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domingo, 14 de enero de 2018

"Honorables garchas"… @dealgunamanera...

Honorables garchas…


En el origen, “oligarca” era un tipo de clase alta considerado un “chupasangre” de trabajadores. Con el tiempo, “garca” se popularizó como una voz del lunfardo que califica sin reparos a todo canalla, traidor, falso, estafador o miserable probado en los hechos. De tal modo que, en opinión de quienes lo conocen, permite advertir a otros sobre la amenaza que representa la cercanía del que vulgarmente se llama “un cagador”, Sin necesidad de explicar ni de entrar en detalles.

© Escrito por Carlos Ares el domingo 14/01/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Con perdón de la mesa, también podríamos describir al “garca” común como “un tipo de mierda”, según otra de las acepciones habituales en ciertos bares. Es decir, alguien que sintetiza en su decir y hacer las más despreciables condiciones para las relaciones humanas, de acuerdo con normas y valores respetados como tales. No escritos, ni inscriptos en ninguna tabla de la ley, pero aceptados como fundantes de los intercambios sentimentales que se dan y se incorporan sin palabras en los barrios de la periferia. “Garca” es un anagrama y, a la vez, el “vesre”, el revés, de “cagar”.

En fin, demasiado palabrerío para decir lo que todos seguramente sabemos, hemos aprendido y sufrido al menos una vez en la vida: por más que te adviertan, lo sospeches o te avives a tiempo, un “garca” es un tipo que, tarde o temprano, te va a cagar. Y, contra toda prevención, lo logra. Al fin, te caga. Cada uno podría hacer ahora su propia lista de nombres. Nadie, nunca, se salvó de, al menos, un cagador.

Fue así que, en el trámite de pensar en tanto “garca”, apareció primero “una garcha”. ¿De qué otro modo calificarían ustedes a las “honorables” cámaras de diputados y senadores que acaban de renovar parte de sus miembros y se trenzaron de movida en una disputa feroz por los despachos, a la vez que defendían privilegios, colocaban asesores y justificaban la protección a los reclamados o condenados por la Justicia? Todo esto mientras se llenan la boca de medialunas, promesas, juramentos y se preguntan: “¿Qué más hay para mí?”.

Las cámaras funcionan como el convento para los bolsos de López. Son refugios seguros, siempre que todas las monjas reciban su parte. Hay una cantidad de “garcas” históricos que alguna vez fueron militantes comprometidos con alguna causa decente, pero que en el tránsito se fueron creyendo sus propias arengas, probaron las mieles del poder y quedaron pringados. Ahora les cuesta despegar los dedos de la caja, de los pasajes gratuitos, de los coches, de la guita pública. Una vez consumido ese ácido que te corroe el alma, nada vuelve a ser igual. El cerebro se convierte en una fábrica de producir excusas y echar culpas a otros sobre lo que debía ser y no fue, sobre lo que debe ser y no es. “La oposición”, “el gobierno”, “el imperialismo”, “los empresarios”, “la defensa de los trabajadores” (esta va sin “s”) y más, según a quien va dirigido el discurso. Justifican todo: la violencia, las chicanas, los arreglos, los negocios, los sobornos, las coimas.

Si los que escuchan en la intimidad de un asado son simpatizantes, ahí el “garca” confiesa: “Si no arreglás, te deja afuera”, “dan ganas de largar todo, pero hay que bancar por el proyecto”. Fue en uno de esos encuentros cercanos donde escuché contar su historia a un diputado nacional que –tomen nota– hace treinta años, ¡treinta años ya!, vive de la política. El relato era de tono “heroico”, como el de un ex combatiente de Malvinas en la primera línea de fuego. Egresado de la Universidad Católica (hombre de “la Iglesia”), siempre ocupó altos cargos –presidente de banco público, secretario de Estado, embajador y diputado, con Cafiero, con Menem, con Duhalde, con De la Rúa, en el Parlamento del Mercosur, con Massa y, ahora, con Macri, del que habla como si se le hubiera revelado el Mesías–.

Y ahí está, a salvo de las denuncias y procesos que le iniciaron, disfrutando “con un inmenso sacrificio”, de almuerzos y recursos. Sin pedir perdón, sin reconocer alguna responsabilidad en el fracaso. Esperando, convencido, que la Historia y la Patria le harán el debido reconocimiento cuando se comprenda todo lo que ha hecho por todos nosotros, el pueblo del llano que él nunca pisó. Los antecedentes de semejante infame les caben a varios, hagan sus propias listas. Nadie, nunca, en ningún Parlamento del mundo, se salvó de, al menos, un cagador. 

