¿Hay justicia?
Strassera: la muerte del simbólico fiscal promueve reflexión. Foto:
Marcelo Aballay
La Justicia es un sistema, pero K y anti K viven futboleramente repudiando
al árbitro cuando cobra en contra.
La simbólica muerte del
fiscal más emblemático de la Argentina pocas horas después de que el juez
Rafecas desestimara la denuncia del fiscal Nisman –y del codenunciante fiscal
Pollicita– sosteniendo en su fallo que el Gobierno no sólo no buscó encubrir la
investigación sobre el atentado a la AMIA, sino que hizo todo lo posible por
esclarecerlo, llenó de perplejidad a muchos, dejando omnipresente la pregunta
sobre si existe la justicia. Para tener dimensión del fallo de Rafecas, vale
imaginar que si Nisman hubiera sido un particular denunciando judicialmente a
otro particular, podría hoy ser demandado por falsa denuncia y responsabilizado
por el daño que produjo su acusación.
Los abogados siempre les
explican a sus clientes que la justicia es una virtud que, como a todas, los
humanos nos acercamos a su cumplimiento siempre imperfectamente, pero a
lo que los tribunales de todo el mundo se dedican es a aplicar el derecho, a
decir si los hechos se adecuan a las normas sancionadas sin entrar en esencia a
discernir sobre la calidad de esas normas. “Los hechos” tampoco son necesariamente
los hechos porque los jueces ponderan evidencias sobre los hechos y no pocas
veces distintas personas consideran evidencia a distintas cosas. Y luego viene
la interpretación sobre esa evidencia. Cualquier persona que pasó por un juicio
convencida de su razón escuchó de su abogado la advertencia sobre que “hay
media biblioteca a favor y media biblioteca en contra”.
Si Nisman fuera un particular que acusó a otro
particular, hoy podría ser demandado por falsa denuncia
La pregunta sobre si hay
justicia es muy parecida a la pregunta sobre si existe la objetividad en el
periodismo. La prédica que reclama “el fin de la hipocresía”, sustituyendo el
periodismo profesional (“una mera máscara para esconder sentimientos y
preferencias personales”) por el periodismo militante, tiene el mismo
fundamento que la que propone jueces y fiscales comprometidos con una
orientación determinada. En ellos hay algunos aciertos en el diagnóstico del
problema de la subjetividad humana, pero la terapia que proponen para corregirlo
daña más que lo que repara.
Otro ejemplo son los
países de partido único donde el Poder Judicial, junto con la prensa, depende
del poder político. Por eso, cuando se aspira a la justicia aplicando un
estricto rigor como si se tratara de una ciencia, inexorablemente se cae en la
frustración. La justicia sólo puede ser humanamente alcanzada como un sistema
dentro del cual haya diferentes instancias y que cada una pueda rever la
anterior junto con un sistema de división de poderes que amortigüe las consecuencias
de la subjetividad humana.
Personalmente, siempre
desconfié de la intencionalidad política de Nisman, inicialmente a favor del
kirchnerismo y al final en contra, por sus anacronismos al desestimar casi
ofensivamente la denuncia de Eliaschev dos años antes de que se firmara el
acuerdo con Irán, y luego esperar otros dos años para recién presentar su
acusación cuando la mayoría de las escuchas en las que basó su presentación
eran previas aun a la firma del tratado con Irán.
Habiendo sido Perfil el diario
que publicó la denuncia de Eliaschev, sin tener intereses comerciales ni
sociales para odiar especialmente a este gobierno y habiendo sido crítico del
kirchnerismo desde el primer día, nunca este diario sobreactuó republicanismo
ni santificó a Nisman tras su muerte. Lo que también le permitió poder criticar
libremente a quienes hacían uso político del cadáver de Nisman dando como
cierta una hipótesis de su muerte, aunque fuera la más probable.
En la última contratapa
titulada “Inflación de significantes” se criticó el sensacionalismo de la
retórica oficialista al usar expresiones como “terrorismo mediático”, “golpe
blando” y “partido judicial”. Lo mismo le cabe a la oposición, especialmente a
Elisa Carrió, cuando apela al efectismo de anunciar ahora un “autogolpe” y
repetidamente referirse a la muerte de Nisman como “magnicidio”.
La Justicia es un sistema, pero K y anti K viven
futboleramente repudiando al árbitro cuando cobra en contra.
Ayer la escritora Mori
Ponsowy publicó una columna en el diario La Nación, titulada “Había tierra
fértil para el kirchnerismo”, y refiriéndose a las motivaciones del 25% que
todavía apoya a la Presidenta, analizó la posibilidad de que antes del
surgimiento del kirchnerismo ya hubiera “una base formada de millones de personas
que de verdad piensan en términos de conspiraciones, gente que no puede leer la
política más que como un juego de suma cero, que cree en la posibilidad de
golpes de Estado en nuestro país después de treinta años de democracia, y que
está convencida de que hay un enemigo por vencer”.
Tesis sostenidamente
compartida por estas columnas con el agregado del pronóstico de que esa forma
de ver la realidad continuará tras la finalización del kirchnerismo porque
incluye también a parte de la oposición, como se percibe en el in crescendo del
discurso de Carrió, que al “autogolpe” que dará el Gobierno mañana domingo –al
inaugurarse el año legislativo– sumó que “la designación de Wado de Pedro,
actual miembro del Consejo de la Magistratura, seguramente es producto de haber
negociado con el juez Rafecas la desestimación de la denuncia del fiscal Nisman
y de la acusación del fiscal Pollicita, ya que éste estaba acusado ante el
Consejo de la Magistratura por su actuación en el caso Boudou, un acuerdo con
el Gobierno que incluye la salida de Capitanich y su reemplazo por Aníbal
Fernández”.
Si cada sector al que le
toque ser la oposición del momento se comportara como esos fanáticos del fútbol
para quienes el árbitro merece siempre ser insultado cuando cobra en contra de su
equipo y es un groso cuando lo hace a favor, aunque se vaya el kirchnerismo, no
habrá justicia porque la Justicia es un sistema de valores compartidos.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado
28/02/2015 y publicado por el Diario
Perfil de la ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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