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viernes, 1 de agosto de 2014

¿Pierde algo Argentina con el default?... De Alguna Manera...


¿Pierde algo Argentina con el default?...


¿Es posible que Argentina sea a la vez víctima y culpable de su propia suspensión de pagos? Sí lo es. Igualmente, es posible que ese país tenga poco que perder económicamente, y que su Gobierno tenga mucho que ganar políticamente con el default.

En principio, Argentina tiene razón. Normalmente, cuando se logra que los inversores que poseen el 75% de la deuda de un país accedan a una reestructuración, ésta sigue adelante. Y el resto se aguanta. Argentina, en sus dos reestructuraciones, en 2005 y 2010, logró que los tenedores del 92,4% de la deuda aceptaran las condiciones para la reestructuración. Unas reestructuraciones que fueron durísimas para los acreedores, ya que éstos aceptaron unas quitas del 73%, según este estudio del FMI. Como comparación, Rusia impuso tras su suspensión de pagos de 1998 una quita de solo el 50%.

Entonces entran los holdouts ('los que resisten') que a mí me parece una definición más precisa que 'fondos buitre'. Sobre todo porque aquí buitres son todos. El mejor ejemplo es Paul Singer, que compra deuda argentina en default pagando un 6% de lo que valía cuando fue emitida, es decir, 6 centavos por valor nominal del bono.

Y a continuación se dedica a pleitear a ver cuánto saca. En 1996, Singer compró por 8,5 millones de euros deuda peruana en suspensión de pagos. En 2000, tras una guerra judicial, logró que el Gobierno de ese país le pagara 43,3 millones de euros.

En el caso argentino, el fondo de Singer NML ha comprado por 48 millones de dólares (35,8 millones de euros) deuda argentina que fue colocada por el país en el mercado por 630 millones de dólares (470 millones de euros). Según las diferentes estimaciones, esos bonos podrían valer entre 1.500 millones y 2.300 millones de dólares si se le suman los intereses pendientes.

Hasta ahí, la primera parte de mi tesis: que Argentina tiene razón. Así lo ven gente tan diversa como el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, modelo de progres (pero asesor él mismo de hedge funds) y Anne Krueger, directora gerente en funciones del FMI con George W. Bush. Otros destacados defensores de Argentina son el propio FMI, el Gobierno de Francia (que incluso le ha apoyado en los tribunales) y el de EEUU.

Pero ahora viene la parte de culpa argentina. Que se resume en una frase: ese país no ha hecho nada para llegar a un acuerdo con los 'holdouts'. O, dicho de forma más elegante, que ha mostrado "un desprecio si precedentes por las decisiones judiciales y por las normas de negociación de reestructuraciones de deuda soberanas", según este artículo.

Singer y otros especuladores como él escogen a los países cuya deuda compran. No van a por la deuda reestructurada de Grecia (ni irán a por la deuda que se reestructure en el futuro de Grecia, que ésa es otra), sino a por deuda de países cuya credibilidad es escasa como, por ejemplo, la República Democrática del Congo, a la que sangraron hace unos años.

Y ahí Argentina ocupa un lugar destacado. Ese país ha recorrido un camino espectacular en los últimos años. Ha pasado, por ejemplo, de ser 'mercado emergente' a 'mercado frontera' ('frontier market') en el Índice MSCI. O sea, ha pasado de estar al nivel de China, al de Marruecos, Kenia, Jamaica o Pakistán.

Por eso Argentina tiene poco que perder, porque ha lo ha perdido todo. El país está aislado de los mercados internacionales desde 2001. Solo algunos fondos altamente especulativos que aman el riesgo, como Perrys, han invertido en, por ejemplo, YPF desde la expropiación a Repsol.

Pero además está RUFO. O sea Rights Upon Future Offerings. Ésa es una cláusula en virtud de la cual, si Argentina acepta que la deuda de los 'holdouts' se rige por las condiciones previas a los canjes de 2005 y 2010, todos los demás tenedores de deuda del país pueden exigir que sus bonos tengan el mismo tratamiento.

Ése es el argumento del Gobierno de Cristina Kirchner: si cede a Singer y sus colegas, todos los demás pedirán lo mismo, y Argentina suspenderá pagos completamente.

Sin embargo, Singer y los otros fondos solo quieren dinero. Y están dispuestos a que les paguen por medio de terceros, o en paraísos fiscales, o como sea. Todavía el miércoles, Gary Hufbaer, ex asistente del secretario del Tesoro de Estados Unidos y actualmente investigador del centro de estudios Instituto Peterson para la Economía Internacional de Washington, me explicaba que él estaba convencido de que Argentina y los fondos iban a llegar a algún acuerdo entre bastidores. 

Pero Argentina siempre ha dicho 'no'. Se ha negado a dar cualquier tratamiento preferente a estos fondos. ¿Por qué?

Una explicación a la que algunos le dan credibilidad es que el Gobierno argentino quería usar a los 'holdouts' como excusa para forzar una nueva reestructuración de la deuda, con más quitas. En otras palabras: reducir más la deuda. La cláusula RUFO expira el 31 de diciembre. A partir de entonces, Buenos Aires podría dar tratamiento diferenciado a los inversores que tienen su deuda. Los que no han aceptado los canjes (los 'buitres'), se llevarían más. Los que sí lo han hecho, tendrían que asumir nuevas quitas.

La clave para ello sería que Argentina siguiera negociando con los 'holdouts' hasta el 31 de diciembre. En el proceso, seguiría pagando la deuda. Y a partir de enero podría imponer nuevas condiciones a unos y a otros. 

Incluso si Argentina suspende pagos temporalmente, al reanudar el servicio de la deuda debería pagar un interés del 8%, que es, para los acreedores, una maravilla tal y como están los intereses en el mundo actual. ¿Qué inversor no estaría dispuesto a esperar unos meses a cambio de un 8% de interés? En otras palabras: no está claro que está crisis vaya a tener muchos perdedores con capacidad de influencia

Los que sí van a perder no tienen caparidad de influir. Son 40 millones de argentinos. En un país con una inflación del 40% y en recesión, con la peor situación económica de Sudamérica tras Venezuela, la suspensión de pagos es otro golpe a la economía, porque aleja todavía más la posibilidad de recibir los capitales que el país necesita para desarrollarse y salir de su proceso de tercermundizacion.

Si Cristina Kirchner quiere reducir la deuda forzando otro default, no lo debería hacer sobre las costillas de sus ciudadanos. Claro que esas costillas ya han recibido muchos palos. Uno más no va a marcar mucha diferencia.

© Escrito por Pablo Pardo corresponsal en Washington el Viernes 1º de Agosto de 2014, y publicado por el Diario El Mundo de Madrid, España.