Mostrando las entradas con la etiqueta Santiago Pérez. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Santiago Pérez. Mostrar todas las entradas

domingo, 19 de mayo de 2013

El peronismo en el foco de las sospechas... De Alguna Manera...

El peronismo en el foco de las sospechas... 

Néstor Kirchner y Carlos Ménen

La corrupción y sus “épocas” dentro de la política argentina. El discurso dominante (el del gobierno), recuerda a la del 90 como la década “infame”. Una triste noche neoliberal que asedió a la Argentina durante un decenio y que acabó por entregar el patrimonio nacional al capital financiero y especulativo foráneo. En líneas generales, estos son los calificativos que utilizan los referentes “K” para recordar aquellos años del uno a uno. Los argentinos medios, los comunes y corrientes, aquellos que no pertenecen a la oligarquía política, no asocian a los 90 únicamente con algunos de estos conceptos. La impunidad, la corrupción y la ostentación de funcionarios que mutaron de mendigos a millonarios de la noche a la mañana son recuerdos que ocupan un lugar importante en la memoria colectiva. Lógicamente esa parte de la historia no suele ser citada por el Frente para la Victoria cuando se hace referencia a aquellos años teóricamente nefastos. Del discurso oficial se desprende que el actual modelo es más justo e inclusivo pero no necesariamente más honesto que el de Carlos Menem. Es quizás en este aspecto en donde el kirchnerismo ha sido más coherente.

Desde 2003 que Néstor y Cristina se la pasan hablando de crecimiento, empleo, producción e inclusión pero poco y nada de transparencia y honestidad. El Kirchnerismo nunca se vendió a sí mismo como limpio y tampoco hizo de la lucha contra la corrupción una de sus banderas. La honestidad, que alguna vez fue un concepto valioso dentro de la sociedad argentina, quedo totalmente devaluada luego del estrepitoso fracaso de la Alianza. Fernando De la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez llegaron al poder con un discurso centrado en la seriedad, los valores, el combate a la corrupción y la transparencia institucional. Toda la estrategia comunicacional de la campaña para las elecciones presidenciales de 1999 fue justamente orientada en aquel sentido. “Dicen que soy aburrido”, “será porque no ando en Ferrari” decía Fernando de La Rúa en sus brillantemente diseñados spots publicitarios.

La sociedad le dio su apoyo en las urnas y el entonces Jefe de Gobierno porteño fue elegido Presidente. Las denuncias de coimas en el senado se llevaron por delante la supuesta renovación moral y el corralito y la fulminante crisis económica del 2001 marcaron el fin de su gobierno en forma anticipada. Luego de este breve paréntesis de dos años no peronistas el justicialismo volvió al poder. Desde entonces el valor de la honestidad comenzó a ser sistemáticamente minimizado desde el propio gobierno. De hecho la palabra “honestísimo” surgió como una crítica hacia aquellos dirigentes que hacen de la honestidad su principal activo. Del mensaje kirchnerista se desprende que ellos son buenos gobernantes pero no necesariamente gobernantes transparentes. Desde el retorno de la democracia en 1983 que el peronismo, en sus antagónicas corrientes, ha mantenido una retórica básicamente similar. Menem vino a corregir la hiperinflación heredada de Alfonsín y Duhalde (devenido en Néstor) la híper recesión de De la Rúa. La efectividad en la gestión siempre fue el caballo de batalla de los herederos de Juan Domingo, nunca la transparencia institucional.

Curiosamente la tolerancia del electorado a la corrupción en la Argentina tiene sus “épocas”. Pareciera que los gobiernos pueden robar un tiempo, sobre todo durante sus primeros años, y más aun si la economía se encuentra en un ciclo expansivo. Allí la ciudadanía suele hacerse la distraída. El “roban pero hacen” es implícitamente aceptado y la bonanza económica alimenta la idea de que la corrupción es un problema menor siempre y cuando el país “avance”.

