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lunes, 14 de diciembre de 2015

Una gran noticia… @dealgunamanera...

Una gran noticia…


El “milico” Aguad anunciando que la ley de medios no subsistirá en el gobierno macrista y el reconocimiento por Alfonso Prat-Gay de que “la situación económica no era tan crítica” como lo habían pensado (esto es, que la campaña terminó y las órdenes del manual de estilo de Jaime Durán Barba, a propósito de nunca decir la verdad, ya no tienen por qué respetarse completamente) son dos estampas de los últimos días en las que vale la pena reparar junto con la cita de un Blaquier, Luis, sobrino del CEO del ingenio Ledesma, directivo de Clarín, socio del Fondo Pegasus y ex Goldman Sachs, al frente del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses.

© Escrito por Eduardo Aliverti el lunes 14/12/2015 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Lo último requiere de confirmación definitiva, al momento de escribirse esta nota, pero en nada variaría si acaso es que sólo se pensó en él para hacerse cargo de “la plata de los jubilados”. Los nombres elegidos y en danza corroboran, casi sin excepciones, una plana de funcionarios donde resulta muy complejo encontrar ese perfil meramente técnico y desideologizado de que hace gala el nuevo gobierno, y que ensalzan sus periodistas militantes.

Con todo, fue un diseño híper anunciado y no hay derecho al pataleo. La mitad ligera y legítimamente más grande de la sociedad votó eso. Si es por –relativas– sorpresas, en consecuencia, hay que mirar enfrente. Por mucho que se busque en los archivos, no se encuentran, en el mundo, antecedentes de una despedida popular a jefe de Estado como la que tuvo Cristina el miércoles. Ninguno. Ese dato, aun cuando hubiera tenido cotejo con otro similar, es el más significativo de todo cuanto aconteció en la semana de la transición.

Resultó hasta gracioso que, mientras la Plaza reventaba de gente y se cubrían sus aledaños a varias cuadras a la redonda, con una energía poca veces vista, los medios de la cadena de paz y amor titularan que la Presidenta daba su último discurso frente a “los militantes”. Más todavía, a la mañana siguiente uno de los diarios ahora oficialista privilegió, en cabeza de portada, el saludo de Mauricio Macri a “la multitud” que se congregó, apenas pasada la medianoche, frente a su domicilio palermitano. Tal juntada consistía en unos cientos de alborozados, mientras la impresionante manifestación del miércoles fue relegada a pie de página.

De todas formas, este señalamiento no trata de medir cifras de manifestantes. No quiere aprovecharse de que quienes se reunieron el jueves frente a Casa Rosada, para dar la bienvenida a Macri, sólo cubrían hasta la Pirámide, como hidalgamente lo reconoció Magdalena Ruiz Guiñazú en entrevista de Luis Novaresio al admitir que esperaba más gente.

Tampoco llama a la sorpresa por el modo de informar de quienes hacen gala de objetividad. Pero sí se pretende destacar que la medida del relegamiento periodístico de la despedida a Cristina está a la altura del impacto que provocó, porque haber reconocido su magnitud hubiera implicado aceptar la enorme potencialidad de la fuerza política o movimiento popular que se fue del gobierno. Y de su líder en particular. Ella brindó signos de que más tarde o más temprano se pondría al frente de la oposición, desde un peronismo en el que no se advierte figura que pudiera competirle o –mucho menos probable– desde una identidad política formalmente separada del tronco partidario. Además, queda por comprobar su capacidad constructiva una vez alejada del poder.

Sin embargo, esa auténtica multitud reunida el miércoles representa por sí misma un alerta fenomenal contra el trazado de la derecha ganadora. Pone en duda, incluso, que el macrismo vaya a gozar de la luna de miel acompañante de todo gobierno en sus primeros meses de gestión, aunque no se supone que tendrán la tara de estimular fiestas y verano en estado de convulsión.

Un aspecto estructural como el de Plaza del miércoles quedó postergado, también, por el insoportable culebrón sobre el traspaso del mando y, después, por el ensimismamiento de algunos comunicadores en torno de las diferencias estilísticas entre retirados y recién venidos. Como si lo primero tuviera alguna relevancia por fuera de la batalla de egos, y como si lo segundo no se supiera o significara algún cambio relevante en los contenidos ideológicos.


¿Cuánto puede tardarse en ratificar la obviedad de que el conflicto es inherente a la política? ¿Hasta cuándo se piensa que alcanzarán las estrofas escolares de la vocación de diálogo, la unión de los argentinos y el jueguito para la tribuna de convocar adversarios? Estamos hablando, por si poco fuera, de una sociedad dividida en dos mitades electorales prácticamente simétricas y que expresan aspiraciones de modelos antitéticos.

Macri asumió con un registro en verdad objetivo, que es el cómodo endeudamiento en dólares del Estado. Alrededor de un 10 por ciento del tamaño de la economía, uno de los más bajos del mundo. El viernes, otro título periodístico cargado de veneno y falsedad indicó que la deuda pública creció en forma descomunal, este año, llegando a los 18 mil millones de dólares.

