Hoy...
Hoy será una batalla más. La guerra ya había dado inicio hace más de un año, cuando las encuestas comenzaron a mostrar que Massa era el político con mejor imagen, lugar que desde hacía bastante tiempo venía ocupando en soledad Scioli. La de hoy va a ser una batalla rara donde, según cómo evolucionen la economía y la salud de Cristina Kirchner, hasta quizá pueda ser que ganen los dos: Massa la elección y Scioli la candidatura presidencial oficialista.
La letra de la canción de campaña interna del massismo no deja dudas sobre entre quiénes es la guerra:
“A vos que te pintás de naranja, que siempre fuiste cagón. A vos que te hacés el boludo con la cana y la corrupción. A vos que arrancaste con Menem y ahora sos un negador. (...) Nosotros tuvimos coraje, nosotros fuimos a la elección. Nosotros tenemos los huevos que no tenés vos”.
La imagen que ilustra esta columna, de la clásica fábula de Esopo entre la lenta tortuga y la rápida liebre, personificadas aquí por Scioli y Massa, puede tener tantas lecturas como qué significa “tener huevos”, lo que seguramente es distinto para massistas (asumir riesgos) y sciolistas (aguantar presiones).
La discusión de fondo, la estratégica, depende, como siempre, de la
correcta lectura sobre qué es exactamente lo que está pasando: ¿estamos
frente a una carrera de cien metros o ante una maratón? Las fuerzas que
determinarán eso –nuevamente, la evolución de la economía y la salud
física y emocional de Cristina Kirchner– se combinan en suficientes
alternativas como para hacer insegura cualquier predicción. Por eso, en
estos casos, la voluntad será siempre más determinante que la
inteligencia porque sólo con razón nadie podría tomar nunca una
decisión.
A Massa y a Scioli no sólo los une la misma voluntad sino, también,
la misma ideología. Entendiendo por ideología algo muy superior a la
ideología partidaria o a la combinación de cuánto mercado y cuánto
Estado proponen sus soluciones. Entendiendo la ideología como cultura o
política con mayúsculas, es decir, como una gramática de producción de
sentido que puede investir cualquier materia significante.
Al ser una gramática, esa ideología no se haría evidente en el
contenido –donde esencialmente no habría muchas diferencias–, sino en
las formas. Por ejemplo, en el caso de Scioli y Massa, a pesar de que
uno apoya a la Presidenta y el otro se le opone, ambos comparten el ser
bien diferentes en los modos a Cristina Kirchner y el ser parecidos
entre sí.
Otro ejemplo son las muchas leyes que UNEN votó como el
kirchnerismo, cuando son innegables las diferencias entre el Gobierno y
el panradicalismo; nuevamente allí las diferencias de las formas son más
determinantes que las de los fondos.
El profesor del MIT de Boston Peter Senge explicó en su libro La
quinta disciplina, el que se transformó en una Biblia de los sistemas
organizacionales, que el método puede ser más determinante que las
ideas, las cuales no pocas veces son compartidas por diferentes actores
pero sólo algunos tienen la capacidad de hacerlas funcionar.
El kirchnerismo tiene una manera de hacer que las cosas funcionen:
con violencia, dureza, agresividad, prefiriendo que los otros agentes
políticos le teman a que lo aprecien. Mientras que Scioli y Massa hacen un culto del consenso y la integración de diferencias. El kirchnerismo es dogmático, el sciolismo y el massismo son pragmáticos.
En un reportaje reciente, al preguntarle en qué se parecía a Scioli,
Massa dijo: “En los modales”. Quizá no fuera consciente sobre que esos
modales tienen una dimensión ideológica muy fuerte, y mucho más después
de una década kirchnerista, en que hubo una marcada preferencia por los
malos modales.
Si el sistema es lo verdaderamente transformador y las ideas son
secundarias, porque aun siendo buenas son sólo partes del sistema, la
carrera entre Massa y Scioli por alcanzar el poder no pondrá a prueba
las propuestas mejores o peores de cada uno de los candidatos, sino las
estrategias globales y las formas con que cada uno tratará de resolver
los problemas que se le vayan presentado, que serán siempre cambiantes y
no pocas veces impredecibles.
Así como a nivel personal el estilo es el ser, a nivel político el
estilo es la ideología, como lo han venido demostrando los peronistas,
para quienes el hecho de que haya más Estado o más mercado nunca fue un
impedimento para mantenerse aglutinados, y sí lo fue la disyuntiva entre
más decisionismo o más institucionalismo.
Asumiendo que Scioli y Massa tienen esta misma ideología, ¿en qué se
diferencian? En la velocidad, lo que no es algo menor porque el tiempo
es un componente esencial de todo lo que existe. Por eso la tortuga en
Scioli (paradójica en quien corría carreras) y la liebre en Massa es una
metáfora posible.
Otra diferencia, también relacionada con el reloj, es la edad: Scioli
tiene 56 años y Massa 41, son justo dos generaciones distintas. Nunca
antes se cortó camino desde una intendencia a la presidencia, esa
rapidez también genera aprensión en muchos gobernadores peronistas
porque, si Massa llegara al poder, correrían el peligro de pasar a
retiro aun siendo relativamente jóvenes. Hay una solidaridad etaria de
los gobernadores con Scioli y de los intendentes con Massa.
Un desafío para Massa será poder mantener su visibilidad como
diputado mientras que Scioli tiene garantizado su protagonismo como
gobernador de la principal provincia y presidente del Partido
Justicialista. Allí reside otra diferencia relevante: ¿seguirá Massa
construyendo por fuera del PJ o estará dispuesto a volver a él y
participar de una interna dentro del partido?
Mañana Massa tratará de adelantar los tiempos y dar por comenzado
2015 mientras que Scioli tratará de alargar los plazos sosteniendo que
dos años es mucho tiempo.
Serán coherentes.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 27/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.