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domingo, 2 de febrero de 2020

Murió la abuela de Plaza de Mayo, Berta Shubaroff, a los 92 años…

Murió la abuela de Plaza de Mayo, Berta Shubaroff, a los 92 años…

Murió a los 92 años la abuela de Plaza de Mayo, Berta Shubaroff.
 
La ex esposa del poeta Juan Gelman pudo encontrar a su nieta, Macarena Gelman, en el año 2000. Sus restos serán velados en la Legislatura Porteña.

© Publicado el sábado 01/02/2020 en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la República de los Argentinos.


La integrante de Abuelas de Plaza de Mayo, Berta Shubaroff, falleció este sábado 1 de febrero a los 92 años y sus restos serán velados la Legislatura Porteña. La ex esposa del poeta Juan Gelman logró recuperar en el año 2000 a Macarena, la nieta de ambos.

El funeral comenzará este sábado a las 19 y se extenderá hasta las 24, y mañana seguirá entre las 8 y 10, en tanto que sus restos serán cremados en el cementerio de Boulogne.

"Gracias a la lucha colectiva que abrazó desde el día que la dictadura comenzó a perseguir a su familia, Berta pudo abrazar a su nieta, Macarena Gelman en el año 2000. Fue una compañera entrañable que en cada reunión sabía desplegar la dosis justa de calidez y alegría para apaciguar el dolor de cada una de nuestras historias", indicó el comunicado de la emblemática entidad defensora de los derechos humanos.

Berta buscó a su nieta desde el día que se llevaron a su nuera Claudia García Iruretagoyena, embarazada de siete meses y medio, y a su hijo Marcelo Gelman, hijo de Juan Gelman.

En sus primeras búsquedas, Shubaroff se reunió con las Madres de Plaza de Mayo, pero antes de lo esperado debió partir a España donde estaba su ex marido y su hija Nora.

En el exterior continuó sus indagaciones, y al regresar a la Argentina se reunió con las Abuelas de Plaza de Mayo, que buscaban a sus nietos y nietas.

Su consuegra, María Eugenia Casinelli había sido una de las 12 fundadoras de Abuelas, y Berta “supo convertir odio y dolor, en amor y esperanza y así trabajó para encontrar a su nieta y a los de todas”, sostiene el texto difundido por la entidad.

“Su hija Nora la acompañó en cada momento. En el 2000 la hija de Claudia y Marcelo fue localizada en Uruguay, víctima del plan Cóndor al que también respondió la dictadura argentina. Macarena pudo conocer a su familia, compartir momentos con sus abuelos, su tía Nora y su primo Jorge”, repasa el texto de Abuelas.


Por su parte, el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti se refirió a este fallecimiento con un mensaje en las redes sociales, y le envió un “abrazo” a la familia de Shubaroff, y consideró que “siempre” será homenajeada con “lucha por más Memoria Verdad y Justicia”.

¡Hoy recibimos la triste noticia, nos dejó Berta Schubaroff Abuela de Plaza de Mayo. ¡Por suerte ella sí pudo abrazar a su nieta!

Siempre la voy a recordar por su alegría y cariño. Abrazo a su familia y siempre la vamos a homenajear luchando por más ¡Memoria Verdad y Justicia!

“Hoy recibimos la triste noticia, nos dejo Berta Schubaroff Abuela de Plaza de Mayo. Por suerte ella si pudo abrazar a su nieta! Siempre la voy a recordar por su alegría y cariño”, remarcó el funcionario.

ED/EA




domingo, 19 de abril de 2015

Razón y Pasión… @dealgunamanera...

Razón y Pasión…


Cuentan algunos memoriosos que antiguamente se enterraban las coplas anónimas escritas en prolijos trocitos de papel y en el mismo lugar se plantaba un árbol para que el viento las inmortalizara. El 13 de abril, cuando murió Eduardo Galeano, sus palabras ya estaban clavadas en la memoria colectiva de América latina y sus libros ya eran inmortales.

Perteneció tácitamente a una saga de escritores, de referentes ineludibles de las luchas revolucionarias: Ernesto Cardenal, Juan Gelman, Haroldo Conti, Paco Urondo y Rodolfo Walsh, entre otros. Ellos fueron parte de un movimiento cultural paralelo al llamado Boom latinoamericano. Bajo ese rótulo se inscriben los novelistas que se hicieron mundialmente conocidos por su pluma y porque tuvieron la suerte de llegar a los mercados internacionales a través de la traducción, los viajes, el exilio o simplemente gracias al apoyo de diversas editoriales europeas.