El pequeño detalle es que el informe oficial citado aclara que el 61 por ciento de la deuda estatal es intrasector público y que los mayores acreedores son el Banco Central, el Nación y el FGS de la Anses. Es decir que el Estado se debe básicamente a sí mismo, lo cual y por lo visto debe aclararse, en forma reiteradísima, frente al manipuleo informativo de las interpretaciones monetaristas, al igual que lo elemental de que no se conocen arcas públicas que hayan fundido por prestarse entre sí. Quienes las quebraron, como en el 2001 argentino, fueron justamente los que sometieron al país a una orgía de endeudamiento en moneda extranjera.

Sí es cierto que acecha el revoloteo de los buitres y el macrismo ya despachó sus enviados para negociar con ellos casi a como sea, en la presunción de que es un paso imprescindible para recolocarse en el mercado de crédito internacional. La pregunta, también subrayada hasta el cansancio, es endeudarse con quiénes y para qué, por aquello de la diferencia entre concretarlo a fines del desarrollo productivo y hacerlo simplemente con el objeto de allegarse dólares de especulación que refuercen las reservas, para luego reiniciar el círculo vicioso de tener que devolver esos billetes que el país no emite, desde una estructura económica cuya producción es dependiente de insumos externos.

Al comienzo, Macri podría usufructuar aportes de bancos extranjeros y cerealeras para levantar el denominado cepo sin mayores riesgos en la unificación cambiaria. Y a mediano plazo, estará el final de la película que ya vimos las veces necesarias sin que, dicho con todo respeto, alguna o mucha gente termine de aprender.

La devaluación achicará los costos salariales en dólares de las grandes empresas, en una economía fuertemente concentrada y extranjerizada, y podrá ser que en ese inicio, como en el menemato, el ajuste no se note para los sectores bajos y medios. Y al cabo, de nuevo la película. Habrá quienes se pregunten si acaso es sensato pensar que esta derecha, autopresentada como el nuevo partido latinoamericano más original del siglo XXI, será capaz de suicidarse repitiendo fórmulas tradicionales de resultado invariable.

Ese no es el interrogante, porque forma la parte de la esencia capitalista destruir, antes, las conquistas de variantes socialistas y socialdemócratas; y, ahora, de los populismos bien entendidos de izquierda o centroizquierda, como el kirchnerista. La maximización de la tasa de ganancia está demasiado por encima del destino que puedan sufrir sus agentes políticos circunstanciales. Macri será, para esos actores locales e internacionales, todo lo fusible que deba ser.

Si el único límite al ajuste es la capacidad de reacción de los ajustados, mejor tomar nota de que esos ajustados, una vez que el círculo vicioso se resetee para volver a empezar, ya no serán los de 2001 al grito de que se vayan todos. Ahora disponen, o dispondrían, de una herramienta política y liderazgo que después de doce años les demostró que se puede otra cosa.

o muy grande, según el izquierdómetro o la sensibilidad de cada quien, pero seguro que una cosa diferente a cuando estalló la crisis de credibilidad respecto de todo el andamiaje político-partidario. Ese fue el testimonio y advertencia de la fenomenal Plaza de Mayo del miércoles, mientras tantos y cuantos andaban distraídos entre el grotesco del acto de asunción, los oropeles de mando, Cristina en clase turista rumbo a Santa Cruz o Michetti reversionando a Gilda nada menos que en el balcón.

Esa Plaza fue probanza de una identidad política que las elecciones no derrotaron, porque toda esa gente no estaba derrotada. Habrá habido mancomunión en la tristeza, angustia, incertidumbre, temores, melancolía, preguntarse cómo puede ser que se termine lo mejor que nos pasó. Todo lo que se quiera. Pero de ninguna manera sensación de derrota. Ni los medios más salvajes de la otrora oposición, ni los gorilas más desencajados, se animaron a decir que esta vez hubo los micros, los planes, los choripanes, la dádiva. Lo que hubo fue agradecimiento espontáneo y necesidad de mostrar y mostrarse juntos. Cantar que acá estamos y que habrá de volverse pero ya con el instrumento a renacer o perfeccionar, no desamparados por completo.

Se viene una etapa de disputa que es exactamente la misma de siempre, pero ahora con los roles invertidos desde el ejercicio del poder y la oposición. La novedad es que las proporciones de quienes representan intereses distintos están emparejadas, nada menos que a la salida de un gobierno con tres gestiones consecutivas. Y es una gran noticia. A explorar, pero una gran noticia.



viernes, 1 de mayo de 2015

Reportaje a María O´Donnell... @dealgunamanera...

“Desde el cautiverio, Born negoció su propio rescate con los Montoneros”…

Born. Jorge dio detalles del secuestro de 1975 a María O’Donnell. “Nunca había hablado públicamente del caso y por algún motivo (acababa de cumplir 80 años) me parece que tenía ganas de hacerlo”, dijo la periodista. Foto: Darío Giustozzi

En Born, la periodista investigó el secuestro por el que se pagaron 60 millones de dólares. Esta semana, con el comienzo de la Feria del Libro, una verdadera multitud se agolpa en el predio de La Rural, y entre las novedades que se presentan hay un libro que me interesó particularmente.

