“Desde el cautiverio,
Born negoció su propio rescate con los Montoneros”…
Born. Jorge dio
detalles del secuestro de 1975 a María O’Donnell. “Nunca había hablado
públicamente del caso y por algún motivo (acababa de cumplir 80 años) me parece
que tenía ganas de hacerlo”, dijo la periodista. Foto: Darío Giustozzi
En Born, la periodista investigó el secuestro por el que
se pagaron 60 millones de dólares. Esta semana, con el comienzo de la Feria
del Libro, una verdadera multitud se agolpa en
el predio de La Rural, y entre
las novedades que se presentan hay un libro que me interesó particularmente.
Born,
de María
O’Donnell (Sudamericana), relata e investiga el secuestro por cuyo rescate se ha pagado el mayor
precio de la Historia. Nos referimos, claro, al secuestro y rescate de Jorge y
Juan Born, por los cuales se terminó pagando sesenta millones de dólares.
Con
infinita paciencia, O’Donnell no solamente ha investigado archivos y relatos
sino que logra conversar largamente con una de las víctimas, Jorge Born,
quien a su vez se muestra por primera vez hablando en público de aquellos meses
atroces.
—Yo
estaba haciendo un libro sobre el financiamiento de la política –explica
María–, quería contar casos que mostraran cómo el que aporta plata obtiene algo
a cambio. Necesitaba ejemplos y recordé el indulto a Firmenich. Como Firmenich
había hecho aportes a la campaña de Menem, me metí con esa historia y, en
realidad, descubrí que esa plata que venía de Cuba tenía que ver con el
secuestro de los hermanos Born y, cuando comencé a investigar, me pareció
increíble que esa historia no se hubiera contado en detalle. Se trataba, nada
menos, que de los dos hijos de uno de los titulares del emporio económico más
importante de la Argentina. Estuvieron nueve meses secuestrados (desde
septiembre de 1974 hasta junio de 1975). A Juan lo liberaron unos meses antes
pero Jorge cumplió todo aquel tiempo inexorable.
—¿Quiénes intervienen directamente en el secuestro?
—La cúpula montonera ordena el secuestro conducida por Firmenich y el sistema
de inteligencia hace todo el relevamiento en el que Rodolfo
Walsh desempeña un rol de búsqueda de datos aun cuando, en ese momento, no era el
jefe de inteligencia. Los que realizan el secuestro propiamente dicho son los
integrantes de la Columna Norte de Montoneros, cuyo secretario militar era
Galimberti. Estaba a cargo de Fernando Vaca Narvaja pero quien lleva adelante
el secuestro es Roberto Quieto.
—Las crónicas de la época recuerdan que, en la Avenida del Libertador, se
encontraba presuntamente trabajando una cuadrilla de falsos operarios que
interrumpe el paso de los Born y procede a secuestrarlos mientras mueren el
chofer y Alberto Bosch, que ocupaban los asientos delanteros del auto.
—En aquel momento, el presidente de Bunge y Born era el padre de los hermanos
Born. Jorge y Juan tenían entonces 40 y 39 años, respectivamente, y comenzaban
a desempeñarse en cargos de responsabilidad de la empresa. Como los Montoneros
preveían un secuestro muy largo, consideraron la edad avanzada del padre y
optaron por los hermanos que, por otra parte, viajaban siempre juntos (por
motivos de seguridad) desde la magnífica casa de Beccar hasta sus oficinas del
Microcentro. En cuanto se produce el secuestro, Juan cae en una crisis psíquica
muy grande y los carceleros advierten que iba a costar mucho que se adaptara a
vivir en una de las celdas que les habían destinado. Durante meses, los
hermanos Born estuvieron separados sin saber que ocupaban celdas contiguas.
Aquellas “cárceles del pueblo”, como las llamaban los Montoneros, habían sido
construidas especialmente para ellos y estaban separadas por aislaciones de
telgopor que aislaban las paredes y no permitían ninguna filtración de ruidos.
Esto, te repito, los hermanos no lo supieron mientras estuvieron en cautiverio.
Tampoco conocían el destino que había sufrido el otro hermano.
—Es notable tu investigación acerca de los infinitos y complicados trámites
que precedieron a la aceptación del rescate y, luego, a la forma en que se
hizo…
—Los Montoneros comienzan pidiendo 100 millones de dólares –resume María– y
allí se encuentran con algo inesperado como es la resistencia a pagar del padre
de los Born… Cuando lo llamaban, les cortaba el teléfono y los Montoneros,
sorprendidos, le decían a Jorge Born (hijo): “Pero ¿de qué está hecho su padre?
Cuando lo llamamos nos corta la comunicación…”. Pero la respuesta de Jorge era
invariable: “Ustedes no conocen a mi padre…”. En efecto, parece que el padre
era un hombre muy estricto, puritano, a quien le costó mucho tomar la decisión
de pagar el rescate. El mismo Jorge hijo sabía que su padre no pagaría 100
millones de dólares aunque los tuviera. Y allí empieza la dificilísima
negociación en la cual, de alguna manera, el quiebre psíquico de Juan hace que
los Montoneros le demuestren a Jorge que su hermano estaba muy debilitado.
