Impunidad
y pobreza…
ICONOGRAFÍA DEL EXPOLIO. Dibujo: Pablo Temes.
La
mezcla da un cóctel explosivo, con el Gobierno como gran responsable. Los
desatinos. Longobardi, otro caso de censura.
Fue como una pesadilla. Las imágenes de los
saqueos que se extendieron a varios puntos del país nos trajeron los peores
recuerdos de aquellos dramáticos momentos que la Argentina padeció a fines de
2001. Nadie sabe a ciencia cierta quiénes estuvieron detrás de estas acciones
que, en muchos casos, demostraron responder a algo organizado. Lo cierto es que
en Bariloche, por ejemplo, el intendente advirtió al gobernador de Río Negro que
algo de esto podía pasar si no apuraban el envío de bolsones con comida para
atender a los sectores más postergados de ese lugar. El reclamo no fue atendido
y allí estuvo la excusa para generar hechos que siempre deben ser condenados,
pero a los que hay que analizar en superficie y en profundidad. No todos
robaban comida. Muchos se llevaron electrodomésticos. Lo hicieron con total
desparpajo y hasta con cierta tranquilidad, a la vista de todos. En Villa
Gobernador Gálvez los que saqueaban y los empleados y propietarios de los
comercios que eran saqueados se conocían. Robar para comer puede responder a
una circunstancia de necesidad extrema. Robar electrodomésticos es, lisa y
llanamente, un delito. Surgen dos realidades que dieron marco a estos hechos: una
es la pobreza; la otra, la falta de respeto a la ley.
La pobreza y la exclusión siguen siendo
parte de un paisaje social que está muy lejos del ámbito bucólico que el
Gobierno pretende dibujar de la Argentina. Por eso las palabras del jefe de
Gabinete, Juan Abal Medina –cuando el viernes dijo que “quieren frenar el gran
momento que vive la Argentina”– exhiben la desconexión que existe entre el
“relato” del Gobierno y la realidad.
El crecimiento de las villas de emergencia
es un dato incontrovertible que es visible a la mirada del ciudadano de a pie.
En Bariloche, por tomar el suceso originario de estas revueltas, es el caso del
asentamiento de el Alto. Viven allí 30 mil almas sobre un total de 130 mil que
habitan la ciudad. Es decir que casi el 25% de la población se nuclea en ese
caserío que se ha transformado en tierra de nadie. La ausencia del Estado allí
es estrepitosa y ha convertido el lugar en guarida de delincuentes que
complican la vida de la mayoría de gente honesta que reside allí. Lo peor es que,
lejos de disminuir, el Alto crece en forma imparable. Es lo que pasa en otros
asentamientos en el resto del país. En Capital, el ejemplo más relevante es el
de la Villa 31. No es el único; los otros, menos visibles, como la Villa
1-11-14, la Rodrigo Bueno y Ciudad Oculta, son lugares en los que la ecuación
se repite. En Rosario están los asentamientos del Gran Rosario, en continua
expansión.
En esos ámbitos, el reinado de los planes
asistenciales del Gobierno es absoluto. Y éste será uno de los “grandes
legados” que dejará el kirchnerismo para el futuro. Es una de las
contradicciones más flagrantes que exhibe el oficialismo que, tras una década
de permanencia en el poder con un fenomenal crecimiento económico, no ha
logrado erradicar estos nichos crecientes de pobreza.
Esto constituye un ejemplo claro de
populismo y no de progresismo. Y sobre esto debería anoticiarse también la
oposición, si algún día quiere llegar a gobernar el país con logros mejores. En
el populismo, los pobres tienen más cosas y reciben asistencia permanente por
parte del Estado, pero ninguna de ellas les permite superar su condición de
pobres. En el progresismo, en cambio, es la movilidad social ascendente la que
impera, esencial para hacer realidad el objetivo de que las personas sean
dueñas de su destino.
Los hechos de estas horas le muestran al
Gobierno que su insistencia en dibujar los índices de inflación y de pobreza
que padece el país constituye una porfía sin destino, ya que un día todo ese
castillo de arena es demolido por la realidad. En la Babel de Olivos no hay
idea del deterioro que la inflación está causando en el bolsillo de los que
menos tienen.
Lo que también hubo fue una desatención de
informes de inteligencia y de autoridades municipales que alertaron sobre la
factibilidad de estos hechos. ¿En el Ejecutivo esto se ignoró o directamente no
interesó?
Los que se llevaron electrodomésticos a la
vista de todos actuaron como si estuvieran haciendo la apología de la
impunidad. Alguien los empujó a actuar así. Mucha de la gente que vive
condenada a la pobreza eterna ve cómo, en esos lugares de miseria, se comercia
políticamente con sus necesidades. Ve cómo el puntero político y su entorno
lucran con la carencia del otro. Esa corruptela devastadora se palpa por
doquier. Y, por supuesto, está la corrupción impune del Gobierno que también
ahí se ve. Dado que las fuerzas policiales no saben bien qué hacer ni cómo
actuar, todo se hace más fácil para los agitadores del caos y el desorden.
Cristina Fernández de Kirchner, que se
quejaba en su último Aló Presidenta de la desprotección que padecen los
efectivos policiales, debería reflexionar sobre cuánta es su responsabilidad
para haber llegado a esto. En la Argentina pendular vamos de las policías
brutales a las policías ineficaces.
En este marco, Cristóbal López, una de las
luminarias del empresariado K, echó a Marcelo Longobardi de Radio 10 y de C5N.
Marcelo, líder de la primera mañana radial, tenía un contrato vigente hasta el
año 2016. En un verdadero “sincericidio”, el señor López hizo saber que la
decisión de echarlo tenía que ver con “visiones diferentes” (sic) de la
realidad. La brutal medida tiene dos objetivos: sacarse de encima la voz de un
periodista que molesta al Gobierno y dejarlo sin aire para 2013, un año
electoral.
Es la réplica exacta de lo que me sucedió a mí en 2009 cuando
Electroingeniería le compró Radio del Plata a Marcelo Tinelli. Lo ocurrido con
Longobardi deja al descubierto dos situaciones: una, la intolerancia del
Gobierno hacia los periodistas que ejercen su profesión con una visión crítica
de la realidad; la otra, el propósito final de la Ley de Medios que no es otro
que la destrucción del Grupo Clarín y la conformación de un multimedios K en el
cual sólo haya lugar para las voces afines al oficialismo. Así pues, el caso de
Longobardi, a quien hago llegar mi absoluta solidaridad, es un paso más en pos
del “vamos por todos y por todo”, operativo que Fernández de Kirchner puso en
marcha en el mismo momento que reasumió el poder, el 10 de diciembre de 2011.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.