Pero la gestión suele desgatar a los gobiernos y aquella “primavera” de los primeros años no dura para siempre. El descontento suele potenciarse cuando la economía no atraviesa un período de prosperidad. Es allí donde la ciudadanía comienza a prestar mayor atención a lo que están haciendo sus representantes con el dinero público. Parece ser que si un gobernante envía 5 kilos de dólares al exterior mientras un ciudadano medio consigue un empleo, esos dólares no estuvieron tan mal robados. Ahora bien, si un hecho de corrupción es simultaneo a la pérdida de un puesto de trabajo, ahí si se trata de un suceso terriblemente serio. En teoría la corrupción debería ser condenada igualmente en cualquier momento, más allá del contexto que la rodee. ¿Alguien podría negar que la honestidad es una cualidad positiva? ¿Alguien podría negar que la corrupción es una práctica negativa? Por más extraño que parezca, el significado de estos conceptos suele mutar en la Argentina. Robar no es malo per se, depende de cuando se lo haga.

El trabajo del Jorge Lanata es muy útil para terminar de dar forma a esta reflexión. El popular periodista siempre se dedicó más o menos a lo mismo, a investigar al poder. Hacia fines de los años 90, quienes simpatizaban con Carlos Menem veían en el trabajo periodístico de este “fumador televisivo” una campaña de desprestigio y una intentona desestabilizadora. Paradójicamente, en la Argentina de hoy, quienes simpatizan con Cristina Fernández de Kirchner (y supuestamente se encuentran ideológicamente en las antípodas del menemismo) ven también en Jorge Lanata a un golpista desestabilizador.

Quizás las cosas no han cambiado tanto con la llegada del pingüino, la pingüina y los vientos patagónicos a Balcarce 50. En última instancia el mismo partido (Partido Justicialista), está siendo investigado por el mismo periodista (Jorge Lanata) por haber hecho exactamente lo mismo (utilizado la gestión pública para el enriquecimiento personal).

 © Escrito por Santiago Pérez el jueves 16/05/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 17 de junio de 2012

Gibraltar y Malvinas: similitudes y diferencias... De Alguna Manera...

Gibraltar y Malvinas: similitudes y diferencias...


A inicios del siglo XX, Gran Bretaña poseía el mayor imperio que la historia moderna recuerde. Por entonces treinta millones de kilómetros cuadrados eran controlados desde Londres, extensión equivalente a un cuarto de la superficie mundial. Era posible atravesar el continente africano desde el Mar Mediterráneo hasta el Cabo de Buena Esperanza sin abandonar los dominios de la corona. Con el correr del siglo, Gran Bretaña fue perdiendo progresivamente sus dominios. La Segunda Guerra Mundial y el posterior proceso de descolonización fueron determinantes para la desintegración imperial. Hoy en día, ya entrados en la segunda década del siglo XXI, los británicos conservan algunas joyas de su antiguo imperio. Estos enclaves, diseminados a lo largo y ancho del globo, permiten al observador comprender la dimensión del poder que alguna vez fue administrado en Londres.

Si bien los territorios ultramarinos que Gran Bretaña aún posee son catorce, en esta oportunidad me detendré en dos de ellos con el objetivo de hacer un análisis comparativo: Malvinas y Gibraltar.

El primer aspecto a comparar es el factor estratégico, el cual probablemente encarna la mayor similitud entre estos dos espacios. Las Islas Malvinas o Falklands se encuentran en el Atlántico Sur. Su ubicación geográfica, cercana al Cabo de Hornos, permite una inmejorable plataforma para el control, o al menos monitoreo, de las rutas marítimas que vinculan el Atlántico y el Pacífico. Si bien el comercio interoceánico transita mayoritariamente por el canal de Panamá, si esta vía se viese interrumpida, la ruta del Atlántico Sur cobraría una importancia superlativa. La posible existencia de recursos naturales en el espacio marítimo que circunda a las islas y la eventual proyección de la soberanía británica sobre la Antártida terminan de dar forma al incalculable valor estratégico de este archipiélago. La situación en Gibraltar es de características similares. El peñón es un enclave fundamental para controlar el ingreso y egreso en el Mar Mediterráneo.  Este estrecho es uno de los más transitados del planeta, no solo por los buques europeos que salen al Atlántico, sino también por el comercio marítimo que viaja desde Asia central (vía Suez) hacia América. Al igual que en Malvinas, Gran Bretaña opera una base militar permanente en Gibraltar.

