Comparaciones odiosas...
Cristina obtuvo una victoria aplastante, cuya extensión y amplitud le importan menos que no haberle fallado a Kirchner. Los seis puntos de ventaja sobre Scioli no la enorgullecen tanto como el resultado en Santa Cruz, donde se radicó por seguirlo. La quita de la deuda griega es un excelente punto de comparación con el caso argentino. Lo que logró Kirchner fortalece a Cristina para las nuevas pulseadas. El juicio ESMA y la diferencia entre una dictadura sin ley y el estado de derecho.
Después de las elecciones del domingo pasado, CFK viajó a Río Gallegos para trasladar a su destino final los restos de Néstor Kirchner, y esta semana asistirá en Francia a la cumbre del G20. Se encontrará allí con algunos de los gobernantes de la Eurozona que el jueves anunciaron en Bruselas una quita del 50 por ciento sobre la deuda soberana griega en manos privadas o un 33 por ciento sobre el total. El liderazgo político de Francia y Alemania y el Fondo Monetario Internacional impusieron esta solución a los bancos, representados por el Instituto Internacional de Finanzas.
Dejaron en claro que era preferible una reestructuración que pudiera presentarse como voluntaria, pero que si los bancos rehusaban, no recibirían una oferta mejor. El acuerdo implicaría para Grecia un ahorro de cien mil millones de euros (141 mil millones de dólares), según una ingeniería de emergencia, atada con alambre. La deuda griega equivale a más de un producto interno bruto y medio, tal como ocurría con la argentina a comienzos de siglo.
Kirchner y la deuda
Estos datos son útiles para redimensionar la negociación que Kirchner condujo en 2005. El trabajo Haircuts and the cost of sovereign default, publicado hace dos semanas en el portal VoxEU.org, del Centre for Economic Policy Research (http://www.CEPR.org) estudia las reestructuraciones de deuda producidas en el mundo entre 1970 y 2010. Según sus autores, Juan José Cruces, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella, y Christoph Trebesch, profesor de la Universidad de Munich, con 43.736 millones de dólares la reestructuración argentina fue la mayor de la última década y la quita, del 76,8 por ciento, sólo fue superada por la de Irak. Pero la deuda iraquí era casi tres veces menor que la argentina y fue condonada bajo la presión de las tropas estadounidenses ocupantes. Los países que declaran la moratoria de sus deudas “no parecen enfrentar serias penalidades en los mercados de crédito a mediano y largo plazo” y sus efectos en los costos del crédito son pequeños o poco duraderos.
Los países que defaultean, a menudo tienen acceso a los mercados de capital “apenas un año después de la crisis”, lo que contradice “la teoría económica que sugiere un castigo en la reputación y la exclusión del mercado”, concluyen. A la luz de este análisis, es más notable que el crecimiento espectacular de la economía se haya realizado sin que el gobierno argentino recurriera a nuevo endeudamiento. Cuando lo haga, cuando las tasas que le ofrezcan sean atractivas, sólo será para financiar obras públicas. Recién ahora, con 141 mil millones de dólares Grecia pasará a encabezar el ranking en valor absoluto, aunque la quita que obtenga será inferior a la que consiguió Kirchner y a cambio de ella Atenas deba admitir una supervisión cotidiana de sus decisiones por parte del Fondo Monetario, el Banco Central Europeo y el Consejo de Europa, que harán añicos lo que queda de su soberanía nacional. Además, Grecia sólo reducirá su ratio de endeudamiento a 120 por ciento del PIB, mientras la Argentina lo hizo al 46,3 por ciento, de las cuales la mitad son deudas con el sector público nacional (ver cuadro 1).
Hablemos de votos
Las comparaciones no son menos odiosas si se habla de votos. Cristina se impuso con el mayor porcentaje de votos y la mayor diferencia con la primera minoría en la historia postdictatorial. Venció en todas las provincias salvo San Luis, en todos los partidos de la provincia de Buenos Aires salvo Rivadavia (cuna del ex dictador Harguindeguy), en todas las grandes ciudades excepto Rosario y en todas las comunas porteñas salvo Recoleta, Palermo, y Núñez-Belgrano- Colegiales. En esas comunas es aún más impactante que en el total del país el trasvasamiento directo de votos de Duhalde a Binner entre las Primarias de agosto y la elección del domingo 23.
