Mostrando las entradas con la etiqueta Psicología. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Psicología. Mostrar todas las entradas

martes, 26 de enero de 2016

Hay que tener un amante… @dealgunamanera...

Hay que tener un amante…


Muchas personas tienen un amante y otras quisieran tenerlo. Y también están las que no lo tienen, o las que lo tenían y lo perdieron. Y son generalmente estas dos últimas, las que vienen a mi consultorio para decirme que están tristes o que tienen distintos síntomas como insomnio, falta de voluntad, pesimismo, crisis de llanto o los más diversos dolores.

© Publicado el domingo 04/08/2013 por La brújula del cuidador

Me cuentan que sus vidas transcurren de manera monótona y sin expectativas, que trabajan nada más que para subsistir y que no saben en qué ocupar su tiempo libre. En fin, palabras más, palabras menos, están verdaderamente desesperanzadas.

Antes de contarme esto ya habían visitado otros consultorios en los que recibieron la condolencia de un diagnóstico seguro: “Depresión” y la infaltable receta del antidepresivo de turno.

Entonces, después de que las escucho atentamente, les digo que no necesitan un antidepresivo; que lo que realmente necesitan, es un amante…

Es increíble ver la expresión de sus ojos cuando reciben mi veredicto.

Están las que piensan: ¡Cómo es posible que un profesional se despache alegremente con una sugerencia tan poco científica! Y también están las que escandalizadas se despiden y no vuelven nunca más.

A las que deciden quedarse y no salen espantadas por el consejo, les doy la siguiente definición: Amante es: “Lo que nos apasiona”. Lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos y es también quien a veces, no nos deja dormir. Nuestro amante es lo que nos vuelve distraídos frente al entorno. Lo que nos deja saber que la vida tiene motivación y sentido.

A veces a nuestro amante lo encontramos en nuestra pareja, en otros casos en alguien que no es nuestra pareja. También solemos hallarlo en la investigación científica, en la literatura, en la música, en la política, en el deporte, en el trabajo cuando es vocacional, en la necesidad de trascender espiritualmente, en la amistad, en la buena mesa, en el estudio, o en el obsesivo placer de un hobby… En fin, es “alguien” o “algo” que nos pone de “novio con la vida” y nos aparta del triste destino de durar.

¿Y qué es durar? – Durar es tener miedo a vivir. Es dedicarse a espiar como viven los demás, es tomarse la presión, deambular por consultorios médicos, tomar remedios multicolores, alejarse de las gratificaciones, observar con decepción cada nueva arruga que nos devuelve el espejo, cuidarnos del frío, del calor, de la humedad, del sol y de la lluvia. Durar es postergar la posibilidad de disfrutar hoy, esgrimiendo el incierto y frágil razonamiento de que quizás podamos hacerlo mañana.

Por favor no te empeñes en durar, búscate un amante, se vos también un amante y un protagonista… de la vida. Pensá que lo trágico no es morir, al fin y al cabo la muerte tiene buena memoria y nunca se olvidó de nadie.

Lo trágico, es no animarse a vivir; mientras tanto y sin dudar, búscate un amante…

La psicología después de estudiar mucho sobre el tema descubrió algo trascendental: “Para estar contento, activo y sentirse feliz, hay que estar de novio con la vida”.






jueves, 16 de octubre de 2014

La chica esposada y la psicóloga… De Alguna Manera...


La chica esposada y la psicóloga…


Una chica detenida bajo una acusación absurda recobró su libertad gracias a una acción de la defensoría oficial sustentada en peritajes psicológicos. Su historia muestra cómo una intervención desde la psicología puede contribuir a la protección de los sectores más vulnerables.

Conurbano bonaerense, madrugada de viernes. Una jovencita que apenas pasa los 20 años súbitamente comienza a sentir intensos dolores abdominales. Es tan fuerte el dolor que le pide a su novio que la lleve al hospital; ya no aguanta. Tiene una niña de dos años, producto de una relación anterior que le deparó tristezas y frustraciones. Los tres se dirigen al hospital. Son las tres de la mañana, no hay transporte, caminan, ella entre quejidos.

