Últimas noticias. Cristinismo expeditivo…
Favorecida. La vicepresidenta ha dejado de
ocupar el primer plano con sus causas judiciales. Fotografía: Twitter
El país ha entrado en un nuevo estadio, que fue bautizado como “default
blando”. El adjetivo que acompaña a la palabra temida pretende reducir su
gravedad.
© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 24/05/2020 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los
Argentinos.
Ojalá que un default blando no se convierta en el estado
permanente de las finanzas nacionales. Ojalá que los acreedores tengan
confianza en que se les pagará un día de estos, como diría un simple particular
a quien se le reclama una deuda vencida: “No me atores, si me das un poco de
tiempo, te aseguro que cumplo”.
Ojalá que, como tantas otras
argentinadas, el default blando no se convierta en costumbre nacional ni se
difunda más allá de las prerrogativas institucionales que, en este país, se
viven siempre como situaciones de excepción. No hay espacio para la soberbia
nacional, porque Argentina ha sido una protagonista, en varias y diferentes
situaciones de default y cuasidefault, hasta inventar el simpático default
blando que parece menos temible.
Es poco lo que
entendemos los legos. El estado de lo público es difícil de conocer para
quienes no tengan por lo menos una licenciatura en economía de universidad
local. Esto, naturalmente, conduce a dos actitudes: o nos alejamos enteramente
de la cuestión o nos ilusionamos creyendo que podemos comprender de qué se
trata. La opacidad de la política se ha cobijado en una odiosa bruma.
Cuando algo es
difícil de comprender se esparce el escepticismo o el desinterés. Hace dos
siglos, frente a una coyuntura igualmente complicada e incierta, escribió un
alemán de inclinaciones filosóficas: “¿Quién sabe exactamente quiénes son los
favorecidos por hechos, de los que se afirma en primer lugar que sucedieron y
en segundo lugar que se hicieron por la Patria?”. Subrayo la segunda parte de
la pregunta: ¿quién puede discernir con alguna certeza que algo se hace por la
Patria?
Probablemente
algunas noticias, que llegan de países por encima de toda sospecha estatista,
ayuden a entender de qué modo la pandemia ha golpeado no solo la economía sino
las ideologías económicas. Frente a la pérdida de empleos en Estados Unidos, el
secretario del Tesoro Steven Mnuchin favorece un plan para subsidiar
temporariamente el pago de salarios en empresas privadas.
Más que cualquier
medida sanitaria, esta probable intervención del gobierno de Donald Trump es
excepcional e indica la excepcionalidad de la situación no solo en la
Argentina, donde la palabra “subsidios” es parte de la lengua cotidiana, como
bandera de reclamos o blanco de condenas. Ahora proliferan los subsidios en las
comarcas menos pensadas, repartidos por gobiernos que estuvieron por encima de
toda sospecha de despilfarro populista.
La pandemia oscureció el capítulo judicial de CFK. En su caso, no hay
desgracia sin suerte.
De todos modos,
la pandemia les quita relevancia a estas noticias. No simplemente porque las
priva de centralidad en los medios, sino porque debilita la intensidad con la
que podrían impresionar el estado de ánimo colectivo. Y los escándalos del
pasado se esfuman en la urgencia de cada día. Propongo un ejemplo a la medida
local.
Zannini solicitó
que se declare nula la causa que afecta a Cristina Kirchner por el memorándum
con Irán que incluye el encubrimiento del atentado a la AMIA. Tal solicitud la
salva a Cristina y habría resultado escandalosa antes de la llegada del virus.
El pasado miércoles, el diario La Nación, que nunca había dejado de lado el
tema, le dedicó en tapa solo un humilde tercio de columna, para desarrollarla
con amplitud en la nota de Morales Solá en página 10 de Política.
Algo hemos
aprendido sobre la manera con que se leen los diarios actualmente, la veloz
mirada atraída por los grandes titulares que rebotan en Twitter y Facebook.