Born, de María O’Donnell (Sudamericana), relata e investiga el secuestro por cuyo rescate se ha pagado el mayor precio de la Historia. Nos referimos, claro, al secuestro y rescate de Jorge y Juan Born, por los cuales se terminó pagando sesenta millones de dólares.

Con infinita paciencia, O’Donnell no solamente ha investigado archivos y relatos sino que logra conversar largamente con una de las víctimas, Jorge Born, quien a su vez se muestra por primera vez hablando en público de aquellos meses atroces.

—Yo estaba haciendo un libro sobre el financiamiento de la política –explica María–, quería contar casos que mostraran cómo el que aporta plata obtiene algo a cambio. Necesitaba ejemplos y recordé el indulto a Firmenich. Como Firmenich había hecho aportes a la campaña de Menem, me metí con esa historia y, en realidad, descubrí que esa plata que venía de Cuba tenía que ver con el secuestro de los hermanos Born y, cuando comencé a investigar, me pareció increíble que esa historia no se hubiera contado en detalle. Se trataba, nada menos, que de los dos hijos de uno de los titulares del emporio económico más importante de la Argentina. Estuvieron nueve meses secuestrados (desde septiembre de 1974 hasta junio de 1975). A Juan lo liberaron unos meses antes pero Jorge cumplió todo aquel tiempo inexorable.

—¿Quiénes intervienen directamente en el secuestro?
—La cúpula montonera ordena el secuestro conducida por Firmenich y el sistema de inteligencia hace todo el relevamiento en el que 
Rodolfo Walsh desempeña un rol de búsqueda de datos aun cuando, en ese momento, no era el jefe de inteligencia. Los que realizan el secuestro propiamente dicho son los integrantes de la Columna Norte de Montoneros, cuyo secretario militar era Galimberti. Estaba a cargo de Fernando Vaca Narvaja pero quien lleva adelante el secuestro es Roberto Quieto.

—Las crónicas de la época recuerdan que, en la Avenida del Libertador, se encontraba presuntamente trabajando una cuadrilla de falsos operarios que interrumpe el paso de los Born y procede a secuestrarlos mientras mueren el chofer y Alberto Bosch, que ocupaban los asientos delanteros del auto.
—En aquel momento, el presidente de Bunge y Born era el padre de los hermanos Born. Jorge y Juan tenían entonces 40 y 39 años, respectivamente, y comenzaban a desempeñarse en cargos de responsabilidad de la empresa. Como los Montoneros preveían un secuestro muy largo, consideraron la edad avanzada del padre y optaron por los hermanos que, por otra parte, viajaban siempre juntos (por motivos de seguridad) desde la magnífica casa de Beccar hasta sus oficinas del Microcentro. En cuanto se produce el secuestro, Juan cae en una crisis psíquica muy grande y los carceleros advierten que iba a costar mucho que se adaptara a vivir en una de las celdas que les habían destinado. Durante meses, los hermanos Born estuvieron separados sin saber que ocupaban celdas contiguas. Aquellas “cárceles del pueblo”, como las llamaban los Montoneros, habían sido construidas especialmente para ellos y estaban separadas por aislaciones de telgopor que aislaban las paredes y no permitían ninguna filtración de ruidos. Esto, te repito, los hermanos no lo supieron mientras estuvieron en cautiverio. Tampoco conocían el destino que había sufrido el otro hermano.

—Es notable tu investigación acerca de los infinitos y complicados trámites que precedieron a la aceptación del rescate y, luego, a la forma en que se hizo…
—Los Montoneros comienzan pidiendo 100 millones de dólares –resume María– y allí se encuentran con algo inesperado como es la resistencia a pagar del padre de los Born… Cuando lo llamaban, les cortaba el teléfono y los Montoneros, sorprendidos, le decían a Jorge Born (hijo): “Pero ¿de qué está hecho su padre? Cuando lo llamamos nos corta la comunicación…”. Pero la respuesta de Jorge era invariable: “Ustedes no conocen a mi padre…”. En efecto, parece que el padre era un hombre muy estricto, puritano, a quien le costó mucho tomar la decisión de pagar el rescate. El mismo Jorge hijo sabía que su padre no pagaría 100 millones de dólares aunque los tuviera. Y allí empieza la dificilísima negociación en la cual, de alguna manera, el quiebre psíquico de Juan hace que los Montoneros le demuestren a Jorge que su hermano estaba muy debilitado. Jorge, entonces, escribe a su padre pidiéndole que, por favor, negocie con los captores. Allí empieza entonces una muy larga negociación…

—Claro. No era solamente dinero de la familia sino también de la empresa, ¿no?
—Sí. Los socios eran también los Hirsch. Bunge y Born eran comerciantes de granos y vienen a la Argentina desde Bélgica. Al cabo de un tiempo, Bunge vuelve a Bélgica y sólo Born queda aquí. En aquel momento, también de Bélgica, llegan los Hirsch, y allí se constituye una sociedad que, si bien seguía llamándose Bunge y Born, tenía también como socio a Mario Hirsch junto a Jorge Born padre como presidente. Los Hirsch estaban muy agradecidos a la familia Born, a pesar de no haber sido socios fundadores, y esto explica el formidable empuje que brindó Mario Hirsch a la compañía, haciéndola crecer en forma tal que, de ser una empresa exportadora de granos pasó a ser también propietaria de fábricas textiles, de alimentos y de productos químicos. Eran los principales industriales de la Argentina. En este libro, Jorge Born (hijo) me contó que Mario Hirsch le dijo: “Vos disponé de la plata. Hacé lo que quieras…”. Y ésos son fondos que termina poniendo la compañía Bunge y Born.

