Creer o reventar...
Resulta notable
cómo uno puede deschavarse solito cuando la imprevisibilidad del tiempo nos
juega una mala pasada. Y hace poco pasó. Unos locos entran a los tiros a una
redacción al borde de la quiebra y asesinan todo lo que tenga forma humanoide a
su paso. El mundo occidental se paraliza, los líderes de Europa se movilizan
sin importar su pertenencia partidaria y acá no supieron qué hacer. Que vamos,
que no vamos, que Cristina no me atiende, que no sé qué hacer, que no fue
nadie, que fui con unos amigos y se nos veló el rollo, que cualquier acto
terrorista es condenable.
Si Héctor
Timerman hubiera sabido la que le esperaba un par de días después, quizás
habría dicho que no estuvo en la marcha porque Europa se la come y Mahoma se la
da, o algo por el estilo. Tanto esfuerzo por no participar para no molestar
determinados intereses, tanta energía puesta en decir que se participó para no
joder a otros, y todo terminó un par de días después con el Canciller
explicando ante los tres periodistas que concurrieron a su monólogo sin
preguntas que es una falta de respeto hacia la figura de la Presidenta que los
imputen a todos por el delito de encubrimiento del atentado a la AMIA de 1994.
Enojado, el
pelado dijo que el fiscal Nisman debía investigar a los sospechosos, no a
ellos. Tan mal les salió el cálculo que no pudieron disimular por televisión
que pretenden que los fiscales cumplan sus órdenes. Para variar, el ex
candidato del ARI apeló al desgastado “nos quieren devolver a las épocas más
oscuras de la Dictadura”. Qué tendrá que ver un fiscal imputando por
encubrimiento de un atentado a un Presidente de la Democracia con una junta
militar dedicada al encubrimiento de sus propios delitos, sólo Timerman y el
Círculo de Psicólogos de la Argentina lo sabrán.
El relato de
Fútbol para Todos.
Los militantes,
siempre picando en punta a la hora de defender lo que no conocen con argumentos
que no entienden y citas que nunca leyeron, apelaron a lo de siempre: que el
acuerdo fue aprobado por el Congreso Nacional por lo cual es legítimo, con lo
que podría llegar a asumirse que, si mañana el Congreso se empeda y saca una
ley que obligue a la importación de minas para someterlas gratuitamente, la
llamarán Ley de Democratización de la Prostitución, así violente toda normativa
de esclavitud sexual y trata de personas. A este argumento le han sumado
maravillosas carpetas como que Nisman es el marido de la jueza que cajoneó las
causas por la identidad de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Chicos: a
Nisman, que está divorciado de la jueza Sandra Arroyo Salgado, lo puso Néstor
al frente de la investigación. Y Arroyo Salgado fue nombrada jueza en 2006 por
ustedes en trámite express. Que tipos que deben tantos favores los imputen, no
levanta sospechas sobre ellos, confirma lo impresentables que son ustedes. Por
último, no falto la corriente infradotada que acusó a Nisman de judío sionista
financiado por Estados Unidos sin detenerse a pensar que el apellido Timerman
no es gallego y que antes de ser Canciller fue embajador en Washington.
Es difícil hablar
de terrorismo cuando somos un país sin punto medio: acá a los terroristas se
los desapareció, torturó, mató o indemnizó. Sin embargo, podemos hacer el
esfuerzo de no quedar como unos tibios pelotudos, más que nada porque cuando se
habla de muerte, cualquier frase puede derivar en “algo habrán hecho”.
Entre los que
dijeron que el atentado a Charlie Hebdo tuvo su “contexto”, podrían haber
hablado del clima, de que estaba nublado y hacía frío en el invierno parisino,
o que se produjo de mañana. Ahora, dimensionar el contexto como una explicación
de lo que pasó, es justificarlo aunque digan que no pretenden justificar la
barbarie. No hay diferencia con el tibio que dice “yo no soy K, pero”.
Una Patria para
todos, menos los judíos.
Antes que nada,
debo aclarar que Charlie Hebdo no es precisamente una revista que me cause
gracia. No por el contenido polémico, sino porque no me resultan graciosos, más
allá de la irreverencia. Pero el humor es tan subjetivo que, si todos los que
hoy reivindican a Chachacha lo hubieran visto, la banda de Casero, Alberti,
Capusotto, Alacrán y Briski habría roto todos los récords de rating y no
habrían tenido que lidiar con los 2 puntos de promedio.