El conjunto de escritores a los que pertenece Galeano tuvo un origen, una identidad política semejante y un profundo arte militante. Incluso, un núcleo literario que marcó un hito: la revista Crisis, dirigida por el propio Galeano y fundada por Fico Vogelius, un soñador que vendió nada menos que un Chagall para costear la publicación. Crisis era sostenida también por las reflexiones de Conti, Gelman, Urondo, Zito Lema y tantos otros. Ellos no siempre contaron con el marketing editorial y la visibilidad del Boom, pero tuvieron el empuje de la oleada revolucionaria regional como energía literaria funcional a la reproducción y difusión de sus obras, tantas veces prohibidas, tantas veces censuradas, pero siempre murmuradas al oído de los militantes por los libres de pensamiento.

Eduardo Galeano y la mayoría de los colaboradores de Crisis tuvieron un  común denominador: eran más poetas que novelistas, eran periodistas de raza y mantuvieron una coherencia ideológica inquebrantable. El mismo Galeano expresó una vez: “Crisis fue un largo acto de fe en la palabra humana, solidaria y creadora. Por creer en la palabra, en esa palabra, Crisis eligió el silencio. Cuando la dictadura le impidió decir lo que tenía que decir, se negó a seguir hablando”.

En este sentido, apelando a la razón y al sentimiento, bien se podría definir a la “Carta Abierta a la Junta Militar”, de Walsh, y a Las venas abiertas de América Latina, de Galeano, como dos pilares de un movimiento cultural sin precedentes en nuestro continente. La primera encarna el alegato más contundente contra la dictadura cívico militar. La segunda, quizás sea la proyección sudamericana de Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon.

Eduardo Galeano, sin otro recurso que su palabra, creó el templo de la sabiduría popular. Cada vez que un joven abra sus libros entenderá que la revolución es una muchacha encendiendo la luna sobre los montes, las piedras y los mares de la Patria Grande. Nadie lo dijo mejor que Osvaldo Bayer, otro de los históricos de Crisis: “Ha muerto el mejor de todos”.

© Escrito por Adolfo Marino Ponti, poeta y periodista el domingo 19/04/2015 y publicado por http://www.miradasalsur.com.ar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




sábado, 8 de febrero de 2014

Juan Gelman... De Alguna Manera...


La vocación subversiva…

Gelman trató de configurar una visión de la poesía como respuesta a la historia. Foto: Cedoc.

El poeta argentino nacido en 1930 y considerado uno de los autores más destacados del habla hispana murió el martes en el Distrito Federal de México, donde residía desde hacía veinte años. El poeta ensayista mexicano José Homero traza un periplo de este poeta nacional.

Desde su primer libro, Violín y otras cuestiones (1956), Juan Gelman aportó una perspectiva inédita en la poesía de expresión castellana: el punto de vista del transeúnte, del habitante de las ciudades. “Mi alma se vestía de lentos adoquines”.
 
Uno de sus poemas más celebrados, El caballo de la calesita, comenzaba con un cuarteto endecasílabo que imbricaba la música de la calle con la música del tango: “Aire de plaza, ruido de tranvía./ (Galopando una música de tango/ gira el caballo de la calesita)./ Trajín, ciudad y tarde buenos aires.”

En una época en que se discutía no la inserción de la poesía en la historia –reclamo romántico– sino la inserción de la historia en la poesía, Gelman, sin soslayar su ideología ni su cariz militante, elegía una visión a nivel de calle. No la ajenidad del poeta heredero de los cúmulos románticos que busca salir de la historia mimando un mito, tampoco la del convencido de que hay una ruta con la revolución de corolario. Diríase que, pese a su vocación subversiva, Gelman nunca aceptó que la historia definiera al hombre. Porque, ante todo, el surgimiento de la historia es el planteamiento de un desarrollo en el que la Razón –con mayúsculas hegelianas– habrá de imponerse. Y lo que es inherente a esta voz, desde sus poemas con poética titubeante, es la dimensión humana, la interrogación de los objetos en su ser y la atribución metonímica de las cosas como espacios para el cuestionamiento; rasgo que derivaría en sello único.

Poesía que en la cuestión establece su cimiento pues antes que las respuestas es preciso formular las preguntas. Poesía donde la contrariedad se disuelve, del mismo modo que esta poesía urbana es a un tiempo poesía de la naturaleza, pues esas calles de música ululante proliferan proletarias de crepúsculos, pájaros, violines. Calles donde los vestigios de su naturaleza otra se aposenta: pájaros, crepúsculos, árboles. Voces esdrújulas para echar al vuelo el bronce sordo de la gramática. Poesía donde el poeta es la suma de las cosas y ya memoria; donde los objetos no se enumeran como objetos ajenos sino como elementos constitutivos del yo: “Un pájaro vivía en mí./ Una flor viajaba en mi sangre”. Y: “Me duele un abedul lleno de cielo/ que en mi recuerdo recogí en el campo”.