Jorge, entonces, escribe a su padre pidiéndole que, por favor, negocie con los
captores. Allí empieza entonces una muy larga negociación…
—Claro. No era solamente dinero de la familia sino también de la empresa,
¿no?
—Sí. Los socios eran también los Hirsch. Bunge y Born eran comerciantes de
granos y vienen a la Argentina desde Bélgica. Al cabo de un tiempo, Bunge
vuelve a Bélgica y sólo Born queda aquí. En aquel momento, también de Bélgica,
llegan los Hirsch, y allí se constituye una sociedad que, si bien seguía
llamándose Bunge y Born, tenía también como socio a Mario Hirsch junto a Jorge
Born padre como presidente. Los Hirsch estaban muy agradecidos a la familia
Born, a pesar de no haber sido socios fundadores, y esto explica el formidable
empuje que brindó Mario Hirsch a la compañía, haciéndola crecer en forma tal
que, de ser una empresa exportadora de granos pasó a ser también propietaria de
fábricas textiles, de alimentos y de productos químicos. Eran los principales
industriales de la Argentina. En este libro, Jorge Born (hijo) me contó que
Mario Hirsch le dijo: “Vos disponé de la plata. Hacé lo que quieras…”. Y ésos
son fondos que termina poniendo la compañía Bunge y Born.
—Según tu relato, entonces, ése es el dinero que, cuando se paga el
rescate, Montoneros deposita en Cuba…
—Los Montoneros fueron cobrando en distintas y sucesivas etapas. Primero
cobraron la plata en pesos: tenían muchas deudas y, después, cuando ya estaban
clandestinos (en el gobierno de Isabel Perón), no tenían obviamente cuentas
bancarias ni podían administrar aquel dinero. Se preparaban para una larga
clandestinidad y fue entonces cuando Firmenich viaja a Cuba y establece una
negociación con el gobierno de Fidel
Castro para depositar parte del rescate en Cuba, vía valija diplomática con escala
en Perú porque, en aquel momento, Perú tenía vuelos directos, sin escalas, a
Cuba. Una parte del dinero fue llevado así…
—Pero, ¿esa plata vuelve de Cuba?
—Bueno, éste es uno de los misterios de la plata de los Montoneros: una parte
va a Cuba y otra es confiada al banquero David
Graiver. Graiver estaba muy necesitado de dinero
para comprar algunos bancos en los Estados Unidos. Tenía vínculos con Quieto y
otros montoneros y ofreció pagarles muy buenos intereses. En aquella época de
clandestinidad, los Montoneros les pagaban un sueldo a sus soldados, etc., y a
David Graiver le era más fácil pagarles altos intereses (alrededor del 9%) en
dólares. Con Cuba el tema era más complicado porque allí estaban prohibidos los
dólares y, por lo tanto, no recibían remesas mensuales como las que les garantizaba
Graiver. Por eso decidieron dividir aquel dinero entre Cuba y Graiver. Durante
la dictadura, la cúpula Montonera se exilió primero en México y luego en Cuba.
Se financió la contraofensiva, etc.
—Tampoco se aclaró nunca la misteriosa muerte de David Graiver en un
accidente aéreo en el que también mueren los pilotos…
María rememora tramos de su
libro:
—Ellos le habían dado a David Graiver 16 millones de dólares en Suiza porque,
en un momento determinado, Born ya no podía seguir trayendo más dólares a la
Argentina. A Born (padre) la Aduana le incauta valijas con millones de dólares
y cuando se lo explicaron a Jorge (hijo), que estaba secuestrado, éste comentó:
“Así no se pueden hacer las cosas…Cobren afuera…”. Pero, ¿cómo iban a hacer los
Montoneros para cobrar en Suiza? Es allí cuando salen a buscar a David Graiver,
quien tenía una estructura montada con bancos afuera, en el mundo, además de
los que ya administraba aquí. Entonces, los Montoneros le dan a Graiver 16
millones de dólares, que eran una parte de los secuestros de los Born, y otra
del secuestro de Metz, un directivo de Mercedes-Benz. Los 16 millones de
Graiver están documentados, están los papeles, crean una sociedad panameña. Con
Cuba, en cambio, nunca quedó claro cuánto depositaron allí.
—¿Dónde vivía Graiver?
—Parte en México y parte en los Estados Unidos porque todavía no tenía todos
los papeles para Estados Unidos y, en un vuelo privado, como recordamos recién,
se estrella y muere… Los Montoneros, entonces, presionan a la viuda, Lidia
Papaleo, señalándole que existía una deuda de 16
millones de dólares y que ellos pretendían que la familia devolviera el dinero
que ellos habían puesto. La muerte de Graiver es anterior al golpe del 24 de
marzo de 1976 y allí aparece el doctor Paz, que reclama el dinero a Lidia
Papaleo. En definitiva, los Montoneros pierden ese dinero. Nunca logran
recuperarlo. Mucho después, con el correr de los años, a partir de una
indemnización que Alfonsín le otorga a Lidia Papaleo, Born logra recuperar algo
del dinero del rescate. En cuanto a los Montoneros, nunca consiguen recuperar
la plata que le habían confiado a Graiver.