Sin embargo, más
allá de que cause gracia o no, atentaron contra la revista por cuestiones que
están por encima de una provocación. Atentaron porque la vieron como el punto
más vulnerable para atacar a todo lo que representa occidente. Arrancaron por
una revista minúscula porque no les dio el presupuesto para algo mayor. Es el
primer punto en el que difiero con la columna de Jorge Asís, a quien admiro
profundamente en casi todos los aspectos profesionales, pero que en este caso
no coincido ni por asomo.
Cuando afirman que
es una exageración comparar el ataque de París con el 11-S neoyorquino le
pifian. Obvio, es mi punto de vista, pero lo sostengo desde la teoría de que el
número no trastoca la realidad de las cosas. Tres mil muertos o doce no es
diferencia si el mensaje y el motivo es el mismo. La cuantificación de
cadáveres para aumentar o disminuir una tragedia es algo que acá tenemos
sobradamente conocido, entre los que dicen que los desaparecidos fueron ocho
mil, como si hiciera el hecho menos grave, y los que reivindican 30 mil, como
si más fuera mejor.
Sí, coincido en
que le tocó a la revista como le pudo haber tocado a cualquier otro. Pero es
precisamente eso lo que hace a la gravedad del asunto: no fue un atentado
contra un semanario satírico, fue un ataque contra el estilo de vida
occidental. Un estilo de vida consumista, tecnócrata y burocrático, pero
nuestro. Con todos sus defectos, es el mundo al que pertenecemos y en el que
nos gusta vivir por decantación, porque el otro nos resulta insufrible.
Quisiera ver a cada una de las castradas emocionales que defienden por
antonomasia el accionar del terrorismo islámico al afirmar que la Iglesia
Católica sabe lo que es matar en nombre de Dios –cuando hace siglos que salimos
de esa barbarie– caminar en bikini por Raqqa y gritar sus derechos femeninos,
libertarios y, fundamentalmente, occidentales. Quiero ver cómo les va. Y si
Raqqa les parece un caso extremo, vayan a Dubai a caminar en minishort y me
cuentan.
El choque de civilizaciones, les guste o no, tiene un contenido religioso de ambos lados, incluyendo a los ateos de este lado. Nuestro sistema de organización social es el de civilización greco-romana sincretizado con los valores judeo-cristianos. Los sistemas penales de occidente, en pleno siglo XXI, tienen por base los 10 mandamientos, sólo que evolucionamos lo suficiente como para poner a la vida en el pináculo. Sin ir más lejos, nuestro Código Penal pone los delitos contra la vida por encima de los delitos contra la propiedad, y a estos por encima de los delitos de corrupción. No matarás, no robarás, no codiciarás. Ahora, la cuestión del terrorismo extremista islámico no pasa por quién los financió o los traicionó. No quieren aniquilarnos por el pasado: para una porción del inmenso mundo musulmán, siempre seremos herejes.
Luego, no falta
el que diga que si Charlie Hebdo hubiera hecho chistes sobre otra religiones,
no hubiera ocurrido el atentado porque nunca hubieran vuelto a publicar la
revista. Hablemos sin saber como dogma de opinión. Charlie Hebdo ha realizado
chistes sobre el holocausto –un nazi viola a una judía y cuando se resbalan con
el jabón se asustan por la venganza del marido– contra los católicos, contra
los homosexuales y contra estos dos últimos juntos, cuando dibujaron en tapa al
cónclave del Vaticano como una rueda de cardenales empernados unos a otros.
Causa gracia, no causa gracia, pero todo termina en el mismo punto: justificar
la muerte de un tipo porque no me resulta gracioso, porque me insultó, porque
insultó mis creencias, porque es un pelotudo, porque algo habrá hecho.
No
faltó quien consideró a la última tapa del semanario francés como una nueva
provocación. Fue la más pacifista de la historia de la publicación, pero fue
otro “acto inconsciente”. Lo dijo un Imán del Reino Unido y lo dijeron Juan y
Juana en un bar de Congreso. Síndrome de Estocolmo al cubo: nos mataron a doce,
pero mejor no hacer chistes para que no maten a más, como si eso nos fuera a
salvar. A todos los biempensantes, les tengo una noticia espantosa: para los
extremistas musulmanes, al igual que para cualquier extremista religioso, el
que no cree en su dios arderá eternamente en el infierno y cuanto antes se lo
envíe allí, más pronto tendrán el pasaporte al paraíso los despachantes de
infieles.