De ahí que frente a la crítica académica que delimita etapas en la poesía de Gelman trazando correspondencias con las peripecias vitales, recuerde que la compleja relación con la historia y la posterior concepción de la poesía en su filiación hermenéutica no comienzan a partir del exilio sino desde su piedra fundacional. El estilo, la dicción no es la misma, pero sí la intuición. Aun los rasgos de lo que podríamos llamar “la poética Gelman” ya están aquí: neologismos, diminutivos, conciencia de que escribir poesía es un acto de resquebrajamiento. Si para Heidegger, en su lectura del Hölderlin –al que también recuerda Gelman–, la palabra poética acusa un quebrantamiento, en el ejercicio del porteño se transforma en resquebrajamiento. 

La obra de Gelman es un recorrido para configurar una visión de la poesía como respuesta a la historia, no en la isotopía de una salida, una trascendencia o una superación, sino como un proceso dialéctico que a partir de los acontecimientos instaura una visión. O una versión. La experiencia y no el idilio convierte a Gelman en hermeneuta. Y por ello su visión es más profunda que la de los poetas cuyo refugio mitográfico no alcanzó la sima de la experiencia y por ende la cima menos.

No es casual que en la recepción de los más importantes premios literarios que mereció –el Nacional de Poesía, el Reina Sofía y el Cervantes– se concentre en la concepción de la poesía como aletheia, fuente de verdad. Resalto la referencia en cada discurso a los griegos y también a la condición de develamiento, de desarrollo, de potencia que conserva la palabra poética. Dice en el discurso con que aceptó el Nacional de Poesía: “Para los atenienses de hace veinticinco siglos el antónimo de olvido no era memoria, era verdad. La verdad de la memoria en la memoria de la verdad. Las dos son formas de la poesía extrema, esa que siempre insiste en develar enigmas velándolos”.

Lo que se omite es que para los griegos, cuya configuración se asienta en el ciclo, como demostrara Kostas Papaioannou en el bello libro La consagración de la historia, la razón no admite interpretaciones, lo que se interpreta es aquello que permanece en la sombra. Y es justamente ese conocimiento, agónico y agonista, lo que atrae la atención del poeta. Nos enfrentamos, pues, a una condición de la verdad que nada tiene que ver con la condición teorética del razonamiento. La verdad, el concepto de verdad que ofrece la palabra poética, es entonces un acercamiento no a la razón sino a lo que nos constituye, lo que une al hombre con los seres y los convierte en río: la función de la poesía.

Ya se ha asentado la relación entre Gelman y el misticismo. El mismo remarca el vínculo justamente en la recepción cervantina. E indica que en su caso la ausencia se vincula con el exilio –“ la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí”. Cabe preguntar sin embargo si en realidad el exilio no es un trasunto para algo más hondo y cuya oquedad procede de más allá. Una condición inherente al hombre. Porque si la relación con la historia de Gelman tiene que ver con la constatación del fracaso de la lucha guerrillera y el horror de los crímenes de la dictadura, la conciencia de que escribe desde la derrota y la resignación de que las pérdidas no serán paliadas por una revolución cada vez más lejana, su tematización de la ausencia va más allá de la nostalgia de la tierra patria para convertirse en trasunto de un exilio esencial. Parte de esa concepción aflora en su hondo, enorme poema que es Carta a mi madre. ¿Acaso la poesía es el intento de encontrar un camino que nos reconcilie? Si es así el exilio fundamental es el nacimiento: “¿Por eso escribo versos?/ ¿para volver al vientre donde toda palabra va a nacer?// ¿Te reproché todo el tiempo que me expulsaras de vos?/ ¿ése es mi exilio verdadero?”.

La singularidad de la poesía de Gelman reside en que su relación con la historia, como he dicho, es dialéctica. No propone una mitografía ni una recuperación del papel romántico del poeta. Tampoco plantea la insurrección ni la conversión de la poesía en vida, aun cuando su héroe, Francisco Urondo, lo asumiera. Lo que hay de historia en Gelman es el hálito pútrido de la derrota, del fracaso, de las muertes, de las desapariciones, del exilio, de la nostalgia, de la soledad, de la alienación, de las extensiones y manifestaciones con que el poder establece su dominio. Y sin embargo esta caterva de emociones negativas y de configuración de la orfandad se redime mediante la convicción de que sólo a través de la palabra poética se combate el mal, que es justamente esa progenie negativa ya descripta. Gelman necesita del fracaso de los ideales, de la constatación de la historia no como redención, no como un teatro universal, sino como un escenario granguiñolesco del horror, para intuir, para comprender, en su esencial ambigüedad, el carácter educativo, proyectivo que posee la poesía.

