurso inteligente y seductor frente a las cámaras? ¿Alguien creería que ella trataba en forma afectuosa y por su nombre de pila a Mariano Grondona y Luis Majul, dos de los muchos periodistas hoy satanizados por la cadena estatal y paraestatal de medios K?

No hay forma de probarlo, pero debo de ser el periodista que más veces entrevistó a Cristina. Largos bloques de más de 20 minutos en una docena de programas llamados Le doy mi palabra están prolijamente archivados desde 1997. Eran los tiempos en que Miguel Núñez, luego vocero mudo de Néstor Kirchner y actualmente invisible, se ponía en contacto con los productores de medios audiovisuales para "ofrecer" como entrevistada a la diputada o la senadora santacruceña que, para ser sinceros, siempre "rendía" porque tiraba títulos y no tenía pelos en la lengua.

Allí se puede ver una Cristina al natural, sin los cuidados de la "publicidad oficial" ni los espectaculares spots de Pucho Mentasti. Por momentos sonriente y de buen humor, pero implacable, casi desalmada, a la hora de salir al cruce de otro invitado-adversario, por ejemplo Federico Storani o José María García Arrecha. No se mostraba intolerante. Pero podía paralizar con la mirada y decía las cosas de frente, sin preocuparse por ser políticamente correcta. Eran tiempos casi de amateurismo mediático para ella. No estaba atravesada por el discurso antiperiodístico que tiene ahora desde el poder ni estaba encerrada en la cápsula que hoy la aísla y la preserva, al mismo tiempo, de las preguntas molestas.

Sorprenden sus argumentos sobre las investigaciones periodísticas en temas de corrupción del Gobierno, cuando afirma que "los medios no inventan las cosas, sino que simplemente las muestran", y que decir lo contrario es "subestimar a la gente, porque los medios no la manejan a través de un aparato de radio o tevé".

Puede resultar de utilidad para el análisis ver y escuchar sin filtro el pensamiento de hace más de una década de esa mujer apasionada hoy convertida en la presidenta más poderosa desde la recuperación democrática y con mandato hasta 2015. El ex presidente Lula aconsejó ir diez años atrás en la actuación y en las declaraciones de los políticos para conocerlos en forma más genuina. La idea, entonces, es tener la mayor información posible para analizar mejor los motivos que hay detrás de cada decisión. Pero no con el ánimo de levantar el dedito acusador y subrayar las "contradicciones" en las que Cristina cae, como caemos todos los que trabajamos a telón abierto sobre un material tan subjetivo y cambiante como el estado de ánimo de las sociedades. El truco de editar en forma sesgada para demostrar que "nadie resiste un archivo" ya está agotado y fue vaciado de contenido por la patota mediática oficialista que todos sostenemos con nuestros impuestos. Además, Cristina muestra en esos años muchas convicciones firmes que no dejó en la puerta de la Casa de Gobierno y que todavía hoy impulsa a rajatabla desde el poder. Sobre todo la lucha contra la impunidad; en el terrorismo de Estado, en el caso Cabezas o en el atentado a la AMIA. Su enfrentamiento contra los poderes permanentes, su apuesta a combatir los monopolios y su condición de senadora rebelde frente a los menemistas que la expulsan del bloque. Ella aparece, en esas imágenes antiguas, concluyendo que los que le sacaron tarjeta roja "no querían tener testigos" de lo que luego se conoció como las coimas del Senado que iniciaron el final del gobierno de la Alianza.

Vale la pena escuchar los argumentos con los que Cristina defendía a Duhalde por su valentía para meter mano por primera vez en la policía bonaerense con el objetivo de hacerla menos corrupta, o por su decisión "bien peronista" de ayudar siempre a los más humildes y de no privatizar el Banco Provincia, pese a que su esposo sí privatizó el Banco de Santa Cruz. ¿Cómo fue que luego, en un discurso histórico, lo acusó de ser un "padrino" escapado de la saga de Francis Ford Coppola, y con su marido se encargaron de tirar a Duhalde por la ventana de la historia?

Hay que ver a Cristina en octubre de 1998. En el mejor de los mundos. En su lugar en el mundo. Envuelta en un finísimo sacón de gamuza, tomando el té en la hostería Los Notros. El aire que se respira es de una pureza increíble y, como telón de fondo, la fuente de energía de los Kirchner, el glaciar Perito Moreno, del que ningún científico pudo explicar cómo es que avanza en lugar de retroceder tal como el resto de los glaciares. ¿Habrá que hacer una lectura política de este fenómeno de la naturaleza?

Esta Cristina revisitada gracias a la resistencia de los casetes VHS pronuncia, hace 11 años, las mismas palabras que repitió casi calcadas en su primer discurso como presidenta reelegida: "No hay que creerse el cargo". No tiene precio escucharla caracterizar el espacio que estaban construyendo con Néstor como "una alternativa generacional que quiere construir más autonomía dentro del peronismo; somos el posmenemismo". Suena algo paradójico saber que Carlos Menem revalidó su título de senador nacional al ganar en La Rioja en concubinato con el Frente para la Victoria. Aquella Cristina, y tal vez ésta, se niega a definirse como "progresista" o como "disidente" y se ríe cuando el cronista le consulta si no conforman "el ala izquierda del peronismo". Ironiza sobre ese concepto al que define como "nostálgico" y avanza más todavía, anticipando que "se puede lograr un Estado fuerte que regule las empresas monopólicas sin volver al 45".

Las palabras no suenan prestadas. Son genuinos pensamientos de Cristina, sólo que resignificados por el paso del tiempo y por el salto inmenso y la prueba del ácido que significa para aquella legisladora haber ganado dos elecciones presidenciales. Es revelador ver cómo en 1998 impulsa las internas abiertas y la independencia de criterios y se opone al verticalismo. Se resiste a elogiar todo lo que hace "el gobierno de mi partido" (así se refiere al menemismo) y asegura que no es justa una oposición que critica absolutamente todo lo que se hace.

Sin maldad, sólo como ejercicio de reflexión, uno se pregunta qué diría aquella legisladora de esta presidenta. Algo se sabe. En aquellos tiempos se negó a votar situaciones excepcionales incluso para su esposo presidente. Ahora las exige. ¿Uno hace al cargo o el cargo lo hace a uno? Hasta puede observarse una Cristina que habla en contra de la re-reelección de Menem. ¿Será un anticipo, una primicia periodística? Cristina ya ingresó en la historia. Pero tiene una prehistoria que ofrece muchas pistas para imaginar lo que viene.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el martes 1º de Noviembre de 2011.

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