Mostrando las entradas con la etiqueta Comunidad Pu Lof. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Comunidad Pu Lof. Mostrar todas las entradas

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Caso Maldonado… @dealgunamanera...

Caso Maldonado…

Santiago Maldonado. Fotografía: NA: Archivo

El "testigo E" contó cómo fueron los últimos minutos de Santiago Lucas Pilquiman declaró oficialmente por primera vez ante el magistrado Gustavo Lleral, quien tiene a cargo la investigación sobre la muerte del joven.

Lucas Pilquiman, el denominado "testigo E" de la causa que investiga la muerte de Santiago Maldonado, el joven artesano que estuvo desaparecido casi 78 días luego de participar de una protesta mapuche en Esquel, que fue reprimida por Gendarmería, y cuyo cuerpo fue encontrado en el río Chubut, aseguró que los efectivos de esa fuerza "no detuvieron" al tatuadorEl joven de 19 años, que hasta el martes era conocido como el “Testigo E”, había acusado en septiembre, bajo identidad reservada y ante la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) a los gendarmes de detener al artesano.

En esa ocasión, había manifestado que él trató de ayudar al artesano a cruzar el río porque éste no sabía nadar. Y completó en su relato que "los gendarmes les dispararon".  Asimismo agregó que Santiago volvió a la orilla del río y trató de ocultarse en un arbusto y él escuchó como los efectivos gritaron "acá tenemos uno" y acto seguido se oyó un escopetazo. Luego, lo subieron a una camioneta Unimog y esa fue la última vez que lo vio. 

Sin embargo, ahora en su declaración oficial, Pilquiman exculpó a Gendarmería. Según publica El Tribuno, el joven declaró: “Sé nadar, pero me hundía porque tenía un buzo y una campera. Me las saqué para no ahogarme. Y le grité a Santiago: ¡Vamos peñi, vamos!. Me di vuelta y vi que el agua le llega al pecho a Santiago, que me decía: No puedo Peñi, no puedo. Dejé que me llevara la corriente y llegué al otro lado. Ahí vi a Santiago agachado escondido entre los sauces. Pude ver gendarmes en la barranca tirando con escopetas de bala 9 milímetros y piedrazos, pero abajo en el agua estaba solo Santiago. Ahí ya no lo vi más”.

El caso. 

Maldonado murió el 1º de agosto por “asfixia por sumersión coadyuvado por hipotermia”, informó el juez tras la autopsia al cuerpo. El joven participó ese día del piquete de los mapuches en la Ruta Nacional 40 para reclamar la liberación de su líder Facundo Jones Huala. Gendarmería los reprimió, los corrió hacia el Pu Lof y los arrinconó en el río Chubut. Allí por última vez. Tras 78 días, luego de varios rastrillajes, apareció su cuerpo.

En la morgue judicial de Buenos Aires, Sergio Maldonado, hermano del tatuador, lo reconoció  por los tatuajes. Desde entonces, la familia insiste sobre las circunstancias que llevaron a Santiago a sumergirse en aguas heladas cuando ni siquiera sabía nadar.


jueves, 26 de octubre de 2017

Autopsia de Santiago Maldonado… @dealgunamanera...

Las primeras conclusiones de los forenses…

Los peritos comenzaron a firmar el informe de la autopsia de Santiago Maldonado. Es un relevamiento, paso a paso, de todo lo que se hizo el viernes en la Morgue, sin conclusiones finales sobre la causa de la muerte. Tampoco establece cuándo se produjo el deceso ni cuánto tiempo estuvo el cuerpo en el agua.


© Escrito por por Raúl Kollmann el martes 24/10/2017 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El Informe de Autopsia del cuerpo de Santiago Maldonado fue firmado ayer por 22 forenses y terminará de ser firmado hoy por los especialistas que faltan. El texto de 67 páginas es un relevamiento, paso a paso, de todo lo que se hizo el viernes en la Morgue, sin conclusiones finales sobre la causa de la muerte. Tampoco establece cuándo se produjo el deceso ni cuánto tiempo estuvo el cuerpo en el agua. Esas conclusiones globales y de máxima importancia las redactarán quienes encabezaron la autopsia dentro de dos o tres semanas cuando estén los estudios complementarios. Sin embargo, el Informe de Autopsia sí consigna que no se encontraron lesiones punzantes ni cortantes ni contusiones, es decir lesiones que puedan indicar una agresión externa.