Al llegar al hospital, no recibe atención. Según comenta luego, “estaban de paro”. ¿Acaso la guardia de un hospital público no debe prestar atención en cualquier circunstancia?

Desesperada, le pide a su novio que la lleve a otro hospital, pero no hay otro hospital cerca, en el camino ven una clínica, ella no puede más. El venía de cobrar la quincena y decide que lo poco que le quedaba para pasar el mes lo va a poner en esa clínica privada para que le den atención urgente a su chica.

Llegan a la clínica. Pagan. Esperan. Diez minutos, veinte, ella no soporta el dolor. Media hora, y nada. Son las cuatro, él insiste ante la empleada administrativa, por favor, le suplica, que venga la doctora, pero nada.

La joven siente que se descompone, corre al baño, y desde allí llega un grito ensordecedor. 
El corre, ve sangre, pide ayuda..., y nada. Dentro del baño está ella mirando asustada lo que ha sucedido: acaba de parir un niño, de cuya existencia no tenía registro.

Llega la doctora. La doctora había estado durmiendo durante su guardia, la habían llamado cinco veces, pero no había hecho caso. Ahora, al ver que durante su ausencia se desencadenó el parto, le grita: “¡Asesina, quisiste matar a tu hijo!”. La chica está inmóvil, sin reacción, sin tomar al niño en sus manos. La médica llama a la policía. Después de haber cortado el cordón umbilical, le colocan las esposas, delante de su hijita de dos años y la llevan detenida.

Seis meses después, seguía presa con prisión preventiva, imputada por el delito de homicidio agravado por el vínculo en grado de tentativa (¿cuál será el riesgo procesal que motiva la persistencia de la detención de jóvenes de clases bajas, sin instrucción, sin recursos, sin posibilidad alguna de entorpecer la investigación ni de darse a la fuga?).

Llegó esposada a mi despacho. En su rostro se esbozaba una sonrisa temerosa. Se me había pedido un amplio examen psíquico, a los fines de darle sustento a la estrategia de la defensa.

Rápidamente se planteó una cuestión a dilucidar: ¿es posible que una mujer llegue a parir desconociendo su condición de embarazada? Qué mejor que preguntárselo a ella. Me cuenta que para ella “estar embarazada es no menstruar” y que ella “menstruó todo el tiempo”. Sí, estaba más gordita, pero desde que está con Julián –hace poco tiempo– comía más y mejor.

Ella jura que no sabía nada, que fue a pedir ayuda al hospital, que no la atendieron, que fue a la clínica, que Julián pagó la consulta, que esperaron mucho, que el niño cayó en el inodoro y la doctora dijo que lo quiso matar. ¿Por qué?, porque sí, porque no le creyó que no sabía, porque no sacó al bebé del inodoro. “Pensé que estaba muerto.” “Me asusté.”

Le creo. Aunque no se trata de creerle o no, yo le creo. Pero ahora necesito encontrar las palabras para explicar lo que nadie más le cree. Necesito poder decir lo que ella no alcanza a decir. Porque no todos tienen los mismos recursos simbólicos; porque el acceso a la educación, a la salud, a la alimentación, no es igual para todos.

Desde el punto de vista de su desarrollo intelectual, ella ha permanecido en el estadio que Jean Piaget llamó “de las operaciones concretas”, sin acceso al pensamiento abstracto: no puede hacer operaciones mentales en ausencia del objeto tangible. Y los conocimientos sobre sexualidad y embarazo con los que contaba le dictaban que la señal de estar embarazada era no menstruar. Y ella menstruaba.

