Bandera
de largada…
PERON-ISTMOS.
Dibujo: Pablo Temes
Definidas las nóminas habrá que ver si será
más efectiva la fórmula sorpresa de Macri o la de CFK. Con todas las
cartas sobre la mesa ha quedado conformada la oferta electoral de cara a las
elecciones nacionales de este año.
© Escrito por Carlos De Angelis el
sábado 22/06/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
Apuestas. Las grandes sorpresas ya tienen
varios días en las portadas de los periódicos, Cristina Kirchner cediendo la
candidatura presidencial a Alberto Fernández y Mauricio Macri convocando al
líder del bloque justicialista del Senado de la Nación, Miguel Ángel Pichetto. Quedará para los historiadores del futuro analizar
las subjetividades puestas en juego en esos giros, pero el análisis urgente
tiene que ver con la eficacia electoral de semejantes apuestas.
Comparativamente, el impacto más fuerte lo
dio Cristina con su disposición a bajar un escalón en la competencia colocando
en su lugar a un fuerte crítico de su gestión como fue Alberto Fernández. La
autocrítica que incorpora esa doble decisión quedó sin explotar a fondo por
parte del kirchnerismo, por lo que muchos medios de comunicación eligen prestar
un altavoz a personajes marginales en la política argentina como Dady
Brieva o Mempo Giardinelli, lo que obliga a Fernández a dedicar su más
escaso recurso, su palabra, a desmentir planes de Conadeps imaginarias,
reformas constitucionales exprés, o Ministerios de la Venganza con guillotinas
a disposición.
Las
PASO traen una nueva decepción por falta de competencia intrapartidaria.
La incorporación de Pichetto como compañero
de Macri mostró que el otrora Cambiemos resultó ser una organización mucho más
estructurada que el peronismo. La incorporación de un extranjero a las huestes
políticas del PRO rompió los manuales de la posideología que elaboraron
trabajosamente Jaime Duran Barba y Marcos Peña, pero aun así, prácticamente no
se escucharon voces disidentes a la estrategia rupturista.
Por otra parte, tampoco han sido claras las
expectativas puestas en el experimentado Pichetto, pero novel candidato a
vicepresidente, un cargo sin grandes prerrogativas constitucionales, pero que
es el reemplazo natural ante cualquier contingencia que pueda afectar al
presidente de la Nación. No es evidente si la jugada apuntaba a integrar un
cuarto socio en la alianza, para lo cual Pichetto debía traer tras sí un bloque
de legisladores y gobernadores peronistas, o por lo menos asegurar que no
apoyen a F&F, buscando que gobernadores como Juan Schiaretti arriesguen
legisladores propios en el Congreso Nacional presentando lista corta. La otra
apuesta (posiblemente más efectiva) es que Pichetto se constituya como “el”
vocero de Juntos por el Cambio y vaya a seducir a los votantes de Sergio Massa
y a otros ni-ni de la tercera vía y de la tercera y más grande sección
electoral de la provincia de Buenos Aires.
Peronismo por doquier. El antiperonismo
realmente existente ha quedado dolido por la incorporación del senador Pichetto
en la fórmula presidencial macrista y observa que los candidatos peronistas se
cuelan por todos lados, debiendo o bien escudarse en alternativas minoritarias
o bien metabolizar las explicaciones del junticambismo sobre las
excepcionalidades del caso del senador por Río Negro.
La estrategia central del macrismo va a ser
alcanzar los 35 puntos en la primera vuelta, esperando que Alberto Fernández se
estacione en algún punto en la franja que va de los 40 a los 45, para aplicar
con toda su fuerza el artículo 98 de la Constitución Nacional y dar vuelta la
elección en el ballottage del 24 de noviembre. Quienes creen que esa empresa es
posible, plantean que capturarán en su totalidad los votos de los libertarios
de Espert, así como gran parte de los consensualistas de Roberto Lavagna.
Por el
otro lado, en el doble fernandismo la apuesta central es superar los 45 puntos,
para ganar en primera vuelta y por eso se hizo el esfuerzo de sumar a Sergio
Massa para finalizar encabezando la lista de diputados nacionales.
La alternativa más atractiva era que el
tigrense se uniera a unas PASO nacionales, pero naufragó por la propia lógica
de la ley que elimina de la escena a los derrotados. Ahora Massa tendrá
presencia tanto en agosto como en octubre.
Queda por ver qué voto pueden atraer las
candidaturas por fuera de la gran polarización. Por una parte, el desmembrado
camino central de la política argentina tendrá su oportunidad con Roberto
Lavagna y Juan Manuel Urtubey. Las clases medias de los grandes centros urbanos
como CABA, Córdoba y Rosario son los principales targets donde esperan cosechar
sufragios para llegar a los ansiados diez puntos nacionales.
Las huestes libertarias de José Luis Espert
se configuran como uno de los principales misterios de la elección.
Subestimados por el macrismo que creía que nunca superarían el punto y medio
requerido por las PASO para acceder a la elección general ahora se encuentran
con un espacio pequeño, pero que pesca en la misma franja de clases medias
altas donde el macrismo tiene su núcleo duro. En menor medida, algo parecido
pasa con la candidatura del ex funcionario del gobierno de Macri y ex mayor del
Ejército Argentino Juan José Gómez Centurión, quien descubre que la posición
más dura del sector celeste antiabortista puede transformarse en una opción
traccionadora de votos.
No pasó. Finalmente, la figura de las PASO
traen una nueva decepción por falta de competencia intrapartidaria o en los
frentes electorales. Habrá que pasar el peine fino para ver si a nivel
intendencia o Legislaturas locales se abrió la competencia para dar distintas
opciones a los votantes. Es que las PASO se transformaron en un experimento
endiablado con resultados imprevistos, más allá de experiencias positivas como
la del propio Macri en 2015 u Omar Perotti en Santa Fe este año.
Así como están planteadas, evidentemente las
primarias no funcionan, con el riesgo de otorgarles una información vital a
nivel mesa electoral a los oficialismos de turno para que puedan operar en
territorio hasta las elecciones generales con grandes recursos a disposición.
Sin duda, se debe cambiar la ley para que o bien puedan integrarse en la
fórmula presidencial quienes obtengan la mayor cantidad de votos, u otras
alternativas, como que sean obligatorias para los partidos, pero optativas para
los ciudadanos (caso Uruguay) o que solo acudan a las primarias quienes
presentan alternativas (caso Chile).
La larga ronda de nombres ha llegado a su
fin, ahora es cuestión de seducir a los votantes.
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