En base a ese elemento y el agua encontrada en distintos órganos, en especial la médula ósea y el pulmón, se presume que la causa de la muerte fue el ahogamiento por sumersión, aunque eso terminará de confirmarse en los laboratorios y tras la mirada más microscópica. Como ya señalara PáginaI12 está claro que Santiago Maldonado no estuvo en el río por voluntad propia sino que venía siendo perseguido, con disparos de postas de goma, en un operativo ilegal de la Gendarmería. Estaba autorizado el despeje de la ruta –que ni siquiera estaba cortada por la comunidad mapuche–, pero no tenía autorización legal el ingreso a la Pu Lof y la violenta persecución hasta el río. “Les dimos corchazos para que tengan”, se escucha en la grabación encontrada en el celular de uno de los gendarmes.

Los participantes de la autopsia del viernes, 56 en total, fueron citados ayer a la Morgue para firmar el Informe. La redacción, que estuvo a cargo de los doctores Roberto Cohen y Jorge Herrbstein, se demoró un tiempo, por lo cual algunos de los forenses que fueron temprano no pudieron firmarlo. Lo harán hoy y todo indica que no habrá disidencias de ningún tipo.

El Informe enumera milimétricamente lo que se hizo y que los forenses de todas las partes pudieron acercarse a ver de cerca, a centímetros. Sólo hubo un momento en que se expuso el cuerpo y los médicos se retiraron para que entrara la familia, asistida por un psicólogo del Cuerpo Médico Forense (CMF). Fue en ese momento en que reconocieron el cuerpo por los tatuajes. El juez Gustavo Lleral estuvo presente a lo largo de las 13 horas que duró el procedimiento.


En el Informe que se empezó a firmar ayer se consignan, entre muchos otros elementos, los siguientes detalles:

a) La apertura del féretro en el cual Santiago venía en una bolsa. El cuerpo estaba preservado por bolsas del hielo conocido como Rolito.

b) En las radiografías que se hicieron primero, todavía en la bolsa, llamaron la atención algunos elementos metálicos. Hubo quienes pensaron en proyectiles. Finalmente se trató de aros que tenía puestos, dos aros que tenía en los bolsillos, unas pocas monedas y una piedra de las que trabajan los artesanos. Además se verificó la existencia de dos clips producto de una operación de vesícula. Como se sabe, en el pantalón tenía el DNI.

c) El pesaje, vestido, dio 83 kilos, tal como anticipó este diario. Es que Santiago tenía puesta una enorme cantidad de ropa: tres pullovers, una campera, tres pantalones, una bufanda, dos pares de medias y los borceguíes. En el bolsillo tenía una tolfa, o sea un pequeño bastón replegable. En la ropa estaban enganchadas algunas ramas. Cuando luego se lo pesó desnudo la balanza registró 52 kilos. O sea que la ropa mojada pesó unos 31 kilos, algo que actuó como un plomo en el agua. Se verificó que era un cuerpo bien alimentado pero de una persona delgada. Santiago era vegetariano.

d) La identificación se hizo después de tratar las manos con alcohol debido a lo que se llama manos de lavandera, que es el efecto de arrugamiento que se produce en el agua. Después de eso, con un guante y tinta, se tomaron las muestras para las huellas digitales. Hubo más de 12 puntos específicos en los que se pudo hacer la identificación, por lo que quedó acreditado que el cuerpo era de Santiago Maldonado.

e) No se registraron lesiones óseas de ningún tipo, ni nuevas ni viejas. Santiago nunca tuvo ninguna lesión. Por ejemplo, se tomaron radiografías de la nariz porque algún forense tuvo dudas y se verificó que no tenía ni fractura ni golpe. Se revisaron con lupa los nudillos, para ver si había lesiones defensivas. Y en ninguna parte del cuerpo se observan ni contusiones ni heridas cortantes ni punzantes. Aunque esto no lo dice el texto, los forenses consultados por este diario señalaron que una autopsia no detecta si hubo algún forcejeo ni si lo empujaron al agua.