Gran parte de la población que asistimos en el ámbito de la defensa pública tiene estas características. En general, son personas de condición humilde que tuvieron déficit alimentarios en la primera infancia. Esto produce secuelas irreversibles en el desarrollo de la corteza cerebral, de la inteligencia. Son chicos que más o menos se defienden durante la escolaridad primaria pero después, cuando debieran haber llegado al estadio que Piaget llama “de las operaciones formales”, se quedan sin recursos intelectuales. Y a ese déficit de la primera infancia se suma la falta de atravesamiento cultural. En el caso de esta joven, su madre, en condiciones de mucha pobreza, había tenido 17 hijos, de los cuales tres habían muerto.

Desde el punto de vista emocional, ella estaba iniciando una relación amorosa con ese novio, que se había hecho cargo de ella de manera impresionante, la acompañaba a todos lados como lo hizo en el episodio que terminó con su detención. Ella estaba libidinalmente capturada por ese enamoramiento, toda su libido estaba captada por la nueva relación amorosa, y el embarazo había sido producto de su relación anterior: no entraba en su registro psíquico.

La médica, que se demoró y llegó a la guardia cuando el parto se había producido, ocultó su falta acusando a la paciente de homicida. La policía, entre la palabra de una adolescente pobre–que después me contó lo sucedido con una ingenuidad conmovedora– y la de una doctora, no dudó: la llevó presa. El fiscal la imputó, el juez convalidó el procesamiento y dictó la prisión preventiva , y así la gran maquinaria siguió dando vueltas enredando a una joven asustada, perpleja frente a todo lo que se había desencadenado a partir de aquel viernes de madrugada.

¿Cómo los policías, el fiscal y el juez pudieron suponer que ella fuese para matar a su bebé a un hospital y después a una clínica? Esto no resiste la más mínima lógica, y da la pauta de cómo las personas en la situación de esta chica –que carecen no sólo de recursos económicos, sino también de recursos simbólicos para defenderse– quedan totalmente expuestas a una maquinaria que ostenta su poder: primero, el poder médico, después, el poder de la Justicia. La detuvieron, la imputaron, la procesaron y también le sacaron la tenencia de sus hijos. Su hijita de dos años permaneció todo un año sin poder ver a su mamá. Fue entregada en guarda al padre y el bebé recién nacido fue entregado a la abuela materna. Ninguno de los miembros de su familia había sospechado que los dolores que acusaba la joven podían estar relacionados con un embarazo. Todos me hablaron de lo amorosa y responsable que era con su pequeña hija. Y lloraban sin entender por qué estaba presa.

Cómo decirles que estaba presa porque hay quienes no entienden que el análisis del atravesamiento cultural resulta determinante a la hora de pensar sobre casos como éste. Cómo decirles que ella no supo de su embarazo porque su interés libidinal estaba captado por el nuevo amor. Cómo explicar que el pensamiento concreto impide realizar abstracciones y que sólo puede operar sobre el objeto tangible: la ausencia de menstruación indica embarazo, si menstruás no estás embarazada. ¿Cómo responderles la pregunta acerca de la responsabilidad de los médicos, tanto del hospital como de la clínica, que la desatendieron?

En un estudio realizado en Berlín, se determinó que una de cada 475 mujeres llegan al parto desconociendo su embarazo. Los domingos, en un canal de cable, hay un programa exclusivamente dedicado a esta temática.

Sin embargo, para el poder médico y jurídico, ella había intentado asesinar a su hijo.

Su defensa, de la cual yo formaba parte como perito psicóloga, debió demostrar (sí, efectivamente, invirtiéndose la carga de la prueba) su inocencia. Luego de un año en prisión y numerosos informes psicológicos, logramos que se le concediera el arresto domiciliario. Después un juez de familia le devolvió la tenencia de sus hijos.

Tres años pasó bajo arresto, primero en la cárcel y después en domicilio. En la antesala del juicio, vino a buscarme muy asustada: “Andrea, tengo miedo, ¿qué me va a pasar?”. Hice lo que nunca se debe hacer en tales circunstancias: le pedí que confiara en nosotros, que íbamos a demostrar la verdad y que nada le iba a pasar. Me abrazó y se fue sonriendo.