—Según tu relato, entonces, ése es el dinero que, cuando se paga el rescate, Montoneros deposita en Cuba…
—Los Montoneros fueron cobrando en distintas y sucesivas etapas. Primero cobraron la plata en pesos: tenían muchas deudas y, después, cuando ya estaban clandestinos (en el gobierno de Isabel Perón), no tenían obviamente cuentas bancarias ni podían administrar aquel dinero. Se preparaban para una larga clandestinidad y fue entonces cuando Firmenich viaja a Cuba y establece una negociación con el gobierno de 
Fidel Castro para depositar parte del rescate en Cuba, vía valija diplomática con escala en Perú porque, en aquel momento, Perú tenía vuelos directos, sin escalas, a Cuba. Una parte del dinero fue llevado así…

—Pero, ¿esa plata vuelve de Cuba?
—Bueno, éste es uno de los misterios de la plata de los Montoneros: una parte va a Cuba y otra es confiada al banquero 
David Graiver. Graiver estaba muy necesitado de dinero para comprar algunos bancos en los Estados Unidos. Tenía vínculos con Quieto y otros montoneros y ofreció pagarles muy buenos intereses. En aquella época de clandestinidad, los Montoneros les pagaban un sueldo a sus soldados, etc., y a David Graiver le era más fácil pagarles altos intereses (alrededor del 9%) en dólares. Con Cuba el tema era más complicado porque allí estaban prohibidos los dólares y, por lo tanto, no recibían remesas mensuales como las que les garantizaba Graiver. Por eso decidieron dividir aquel dinero entre Cuba y Graiver. Durante la dictadura, la cúpula Montonera se exilió primero en México y luego en Cuba. Se financió la contraofensiva, etc.

—Tampoco se aclaró nunca la misteriosa muerte de David Graiver en un accidente aéreo en el que también mueren los pilotos…
María rememora tramos de su libro:
—Ellos le habían dado a David Graiver 16 millones de dólares en Suiza porque, en un momento determinado, Born ya no podía seguir trayendo más dólares a la Argentina. A Born (padre) la Aduana le incauta valijas con millones de dólares y cuando se lo explicaron a Jorge (hijo), que estaba secuestrado, éste comentó: “Así no se pueden hacer las cosas…Cobren afuera…”. Pero, ¿cómo iban a hacer los Montoneros para cobrar en Suiza? Es allí cuando salen a buscar a David Graiver, quien tenía una estructura montada con bancos afuera, en el mundo, además de los que ya administraba aquí. Entonces, los Montoneros le dan a Graiver 16 millones de dólares, que eran una parte de los secuestros de los Born, y otra del secuestro de Metz, un directivo de Mercedes-Benz. Los 16 millones de Graiver están documentados, están los papeles, crean una sociedad panameña. Con Cuba, en cambio, nunca quedó claro cuánto depositaron allí.

—¿Dónde vivía Graiver?
—Parte en México y parte en los Estados Unidos porque todavía no tenía todos los papeles para Estados Unidos y, en un vuelo privado, como recordamos recién, se estrella y muere… Los Montoneros, entonces, presionan a la viuda, 
Lidia Papaleo, señalándole que existía una deuda de 16 millones de dólares y que ellos pretendían que la familia devolviera el dinero que ellos habían puesto. La muerte de Graiver es anterior al golpe del 24 de marzo de 1976 y allí aparece el doctor Paz, que reclama el dinero a Lidia Papaleo. En definitiva, los Montoneros pierden ese dinero. Nunca logran recuperarlo. Mucho después, con el correr de los años, a partir de una indemnización que Alfonsín le otorga a Lidia Papaleo, Born logra recuperar algo del dinero del rescate. En cuanto a los Montoneros, nunca consiguen recuperar la plata que le habían confiado a Graiver.

—¿Y el dinero de Cuba?
—Después del misterioso accidente de Graiver, los Montoneros dicen que a Graiver lo mató la CIA o alguna otra agencia, y en mi libro, Raúl Magario (jefe de finanzas de los Montoneros) relata que él recibió la plata de los Born en Suiza y que, poco antes de la muerte de Graiver, la conducción lo envió a Uruguay para un encuentro con Graiver. Tenía que hacerle una advertencia: “¡Usted se tiene que mudar de los Estados Unidos porque lo van a matar!”. La conducción le pide que vaya a Alemania y David Graiver no lo entiende así porque su padre ya era grande y no sabía hablar alemán, y no podría cuidarse, etc. En realidad, nunca se comprobó que la muerte de Graiver haya sido un crimen. Quedó como un accidente.

