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domingo, 27 de octubre de 2013

Hoy... De Alguna Manera...

Hoy...


Hoy será una batalla más. La guerra ya había dado inicio hace más de un año, cuando las encuestas comenzaron a mostrar que Massa era el político con mejor imagen, lugar que desde hacía bastante tiempo venía ocupando en soledad Scioli. La de hoy va a ser una batalla rara donde, según cómo evolucionen la economía y la salud de Cristina Kirchner, hasta quizá pueda ser que ganen los dos: Massa la elección y Scioli la candidatura presidencial oficialista.

La letra de la canción de campaña interna del massismo no deja dudas sobre entre quiénes es la guerra:

“A vos que te pintás de naranja, que siempre fuiste cagón. A vos que te hacés el boludo con la cana y la corrupción. A vos que arrancaste con Menem y ahora sos un negador. (...) Nosotros tuvimos coraje, nosotros fuimos a la elección. Nosotros tenemos los huevos que no tenés vos”.

La imagen que ilustra esta columna, de la clásica fábula de Esopo entre la lenta tortuga y la rápida liebre, personificadas aquí por Scioli y Massa, puede tener tantas lecturas como qué significa “tener huevos”, lo que seguramente es distinto para massistas (asumir riesgos) y sciolistas (aguantar presiones).

La discusión de fondo, la estratégica, depende, como siempre, de la correcta lectura sobre qué es exactamente lo que está pasando: ¿estamos frente a una carrera de cien metros o ante una maratón? Las fuerzas que determinarán eso –nuevamente, la evolución de la economía y la salud física y emocional de Cristina Kirchner– se combinan en suficientes alternativas como para hacer insegura cualquier predicción. Por eso, en estos casos, la voluntad será siempre más determinante que la inteligencia porque sólo con razón nadie podría tomar nunca una decisión.

A Massa y a Scioli no sólo los une la misma voluntad sino, también, la misma ideología. Entendiendo por ideología algo muy superior a la ideología partidaria o a la combinación de cuánto mercado y cuánto Estado proponen sus soluciones. Entendiendo la ideología como cultura o política con mayúsculas, es decir, como una gramática de producción de sentido que puede investir cualquier materia significante.

Al ser una gramática, esa ideología no se haría evidente en el contenido –donde esencialmente no habría muchas diferencias–, sino en las formas. Por ejemplo, en el caso de Scioli y Massa, a pesar de que uno apoya a la Presidenta y el otro se le opone, ambos comparten el ser bien diferentes en los modos a Cristina Kirchner y el ser parecidos entre sí. 

Otro ejemplo son las muchas leyes que UNEN votó como el kirchnerismo, cuando son innegables las diferencias entre el Gobierno y el panradicalismo; nuevamente allí las diferencias de las formas son más determinantes que las de los fondos.

El profesor del MIT de Boston Peter Senge explicó en su libro La quinta disciplina, el que se transformó en una Biblia de los sistemas organizacionales, que el método puede ser más determinante que las ideas, las cuales no pocas veces son compartidas por diferentes actores pero sólo algunos tienen la capacidad de hacerlas funcionar.

El kirchnerismo tiene una manera de hacer que las cosas funcionen: con violencia, dureza, agresividad, prefiriendo que los otros agentes políticos le teman a que lo aprecien. Mientras que Scioli y Massa hacen un culto del consenso y la integración de diferencias. El kirchnerismo es dogmático, el sciolismo y el massismo son pragmáticos.

En un reportaje reciente, al preguntarle en qué se parecía a Scioli, Massa dijo: “En los modales”. Quizá no fuera consciente sobre que esos modales tienen una dimensión ideológica muy fuerte, y mucho más después de una década kirchnerista, en que hubo una marcada preferencia por los malos modales.

Si el sistema es lo verdaderamente transformador y las ideas son secundarias, porque aun siendo buenas son sólo partes del sistema, la carrera entre Massa y Scioli por alcanzar el poder no pondrá a prueba las propuestas mejores o peores de cada uno de los candidatos, sino las estrategias globales y las formas con que cada uno tratará de resolver los problemas que se le vayan presentado, que serán siempre cambiantes y no pocas veces impredecibles.

Así como a nivel personal el estilo es el ser, a nivel político el estilo es la ideología, como lo han venido demostrando los peronistas, para quienes el hecho de que haya más Estado o más mercado nunca fue un impedimento para mantenerse aglutinados, y sí lo fue la disyuntiva entre más decisionismo o más institucionalismo.

Asumiendo que Scioli y Massa tienen esta misma ideología, ¿en qué se diferencian? En la velocidad, lo que no es algo menor porque el tiempo es un componente esencial de todo lo que existe. Por eso la tortuga en Scioli (paradójica en quien corría carreras) y la liebre en Massa es una metáfora posible.

Otra diferencia, también relacionada con el reloj, es la edad: Scioli tiene 56 años y Massa 41, son justo dos generaciones distintas. Nunca antes se cortó camino desde una intendencia a la presidencia, esa rapidez también genera aprensión en muchos gobernadores peronistas porque, si Massa llegara al poder, correrían el peligro de pasar a retiro aun siendo relativamente jóvenes. Hay una solidaridad etaria de los gobernadores con Scioli y de los intendentes con Massa.

Un desafío para Massa será poder mantener su visibilidad como diputado mientras que Scioli tiene garantizado su protagonismo como gobernador de la principal provincia y presidente del Partido Justicialista. Allí reside otra diferencia relevante: ¿seguirá Massa construyendo por fuera del PJ o estará dispuesto a volver a él y participar de una interna dentro del partido?

Mañana Massa tratará de adelantar los tiempos y dar por comenzado 2015 mientras que Scioli tratará de alargar los plazos sosteniendo que dos años es mucho tiempo.

Serán coherentes.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 27/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.