Yo, en cambio, me fui temblando. Indirectamente le había prometido que ganaríamos el juicio. ¿Y si perdíamos? ¿Y si, como tantas otras veces, no se nos escuchaba o no se terminaba de entender eso que nosotros denominábamos negación, represión, pensamiento concreto, disposición libidinal, atravesamiento cultural? Ahora era yo quien sentía miedo.

Durante el juicio oral, tras analizar los elementos de prueba que dieran sustento al proceso penal y considerar los numerosos escritos del defensor y los informes psicológicos presentados por la defensa, la fiscalía desistió de la imputación. Y el tribunal le otorgó la libertad.

Sentí un gran alivio. Porque había terminado la pesadilla de una joven que una noche se descompuso y terminó esposada en un patrullero acusada de homicidio en tentativa. 

Porque pudimos hacer valer su palabra por sobre la palabra de una médica que interpretó la escena del único modo que la eximía de responsabilidad por su demora en atenderla. 

Porque, por una vez, alguien no terminó condenado por ser pobre y poco instruido.

© Escrito por Andrea Homene, Perito de la Defensa Pública del Poder Judicial de la provincia de Buenos Aires, el Jueves 16/10/2014 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 20 de octubre de 2013

Genocidio de enfermos mentales... De Alguna Manera...



Genocidio de enfermos mentales...


En voz baja los profesionales de la salud mental hablan de genocidio de enfermos en Argentina.

Aunque nadie habla del tema, la famosa Ley 26.657 (conocida como nueva ley de salud mental) está generando en la práctica un verdadero genocidio de enfermos mentales, en especial en los sectores de bajos recursos.

Por cuestiones ligadas a la corrección política, profesionales y miembros de la justicia tratan de barrer el asunto bajo la alfombra. Sin embargo, aunque el espíritu de la Ley suena “maravilloso”, hoy por hoy miles de enfermos están desamparados ya que las trabas que se generan a la hora de internar y el cierre parcial de los institutos, basadas en el concepto de que la salud mental debe ser abordada tendiendo a la integración social, hace que un abogado defensor (en los casos donde se plantea internación el enfermo tiene derecho a defensa) pueda en la práctica pasar por encima del psiquiatra.

De hecho, jueces, abogados y especialistas no sólo tienen las manos atadas sino que evitan cualquier tipo de compromiso. Por ejemplo, si yo digo “Voy a saltar por la ventana para suicidarme”, ningún profesional de la psiquiatría podría detenerme ya que su acción tiene potencial de encuadrarse dentro del concepto “privación ilegítima de la libertad”.

Nadie quiere hacerse cargo de las situaciones críticas y la tensión crece día a día. “Si bien es cierto que los centros de salud mental eran depósitos, al menos daban cierto nivel de contención”, me comentó un psiquiatra días pasados. Hoy la gente deambula por la calle exponiéndose y exponiendo a los otros.

Como tantas otras leyes ésta ignora la realidad social criolla y aunque muchos esperan su pronta derogación ya que la debacle resulta catastrófica (aunque no tiene espacio en los medios), no se ven señales en ese sentido.

Es verdad que en el pasado existieron abusos con las internaciones, pero lo que ocurre ahora, en uno de esos movimientos pendulares tan típicos de Argentina, es un vacío que está matando enfermos, o con la excusa de sus “derechos” dejándolos tirados en camas de hospitales comunes en los que, por lo general, ni siquiera hay un psiquiatra que los evalué.

Esto es sólo un blog pero por el bien de los enfermos que están muriendo (yo tengo un caso) por favor que la sociedad se entere y descubra los vericuetos del genocidio silencioso al que están siendo sometidas las personas con problemas de salud mental.

© Escrito por Omar Bello el sábado 19/10/2013 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.