En el conjunto del país, Duhalde atrajo a un millón y cuarto menos votantes que en las Primarias, y Binner un millón y medio más. En la provincia de Buenos Aires uno perdió 480 mil votos y el otro sumó 640 mil. En Recoleta, Duhalde perdió 19.775 votos y Binner ganó 17.048; en Palermo, el bañero de Lomas de Zamora retrocedió 24.112 votos y el médico rosarino avanzó 24.596 y en Núñez-Belgrano-Colegiales, el esposo modelo cedió 25.082 votos y la nueva esperanza blanca incrementó su cosecha en 28.525. Esto señala el fuerte carácter antikirchnerista, con especial anclaje en los sectores más acomodados, del Frente Antiinflacionario Progresista, lo cual desmiente la alarmada presunción de que sus votos en el Congreso se sumarían a los del gobierno.
Tal vez ocurra en algún caso, pero nunca como norma. En la provincia de Buenos Aires, CFK obtuvo el 56,28 por ciento de los votos válidos emitidos para la presidencia y Scioli poco más de un punto menos, el 55,06 por ciento para la gobernación. La distancia real es aún mayor, ya que para gobernador hubo 1,1 millón votos en blanco y para presidente apenas 299.000. Cristina fue votada por 4.704.016 bonaerenses, esto es 538.467 más que Scioli, y 48.502 más que la suma de Scioli (4.165.549) y Martín Sabbatella (489.965). Sobre el total de los votos emitidos la diferencia entre la presidente y el gobernador alcanza al 6,17 por ciento. Minimizar su importancia es una clara toma de posición política. Destacarla, también. Cuando habla de las elecciones, Cristina no se detiene en Buenos Aires sino en Santa Cruz y no por razones políticas sino afectivas. “Si Eduardo Costa nos hubiera quitado la gobernación, él se levantaba y nos llamaba inútiles a todos”, bromea muy en serio. Partida de dolor en el aniversario, su consuelo es sentir que no le falló a Kirchner (ver cuadro 2).
La pulseada
La dimensión del triunfo electoral no ha servido como disuasivo para los sectores dominantes, a los que cualquier ocasión les parece propicia para pujar por un cambio de política. Lo plantearon en 2005 luego de la renegociación de la deuda, en 2007 cuando CFK sucedió a Kirchner, en 2008 luego del voto de Cobos a favor de las cámaras patronales agropecuarias, en 2009 al terminar el escrutinio de las elecciones legislativas, en mayo de 2010 ante la masividad de los festejos del Bicentenario y en octubre apenas dos horas después de la muerte de Kirchner. De nuevo después de las primarias del 14 de agosto y otra vez ahora. El propósito invariable es forzar el abandono de las políticas plebiscitadas el domingo 23. El fracaso de la estrategia de demolición intentado por la Sociedad Rural, Techint, el Grupo Clarín y el resto de la oligarquía diversificada dio paso a un acercamiento sinuoso: incidir desde adentro en vez de confrontar, como postula el ex empresario José Mendiguren.
El miércoles comenzó la desilusión, ante la respuesta contundente y una vez más sorpresiva a la escalada contra el peso, que pretende forzar su devaluación, para licuar los salarios, incrementar rentabilidad sin inversión e imponer el ajuste sobre el gasto público y una nueva salida al mercado de capitales. Ese no es el programa del gobierno, sino el de las propuestas electorales derrotadas. Como de costumbre, el kirchnerismo subió la apuesta para que no queden dudas sobre su decisión de ejercer el poder político que, en defensa propia, le confirió la sociedad. El nivel de reservas es más que suficiente para copar la parada y volverá a crecer en 2012, debido a la estacionalidad de las liquidaciones de la cosecha de granos. Cristina, su ministro de Economía y vicepresidente electo, Amado Boudou, la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray y la ministra de Seguridad, Nilda Garré, son personas poco impresionables por la combinación de amenazas y seducciones y harán todo lo necesario para que quienes se negaron a escuchar el mensaje de las urnas no puedan ignorar los aullidos de lo que Perón llamaba la víscera más sensible del hombre (y de la mujer, como diría si viviera hoy).
