Deje de mentir...
Ser o no ser, esa es la cuestión.
Darín - CFK. Dibujo: Pablo Temes.
Mensaje a Cristina. La Presidenta niega realidades
y hace su relato. Bienes, Darín, Fragata y los derechos humanos.
De fondo, en esta
conversación, se escucha un tema de Los Redondos, Nuestro amo juega al esclavo,
en el que el Indio Solari canta, a modo de estribillo “violencia es mentir”.
Usted, señora, dice que no miente, pero negar es una forma de mentirse a uno
mismo y a los demás.
Por ejemplo, señora, su
patrimonio. Si un ciudadano quiere que se lo explique, usted tiene que hacerlo.
Se llame Darín o Clarín, si es un medio el que pregunta. Tiene, señora, tanta
experiencia en la función pública –tanta que casi no trabajó en otro lugar que
no sea el Estado– que seguro comprende los motivos. Y entiende, señora, que no
basta con la declaración jurada, porque en esas planillas usted dice “qué”
tiene en bienes y dinero pero no cuenta “cómo” logró semejante aumento, de seis
millones a ochenta en sólo diez años. No hay otro empleado público en la
historia que haya alcanzado semejante fortuna en tan poco tiempo. Ni Manzano ni
Menem.
La duda es: ¿Por qué no
revela los detalles y da una lección de trasparencia que sirva de ejemplo a
todos los que la sucedan? ¿Por qué no, señora? En estos casos, señora, negar
información es ocultar, y sólo oculta el que no quiere revelar la verdad. ¿Será
que la verdad resulta indecible?
Y usted sabe, señora, que
no alcanza con enojarse y remitirse a la Justicia cuando, por otra parte, es
usted misma, señora, quien día por medio dice que la Justicia no responde a los
intereses del “proyecto nacional y popular”. ¿Por qué, entonces, debería creer
un ciudadano de a pie lo que dice un juez como Oyarbide sobre su patrimonio?
Le cuento otro caso, del
que seguramente usted no está enterada, porque si no ya habría tomado medidas.
Se trata de su vicepresidente, Amado Boudou. Al parecer, por su inexperiencia o
por su formación en un partido de la “derecha”, el muchacho cometió, digamos,
“algunas irregularidades” administrativas. Nada importante, según él, pero por
las dudas hizo echar al jefe de los fiscales, al juez y al fiscal que lo
investigaba, y el expediente pasó a manos más confiables.
Y así, señora, podría
hacerle una larga lista de “contradicciones” con la verdad. Esta semana nos
conmovió usted con el encendido discurso sobre la “liberación” de la fragata
Libertad, pero no dedicó un párrafo a contarnos por qué arriesgamos el navío en
un puerto que no debió incluirse en el recorrido, y por qué nadie pagó con su
cargo por eso.
Ni por los 51 muertos en
la estación de Once. El ministro responsable sigue ahí. Pero ahora, a casi un
año de la tragedia y después de diez de gobierno, usted anuncia un plan de
inversión para los trenes. ¿Comprende por qué resulta cada vez más difícil
creerle?
Le doy un último ejemplo.
Con la excusa de la “guerra” que estamos ganando a los fondos buitre, decía
usted que padecimos dos períodos de endeudamiento provocado por ellos, con la
ayuda de los “caranchos” de adentro. Recordó los años del ‘76 al ‘83, cuando
los militares asaltaron el Estado, y luego los años del llamado “menemismo”, de
1991 a 2001, y de la convertibilidad, que concluyó con el estallido de la Alianza
y de la sociedad.
Pues bien, señora, no
quiero obligarla a negar o a mentir nuevamente, pero si alguien se lo
preguntara, ¿podría decir dónde estaban usted, su marido y su cuñada Alicia, y
qué hacían en cada uno de esos períodos? Fue su marido, señora, el que consagró
a Menem como “el mejor presidente de la historia”. Fue su marido, señora, el
que aprovechó para depositar a su nombre los mil millones de dólares que
recibió Santa Cruz por la privatización de YPF y que ya se esfumaron. Era su
marido, señora, el que compró dos millones de dólares una semana antes de que
aumentara el precio.
El mal, señora, que
contamina desde hace años al kirchnerismo , al menemismo y a todas las
versiones de lo mismo, y lo que violenta, es la mentira sistemática desde el
poder. Eso, al cabo de los años, es lo que indigna. El “relato”, escrito y
sostenido por los fanáticos o beneficiarios de turno, o por los intelectuales
del “proyecto”, capaces de envolverlo y protegerlo en el “espesor” de las
palabras, no resiste la confrontación con los protagonistas y los hechos.
¿En qué “proyecto
nacional y popular” se puede creer, señora, cuando el que lo quiere vender es
Boudou? ¿En qué bandera de los “derechos humanos” se quiere envolver usted,
señora, si se saca fotos con Gerardo Martínez, el secretario general de la
Uocra que fue un comprobado informante de la dictadura? ¿En qué “defensa de los
trabajadores” se puede confiar, señora, si sus aliados son Cavalieri, Lezcano y
el resto de “los gordos” que se hicieron multimillonarios al frente de sus
sindicatos? ¿De qué “juventud maravillosa” hablamos, señora, si los responsables
políticos de los Montoneros que usted tiene de asesores no se hacen cargo de
los pibes que mandaron a morir?
¿De qué “patria” habla,
señora, en discursos que recuerdan a Galtieri? ¿Por qué citar en vano a
próceres austeros y modestos, como Belgrano o San Martín, que se sentirían
avergonzados frente a las fortunas personales que ostentan usted y sus
ministros?
De eso se trata, tal vez,
señora: de dejar de simular sacrificio. De dejar de hacer asados en la ESMA,
conferencias en cadena para anunciar promesas, de pagar por los aplausos, y de
ver, mirar, reconocer, aceptar, bajar el tono, callar, pensar, hacer un minuto
de silencio y acompañar en el dolor a los que padecen y a los que sufren por
sus muertos.
Y haga a la vez, señora,
el esfuerzo para dejar de fumarse a los que ya se sabe quiénes son, de vender
humo, de negar y de mentir.
© Escrito por Carlos Ares el domingo 13/01/2013 y
publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.