f) Se sacaron muestras de abajo de las uñas por si se detecta ADN de otra persona.

g) Los elementos que hablan de un ahogamiento por sumersión son la ausencia de lesiones y, especialmente, el líquido en la médula que está adentro del fémur, así como el líquido en otros órganos. Específicamente se mandó a estudiar el pulmón: los anatomopatólogos dirán, tras mirar el órgano en el microscopio, si las lesiones provienen de que Santiago cayó o fue empujado al río y respiró agua.

h) Se tomaron muestras de los pies para que también los anatomopatólogos les apliquen en laboratorio una serie de colorantes que permiten establecer, aproximadamente, cuánto tiempo estuvo sometida la piel al agua. Es otro de los informes que estarán dentro de dos o tres semanas.

i) De los líquidos extraídos del cuerpo se enviaron muestras a la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA para que los biólogos determinen si los micro-organismos que están en el líquido se corresponden con los del río Chubut y también cuánto tiempo llevaba el cuerpo en el agua. Muestras de la ropa y de esos mismos líquidos también fueron enviados a los entomólogos de la Universidad de La Plata. Ellos estudian la presencia y evolución de los insectos con el mismo objetivo, saber si se corresponden con el río Chubut y cuánto tiempo llevaba en el agua.

j) Desde Chubut se esperan muestras no sólo del agua sino también informes de las temperaturas en la orilla y en el centro del río, así como en la superficie, a profundidad media y en el fondo. Son elementos que se tomarán en cuenta también para calcular el tiempo que estuvo el cuerpo en el agua. 

La lógica es que todos los forenses terminen de firmar el informe hoy. El juez pidió que le envíen el texto cuanto antes y deberá tomar decisiones en los próximos días. Parece evidente que tendrá que reconstruir la forma en que los gendarmes entraron a la Pu Lof, los disparos, la persecución hasta el río, si alguno vio a Santiago ahogándose  –hay escuchas llamativas– y cómo fue toda la secuencia. “Estoy investigando un delito grave”, sintetizó Lleral en la noche del viernes, cuando salía de la Morgue.


sábado, 21 de octubre de 2017

Caso Maldonado. Seamos Humanos… @dealgunamanera...

Caso Maldonado. Seamos Humanos…


En la escena de Sergio Maldonado y su mujer custodiando durante siete horas el cuerpo hallado en el río porque no confían en nada se concentra la degradación del sistema de justicia. ¿Esa es la participación que tanto se les ha prometido a las víctimas en los procesos penales? Se le pide a la familia que sepa de peritajes, autopsias, rastrillajes. ¿Y los jueces? Además de ajustarse a protocolos y procedimientos, ¿se ponen alguna vez en el lugar de las víctimas? El caso Maldonado y la matriz deshumanizada del aparato de Justicia.


© Escrito por Irina Hauser el sábado 21/10/2017 y publicado por la Revista Anfibia de la Ciudad de San Martín, Provincia de Buenos Aires.

Sergio Maldonado y su esposa, Andrea, estuvieron más de siete horas esperando al lado del cuerpo sin vida que flotaba boca abajo en el Río Chubut sabiendo que podría ser Santiago. Decidieron quedarse ahí, como quien echa raíces en esa tierra, después de 78 días de búsqueda, porque no confían en nadie. Tienen miedo a todo. Descreen. Y con motivos. Esa imagen que trazaron de sí mismos, esperando junto a un cadáver entre el ramerío, el agua, el silencio y un grupo de agentes de Prefectura, desnuda el nivel de degradación al que ha llegado el sistema judicial, a punto tal que las víctimas deban garantizarse a sí mismas que nadie les mienta, manipule nada, ni les hagan trampa. ¿Esa es la participación que tanto se les ha prometido a las víctimas en los procesos penales? ¿Y la reparación? Está todo tan trastocado que tuvieron que recordar en voz alta que son seres humanos. Se lo dijeron a los periodistas, pero bien pudo estar dirigido a la “Justicia”.  

