YPF + CHEVRON = Capitalismo serio...
“El estado moderno cualquiera que sea su forma, es una
maquina esencialmente capitalista, es el estado de los capitalistas, el
capitalista colectivo ideal” Friedrich Engels.
Hace poco más de un año, el Estado anunciaba la llamada
“estatización” de YPF, que se reducía a la compra del paquete accionario
mayoritario (51%) perteneciente a Repsol. Proclamada por el gobierno y sus
adictos como “estatización” de la empresa, en defensa de la “soberanía
energética”, la medida respondía, en realidad, a las necesidades de acumulación
del capital en el país en un momento determinado, de las cuales el Estado es
siempre garante a través de mecanismos diferentes.
Dicho rol del estado se expresa hoy en el lobby entablado
para producir un acuerdo entre YPF y la firma norteamericana Chevron y la
cruzada iniciada para evitar el embargo a esta petrolera dictado por la
justicia ecuatoriana.
El pasado 15 de julio finalmente se concretó la firma del
acuerdo para la exploración conjunta de pozos no convencionales de petróleo y
gas en los yacimientos de la región de Vaca Muerta localizada en Neuquén, para
la que Chevron utilizará la técnica del fraking o fractura hidráulica. Se trata
de un intento de cubrir los magros márgenes del mercado interno, y de un
negocio redondo para la firma extranjera líder en el mercado mundial, que con
una inversión pequeña y, utilizando equipos y técnicas obsoletas en su país de
origen, obtendrá jugosas ganancias en la base de la rapiña de los recursos del
suelo argentino.
Por mucho que le pese al progresismo y a cierta “izquierda”
oportunista que ante la compra del paquete accionario había salido a festejar
junto a las organizaciones Kirchneristas, y ahora ensaya la pose de desencanto,
este acuerdo no es ninguna sorpresa. Las tratativas por parte de funcionarios
del gobierno con la petrolera norteamericana comenzaron hace más de un año,
incluso previamente a la compra del paquete accionario de Repsol.
En Ecuador, Chevron perdió un juicio por los desastres
ambientales que provocó la exploración y extracción de hidrocarburos de
yacimientos no convencionales con la técnica de fractura hidráulica en la zona
de la Amazonia, registrando un total de 500.000 hectáreas contaminadas, 63.000
millones de litros de agua tóxica arrojada a ríos y lagos, y 30 mil afectados
con enfermedades de diversa índole de las que sobresalen cáncer, malformaciones
y abortos espontáneos. La pena que dictó la justicia ecuatoriana consistía en
un embargo de activos de Chevron por 19.000 millones de dólares. Sin embargo,
ante esta situación YPF y el Estado Nacional iniciaron una campaña de presión
para evitar el embargo dictado por la justicia ecuatoriana y defender los
intereses de la petrolera norteamericana, campaña por demás exitosa ya que la
Suprema Corte de Justicia dejó en suspenso el embargo.
Los mismos que hoy cierran el acuerdo con Chevron son los
que hace un año proclamaban la “estatización” a partir de la compra del paquete
accionario de Repsol, los que en 2005 hablaron de una “argentinización” de YPF
cuando le regalaron una parte de las acciones al lumepnburgues Eskenazi, y los
que en los 90 impulsaron la privatización. No hay que ver en esto contradicción
alguna: cada medida tomada por el gobierno es la requerida por necesidades
particulares del capital, y por lo tanto se desarrolla en continuidad respecto
de las anteriores. Bajo diferentes formas, la política ha sido, una y otra vez,
la de la entrega y el saqueo. Y una y otra vez nos han llamado a recibir con
entusiasmo distintas medidas consagradas a llevar adelante la misma política.
En el marco de esta política sin historia, de la que
participan tanto el kirchnerismo como cierta “oposición”, el fuerte efecto
simbólico que generó la compra de YPF apuntó a señalar el fin de “un Estado
ausente”. La antinomia estado presente/estado ausente es falsa y ha sido parte
de un discurso funcional a la política represiva del Estado ya que, en la
“nueva argentina K”, donde el Estado “está presente”, la lucha social no tiene
lugar.
El Estado siempre interviene en la economía, valiéndose de
mecanismos diversos.De modo que el mismo Estado que “expropió” a los
“imperialistas españoles” de Repsol, es el que defiende a los “imperialistas
norteamericanos” de Chevron. Es que, considerado desde el punto de vista
económico el Estado es el capitalista colectivo ideal, es el Estado de los
capitalistas como clase social y es, por tanto, expresión de las necesidades de
acumulación del capital. Por esto mismo puede -debe- ir contra los intereses de
uno o varios capitales individuales (en este caso, Repsol) para garantizar las
condiciones generales del proceso de acumulación, del mismo modo que puede
volcar todo su aparato para la protección de un capital individual cuando esto
es lo necesario, como sucede con la acérrima protección de Chevron.
En este capítulo queda demostrado una vez más que el
kirchnerismo fue y es perro guardián de las ganancias empresarias y, ante ello,
se reafirma la necesidad de reforzar constantemente la lucha política e
ideológica contra el Estado capitalista.
© Publicado el sábado 20/07/2013 por Praxis-Misiones y
Prisma y Estrella Roja Buenos Aires.
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