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domingo, 4 de noviembre de 2012

El 2002 aún no terminó… De Alguna Manera...


El 2002 aún no terminó…

Carlos Saúl y Cristina

Esta semana se cumplió un año del cepo cambiario. La historia dirá si ese día lo que realmente hizo el Gobierno fue decidir que al final de su mandato, o el día que se desactive el cepo, la Argentina vuelva a vivir otro sacudón económico de magnitud.


Pedro Guerra. El hombre blanco.

Cristina Kirchner actuó como Menem: no quiso cambiar a tiempo cuando Brasil torció su rumbo. En el caso de Menem fue en 1999, cuando Brasil devaluó fuertemente su moneda después de haber mantenido el valor de un dólar en alrededor de un real durante más de cuatro años. Que nuestro principal vecino comenzara a recorrer un camino diferente fue la última señal que faltaba en Argentina para decidir salir ordenadamente de la convertibilidad. Pero se decidió lo contrario: profundizar el modelo proponiendo como plan superador hasta la dolarización.

En el caso de Cristina Kirchner sucedió en octubre del año pasado, cuando nuevamente la economía Argentina llegó a un cruce de caminos y otra vez se tomó el opuesto a nuestro principal socio comercial. Ese mes Brasil había decidido dar por concluida casi una década de revalorizaciones de su moneda: excepto en 2009, la cotización del dólar en reales bajó año tras año durante todos los que el kirchnerismo lleva en el poder: pasó de costar 3 reales en 2003 hasta llegar a casi 1,50 en 2011, hasta que hace un año Brasil devaluó el treinta por ciento su moneda, llevando el dólar a los 2 reales actuales.

Para la Argentina fue una indicación más de que llegaba la hora de asumir el retraso cambiario que se venía acumulando desde hacía varios años por la creciente inflación. Y como la inflación era la causa del problema, había que implementar un plan antiinflacionario.

Es falso que se haya puesto un cepo al dólar, como sostiene el oficialismo, porque había que asegurar un balance comercial suficiente para pagar la deuda en dólares dado que la Argentina no puede acceder al crédito internacional. El superávit comercial se obtiene –es una obviedad– con un tipo de cambio competitivo.
Se instauró un control de cambio y no se quiso devaluar el peso frente al dólar porque el Gobierno no quiere resolver el problema de la inflación.

Para que una devaluación no se traslade a la inflación es necesario compensarla con medidas antiinflacionarias que inicialmente enfrían la economía, lo que le ha venido pasando a Brasil en 2012. Lo clásico es a través de una reducción del gasto público.

El Gobierno argumenta que no quiso enfriar la economía porque su premisa principal es combatir el desempleo, pero finalmente terminó enfriándola igual y más que en ningún otro país sudamericano. Otro ejemplo de la homeostasis de la economía es que con el control de cambio se frenó la fuga de capitales, o sea su salida del país, pero también se frenó la entrada de capitales. ¿Qué empresa haría nuevas inversiones si le avisan que, de tener ganancias, no podría retirarlas ni acumularlas en una moneda que le garantice su valor?

El Estado viene sustituyendo la caída de la inversión privada con inversión pública. Pero un día descubrirá que finalmente termina siendo el único capitalista. Y el día que el Estado sea el único capitalista, quebrará.

Cuando se quiera salir del cepo se correrá el riesgo de que el “efecto escasez” aumente la devaluación necesaria para satisfacer la demanda de dólares por arriba de lo que habría sido necesario para recuperar el atraso cambiario. Si hoy se diera por concluido el control de cambio al dólar, podría haber una avalancha de compradores que impulse su cotización por arriba del dólar blue. No pueden salir del cepo, y por eso cada vez tuvieron que endurecerlo más. Como con la convertibilidad, fue fácil entrar pero es difícil salir.

¿Aprendieron los políticos la lección de la crisis de 2001? ¿No es el endeudamiento creciente de los años 90 para financiar los déficits algo parecido a una inflación creciente también para financiar el gasto público? ¿No se trata del mismo modelo: sentarse sobre la olla a presión para que aguante, hasta el día que no aguante más?

Resulta difícil para un extranjero comprender que un país que tiene una de las mayores cantidades de recursos naturales y de territorio por habitante del mundo se haya empobrecido continuamente desde 1930. Parte de la explicación podría estar en su propia riqueza, la llamada “enfermedad holandesa”, que explica que cuando se tiene una bonanza sin mucho esfuerzo la tendencia al gasto lleva al error. Es probable que la Argentina haya acumulado tantas malas políticas económicas durante décadas precisamente porque sus recursos naturales siempre le permitieron sobrevivirlas. Desde esa perspectiva, la supersoja de los últimos años sustenta ideas económicas sólo posibles para ciclos de crecimiento, pero que más tarde o más temprano se harán insostenibles. Como, por ejemplo, devaluar diez por ciento menos que la inflación de manera repetitiva durante varios años.

En octubre del año pasado, Cristina Kirchner estaba en su mejor momento. Acababa de ganar las elecciones por un amplio margen, hablaba de sintonía fina y lo esperable era que aprovechara ese capital de imagen para soportar la pérdida de popularidad que implicaban los costos políticos de corregir las deficiencias de su modelo. Se especulaba con el ejemplo de Perón, quien en su segunda presidencia en 1952 puso en práctica medidas económicas más equilibradas.

De hecho, tras las elecciones de octubre pasado hubo señales de que iban en esa dirección cuando comenzaron a bajarse los subsidios. Pero, tras breves titubeos, rápidamente se arrepintieron.

Que el Gobierno elija convivir con los riesgos de una alta inflación tiene una explicación más política que económica y se puede sintetizar en la frase “inflación de poder”, que desarrollaré en la columna de mañana.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 2 de Noviembre de 2012.


domingo, 15 de enero de 2012

Argentina 2002... SIDE... Prostitución... De Alguna Manera...