Otra similitud importante entre estos dos territorios es el extraordinario nivel de vida del que gozan sus habitantes. En ambos casos se trata de poblaciones con índices de criminalidad cercanos a cero y un ingreso por habitante que se encuentra entre los más altos del mundo.

¿Cuál es la característica de una y otra disputa? La Argentina reclama soberanía plena sobre Malvinas: el argumento de Buenos Aires es que Gran Bretaña ocupa ilegalmente las islas desde 1833 y demanda que Londres se siente a negociar tal cual lo establece la resolución 2065 de Naciones Unidas. La guerra de 1982 fue un acontecimiento determinante para el curso del conflicto y dio por terminada cualquier posibilidad de que las partes traten en forma diplomática la cuestión de la soberanía. El caso de Gibraltar es similar: el enclave fue ocupado por los británicos dentro del marco de la guerra de sucesión española de inicios del siglo XVIII. En la década de 1960 la disputa fue llevada por Franco a Naciones Unidas y, al igual que Malvinas, Gibraltar fue categorizado por la ONU como un territorio no autónomo que debe ser supervisado por el Comité de Descolonización.

Durante los últimos meses, ambos asuntos han retornado a los titulares de la prensa mundial por motivos diferentes. El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner resucitó la disputa con Gran Bretaña con motivo del trigésimo aniversario de la guerra de 1982. Utilizó la cuestión como una herramienta de política interna, apelando a la sensibilidad y al legítimo nacionalismo de la sociedad argentina. En lo que respecta a Gibraltar, las noticias recientes giran en torno a barcos españoles que desarrollan actividad pesquera en aguas en disputa y muy cercanas al peñón. La situación derivó en encuentros con algo de tensión entre la Marina Real Británica y la Guardia Civil Española.

¿Qué podemos esperar para el futuro? Existen diferencias entre una y otra situación. En el caso de Malvinas, las posibilidades de un cambio de manos en la administración son de muy bajas a inexistentes. El único dialogo entre Buenos Aires y Londres es de carácter confortativo, la Argentina es un país de escasa importancia política en el escenario internacional, nula capacidad militar y su diplomacia ha cambiado el rumbo incontables veces en las últimas décadas, haciendo imposible cualquier avance concreto. Por otro lado, en el caso de Gibraltar, si bien también es muy poco probable o quizás imposible que los británicos se retiren del peñón, sí existen mayores niveles de cooperación. España y Gran Bretaña son socios en la Unión Europea y han logrado construir un ente tripartito compuesto por sus gobiernos y las autoridades gibraltareñas. El mismo persigue el objetivo de avanzar en las negociaciones y ha alcanzado algunos resultados, entre los que se destacan el uso compartido del Aeropuerto y la cooperación en aspectos relativos a los pasos fronterizos y las telecomunicaciones. El acercamiento entre estas dos naciones permitió inclusive que a inicios de 2001 España y Gran Bretaña estuvieran cerca de discutir la posibilidad de una eventual administración territorial compartida, acontecimiento inédito en los últimos 300 años. Finalmente, el proyecto no prosperó y fue desechado por el absoluto rechazo de la población local.

De todas formas, y a pesar de los matices y diferencias entre uno y otro caso, no debemos olvidar que Gran Bretaña y, por sobre todo, sus incondicionales aliados norteamericanos, se encuentran muy cómodos con la posesión de estos estratégicos enclaves militares. A pesar de la crisis económica internacional y los cambios que afronta el sistema internacional con el ascenso de China y otras potencias, Estados Unidos continúa siendo el país más poderoso de la Tierra. Su histórica e indestructible alianza con los británicos, sumado al deseo de las poblaciones locales de seguir perteneciendo a Gran Bretaña, hacen que cualquier cambio en el statu quo de Malvinas o Gibraltar se torne realmente muy poco probable.


© Escrito por Santiago Pérez y publicado por plazademayo.com el jueves 14 de Junio de 2012.