Los banqueros deberían saber mejor que nadie que las espaldas del Estado son las más anchas y que si no rectifican su conducta de los últimos meses, serán ellos los que entrarán en dificultades, por más divagaciones sobre presuntas “inconsistencias del modelo” con que intenten encubrir su apuesta perdedora. En el mes que termina mañana los plazos fijos en pesos dieron más rendimiento que el dólar y nada sugiere que esto vaya a cambiar ahora. Todas las medidas adoptadas en estos días son de inobjetable legalidad y perfeccionan la calidad institucional. La obligación a presuntos capitales extranjeros, que en realidad son fondos argentinos fugados, de liquidar divisas por compras de activos en el país es un golpe mortal al circuito en negro en el que se mueven esos capitales especulativos. Desde mañana, además, cuando alguien vaya a un banco a comprar dólares le pedirán el número de su clave única de identificación tributaria o laboral y la base de datos de la AFIP indicará en tiempo real si con sus ingresos puede justificar la operación. La inteligencia financiera que está perfeccionando el gobierno le permite detectar en tiempo real quiénes realizan cada operación con divisas.
Con el pragmatismo habitual, Cristina tiene en preparación nuevas medidas que se aplicarán en el momento menos pensado, de ser necesarias. Algunas podrían coordinarse con Brasil, como ya ocurrió durante los gobiernos de Kirchner y Lula. Los ministros de Economía y de Industria y el secretario de Comercio Interior visitaron en San Nicolás la planta de Techint, que luego de otra pulseada similar debió resignarse a integrar a los directores por la minoría que designó el Estado. El debate prosigue ahora sobre los proyectos de inversión, que el Estado quiere canalizar en función del interés nacional. Los funcionarios discutieron in situ acerca de esas inversiones y saludaron a los trabajadores. La gerencia expuso estadísticas de producción de todo el mundo. Guillermo Moreno los chanceó:
Ah, ustedes cuestionan nuestras estadísticas, pero dan por buenas las de China.
El mensaje es que sólo habrá sonrisas con quienes vayan por las buenas y respeten las decisiones institucionales que procuran garantizar la seguridad jurídica, no para cuarenta empresas sino para cuarenta millones de argentinos.
Tirar el camión
Los históricos socios sindicales del poder económico, cómplices de las privatizaciones del menemismo, procuran aprovechar el momento para recuperar la conducción de la CGT, desplazando a Hugo Moyano, que las resistió entonces junto con la CTA. La exasperación del moyanismo frente al gobierno no es eficiente para la defensa de su posición. La detención del delegado ferroviario Rubén Sobrero y la penosa injerencia del jefe saliente de gabinete, Aníbal Fernández, merecían el firme repudio que cosecharon, pero la afirmación de que sólo los sindicalistas van presos machaca en el mismo clavo corporativo que se puso incandescente cuando llegó la rogatoria judicial suiza.
El anuncio de Pablo Moyano de movilizaciones callejeras para exigir la elevación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias conduce a los camiones a un callejón sin salida. En Estados Unidos y los países más prósperos de Europa el impuesto a los ingresos de las personas oscila entre 8 y 11 por ciento. En la Argentina apenas llega al 1,6 por ciento. Es un impuesto progresivo, porque sólo afecta a los trabajadores de altos ingresos y su tasa se eleva según el nivel de las remuneraciones en un mercado de trabajo formal muy desparejo. El tercio de trabajadores de mayores ingresos recibe casi dos tercios de la masa salarial total, en tanto el tercio que menos gana no llega al 10 por ciento. A esto debe sumarse la persistencia de niveles de informalidad que aún superan un tercio del empleo total y una estructura tributaria volcada sobre el consumo popular.
Es improbable que el gobierno realice concesiones en este tema, en plena pugna por el valor del peso, cuando ha detectado un crecimiento vertical de las compras de dólares en torno de los días de pago. El problema es, una vez más, político, y se centra en la racionalidad de las opciones y alianzas de cada uno. Plantear como tema prioritario el mínimo no imponible es una reivindicación lógica de los bien pagos camioneros, no de la CGT. Si alguna experiencia de la historia debería estudiar Moyano, para no repetirla, es la de la tendencia revolucionaria que intentó disputarle el liderazgo a Perón en 1974. Sin duda, la acción frontal con que amenazó su hijo Pablo incomodaría al gobierno, pero a nadie le haría más daño ni tan rápido como a él mismo. La fortaleza sindical es imprescindible para la defensa de los trabajadores, cuya participación en el ingreso debe seguir en ascenso, pero volverla contra el gobierno popular que lo hace posible, protestar apoyo y atropellar con el camión, sería suicida.
© Escrito Por Horacio Verbitsky y publicado en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Octubre de 2011.
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