Argentina 2002...

 El juez Oyarbide y el ex agente Martins (de camisa azul) en una fiesta. Foto: Cronista Comercial

La historia de Carla, que como otras 40 chicas argentinas terminó en el prostíbulo The One, en México, es la historia de la Argentina 2002.

Por entonces, no aparecía ni un solo aviso de trabajo en los diarios. O, mejor dicho, los únicos que aparecían eran los que pedían “recepcionistas”, “mozas”, “modelos” o “chicas de buena presencia”.

En su diálogo con Página/12, publicado el miércoles pasado, Carla (no es su verdadero nombre), contó que es de una localidad del oeste del Gran Buenos Aires. Digamos Gregorio de Laferrere. En verdad, es una localidad muy parecida a Laferrere.

Cuando salió a buscar trabajo estaba cerca de cumplir los 18 años. Aunque no lo contó, su vida no era nada sencilla: en aquel momento ya tenía un bebé. Y apenas estaba saliendo de la adolescencia.

¿Qué salida le daba la Argentina de 2002 a una chica linda y desesperada por tener unos pesos para alimentar un bebé en Laferrere? Sólo podía ser moza, recepcionista, modelo o chica de buena presencia; todas alternativas de contacto probable con el mundo de la noche.

Carla reveló en este diario que como moza le pagaban 25 pesos por día. La inexistente oferta de trabajos llevaba a que se aceptara cualquier cifra para tener algo para llevar a casa. Pero, arriba del escenario, las que hacían el baile del caño se llevaban los 25 pesos y ¡las propinas! Eso hacía una enorme diferencia.

“El problema –contó– es que había que ser voluptuosa y yo no tenía lolas suficientes. Me empezaron a hacer la cabeza. ‘Hacete las lolas, nosotros te damos la plata’, me insinuaban.”

El testimonio de Lorena Martins, la hija de Raúl Martins, permite conocer por primera vez la trama interna de la organización. “Tienen todo estudiado. Seleccionan pibas a las que piensan que van a quebrar. Tienen que ser lindas, pero apuntan a las que vienen con una situación familiar complicada. Saben que tarde o temprano las quiebran y se enorgullecen de quebrarlas”, reveló Lorena.

A Carla le prestaron el equivalente a 3000 dólares, una fortuna en la Argentina 2002. Y empezó a ganar propinas, pero nunca las suficientes para pagar aquel crédito de las lolas y al mismo tiempo mantenerse ella y el bebé. Luego empezó a aceptar bailes privados y algún sexo oral y finalmente a algún cliente. Aunque no eran muchos, a esa altura ya habían logrado quebrarla en forma casi total.

En forma estudiada, las cosas se llevan en ese punto a cierta familiaridad. Martins las invita a sus fiestas, las hace participar de su cumpleaños o el de sus socios, como llenando el vacío que tienen en sus propias casas. Hay un video de un cumpleaños de Raúl Martins. El ex SIDE, dueño de los prostíbulos, toma el micrófono y dice: “Esta casa (por el prostíbulo) ha sido para muchas chicas la primera casa”. Y era así: la casa de la Argentina 2002 para buena parte de esas adolescentes era el prostíbulo.

La familiaridad deriva en “la invitación” a Cancún. Es que todo empieza realmente con una invitación: “Vení a vernos, no te preocupes por el alojamiento, nosotros allá tenemos donde te podés quedar, el pasaje me lo devolvés en cuotas, y por ahí conseguís un trabajito de modelo o de recepcionista. Les gustan mucho las chicas argentinas y allá se gana en dólares. No es Argentina”.

Como muchos, Carla pensó que acá no había mucha esperanza. Ezeiza resultó una salida hacia un quiebre brutal. Se encontró con 40 argentinas –eran mayoría en The One– sometidas a sexo brutal, drogas, golpes, tequila. “Más de una vez me llevaron desmayada por la borrachera, pero además me levantaba y tomaba, porque no se podía soportar de otra manera. Yo era chica, tenía sólo 20 años, en un país en el que no conocía a nadie y a ellos los veías rodeados de policías, funcionarios, narcotraficantes, matones. A mi familia en Laferrere no le podía decir nada. Que todo iba bien, que el trabajo de recepcionista no tenía problemas, que cómo estaba mi hijo, que los extrañaba. Ellos, acá, sólo esperaban el giro de los dólares que les hacía cada mes. Pocos dólares, pero salvadores.”

Carla pudo volver. Aprovechó una interna en la organización de Martins. El abogado del ex SIDE, Claudio Lifschitz, la ayudó a salir de Cancún y estuvo un año para desintoxicarse del alcohol. Hoy tiene un pequeño kiosco, una pareja y la pelea bastante bien en Laferrere. Todavía habla con algunas chicas que están en México: “Irse de allá no es fácil. Hay chicas que quedaron embarazadas, tienen un bebé y todo se les hace más cuesta arriba. Otras cayeron en las adicciones y no quieren que las vean sus familias acá. Algunas se enganchan con los matones, porque te agarrás a lo que sea”.

Cuando Página/12 reveló la denuncia de Lorena Martins contra su padre y la historia de Carla, no faltó quien intentara descalificar sus testimonios basado en la “calidad moral” de las víctimas. Y la realidad es que no se trata de una historia de prostitutas, se trata de una historia de agentes de la SIDE, policías, inspectores y funcionarios de acá y de allá aprovechándose de centenares de pibas de 18 años de Laferrere, en la Argentina 2002.

©  Escrito por Raúl Kollmann y publicado en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 15 de Enero de 2012.