—¿Y el dinero de Cuba?
—Después del misterioso accidente de Graiver, los Montoneros dicen que a
Graiver lo mató la CIA o alguna otra agencia, y en mi libro, Raúl Magario (jefe
de finanzas de los Montoneros) relata que él recibió la plata de los Born en
Suiza y que, poco antes de la muerte de Graiver, la conducción lo envió a
Uruguay para un encuentro con Graiver. Tenía que hacerle una advertencia:
“¡Usted se tiene que mudar de los Estados Unidos porque lo van a matar!”. La
conducción le pide que vaya a Alemania y David Graiver no lo entiende así
porque su padre ya era grande y no sabía hablar alemán, y no podría cuidarse,
etc. En realidad, nunca se comprobó que la muerte de Graiver haya sido un
crimen. Quedó como un accidente.
—Más allá del trabajo de investigación de tu libro, hay un hecho muy
interesante como es el haber podido conversar directamente (y por primera vez)
con el sobreviviente Jorge Born…
—Sí, él nunca había hablado públicamente del secuestro y por algún motivo,
cuando fui a verlo por primera vez (acababa de cumplir 80 años), me parece que
tenía ganas de hablar… Al principio yo no estaba segura de que quisiera
colaborar pero se fue dando realmente una situación en la cual él decidió que
iba a contar la historia de su secuestro tal cual había sucedido…
—Sí, llama la atención la tranquilidad con la que hablaba con sus captores…
¿Incluso, discutía con ellos?
—Sí –explica María–, yo entrevisté a Roberto Perdía (uno de los integrantes de
la cúpula montonera), y en esto coinciden los testimonios de los Montoneros con
el testimonio de Born. No es que Born cuente solamente que él tuvo una enorme
fuerza de voluntad y se puso a negociar sino que los propios Montoneros dicen
que Jorge (hijo) resultó clave para que ellos pudieran negociar con el padre. Y
también señalan que el que llevó adelante la negociación no sólo por su vida
sino también por la de su hermano, negociando simultáneamente con los
Montoneros y su padre, fue Jorge (hijo) ¡desde su celda de cautiverio!
—Deben ser circunstancias que requieren de una enorme sangre fría…
—Desde ya. Hay que recordar que éstos eran ricos herederos pero que también
habían sido criados con cierta severidad de parte de su padre, quien los hizo
empezar como pinches en la
compañía; que habían hecho la colimba (en aquel tiempo no era habitual entre
gente rica) y, en el caso de Jorge, ¡durante un año y medio! El me dijo que esa
experiencia de una larga conscripción le había servido para estar preparado
para lo que, luego, fue la cárcel de los Montoneros…
—Se dijo, también, que cuando Born (padre) dudaba de pagar el rescate por
no ser dinero de su propiedad, su esposa lo amenazó con el divorcio si no
lograba la liberación de sus hijos…
—Jorge (padre) envió a su esposa y a toda la familia al Uruguay porque no
entendían que había que esperar y negociar… Entonces, después del secuestro
(también el ERP había secuestrado a mucha gente), Jorge (padre) se queda solo a
cargo de la negociación. En un momento dado, parece que sus carceleros le
decían a Jorge (hijo): “¡Escríbale a su madre para que lo conmueva!”, a lo cual
Jorge (hijo) recordó para este libro que su respuesta fue: “¡Ustedes no lo
conocen! No le voy a escribir a mi madre porque no lo va a conmover”. En
verdad, fue él quien le escribió a su padre, a quien admiraba por una parte
pero cuya dureza no podía dejar de reconocer…
—Sentimientos mezclados…
—Cuando Jorge le escribía a su padre sabiendo que no iba a pagar 100 millones,
¡le decía que estaba hablando con sus captores para conseguir un descuento! Te
reitero que terminan pagando 60 millones de dólares pero, cuando Jorge sale del
cautiverio, encuentra a su padre muy desmejorado. Sintió que haber tenido que
pagar el rescate significaba, para su padre, una derrota…
—Debe haber sido muy interesante humana y periodísticamente conocer al
protagonista de esta terrible historia…
—Bueno, se fue generando un vínculo a raíz de esas largas conversaciones. Me
recibió siempre en su oficina del centro de la Capital. Una oficina muy
sencilla: pequeña, bien iluminada pero, te repito, ¡muy sencilla para lo que
uno podría esperar de alguien tan rico y poderoso! Nada ostentoso: diplomas con
el título del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Universidad. Y un gran
retrato de su padre, por quien, hasta hoy, siente una gran veneración…
© Escrito por
Magdalena Ruiz Guiñazú el lunes 27/04/2015 y publicado por el Diario Perfil de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.