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sábado, 15 de marzo de 2014

Una cuestión menor… De Alguna Manera...


Una cuestión menor…

Boudou, otra vez en el centro de la polémica. Foto: Gentileza LaNación.com

La acción del oficialismo de quitarle relevancia al sudoku de Amado Boudou guarda coherencia con muchos de sus actos. 

Puede ser eventualmente sencillo calificar de intrascendente el hecho de que el vicepresidente de la Nación esté jugando con un chiche electrónico mientras en la cámara alta del Congreso Nacional el Jefe de Gabinete rinde examen o, en todo caso, da cuenta de lo gestionado. El Gobierno quisiera creer que es irrelevante, o sobre todo y para ser más precisos, el Gobierno quisiera que la sociedad creyese que un Amado Boudou jugando al sudoku, en el Senado, en plena sesión, no es algo relevante. Y en verdad, algo de razón tiene el Gobierno cuando alega que quien juega al sudoku siendo vicepresidente de la Nación en mitad de una sesión importante del Senado, no es algo del otro mundo.


No está del todo errado el Gobierno, porque el mero hecho de haber designado a este sujeto como su candidato a vicepresidente de la Nación, confirmó desde el primer momento la nula importancia que le concedía la presidente Cristina Kirchner a ese cargo. Ya había tenido que lidiar en su primer mandato con un Julio Cobos que le impuso su marido, Néstor Kirchner, quien, al igual que sucede hoy con distintas franjas del kirchnerismo, procuraba quebrar, dividir y fragmentar a la oposición, armando una seudo “concertación”, que de concertación no tenía nada. 

Tras ese fracaso matrimonial estrepitoso con Cobos, la presidente, ya viuda, decidió por su cuenta elegir a uno persona que, según todos los comentarios de los que conocen la interna del Gobierno, le acercaba jovialidad, alegría, eso que suele llamarse “buena onda”. 

Efectivamente, Boudou aparecía como un rockero entrado en años y con algunos kilos de más, pero rockero al fin, siempre sonriente y fanáticamente enamorado del “modelo nacional popular”.

Desde el momento en que Boudou fue consagrado por el dedo presidencial candidato a vicepresidente y luego votado por la sociedad argentina (algo que también debe ser dicho y subrayado, porque tenemos los argentinos la tendencia a decir “¿Quién? ¿Yo, señor? No, señor. Yo no lo voté”. Nadie votó, sabía nada, ni tenía ninguna referencia de quién era Boudou), que esta persona haya llegado a este cargo y aparezca ahora jugando al sudoku en plena sesión, está demostrando que no se equivoca el Gobierno cuando dice que es un asunto irrelevante.

Es irrelevante Boudou, pero, sobre todo, en la mirada del actual gobierno es irrelevante ese cargo para la estructura institucional que ellos han armado.

Así como Boudou es vicepresidente de la Nación, Gerardo Zamora es presidente provisional del Senado, santiagueño que llegó al poder de la mano del radicalismo para, una vez instalado en el gobierno de la provincia norteña, casarse para siempre con el oficialismo. Ya comienzan a llegar denuncias serias y bastante escalofriante sobre designaciones hechas por Zamora. Lo que aúna a Zamora con Boudou es el mismo desprecio por las instituciones, las normas y el orden constitucional  que ocupan los distintos funcionarios en la alternativa de una sucesión presidencial.

Por eso, lo del sudoku es irrelevante para ellos. Porque no tiene importancia lo que denominan “formalidades burguesas”, aún cuando hace dos semanas, la presidente se autocriticó, diciendo que los peronistas históricamente no le habían dado mucha importancia al tema de la democracia. Paradójico, en un movimiento que pivotea sobre su condición mayoritaria, ¿cómo es posible que un movimiento electoralmente mayoritario haya despreciado la democracia?

Impresiona la historieta del sudoku, foto maravillosa que lo sorprende a Boudou jugando con una pantalla de tablet sobre sus muslos, mientras el Senado está sesionando y la oposición atormenta con las mejores armas parlamentarias a Jorge Capitanich. La situación habla de otra enfermedad, cada vez más evidente en el oficialismo: ignoran la potencia de las nuevas tecnologías, con la presencia de herramientas que a través de los pequeños teléfonos inteligentes permiten registrar prácticamente todo.

Ya han tenido varios episodios en donde fueron sorprendidos por esa potencia tecnológica. Recordemos el caso de Juan Cabandié, filmado cuando apretaba a una sencilla policía de tránsito y amenazándola con un “correctivo” por estar “desubicadita”. Hubo otros casos: Mariano Recalde, por ejemplo, hablando en una peronista y diciendo lo que opinaba realmente de las fuerzas opositoras. Todos ellos, jóvenes y no tan jóvenes como Boudou, parecen ignorar que al ser funcionarios públicos de una sociedad compleja como la argentina, están permanentemente expuestos a la mirada de los juguetes electrónicos, que no tienen neutralidad absoluta. En manos apropiadas, las máquinas que graban, registran y acreditan hechos de la vida real, tienen la potencia de mostrar mejor que en mil palabras la verdadera naturaleza de la gente que gobierna.

¿Qué dice, en resumen, la foto de Boudou jugando sudoku en el Senado? 

Dice:
“Me-mato-de-la-risa-del-Congreso. 
No-me-interesa-lo-más-mínimo. 
Soy-una-criatura-del-poder, enancada-en-el-poder-y-atornillada-al-poder, gracias-a-los-que-tienen-poder-y-a-los-que-porque tienen-poder-no-me-van-a-abandonar”.  

El juego parlamentario le es ajeno, porque carece de experiencia, práctica y, sobre todo, de afecto hacia la sociedad abierta y democrática. No necesita escuchar a nadie, ni siquiera para saber cómo le iba en la sesión a su correligionario Jorge Capitanich.

Esta ignorancia va de la mano también de la omnipotencia, hermana pequeña de la impunidad. Creen que esa omnipotencia es un camino a la imposibilidad de que sean algún día convocados para rendir cuentas. Creen que nada les puede pasar. No advierten los peligros. Pueden hacer lo que quieran, mostrarse tal cómo son, sin preocuparse. Esto muestra la foto de Boudou jugando al sudoku en el Senado de la Nación. No es un episodio irrelevante para muchos argentinos que aspiramos a un gobierno más serio, decente y correcto. Pero sí para ellos, porque consideran irrelevante la posición de Boudou. Fue puesto en ese lugar para cuidar la fidelidad a un gobierno vertical y unipersonal como el que hoy tiene la Argentina. Así que “la cuestión menor”, como Capitanich bautizó al caso de Boudou, es ciertamente una cuestión mayor, porque ven a la república y sus instituciones democráticas como una cuestión menor.

© Escrito por Pepe Eliaschev el Viernes 14/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.