—Más allá del trabajo de investigación de tu libro, hay un hecho muy interesante como es el haber podido conversar directamente (y por primera vez) con el sobreviviente Jorge Born…
—Sí, él nunca había hablado públicamente del secuestro y por algún motivo, cuando fui a verlo por primera vez (acababa de cumplir 80 años), me parece que tenía ganas de hablar… Al principio yo no estaba segura de que quisiera colaborar pero se fue dando realmente una situación en la cual él decidió que iba a contar la historia de su secuestro tal cual había sucedido…

—Sí, llama la atención la tranquilidad con la que hablaba con sus captores… ¿Incluso, discutía con ellos?
—Sí –explica María–, yo entrevisté a Roberto Perdía (uno de los integrantes de la cúpula montonera), y en esto coinciden los testimonios de los Montoneros con el testimonio de Born. No es que Born cuente solamente que él tuvo una enorme fuerza de voluntad y se puso a negociar sino que los propios Montoneros dicen que Jorge (hijo) resultó clave para que ellos pudieran negociar con el padre. Y también señalan que el que llevó adelante la negociación no sólo por su vida sino también por la de su hermano, negociando simultáneamente con los Montoneros y su padre, fue Jorge (hijo) ¡desde su celda de cautiverio!

—Deben ser circunstancias que requieren de una enorme sangre fría…
—Desde ya. Hay que recordar que éstos eran ricos herederos pero que también habían sido criados con cierta severidad de parte de su padre, quien los hizo empezar como pinches en la
compañía; que habían hecho la colimba (en aquel tiempo no era habitual entre gente rica) y, en el caso de Jorge, ¡durante un año y medio! El me dijo que esa experiencia de una larga conscripción le había servido para estar preparado para lo que, luego, fue la cárcel de los Montoneros…

—Se dijo, también, que cuando Born (padre) dudaba de pagar el rescate por no ser dinero de su propiedad, su esposa lo amenazó con el divorcio si no lograba la liberación de sus hijos…
—Jorge (padre) envió a su esposa y a toda la familia al Uruguay porque no entendían que había que esperar y negociar… Entonces, después del secuestro (también el ERP había secuestrado a mucha gente), Jorge (padre) se queda solo a cargo de la negociación. En un momento dado, parece que sus carceleros le decían a Jorge (hijo): “¡Escríbale a su madre para que lo conmueva!”, a lo cual Jorge (hijo) recordó para este libro que su respuesta fue: “¡Ustedes no lo conocen!  No le voy a escribir a mi madre porque no lo va a conmover”. En verdad, fue él quien le escribió a su padre, a quien admiraba por una parte pero cuya dureza no podía dejar de reconocer…

—Sentimientos mezclados…
—Cuando Jorge le escribía a su padre sabiendo que no iba a pagar 100 millones, ¡le decía que estaba hablando con sus captores para conseguir un descuento! Te reitero que terminan pagando 60 millones de dólares pero, cuando Jorge sale del cautiverio, encuentra a su padre muy desmejorado. Sintió que haber tenido que pagar el rescate significaba, para su padre, una derrota…

—Debe haber sido muy interesante humana y periodísticamente conocer al protagonista de esta terrible historia…
—Bueno, se fue generando un vínculo a raíz de esas largas conversaciones. Me recibió siempre en su oficina del centro de la Capital. Una oficina muy sencilla: pequeña, bien iluminada pero, te repito, ¡muy sencilla para lo que uno podría esperar de alguien tan rico y poderoso! Nada ostentoso: diplomas con el título del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Universidad. Y un gran retrato de su padre, por quien, hasta hoy, siente una gran veneración…

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© Escrito por Magdalena Ruiz Guiñazú el lunes 27/04/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 26 de abril de 2015

Homenaje al fiscal Julio Strassera... @dealgunamanera...

A 30 años del juicio a las Juntas, homenajean al fiscal Strassera en el BAFICI…


La conmemoración se realizó durante la presentación del film “Un juicio inadvertido”, del director Pablo Racioppi. Protagonistas y testigos directos de ese histórico momento participaron del evento.

A treinta años del comienzo del juicio a las Juntas militares de la última dictadura, el BAFICI ofició el miércoles 22 un homenaje al fiscal de ese histórico proceso, Julio Strassera, con la presentación del documental sobre su vida, “Un juicio inadvertido”, y una mesa de debate en la que participaron integrantes de la Conadep, exjueces y personalidades que participaron de distintos modos de aquel enjuiciamiento.

El encuentro tuvo lugar en el Palacio de Tribunales, en la Sala de Derechos Humanos, el mismo lugar donde décadas atrás fueran enjuiciados Jorge Videla, Emilio Massera, Roberto Viola, Armando Lambruschini, Orlando Agosti,Omar Graffigna, Arturo Lami Dozo, Leopoldo Galtieri y Jorge Anaya.

A casi dos meses de su muerte, el fiscal Strassera, principal referente del Juicio, fue recordado por el panel que participó de la exposición, entre los que se encontraban los excamaristas Ricardo Gil Lavedra, Jorge Valerga Aráoz, León Arslanián y Guillermo Ledesma; las integrantes de la Conadep Magdalena Ruiz Guiñazú y Graciela Fernández Meijide; el CEO de Editorial Perfil y editor del Diario del Juicio, Jorge Fontevecchia; y el auditor general de la Nación y exembajador Leandro Despouy. A ellos se sumaron el exfiscal Pablo Lanusse, el referente peronista Julio Bárbaro y la diputada Laura Alonso.