¿Cuántos leen una nota completa?
No es una crítica
al periodismo. Más bien es un balance de situación, porque con el virus todo ha
cambiado de lugar, todo ha entrado en default y las jerarquías se han
reorganizado. Esto no implica solo lo que leemos sino cómo articulamos la
actualidad con la vida cotidiana bajo la presión obsesiva de la enfermedad y la
muerte.
No son ideas sino
gráficos los que están dando la forma a nuestra experiencia. Es evidente una
acentuación de los rasgos que fueron novedad hace dos décadas, cuando las redes
sociales comenzaron su entonces celebrada misión de ampliar públicos, difundir
informaciones y otras decenas de virtudes que fueron saludadas con entusiasta
tecnofilia.
Sigue la
política.
Sobreviven, sin
embargo, dos tipos de obsesionados por la política. Están por un lado quienes
se empeñan para que no todo sea devorado por la sombra de la enfermedad; por el
otro, quienes han comprobado que la llegada del virus los ha salvado
milagrosamente de seguir ocupando el primer plano por las acusaciones
judiciales y el juicio oral que ya había empezado con CFK como protagonista
ilustre.
Ahora, Cristina
puede callar más tranquila y dejar que transcurran los días, porque pocos se
ocupan hoy de la causa del memorándum. Y entre los que se ocupan figura, en
primer lugar, Zannini, su servidor leal en todas las batallas, nombrado por
Alberto Fernández como procurador del Tesoro. Como primer paso en su patriótica
tarea, Zannini pidió que se lo limpiara a él mismo de esa oscura causa sobre el
memorándum con Irán, que causó el suicidio o el asesinato del fiscal Nisman.
Parece que
transcurrió un siglo desde que esa muerte, rodeada de todas las sospechas,
provocó marchas indignadas por las calles de Buenos Aires y reuniones múltiples
en el Congreso. Pepe Eliaschev, gran periodista, no podrá descansar en paz. Sus
denuncias, publicadas en este diario, están siendo prolijamente enterradas.
Con buenas o
malas razones y subterfugios formales, la causa, que la opinión pública quizá
ya recuerde borrosamente, va haciendo su camino hacia la obsolescencia, llámese
esto como se llame en la lengua judicial.
Suerte en la
desgracia. Zannini no es el único que mueve piezas en el tablero jurídico, con
la oscura discreción que siempre lo caracterizó. Su movida benefició a la Dama,
puesto que el jefe de la Oficina Anticorrupción, un obediente a toda ley si se
origina en quien le da las órdenes, en estos días y con admirable sentido de la
oportunidad, desistió en las causas Hotesur y Los Sauces, que complicaban vida
y bienes de la vicepresidenta. Se salvaron esos lindos hotelitos al pie de la
cordillera, que ganaban mucha plata alojando de manera virtual al personal de
Aerolíneas Argentinas, dirigida entonces por Mariano Recalde, presidente de la
compañía de 2009 a 2015 y hoy miembro de La Cámpora en el Senado de la Nación.
Como se ve,
muchos pueden enorgullecerse de su pasado o tratar de que se lo olvide. En
cuanto a Cristina Kirchner, la de historia más larga, la pandemia ha oscurecido
el actual capítulo de índole judicial. Lo cual indica que, en su caso, no hay
desgracia sin suerte, como sostiene el consolador refrán.
La vicepresidenta
de este gobierno ha obtenido la suspensión de algunas causas que la
preocupaban. Y este no parece ser el momento para fracturar la cacareada unidad
nacional con actos de justicia que perjudiquen a nadie. Por otra parte, en
alguna ocasión sin micrófonos, a Alberto Fernández se le oyó decir: “Sobre
Cristina, no hay pruebas”.
Dudo sobre cómo
debe interpretarse la frase expresada sin vacilar: ¿significa que no hubo
delitos, o que no existen pruebas sobre los delitos cometidos? Usted elige la
interpretación. Considere que siempre es posible equivocarse.