Fue entonces que pensé: en el caso de que el “garca” sea un funcionario, deberíamos describirlo como un “garcha”. Esto es un “garca” agravado por ser, además, un ruin e indigno servidor público. Si pertenece al Congreso, con el debido respeto a las cámaras, sería un “honorable garcha”. Esto es: el clásico “tipo de mierda” que, además, nos viola a todos en representación de nuestros derechos.



sábado, 6 de julio de 2013

Moreno ya aplica la ley de Abastecimiento… De Alguna Manera...


Moreno ya aplica la ley de Abastecimiento…


Una receta bien peronista contra la inflación y sus consecuencias.

“Activamente prosigue la campaña del Superior Gobierno de la Nación contra el agio y la especulación. Numerosos comerciantes inescrupulosos que lucran con el dinero del pueblo reciben la condigna sanción: clausura, prisión y, en ciertos casos, hasta expulsión del país. Un comerciante deshonesto es un enemigo que atenta contra quienes ganan honradamente su jornal. Denunciarlos a la autoridad no es ejercer una venganza. Es evitar que nos roben.” (1)

Con las palabras que preceden, el aparato propagandístico del primer régimen peronista, intentaba controlar el proceso inflacionario producto de su propia incapacidad. De este modo, al igual que el régimen K, aquel peronismo originario escondía sus desatinos económicos culpando a los comerciantes.

En lo que fuera uno de sus discursos más violentos, el General amenazó a los comerciantes tildándolos de  “especuladores” con la siguiente frase: “el gobierno está decidido a hacer cumplir los precios, aunque tenga que colgarlos a todos”. (1)

La historia pasada y reciente lo demuestra. Cuando se quiere combatir la inflación por decreto o bajo amenaza, sobreviene el desabastecimiento. Entonces, el gobernante utiliza medidas más gravosas que la mera fijación de precios máximos, medidas que nunca han alcanzado para que vuelva a ser negocio lo que ya ha dejado de serlo. El abastecimiento, entonces, nunca retorna. Al menos no, con los precios oficiales.

Desde ya que la acentuación de los métodos autoritarios y la violencia verbal del General no dieron resultados económicos. Y, parafraseando al propio Perón, la violencia de los de arriba, terminó generando la violencia de los de abajo. Así, el país se le incendió, no obstante sus dotes de estratega.

Luego de su derrocamiento y exilio, Perón volvió a hacerse cargo de su tercera presidencia con un discurso más tolerante. Sin embargo, pocos días antes de su muerte, se sancionó y promulgó la ley de abastecimiento (2), hoy en vigencia. Si bien dicha norma no prevé el destierro ni la horca, sí prevé la clausura, el decomiso de mercaderías y el arresto sin orden judicial previa por un período de 90 días y, excepcionalmente, para casos de especial gravedad, la prisión de 6 meses a  4 años.

En definitiva, no debe sorprendernos que personajes como Guillermo Moreno y la propia Presidente de la Nación, avalen este tipo de conductas, alejadas de toda racionalidad y ajenas a las características propias de un sistema republicano y democrático. No están haciendo más que aplicar una norma, de dudosa constitucionalidad, creada bajo la presidencia de quien fundara su movimiento.

Cabe preguntarse por qué motivo esta forma de gobernar el país como si fuera un cuartel, pese a sus reiterados fracasos, retorna atravesando décadas y generaciones. Y sólo se me ocurre una respuesta: el peronismo ha endiosado a su líder y lo presenta carente de defecto alguno. Quienes adhieren a otro tipo de pensamiento, critican a los representantes de turno de esta cultura política, pero omiten pronunciarse sobre el origen del Movimiento, sobre las bases ideológicas en que el mismo fue sustentado desde sus inicios. Y así, sólo basta con cambiar los herederos, para que la herencia autoritaria siga viva.

Muchas voces democráticas y republicanas son responsables de esta omisión. Callan para no recibir el calificativo de “gorila”, “oligarca”, entre otros. No es el caso de esta voz. Califíquenla como quieran. El calificativo no cambiará la verdad de los hechos aquí relatados, ni la certeza de que Moreno y Cristina, representan fielmente los aspectos más autoritarios del peronismo original.

© Escrito por José Lucas Magioncalda el sábado 06/072013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
 
(1) Propaganda oficial y discurso de Perón – extracto del documental “Permiso para Pensar”: http://www.youtube.com/watch?v=86qS9o43GRE

(2) http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/55000-59999/58603/texact.htm



Nota: No comparto los términos régimen peronista, ni régimen k.