Caravana para cambiar la historia...
Miles de personas marcharon el sábado 31 por las calles de La Matanza para
conmemorar los seis años del secuestro, desaparición y muerte de Luciano
Arruga. En una jornada impecable, con fuerte presencia juvenil, dos frases
sintetizaron el corazón de la actividad: “La policía lo mató. El Estado lo
desapareció”. Escraches, tres horas de movilización y 30 cuadras de recorrido
dejaron en claro el principal objetivo de la movilización: construir condena
social.
A las 10 de la mañana, Lomas del Mirador
despertó. Sus calles matanceras, cubiertas de negocios y un cemento que golpea
como el sol, suelen ofrecer un cuadro similar, uniforme, monótono a lo largo de
los 364 días del año que cubren el ancho de la avenida Mosconi, su arteria
principal. Las persianas se abren, los autos arrancan, algunos frenan, otros se
saltan los semáforos en rojo, los colectivos atestados, la gente se putea,
pocos piden permiso, y ese círculo humano y social que se pone en marcha y poco
difiere del día anterior.
Un Truman Show conurbano. Mejor dicho: uno de
muchos.
Pero hay un día, uno solo, que subvierte ese
lienzo. Que lo toma, lo da vuelta, lo sacude y lo transforma. Por eso, cuando
Lomas del Mirador, partido de La Matanza, corazón del Gran Buenos Aires,
despertó, a las 10 de la mañana del 31 de enero de 2015, el mundo volvió a su
lugar exacto, después de un año, luego del anterior 31 de enero, y del anterior
a ese, y del otro, y así hace seis años.
Seis.
Así, envuelto en un sol que se mostró
bondadoso a lo largo del día, durante 32 cuadras, La Matanza vibró bajo un solo
nombre, escrito en las paredes, en las calles, en las plazas, colgado en los
postes de luz y grabado en cada una de las miles de personas que participaron
de una jornada memorable, impecable, sólida, histórica.
Un solo nombre. Una síntesis. Una cuestión
nacional.
Luciano Arruga.
El mensaje
La caravana partió a las 12 del mediodía.
Organizaciones de derechos humanos y sociales (APDH, H.I.J.O.S., Correpi,
Ceprodh, La Poderosa, entre otras) y partidos políticos de todos los colores
(estuvieron dirigentes como Christian Castillo, Vilma Ripoll, Pablo Ferreyra,
Horacio Pietragalla, entre otros y otras), confluyeron en la placita de Perú y
Pringles, en el barrio 12 de Octubre, a pocas cuadras donde Luciano Arruga
vivió gran parte de su vida. Tenía 16 años y sufría un profundo hostigamiento
policial cuando el 31 de enero de 2009 desapareció. No volvió a su casa. Su
hermana Vanesa y su mamá Mónica lo buscaron por todos lados. Sólo sabían algo:
a Luciano lo metieron en un patrullero y a Luciano lo vieron golpeado en el
ex destacamento de Lomas del Mirador. Esa subdelegación policial, que
dependía de la Comisaría 8º (ex Centro Clandestino de Detención en dictadura,
conocido como “Sheraton”), no estaba autorizada a alojar detenidos. Sin
embargo, Vanesa y Mónica ya habían escuchado cómo su hermano pedía ayuda cuando
el 22 de septiembre de 2008 los policías de ese lugar – que no era ni más ni
menos que un simple chalet barrial- lo detuvieron y lo torturaron.
El motivo: Luciano se negó a robar para la
policía. Los oficiales le ofrecían “seguridad”, herramientas y dinero para
efectuar robos. Luciano no quiso. Luciano dijo no.
Y el mensaje fue aterrador: Luciano
desapareció.
Vecino, vecina
La Caravana era muy nutrida. En su gran
mayoría, jóvenes. La salida de la plaza derivó en la avenida Mosconi, y de allí
siguió hasta avenida San Martín. Familiares de víctimas de la represión
policial y la violencia estatal encabezaban la marcha, con las fotos de sus
hijos, de sus sobrinos, de sus nietos, de sus hermanos, de sus primos, unidos
bajo los carteles de “Justicia”, y entrelazados, hombres y mujeres, niñas y
niños, más fuerte que nunca.
Frente a ellos, un camión guiaba el
recorrido. Llevaba los carteles para señalizar los lugares y albergaba los
equipos de sonido. Allí, en la calle, Vanesa Orieta condujo la movilización.
Tomó el micrófono.