Es evidente que si un cuerpo aparece después de tres meses a menos de 300 metros del lugar donde la Gendarmería desató la cacería contra un pequeño grupo de la comunidad Pu Lof en Resistencia de Cushamen, algo anda mal en los tribunales y las estructuras que los auxilian. El problema es que algo anda mal desde el día uno, empezando por la obstinación de los distintos órganos del Estado en negar que los gendarmes que corporizaron la persecución en medio de la que desapareció el joven tatuador hubieran tenido algo que ver. Es un absurdo querer borrar ese papel determinante de la Gendarmería, pero el marketing político hace milagros.

“La Justicia no está preparada para investigar casos como el de Santiago Maldonado o el de Alberto Nisman”, justificó el ministro de Justicia Germán Garavano. ¿Entonces quién debe hacerse cargo? ¿Las víctimas? 

El devenir del habeas corpus y del expediente sobre desaparición forzada mostraron decenas de incordios, como la demora de cinco días en hacer rastrillajes,  en levantar rastros de los vehículos usados por Gendarmería (algo que se hizo cuando habían sido ya lavados, según denunció el defensor Fernando Machado), la tardanza en explorar el río, en obtener la nónima completa de gendarmes que participaron del operativo desalojo e irrupción en la comunidad, el secuestro de los teléfonos, sin contar la falta de aceptación sobre la validez de las declaraciones de mapuches temerosos que no querían dar su identidad, y la negativa del juez Guido Otranto a entrecruzar y analizar los llamados de los funcionarios nacionales que estuvieron en el lugar, con el jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, a la cabeza. Y ahora, un cuerpo que aparece en un lugar ya rastrillado, frente al cual la gran pregunta es: ¿Cómo llegó ahí? ¿También tendrán que responderla los familiares de la víctima?


Los ciudadanos de a pie que por una u otra razón aterrizan en un juzgado, aprenden Derecho a la fuerza. De lo contrario, la realidad los devora. Devienen expertos involuntarios que distinguen figuras penales, agravantes, entienden de peritajes y autopsias. Llega un día en que hablan como verdaderos expertos. Pero debajo de toda esa jerga, son ellos mismos: seres en toda su dimensión humana.

Los jueces y fiscales, en cambio, rara vez se toman el trabajo de aprender esa dimensión, comprenderla y acceder a ella aunque más no sea por respeto. Se quedan en el cómodo lugar de que sean los otros, las víctimas, los que deban arreglárselas para entenderlos. Están los que sostienen un pensamiento basado en la aplicación estricta de los códigos penal y procesal. En el uso de la lógica, como si se tratara de un mecanismo neutral. Si el cuerpo estaba así o asá, lo mataron, pero si estaba de tal otra forma se cayó. Como si no hubiera matices, condicionantes ni contexto. Sus Señorías se “ajustan a Derecho”. Y se acabó.

Ante la desaparición de Santiago no se trata simplemente de que el aparato judicial haya actuado de manera deficiente por error o impericia. Desde sus entrañas, ha operado una amplia paleta de prejuicios que explican el destrato padecido por la familia (además de la falta de resultados): si Santiago es artesano y tatuador es hippie; si es hippie, es vago; si se instala a convivir con la comunidad Pu Lof en Resistencia, es porque no tiene nada que hacer en la vida; su familia debe ser como él; critican porque sí (no importa que buscan a un ser querido); los mapuches son peligrosos, no colaboran, mienten, ponen obstáculos, son violentos, sólo les importa defender el territorio (nada menos, propiedad originaria).

Una mirada despojada de prejuicios en tribunales hubiera llevado a tomarle declaración testimonial a la familia de Santiago en el primer momento para preguntarle lo básico: cómo es físicamente, sus rasgos de personalidad, conocer su historia. Eso sucedió después de más de dos meses, ya con el nuevo juez Gustavo Lleral. Pero antes, los familiares fueron tratados casi como unos sospechosos más, igual que los mapuches. Otra muestra de degradación judicial. Una investigación que toma ese punto de partida está lejos de ser íntegra y profunda. Si lo fuera, entendería, además, que acercarse a la comunidad originaria no es simplemente sentarse a tomar mate con ellos sino empezar por entender su historia y sus reacciones. Son los pobres de los pobres del país, los marginados al extremo. Es evidente que no va a ser fácil el diálogo. Pero las autoridades han preferido verlos como demonios, enemigos públicos.