© Publicado el sábado 25/04/2015 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



lunes, 6 de octubre de 2014

Reportaje a Luis Moreno Ocampo... De Alguna Manera...

“Los chicos de veinte años no saben qué pasó en la dictadura”...

Comparación. “Menéndez, un hombre muy duro, quería fusilar como Pinochet, mientras que Videla quería ejecutar en secreto. ¿Quién es mejor?”. Foto: Néstor Grassi 

El ex fiscal del juicio a las juntas reconoce que Kirchner, después de Alfonsín, fue el presidente que más impulsó las causas por los derechos humanos.

En coincidencia con una visita a Buenos Aires, donde vive su familia, aparece en las librerías Cuando el poder perdió el juicio, que el ex fiscal Luis Moreno Ocampo publicó a raíz de su desempeño como asistente del fiscal Strassera en el juicio a los comandantes de las tres juntas militares que gobernaron el país durante la dictadura desde 1976 hasta 1983. Siempre recordamos que el entonces fiscal Julio Strassera manifestaba una enorme satisfacción al subrayar lo que significaba tener a aquel joven fiscal adjunto liderando su equipo de investigación.

Moreno Ocampo, que luego de desempeñarse como profesor en Harvard y en Stanford ahora trabaja en Nueva York en un estudio de abogados, tenía entonces sólo 32 años.

—Me imagino lo que esta responsabilidad habrá significado para un hombre tan joven.
—Yo siempre pensé que fue la tarea más importante de mi vida. En realidad, mi primer caso. Yo trabajaba preparando dictámenes para la Corte Suprema. Mi trabajo era distinto. Como le decía, preparaba borradores sobre una tarea de gabinete y, de pronto, ¡paf!, me vi metido en una historia apasionante. Lo que yo sentía era que no podíamos perder. Teníamos que hacerlo todo a la perfección.

—Una tarea enorme. Usted en su libro analiza, por ejemplo, las normas que impulsaron a las Fuerzas Armadas a cumplir las atrocidades que luego se conocieron. Hay allí personalidades diferentes y también diferentes grados de complicidad.
—Sí, pero yo no creo que haya habido demasiadas diferencias entre Videla y sus colegas. Es cierto que Massera es peor que Videla, y Viola era diferente. Pero lo importante es que el comandante en jefe imparte una orden, impulsa un plan y, a partir de ahí, se pone a funcionar una máquina asesina. Ya no importan las características individuales de sus integrantes. Ese era el problema. Y, para mí, esto es terrible. Es lo que no entendemos.

—De esta lectura también surgen diferencias como las que aparecen entre Videla y Menéndez.
—Ocurrieron hechos increíbles como que el Partido Comunista decía que Menéndez era como Pinochet y, en cambio, que Videla era el bueno de la historia. Recordemos que el Partido Comunista apoyaba a Videla y se quejaba de la Obediencia Debida cuando apoyaba una unión cívico-militar. El actual presidente del Partido Comunista, Patricio Echegaray, hizo lo mismo. En las elecciones de 1983 apoyaba una unión cívico-militar. Lo que ocurrió fue que Menéndez, un hombre muy duro, quería fusilar, como Pinochet, mientras que Videla quería “ejecutar” en secreto. Entonces, ¿quién es mejor de los dos?

—Obviamente, ninguno.
—¡Claro! Lo que pasa es que, justamente, un hombre como Menéndez es más fácil de controlar que Videla. ¡Videla parecía más bueno y fusilaba en secreto!

—Recuerdo que la viuda de Hidalgo Solá contó personalmente que, cuando fue a pedirle a Videla por la aparición de su marido, Videla guardó silencio y se quedó mirando por la ventana de su despacho. Finalmente, ante esto, ella se retiró con sus hijos.
—El caso del embajador Hidalgo Solá es muy particular porque ahí aparece la impotencia de Videla hacia quienes habían cometido aquel crimen. Era la gente de Massera. Los casos de Hidalgo Solá, Holmberg y Agulla son casos en los que, básicamente, gente de Massera mata a gente de Videla. La dictadura militar no tenía mecanismos para manejar conflictos internos. No podían manejarlos. Odiaban a Massera y, después, hicieron fuerza para meterlo preso pero, en su momento, no pudieron manejar ese conflicto.

—¿Cree que fue tan así?
—Estoy seguro. ¿Por qué?

—Porque daría la sensación de que todos fueron cómplices.
—En esos tres casos fue así. Incluso, Juan Alemann dijo luego: “Esos casos fueron un error. 
No deberían haberlos matado. Los demás están bien matados”. Eso dijo Juan Alemann. Ese era el concepto. Por eso, hasta mataban a gente de la propia tropa.