“Hoy nos encontramos marchando para que los
vecinos y vecinas entiendan lo que significa en este barrio la violencia por
parte de la policía y qué representa que un niño de 16 años estuviera
desaparecido durante 5 años y 8 meses”, comenzó. “Luciano está desaparecido,
vecino y vecina, por haberse negado a robar para la policía de este barrio. La
misma policía que trata por medio de amenazas de incorporar a los jóvenes de
los barrios humildes a redes delictivas manejadas por la policía. Vecino,
vecina: usted lo sabe, sabe de las zonas liberadas, de los desarmaderos de
autos, de los expendios de drogas, de los delitos cometidos en complicidad y
con participación de la policía. Por lo tanto, vecino y vecina, dejemos de
criminalizar a los pibes que vienen en los barrios y empecemos a poner el
acento en esa policía que está al servicio del delito y somete a nuestros pibes
a detenciones arbitrarias, a torturas, al gatillo fácil, a desapariciones
forzadas. Empecemos a tener conciencia de que hoy, los pibes en los barrios
humildes no son respetados”.
Vanesa hablaba, Vanesa explicaba, Vanesa
caminaba. Vanesa conducía y hablaba a esa columna en movimiento que se extendía
por cuadras, y que escuchaba, porque no podía no escuchar, porque era imposible
no sentirse parte de un evento único y conmoverse con esa mujer que se ha
convertido en una referente ineludible de una generación, que no paró de
denunciar a todos los actores, a todos los policías, políticos, jueces,
fiscales y médicos que no supieron ni quisieron decirle qué había pasado con su
hermano, y que contribuyeron a que un niño de 16 años estuviera desaparecido
casi seis años.
Por eso, a las 12 de la mañana, Lomas del
Mirador no sólo estaba despierta.
Lomas del Mirador latía.
Los días previos
Las actividades que Familiares y Amigos de
Luciano Arruga han organizado durante los 5 años de pedido de justicia se han convertido
en auténticos festivales, con una convocatoria masiva brillante. Durante cinco
años, la agrupación transformó ese evento en una ceremonia colectiva que enseñó
cómo construir Justicia en uno de los lugares más picantes del conurbano
bonaerense.
Pero los días, las semanas, los meses previos
a la conmemoración de los seis años fueron movidos. El pasado 17 de octubre una
noticia conmovió al país. Luego de 5 años y 8 meses de búsqueda y lucha
inclaudicable, se supo dónde estaba Luciano. Una batería de medidas desatadas a
raíz de la presentación de un hábeas corpus concluyó que Luciano estaba
enterrado como NN en el Cementerio de la Chacarita. Luego, se supo que Luciano
había sido atropellado a las 3.21 de la madrugada en el cruce de General Paz y
Emilio Castro; que falleció el 1 de febrero de 2009 a las 8 de la mañana en el
Hospital Santojanni; que había sido trasladado por el SAME; que fue catalogado
como NN en la Morgue Judicial y ese fue su destino en el Cementerio.
Dos frases
Nada cerraba. Luciano intentó cruzar la
General Paz por un lugar imposible. Vanesa, al cierre de la marcha, advirtió:
“Quería que vieran ustedes mismos por donde quiso cruzar mi hermano”. Así fue:
ese fue el sitio donde la actividad culminó. En ese lugar hay un terraplén de
césped que sólo trepando se puede acceder a la vía rápida de la avenida. A
metros del punto exacto donde Luciano fue atropellado, hay un paso a nivel.
Luciano lo sabía: su casa está a 17 cuadras de allí.
Hay más. El conductor que atropelló a Luciano
declaró que el joven “cruzó como desesperado”. Aclaró que “no estaba trotando
ni caminando sino corriendo”. Y el punto que más llamó la atención de los
funcionarios y actores judiciales que intervienen hoy en la causa: “Por lógica
parecía que estaba escapando”. Pero, por si fuera poco, declaró un testigo que
fue la primera persona que vio e intervino en el hecho. Fue un motociclista
que, al detenerse en plena General Paz para evitar que Luciano fuera
atropellado por otros vehículos, divisó una camioneta doble cabina de la
Bonaerense estacionada con las balizas apagadas en la colectora de la avenida,
a la altura del atropello.
Por eso, la principal hipótesis en la
investigación que busca determinar que sucedió entre esas horas en las que
Luciano fue visto por última vez en su barrio y las que fue atropellado, sigue
la hipótesis policial.
Por eso, la convocatoria, las paredes y las
banderas sintetizaban dos frases.
Una: “La policía lo mató”.
La otra: “El Estado lo desapareció”.
El villero que no quiso robar
Manzanas, bananas, agua, jugo. Algunos
buscaban sombra. Otras preferían un gorro. Hizo calor y el sol, aunque menos
violento que eneros anteriores, picó. Vanesa conducía, hablaba. El camión se
movía a un ritmo lento para que la Caravana pudiera seguirlo a pocos metros. En
la vereda, un integrante de Familiares y Amigos trepó por una escalera y colgó
un cartel en un poste de luz. “31/01/09. Prohibido olvidar”, rezaba. Luego, se
cruzó e hizo lo mismo en la mano de enfrente.
