Galanes…
Obediencia compacta y sin
fisuras. No sólo eso: tiene que ser ya mismo, ahora, urgente, si fuera posible
ayer.
Convertido en el equivalente
criollo del Soviet Supremo, que transformaba en “ley” las órdenes del jefe
máximo de la URSS hasta hace al menos 25 años, el Congreso argentino, por lo
menos hasta octubre, está cerrado. La mayoría oficial no oculta su voluntario
vasallaje.
Aníbal Fernández, con su siempre
vigorosa falta de escrúpulos, explica por qué los proyectos de ley enviados por
el Poder Ejecutivo para consumar la “reforma” judicial deben “salir” sin
ninguna demora. “Ya está todo preparado, discutido, lo hemos chequeado todo y
ha pasado por varios estamentos, por lo que uno puede estar tranquilo de que no
debería haber ningún tipo de complicaciones”, esclarece. Listo, pues, sale con
fritas. Maravillosa desmesura con mucha impudicia.
El oficialismo se concibe a sí
mismo como tropa. Existe para acatar, funciona para servir, actúa para
complacer a “la conducción”. Muy pocas horas después del temporal, con su más
de medio centenar de muertos, no perdieron tiempo. Supremos ejecutores de un
pragmatismo todo terreno, hacen lo que se les ordena, como en oportunidad del
tratado con Irán, despachado a la velocidad de la luz, como si la vida de la Argentina
se jugara en esa acción. La nación víctima le entregó al Irán victimario la
prueba del amor el 28 de febrero. Seis semanas después, ese pacto no fue aún
refrendado por la teocracia persa. Pero senadores y diputados oficialistas
hicieron fila para certificar su rendición, atragantados algunos, a pedido de
la Presidenta.
El mismo procedimiento vienen
desplegando con los anuncios de modificar estructuras esenciales del sistema
judicial argentino, con convicción de acero en su credo básico. Si en la vida
mundana de la aldeana farándula local “billetera mata galán”, para el
cristinismo, como antes para su predecesor, el kirchnerismo, “anuncio mata
tragedia”. Lo ratificó el vicegobernador Gabriel Mariotto. En uno de los
numerosos micrófonos del régimen estatal de medios (Radio 10), el comunicólogo
se condolía de las muertes de La Plata y subrayaba la responsabilidad de
“veinte años de gobierno”. Deslumbrante cinismo: el peronismo gobierna
interrumpidamente la provincia de Buenos Aires desde hace 26 años y a la
Argentina la han conducido peronistas durante 18 de los últimos veinte años.
Ante la tragedia vivida en distritos manejados por el peronismo desde hace
añares, la prescripción es más anuncios. Ya que no podemos cambiar la realidad,
cambiemos de tema.
Horas después de la insufrible
monserga presidencial sobre la “democratización” de la Justicia, una avalancha
de anuncios propagandísticos nutrió las fornidas tesorerías de los medios al
servicio del Gobierno. Idea manifiesta: borrar de la agenda las conclusiones
inescapables de una hecatombe climática agudizada por décadas de corrupción,
incompetencia o, al menos, inacción. Cambian de tema, veloces y disciplinados.
El Gobierno acredita, a lo largo
de la década que lleva en el poder, inigualable capacidad de abrumar con
retórica la vida cotidiana. ¿Quién se acuerda del programa “merluza para
todos”, presentado por la Presidenta en diciembre de 2010? ¿Y del plan
“milanesa para todos”, lanzado en febrero de 2011? Ahora le toca el turno a la
“Justicia para todos”, tras la ofensiva en pos de “medios para todos”.
Imposible dudar de que este régimen se considere permanente. No le hace mella
la más mínima intención de contemplar un regreso al llano. Llegaron para
quedarse, y su proyecto de re-reelección está fuera de toda duda: no existe la
más mínima probabilidad de que el oficialismo se resigne a no perpetuarse.
Procurarán, para ello, valerse de mecanismos, tretas o atajos sorpresivos y de
súbita ejecución que deberían dejar al país congelado de asombro.
Han demostrado con tan expeditiva
celeridad la ampliación de su efecto topadora que organizaron en la Cámara un
homenaje a los ex diputados Rodolfo Ortega Peña, Diego Muñiz Barreto, Leonardo
Bettanín, Miguel D. Zavala Rodríguez, Mario A. Amaya, Bernardo S. Villalba y
Armando D. Croatto, descriptos como “víctimas” del terror de Estado.
Aparecieron problemas. Ortega Peña fue asesinado en julio de 1974, poco después
de la muerte de Perón, durante el gobierno justicialista. Croatto murió en
combate durante la “contraofensiva” montonera en 1979. Sobre Bettanín, su
viuda, María Inés Luchetti, le dijo al presidente de la Cámara de Diputados,
Julián Domínguez, que “mi marido no fue víctima. Fue un militante y combatiente
peronista y montonero que resistió hasta la muerte, en un combate desparejo”.
Al aludir a la Cámara a la que
Bettanín renunció en 1974, dice que “cambiando fechas, contextos y nombres
donde la historia ha dejado su huella, el comportamiento de la Cámara que usted
preside, salvo honrosas excepciones, es el mismo que entonces (1974)”. Se
pregunta: “¿Cómo calificar el ninguneo a los reclamos populares por debilidad,
o por querer permanecer en un puesto que les reporta beneficios personales?
¿Cómo justifican el no atender el clamor de los familiares de la tragedia de
Once, de Cromañón, ni de los qom, de las víctimas de la trata, del
narcotráfico, de las bandas armadas que asuelan el territorio argentino,
asesinando campesinos del Mocase en Santiago del Estero? El mejor homenaje a mi
marido sería que los funcionarios no sigan confundiendo ambición personal con
interés general”.
Todo preparado, todo discutido,
todo chequeado, como explica Aníbal Fernández.
© Escrito por Pepe Eliaschev el
domingo 14/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.