El doctor Moreno Ocampo reflexiona en silencio y, luego:
—Todo esto que estamos hablando usted y yo son cosas que interesan a la gente que sabe lo que pasó. Yo veo que ahora los chicos de veinte años no saben qué pasó en la dictadura. El otro día, estuve en una charla y el decano que me introducía dijo: “El doctor Moreno Ocampo fue el fiscal del caso Suárez Mason”. Yo vi las caras de los chicos y les pregunté a los que estaban cerca: “¿Ustedes saben quién era Suárez Mason?”.
“No”, contestaron todos. Luego, el decano insistió: “Fue fiscal en el caso Seineldín. ¿Ustedes saben quién era Seineldín?”. Misma respuesta. Esos chicos nacieron en el ’93 y para ellos la democracia es como el agua que sale de la canilla. Abren la canilla y sale naturalmente el agua. Abren la canilla y sale la democracia. La libertad es algo normal, lo cual, en un sentido, es fantástico pero, bajo otro aspecto, es un problema porque tenemos que recordar de dónde venimos para saber adónde vamos. Lo que yo veo es que a los chicos no les importa mucho, les parece que eso “ya pasó” y entonces no saben nada. ¿Y el riesgo de esto cuál es? Me quedé pensando en por qué esto es riesgoso y diría, en primer término, porque me parece que lo que nos pasó en los años 70 fue que nuestros dirigentes políticos no tuvieron la capacidad de enfrentar la violencia de aquellos años. Por ejemplo, en 1975, la dirigencia política era incapaz de manejar la Triple A o la guerrilla. Por eso, los militares fueron recibidos con los brazos abiertos. Y esto a mí me asusta porque yo, hoy, escucho voces de gente que dice que hay que pasarles el problema de la seguridad a los militares. ¡Y cuando se hizo eso fue un desastre! Justamente no ocurrió sólo en Argentina. Por ejemplo, en México quisieron usar a militares contra el crimen organizado y fue un desastre. Los militares tienen un rol distinto cuando se trata de violencia doméstica. Y ésta es una cosa que me desespera que no hayamos aprendido.

—Por otra parte, tengo entendido, que una de las misiones primordiales de las FF.AA. es la preservación de fronteras. Son muchas las denuncias que señalan que los narcos entran al país con toda tranquilidad.
—Por eso, el tema del narcotráfico. También a mí me parece que el crimen organizado que observamos en Argentina no está bien focalizado porque tiene básicamente alianzas con sectores policiales y políticos. Los intendentes son clave. Por ejemplo: ¿por qué, de pronto, en Rosario hay mafia colombiana? ¿Y por qué todo el tiempo se mata gente? Algo está pasando en Rosario. Y esto hay que controlarlo porque, si no, estamos perdidos. A mí me da pánico la negación del problema.

—Daría la sensación de que, con respecto al narco, habría opiniones divididas en el Gobierno. Fíjese que el titular de la Sedronar, el padre Molina, considera que el consumo de droga tendría que liberalizarse, cosa que acaban de refutar los curas villeros.
—Observo muchas discusiones y lo que veo es que los argentinos discuten mucho lo que ocurre en las cortes judiciales pero, en realidad, el problema básico es cómo evitamos que maten a la gente, que le roben. Por ejemplo, en ciertos lugares, han mejorado las cosas poniendo más luces. A veces la discusión no es sobre quién va preso sino cómo evitamos que la gente se muera, y eso me parece que es un tema que nos falta discutir. Debemos ser más pragmáticos planteando cómo evitamos violencia, cómo cuidamos a la gente.


—Sí, pero también la lentitud y la lentitud de la Justicia son dos temas graves. Por ejemplo, el motochorro que, el otro día, atacó al turista canadiense tenía un arma en la mano, fue filmado y ahí estaba en todos los programas de televisión.
—Sí, lo vi con Ivo Cutzarida en pantalla… –se ríe–. Ivo fue alumno mío pero el tema más grave no es por qué no está preso el motochorro sino cómo investigamos a la mafia colombiana en Rosario. ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Cuáles son las connivencias políticas y policiales con ella? Y éste es un tema en el que no veo que haya discusión. ¿Cómo cuidamos a la gente de que le roben y la maten? Las estadísticas demuestran que los más ricos se cuidan mejor. Tienen mayores posibilidades. Los más pobres, obviamente, no. Creo que el país tiene que encontrar la forma de protegerlos a ellos. Y evitemos las connivencias políticas con el crimen organizado.Todo esto me sirve para pensar: ¿y en los 70? Había connivencia política con la Triple A, con los guerrilleros, y ahora hay connivencia política con el crimen organizado. Y también, como en los 70, los políticos argentinos no saben cómo resolverlo y les quieren pasar el tema a los militares. Esto es ridículo.

—Y hablando de los 70, usted habrá visto, Moreno Ocampo, que “el relato” kirchnerista se ha apoderado del tema derechos humanos como si no se hubiera hecho nada antes de sus gobiernos. Es cierto que no era obligatorio firmar un hábeas corpus pero, como bien dice el fiscal Strassera, no hay ningún hábeas corpus que lleve la firma de quienes hoy subrayan que antes del kirchnerismo no se había hecho nada en ese tema.
—Argentina tuvo tres años donde el tema logró un consenso absoluto. La gente votó, Alfonsín lideró con el 52% y el peronismo se ajustó. Pero el peronismo, en época electoral, tenía gente como Triaca, que estaba de acuerdo con Viola. Después se ajustó con Cafiero y Bittel. Lo cierto es que el peronismo se renovó y empujó a Alfonsín más lejos todavía: el juicio a las juntas, la Conadep, donde había gente que no pertenecía a ningún grupo político, que generó el Nunca más, que sirvió de base para el juicio a las juntas. Aquél fue un momento único, en el que hubo un movimiento en la sociedad para reclamar que se aplicara la ley, se votó, hubo líderes políticos, hubo Congreso y hubo jueces. Reitero: fue un momento único. A partir de allí, se complicó la vida porque el proceso de Alfonsín no incluía juzgar a los de abajo. Y ahí se complicó todo. Hubo revueltas militares, hubo Obediencia Debida y, luego, Menem los perdonó. Aquí surge algo muy interesante: el rol de la Justicia internacional, del juez Garzón.