En una época se discutía si los jueces debían tener en cuenta el contexto social, histórico y político a la hora de tomar sus decisiones. ¿No es una obviedad que debería ser así? También debería ser una obviedad el cuidado y respeto que merecen las víctimas en un país donde este año se aprobó una ley que les promete protección integral y una comprensión completa del lugar que les toca ante distintos tipos de delito.

¿Cómo confiar si el Gobierno se la pasó enviando funcionarios a meter ojos y manos en la causa? Y tuvieron las puertas abiertas: participaron de rastrillajes en los que la familia no pudo estar. Gonzalo Cané (secretario de la Corte en uso de licencia), cuya función en el ministerio de Patricia Bullrich es mantener relación con el Poder Judicial; Daniel Barberis, a cargo de asuntos de violencia institucional; Noceti, que daba instrucciones a las fuerzas de seguridad. La gran preocupación oficial siempre fue instalar que el Gobierno no tuvo nada que ver. El juzgado y la fiscalía, en el informe enviado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se hicieron eco.

¿Qué clase de jueces/as queremos?

Hace algunos años cuando los aspirantes a jueces iban a entrevistas públicas en el Consejo de la Magistratura, en la etapa final de sus concursos para llegar a la toga, se les hacían preguntas sobre derechos humanos. El respeto a la dimensión humana era mínimamente contemplado al pensar el perfil de un juez. Ahora eso ocurre a duras penas. Les preguntan si están de acuerdo con la ley de flagrancia (atrapar a alguien cometiendo un delito, hacer un juicio exprés y mostrar eficiencia), si les parece atinada la reforma procesal para generar un sistema acusatorio (que a la corporación judicial y al Gobierno no le gustan porque da poder a los fiscales), qué piensan de las cautelares que se dictan en distintos puntos del país, o qué opinión les merecen la validez de decretos del gobierno de Mauricio Macri que se han judicializado. En el Consejo de la Magistratura, Cambiemos tiene mayoría y las preguntas están destinadas a prever si los candidatos fallarían como ellos quieren. Una de las pocas preocupaciones, en especial planteadas por las consejeras mujeres, apunta a casos de violencia de género. No se han visto u oído otra clase de interés por las víctimas.


Es común que en las provincias los poderes judiciales locales y federales afincados en ellas convivan de manera muy íntima con las fuerzas de seguridad que los asisten. En Esquel, la Gendarmería es casi parte de la familia del juzgado. En otros lugares pasa lo mismo. Eso puede explicar cierta resistencia a avanzar hacia determinadas hipótesis. Pero no puede justificar los destratos y la exposición de las víctimas a la revictimización.

Detrás de la escena  que muestra a Sergio y Andrea parados junto al cadáver por horas hay cenizas, aún, de un sistema judicial que en dictadura, ante los habeas corpus, actuó como muralla pero también tuvo sus exponentes cómplices con el terrorismo estatal. A ese sistema en descomposición le sobran botones de muestra. Lo que sucede en Jujuy con Milagro Sala, por ejemplo. La justicia jujeña, buena parte, hace lo que el Gobernador Gerardo Morales pide. Es así se simple. Su primer acto de gobierno fue armarse una Corte a medida y nombrar como sus integrantes a dos de los diputados que habían votado su ampliación. Desde ahí, todo fue posible, hasta la vuelta violenta de Sala a la prisión de Alto Comedero la semana pasada. O lo que pasa en Comodoro Py, frente a cualquier expediente que tenga que ver con gestiones pasadas que puedan colaborar con minar carreras electorales o intervenir en internas partidarias.  Qué importa. Los jueces tienen una concentración extrema de poder que es la base de su perdurabilidad. Hacen lo que quieren, ya no importa qué es delito. Presionan, extorsionan. Sólo importa el efecto.

Esa es la matriz deshumanizada de nuestros tribunales, del aparato de Justicia. La que garantiza el incumplimiento de las obligaciones del Estado, entre las que está la reparación a las víctimas de violaciones de derechos humanos. Lejos de eso, la revictimización es el aumento del daño, a manos del propio Estado. De eso hablan los familiares de Santiago Maldonado cuando piden que los miren como las personas que son, con derechos y sentimientos, debiendo lidiar con escenas macabras. A eso se refieren cuando dicen que no pueden confiar en nada.