La Caravana dobló por avenida San Martín y se
detuvo en la intersección con Indart. Allí, a media cuadra, funcionó el ex
destacamento que detuvo, secuestró y torturó a Luciano Arruga. Allí fue visto
la noche de su desaparición. Y así lo marcaba otro cartel colgado en otro poste
de luz: “A 200 metros funcionó el destacamento donde fue torturado Luciano”. El
verbo está en pasado. La lucha de Familiares y Amigos, que incluyó un acampe
que soportó los peores climas y las peores provocaciones vecinales, logró expropiar
ese lugar para instalar allí un centro cultural que lleve el nombre de Luciano.
Por esa razón la voz de Vanesa se volvió ronca.
“En 2007 se inauguró en esa casa un
destacamento bajo el pedido de más seguridad de un grupo de vecinos nucleados
en VALOMI (Vecinos en Alerta de Lomas del Mirador). Debía ser una mera base de
operaciones de la comisaría 8va. Pero en este lugar se llevaron adelante
detenciones arbitrarias. No tenía instalaciones para albergar detenidos. Hace
muy poco conseguimos la llave del ex destacamento. Ese lugar se va a convertir
en un espacio de memoria social y cultural que va a llevar el nombre de un pibe
de un barrio humilde”.
Vanesa respiró hondo y largó:
“¡Este espacio se va a llamar Luciano Arruga,
en memoria de un villero que se negó a robar para la policía bonaerense!”.
La calle casi se hunde.
Escrache
La marcha y las señalizaciones siguieron. La
Caravana continuó por avenida San Martín hasta el predio Monte Dorrego, un
lugar de recreación y actividad deportiva donde un peritaje con perros ordenado
en el marco de la investigación por la desaparición de Luciano arrojó un
resultado positivo. Allí fue trasladado el destacamento que funcionaba en
Indart luego de su cierre producto de la lucha y la movilización de Familiares
y Amigos. En ese lugar hubo escrache.
“Luciano desaparece, la sociedad Arruga”, se
podía leer en el suelo, frente a la subdelegación. Otras pintadas y frases
ilustraron el lugar. Hubo cantos contra la policía y la denuncia implacable de
Vanesa: “Basura, cobardes, asesinos. Vergüenza no tienen, porque si tuvieran,
saldrían a denunciar los graves delitos que cometen sus compañeros.
Esta familia no va a parar hasta que cada uno
de sus compañeros termine preso”.
Práctica sistemática
La columna avanzó por San Martín hasta Ruta
3. El próximo destino fue la comisaría 8va, conocida como el Sheraton en
tiempos de dictadura. De esa comisaría dependía el ex destacamento que
secuestró y desapareció a Luciano Arruga. El joven, tras negarse a robar para
la policía, comenzó a ser hostigado y a sufrir detenciones arbitrarias por
parte de esa misma fuerza. “Los vecinos de Lomas tienen que tener en cuenta que
es un hecho gravísimo”, sostuvo Vanesa. “Esto pasaba habitualmente en
dictadura. Los mataban, los desaparecían. Esta es una marcha que viene a
demostrar que no todos queremos silenciar la violencia por parte de la policía.
Y esta marcha viene a demostrar tristemente que son muchos los familiares que
denuncian la violencia institucional”.
Así fue. A lo largo de la movilización
hablaron, entre otros y otras, Martín Bernhardt, hermano de Matías Bernhardt,
asesinado por un policía federal en 2007; Angélica Urquiza, mamá de Jonathan
“Kiki” Lezcano, asesinado por un policía federal en 2009; Celeste Lepratti,
hermana de Claudio “Pocho” Lepratti, asesinado en 2001; familiares de Facundo
Rivera Alegre, asesinado en Córdoba; sobrevivientes de Cromañón y de la
tragedia de Once.
También hubo familiares de Ismael Sosa, el
joven que viajó a Córdoba para ir a ver a La Renga y desapareció. Ni siquiera
pudo entrar al recital. Denunciaron que fue reprimido por la policía en el
primer control de ingreso. Su cuerpo apareció flotando en el río. “Todavía no
tenemos noticias de lo que pasó”, afirmaron en la marcha. El lunes habrá una
movilización a Plaza de Mayo a las 19.
Cambiar
Faltaba poco para que la movilización llegara
al final. Faltaban pocas cuadras para que la nutrida caravana llegara hasta la
intersección de General Paz y Mosconi (Emilio Castro del lado de Capital).