—Garzón empieza a investigar en España.
—Sí pero Menem no quiso saber nada con esto y De la Rúa tampoco. Quien le abrió la puerta fue Kirchner para que Garzón, con su energía, empujara para que se anulara la Ley de Obediencia Debida. La Corte Suprema empezó a cambiar y entonces Kirchner lideró la reapertura de los juicios, y yo entiendo que, para todas las víctimas, esto fue fundamental. Si a mi hija la violan y la matan, yo quiero ver quién lo hizo, además de Videla.

—Sí, justamente la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep), que ya había terminado su función, publicó un documento oponiéndose a las leyes del perdón.
—Es cierto pero, en su momento, esas leyes se impusieron igual. Yo digo que, después de Alfonsín, entre los líderes políticos quien empujó luego el tema fue Kirchner. Hay que reconocerlo. Lo que sí creo que no tiene comparación fue el hecho de investigar a Videla en 1985. Equivalía a no saber lo que podía ocurrir en la mañana siguiente. Podía ser, o no, un golpe de Estado. Investigar hoy a los generales, que tienen 85 años y no tienen ningún poder, está bien. Hay que hacerlo pero no significa un cambio político.

—¿Y qué opina acerca del prólogo que se adosó al “Nunca más” en 2006, dejando sentada la opinión de gente que, en aquel momento, nunca participó en la elaboración del informe?
—El tema sigue vivo en Argentina. Es un debate sobre lo que nos pasó. En los 70, lo que ocurrió es que la gente estaba harta de violencia política: los Montoneros habían saturado a todo el mundo. La gente ya no quería saber nada con la guerrilla. Esto es obvio. Lo cual no quita que hubo mucha gente secuestrada y desaparecida sólo por haber hecho trabajo social. No me cabe duda de que eran jóvenes idealistas. Entonces, eso hay que entenderlo. No me parece mal que ahora haya que investigar otros casos. Nadie puede oponerse a eso.

—Por supuesto, pero sería interesante, por ejemplo, que los que enmiendan el “Nunca más” hicieran otro informe acerca de los desaparecidos en tiempos de la Triple A de López Rega, ¿no es cierto? ¿Por qué enmendar un informe publicado y reconocido por ustedes mismos en el juicio a las juntas en vez de investigar los años anteriores a 1984?
—Esa fue una pelea con Antonio Troccoli que pertenecía, como Ricardo Balbín, al ala conservadora del radicalismo. Habían negociado con los militares. Y Troccoli, como ministro del Interior, cuando la Conadep presentó por Canal 13 un primer documental, usó aquella frase de los dos demonios. A mí me parece que ese debate no puede definir la cuestión. El debate es “la gente no puede matar” y, a pesar de todo, existe en Argentina, treinta años después. La Argentina ayudó a toda América Latina a plantear eso. Creo que la gente no dimensiona lo que fue 1983. Alfonsín ganó con el 52% de los votos. Pinochet, en 1988, perdió la elección, perdió el referéndum pero sacó el 44%. O sea que tenía a medio Chile con él. En 1989 Uruguay vota el referéndum para decidir qué hacer con la impunidad de los militares y el 56% vota para que no se investigue el pasado. Por eso la Argentina fue más que el juicio. Fue un momento crucial en el que reclamó que se aplicara la ley. Y por eso tuvo un impacto mundial. Acaba de aparecer un libro, La cascada de la Justicia, de Kathleen Sittle, profesora en Harvard, que dice: “Nüremberg y el juicio a las juntas señalaron una tendencia mundial de investigar y castigar a los poderosos que cometen crímenes”.
Y eso es lo que hizo Argentina.  
Mientras conversamos con el doctor Moreno Ocampo, el oficialismo, sin la oposición, que se retira del recinto, vota la reforma del Código Civil.

—¿Usted no cree que el Código Civil, que define situaciones fundamentales en la vida de todos nosotros, debería discutirse con detenimiento y escuchando todas las opiniones? ¿Sin apuro?
—Esto no sólo ocurre en Argentina. En todo el mundo advertimos que la gente no se escucha una a la otra. Se busca definir quién tiene más apoyo. El problema es que no hay mucho diálogo. En Estados Unidos, el tema es terrible. No es sólo un problema argentino. El gran avance tecnológico ha hecho que la gente se escuche menos. La gente lee lo que le gusta y no lee lo que no le gusta. Creo que los argentinos tenemos que discutir, por ejemplo,, cómo mejoramos la economía y cómo mejoramos la seguridad.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guiñazú el Lunes 06/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.