Laberinto sin salida…
UNIFORME DE KOMBATE. Ministra Nilda Garré. Dibujo: Pablo Temes.
Mala praxis de gestión, fijación por la suma del
poder, desesperación por la re-re y obsesión contra Clarín. Pasos en falso del
gobierno.
Preso de sus obsesiones políticas, el
Gobierno ha entrado en un laberinto del cual no sabe cómo salir. Algunos de sus
integrantes ya no pueden disimular su fastidio ante este panorama en el cual
abunda la inconsistencia. Como se sabe, en este recrudecimiento de esta
“patología política”, para el Gobierno la culpa por las preguntas de los
estudiantes de la Universidad de Harvard, que descolocaron e hicieron enojar a
la Presidenta, fue de Héctor Magnetto y de Clarín. Pero eso no es todo: para el
Gobierno, las protestas por reclamos salariales de los efectivos de Gendarmería
–su fuerza de seguridad preferida– y Prefectura son producto de las
maquinaciones de Magnetto y Clarín. Y para el Gobierno la desaparición por 24
horas de Alfonso Severo –un testigo clave en la causa del asesinato de Mariano
Ferreyra que complica a adictos K como José Pedraza y la cúpula de la Unión
Ferroviaria– sería el resultado de una estrategia perversa de Héctor Magnetto y
Clarín para evitar la aplicación de la Ley de Medios.
A este paso, para el Gobierno no habrá
fenómeno natural –frío, calor, sequía o lluvia–, pestes y otros males que no
queden libres del influjo de Magnetto-Clarín. Así es como, en definitiva, el
“relato” de la administración de Cristina Fernández de Kirchner busca cubrir
sus garrafales errores de gestión. “Si se nos acaba Clarín, ¿a quién le vamos a
echar después la culpa?”, se preguntaba el viernes un conspicuo funcionario con
despacho en la Casa Rosada viendo el ridículo al que se exponía el ministro de
Justicia, Julio Alak, en su intento de vincular el caso Severo con la Ley de
Medios, disparate que el mismo Severo desmintió.
El conflicto desatado por los reclamos
salariales de Gendarmería y Prefectura
se veía venir. Una nota firmada por el entonces comandante de Gendarmería
Héctor Schenone advertía ya en mayo a la ministra de Seguridad Nilda Garré de
lo que se estaba viviendo en la fuerza a causa del fallo “Zanotti”. “La
aplicación del mencionado fallo producirá una disminución significativa del
salario inclusive menor al salario administrativo, afectando al personal más
joven y de baja jerarquía, generándose una disminución monetaria que en algunos
casos superaría el 25%”, decía una parte de esa nota. El decreto 1307/12
empeoró las cosas. Nadie del Gobierno le prestó atención a este aviso. Tampoco
la Presidenta, quien en su “Aló Presidenta” del 26 de junio se lamentó por la
muerte de los gendarmes que habían cumplido tareas en el conflicto de Cerro
Dragón y reconoció lo poco que ganaban.
En tren de adjudicar culpas, los dardos
apuntan a Raúl Garré, a su hermana la
ministra, e incluyen al secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, Carlos
Zannini. La intención de los sectores ultracristinistas de otorgarle a este reclamo un carácter golpista no hizo
más que desnudar la inconsistencia de la acusación. Lo que sí existe en esas
fuerzas es un estado deliberativo sin liderazgo, producto de la protesta
generada por la pauperización de las condiciones de vida de la mayoría de sus
integrantes.
A esta altura, es evidente que el Gobierno
está afectado por cuatro problemas fundamentales: la “mala praxis” de su
gestión, su desesperación por la re-reelección, su fijación por lograr la suma
del poder público y su obsesión contra Clarín.
La mala praxis de gestión es el origen de
varios inconvenientes. Además del presente conflicto con Gendarmería y
Prefectura, la lista incluye el cepo cambiario, la alteración de los índices
del Indek, el creciente déficit fiscal, las idas y vueltas con las retenciones
a las exportaciones de biodiesel y con la Ley de Riesgos de Trabajo, por citar
algunos. Al respecto, la Presidenta debería pensar si Juan Abal Medina está
capacitado para llevar adelante la compleja tarea que exige el cargo de jefe de
Gabinete. En su última aparición pública, exhibió una notable escasez de
conocimientos técnicos sobre el decreto 1307/12, a lo que agregó una falta de
aplomo y una pobreza de lenguaje que sorprende a varios de sus profesores en
Ciencia Política que lo recuerdan como uno de sus alumnos más brillantes.
La desesperación por la re-reelección le
impide consensuar con gobernadores que se oponen a la iniciativa.
La búsqueda de la suma del poder público,
recalentada en estas horas por los episodios sucedidos en la Auditoría General
de la Nación y en el Consejo de la Magistratura, representa una de las
contradicciones y claudicaciones más flagrantes del discurso con el cual el
kirchnerismo ingresó al poder. Uno de los logros indiscutibles del primer
gobierno de Néstor Kirchner fue la creación de una Corte Suprema prestigiosa
como signo claro de la decisión política de respetar y valorizar la
independencia de la Justicia. La Presidenta está tirando esto por la borda. Al
hacerlo, además, ha inducido a quienes buscan complacerla a echar mano a
recursos que recuerdan a aquellos usados por el menemismo. He ahí el “recurso
de arrancatoria”, giro acuñado para denunciar al ex cortesano Antonio Boggiano,
quien en 1993 ordenó a uno de sus asistentes arrancar la hoja de un fallo que
condenaba al Banco Central.
Igual que entonces, ahora el oficialismo pretende
recusar a Ricardo Recondo, representante de los jueces en la Magistratura que
se opone al bochornoso intento de nombrar al frente del juzgado a cargo de la
controversia por la Ley de Medios a Lorena Gagliardi, funcionaria dependiente
de Abal Medina, y que mágicamente saltó del puesto 15 en el orden de méritos al
6. A Recondo se le quiere atribuir una firma que nunca puso en el dictamen que
nombró al juez jubilado Raúl Tettamanti para subrogar el cargo. Para sostener
esa acusación, se arrancó la hoja del dictamen.
La Ley de Medios fue algo abstracto para la
mayoría de la sociedad. Pero las cosas cambiaron a partir del cacerolazo, al
que la corporación multimediática oficial y paraoficial intentó ignorar primero
y minimizar después. Sólo El Trece y TN lo transmitieron en su dimensión, por
lo que una parte de la sociedad comprendió que el verdadero significado del 7D
es el de silenciar esos canales. Esa sociedad comprendió también que si el
Gobierno fuese exitoso lo que conseguiría sería silenciar sus voces.
Esto no es más que otra muestra de la
irrefrenable necesidad de dominación a la que la Presidenta lanzó a su
gobierno. Y, como decía Voltaire, “la pasión por dominar es la más terrible de
las enfermedades del espíritu humano”.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
©
Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires en sábado 6 de Octubre de 2012.