Vanesa volvió a hablar, críticó al gobernador de la provincia de Buenos Aires y
futuro precandidato presidencial, Daniel Scioli (“basura política”), como uno
de los principales responsables políticos de la desaparición de Luciano, y
sentenció: “Es necesario que un solo objetivo tengamos en común: defender los
derechos humanos de los pibes. Nuestros enemigos son las policías torturando a
nuestros pibes. Nuestros enemigos son los políticos que generan discriminación
y criminalización. Nuestros enemigos son esa Justicia de mierda a la llegan
nuestras causas y nunca avanzan. Esos son nuestros enemigos, no una familia que
denuncia la violencia institucional. Son los que matan a nuestros pibes”.
Desde el comienzo de la movilización hasta el
cierre, Vanesa Orieta jamás perdió el eje de su discurso, fuertemente político.
Sus palabras focalizaron en una nueva agenda de derechos humanos, que subraye
cuál es el sujeto de represión de esta época: pibes pobres de barrios pobres.
“Somos todos del mismo lugar: sectores humildes”, puntualizó. “Hacia nosotros
están dirigidas fundamentalmente la violencia y la represión. Y somos nosotros
los que podemos cambiar ese todo de las cosas. Somos nosotros los que podemos
cambiar la historia”.
Parte de la historia
La última parada fue General Paz y Mosconi.
Tras más tres horas de marcha y más de 30 cuadras de movilización, las Madres
de Plaza de Mayo-Línea Fundadora tomaron la palabra. Primero, Norita Cortiñas:
“No podemos concebir que Argentina siga siendo un país de impunidad”. Luego fue
el turno de Elia Espen: “Con todo el dolor que pasamos, seguimos peleando. No
hay que callarse”.
Un capítulo aparte se merece la organización
de la jornada. Sólidos, ordenados, metódicos, anticipándose a cada movimiento,
la seguridad de la movilización no tuvo fallas, y cada corte de calle demostró
a las claras la rigurosa planificación previa de la actividad. Sin lugar a
dudas, allí radica gran parte del éxito de una tarde admirable.
Pablo Pimentel, referente de la Asamblea Permanente
por los Derechos Humanos de La Matanza (una de los organismos que acompañó a la
familia desde el minuto cero), también habló: “Pasaron más de cinco años de
impunidad. Los derechos humanos son para todos.
Luciano tiene que ser la
bisagra para equilibrar la balanza de la justicia. Luciano Arruga ya no es
solamente de su familia. Luciano es parte de la historia argentina”.
Luego se leyó el documento de Familiares y
Amigos, que llevó la adhesión de organizaciones sociales, partidos políticos y
medios comunitarios y populares. El comunicado denunció la complicidad de los
funcionarios políticos que posibilitaron que un joven de 16 años estuviera
desaparecido durante casi seis años. También recordó la desidia de los actores
judiciales que convirtieron la causa de Luciano en un monumento a la impunidad
judicial: el juez Gustavo Banco y las fiscales Roxana Castelli y Celia Cejas,
que este año afrontarán un jury de enjuiciamiento. “Vamos a ir hasta el final.
El hallazgo del cuerpo puso al descubierto un entramado de complicidades”,
leyeron.
La lucha
Mónica Alegre, mamá de Luciano, fue de las
últimas oradoras. “Gracias a todos por estar, por hacernos el aguante, por
acordarse del Negro todos los días y por hacerlo parte de ustedes”, dijo.
Vanesa fue la encargada de cerrar la jornada:
“Acá hubo que luchar mucho, poner mucho el cuerpo y desgastarse. Y a pesar de
eso, somos una familia que salimos adelante, con valor y fortaleza. Nosotros
empezamos siendo un grupo de familiares y amigos que luchaban solos. Enfrentamos
a la Bonaerense, fuimos perseguidos, golpeados, amenazados. Y fruto de seis
años de lucha dio la posibilidad de visibilizar la causa de Luciano. Y también
esta lucha dio la posibilidad que entendieran que había una familia que
denunciaba que esto no se trataba de hechos aislados, sino de una problemática
que se llevaba la vida de muchos pibes. Y todo este fue lo que hoy generó esta
marcha”.
Vanesa agradeció a todas las personas que
participaron de la movilización. Agradeció puntualmente a sus compañeras y
compañeros por la impecable organización. Y esa porción de La Matanza,
nuevamente despierta, luego de un año, y así hasta el próximo, se sumió en un
grito unánime, completo, recargado:
“¡Luciano Arruga, presente! ¡Ahora y
siempre!”.
© Publicado el domingo 01/02/2015 por http://www.lavaca.org