Ese es el quid de
la cuestión al que nadie presta atención. Entre los cultores de mezclar el
pacifismo con prepararle el desayuno al violador, esta semana se sumó el
mismísmo Papa, que tratando de poner un manto de piedad para calmar los ánimos
de personas que ya lo condenaron a muerte por falso profeta, dice que “no se
puede atacar las creencias de otro”. Maravilloso. Un grupo de bestias
medievales puede condenarnos al infierno por no haber sido criados en una
familia musulmana, pero no podemos hacer una humorada sobre nuestros potenciales
asesinos porque “hay que respetar sus creencias”.
Somos un país que
nunca dividió la forma de vivir la política de la forma de vivir la religión. Y
es todo un drama. La imposibilidad de esbozar una crítica contra un gobernante
radica en un dogma de fe. Cristina nunca se equivoca porque es infalible, así
hoy presente como soberanía hidrocarburífera la estatización de lo que antes
consideró lo mejor para el país al adherir a la privatización. Obviamente, todo
lo que no comulgue con esa forma de pensar, merece la guerra santa y la
incineración mediática en la cadena de templos que conforman el conglomerado de
medios oficialistas. Hacer cola para escupir las fotos de periodistas que
cometieron el pecado de preguntar no lo veo como algo muy respetuoso, pero así
se expresa lo que ellos denominan bajo el abstracto “pueblo”.
El tamaño no hace
a la esencia. Si al pensamiento de respetar la creencia del que nos somete le
quitamos la magnitud de las muertes, y nos dedicamos a hablar sólamente de
ideologías, pragmatismo y acciones, nadie se animaría a decir que deberíamos
respetar a un Gobierno que, cuando ya no le quedaba billete por chorear, empezó
a fabricarlos. El kirchnerismo cree en lo que hace. Al igual que los radicales,
los socialistas, o los progres, que cambiaron a dios por lo que ellos creen que
está bien hacer, pero mantienen al mango la defensa extrema calificando de
inhumanos a todo aquel que no crea en el antojo del día, sea la legalización de
estupefacientes o la tarifa social del subte.
Los montos creían
en la Patria Socialista, los nazis en la superioridad aria y el problema judío,
los comunistas en la revolución del proletariado por la fuerza, Videla en la
necesidad de salvaguardar la Patria de la amenaza comunista. Al igual que los
mártires de Roma muertos por adoptar las enseñanzas de Jesús, o Lutero que
pensaba que la Iglesia era una joda castradora, todos coincidían en algo:
realmente creían con todas sus fuerzas en que sus ideas eran las correctas. En
el medio, algunos se cargaron unos cuantos millones de seres humanos porque no
creían en lo que ellos creían. Supongo que habrá que respetarlos.
Soy católico
apostólico romano. Me bautizaron en la parroquia de San Nicolás de Bari. Hice
la primaria en un colegio de curas jesuitas y la secundaria en uno lasallano.
Voy a misa cuando lo creo necesario, comulgo a pesar de estar divorciado y me
confieso sólo con mi psicóloga. A veces, por culpa de leer tanto, creer en Dios
me asusta. Y a veces, darme cuenta que no estoy creyendo me preocupa.
Creo en lo que
hago, en lo que veo y en lo que siento. Creo en mis amigos, incluso a los que
no veo tanto como quisiera. Creo en mi único hijo, que fue concebido por obra y
gracia del matrimonio frustrado. Creo en la comunión del hombre, creo que
ningún pibe nace chorro ni kirchnerista. Pero por sobre todas las cosas, creo
en el valor de la vida y la libertad. Y al mismo nivel, porque de nada me sirve
ser libre si estoy muerto, ni considero que se le pueda llamar vida a lo que
hacemos sin libertad. Y si bien la mayoría de los derechos terminan donde
empiezan los del otro, hay uno que no se discute y no tiene límites: el derecho
a la vida no termina en el derecho del otro a creer algo distinto.
Por eso me causa
gracia y me voy a seguir riendo del kirchnerismo y de cualquiera en el futuro
que demuestre que no se imagina la vida sin la eternidad de un padre adoptivo
perpetuo que los cuide, en vez de buscar el sentido de la vida mientras el
gobernante se dedica tan sólo a cumplir con su rol de administrador temporal del
Estado. Porque ahí nace todo fundamentalismo: en el miedo a ser libres.
Pero, claro, es
mi creencia. Y la pueden discutir.
“Desconozco si Dios existe, pero sería mejor para su reputación que no
existiera”. Pierre-Jules Renard.
© Publicado por
Lucca el Viernes 16/01/2015 y publicado por http://blogs.perfil.com/relatodelpresente. Todo el contenido
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