La escritura poética es nuestra Antígona, es la hermana que acompaña al hombre para recoger el cuerpo despedazado de sus semejantes y perpetuar no sólo el monumento que asienta la comisión del crimen, sino también los oficios y rituales que demuestran que el muerto es un ciudadano. “Y los hombres no han logrado aún lo que Medea pedía: curar el infortunio con el canto”, recordaba Gelman en su discurso de recepción del Premio Cervantes.

La poesía habla al ser humano no como ser hecho, sino por hacer, le descubre espacios interiores que ignoraba tener y que por eso no tenía… Nombra lo que la esperaba oculto en el fondo de los tiempos y es memoria de lo no sucedido todavía.
 
La universalidad y vigencia de la poesía de Gelman no concluye aquí. Su obra entraña una poética campesina que va más allá de la condición urbana que la distingue. La memoria no se limita a ser la relación de los hechos y las circunstancias personales sino que se enlaza con la genealogía. Por eso la importancia de los poemas a los padres, en especial ese conmovedor y extraordinario kaddish por la madre muerta –Carta a mi madre–. Con todo, la memoria no concluye con la genealogía. La memoria es también concepción y sobre todo potenciación. Heidegger vio en los zapatones viejos de Van Gogh una poética de la tierra, una enunciación donde confluye la naturaleza con la acción humana. El objeto que cifra la poética terrestre, o mejor dicho radical, en su carácter de raíz, de enraizamiento, de comunicación con lo profundo, y de ahí las potencias de las sombras que han de aflorar en luz, es la cuchara. ¿Hemos reparado en la presencia de la cuchara en la obra de Gelman? La cuchara está presente desde el primer libro (“De llorar a raíz de la cebolla/ y de reír a punto en la cuchara”) y continúa su recorrido hasta aflorar nítidamente en esa especie de sentencia presocrática que indica que la cuchara permite sopesar la nada.

Por ello, a partir de la relación y catálogo de objetos cotidianos, nimios, el poeta contempla el vacío como punto genésico.

No quisiera cerrar este recorrido por la obra de Gelman sin concluir que si bien la poesía es memoria y testimonio de la vida del hombre en la tierra, también es nuestra peculiar forma de gozo. Conmueve y zozobra que un poeta con una vida tan dolorosa, que sufrió el distanciamiento con su madre –relación difícil como es con frecuencia, ay, la de nosotros con nuestra madre–, que sufrió la muerte de aquel hijo a quien quería proteger de la desdicha desde la cuna y que no olvidó nunca a los amigos –Paco, Rodolfo, Haroldo– sea también uno de los poetas que más enaltece el gozo, el disfrute del canto.

Queda entonces esa lección: la palabra poética “continúa desde el fondo de los siglos como nuestra belleza posible” y es también la alegría, el temblor fundacional. “El canto, pese a todo es gozo./ Oigame amigo,/ cambio sueños y música y versos/ por una pica, pala y carretilla./ Con una condición:/ déjeme un poco/ de este maldito gozo de cantar”.
 

Acotaría: si la poesía es gozo es porque el poeta, primordialmente, recupera al niño. Sólo la condición niño permite esa poética menor atenta a las cosas pequeñas, a la nimiedad, que es la esencia de la tierra.

“Un niño es de carne, hueso, pelo enrulado o no y muchas preguntas./ Pero sobre todo tiene una substancia, un soplo, material, espiritual/ químico, físico o yo qué sé que despierta poderosamente la ternura./ Se preocupa  mucho por las cosas más pequeñas. Canta y ríe/ fácilmente. Y no le importa ensuciarse las rodillas.”

El pasado, la memoria, el olvido

Gelman comprendió que sólo la memoria, la historia en sí, la evocación de nuestros muertos, puede combatir el olvido y la desmemoria. Y esta memoria es concitada, con su carácter percusivo, de ritmo ancestral, por la voz poética. En el cuerpo de la sociedad despedazada proliferan entonces los ritmos trastrocados, la sintaxis se subvierte, el ritmo, aquel grácil del soneto y el endecasílabo, se confunde y se convierte en otro gracias a los tajos de la diagonal, a los forzados y violentos encabalgamientos y sobre todo a un esencial frotamiento de la construcción para convertir el poema en una derivación, en un flujo de memoria. Si en Perlongher afloran los cadáveres que oculta/niega la dictadura, en los vocablos, en el combate del poeta con la lengua se recuperan y nombran los desaparecidos, los muertos, los vivos en el lenguaje. Trabajo de memoria que es también de resistencia contra el olvido.
A través de la cultura del neologismo, Gelman consigue trascender el coloquialismo y cierto sentimentalismo presente en el arco que va de sus primeros poemas a Gotán, para devolver a la escritura una condición de hueso o huso, donde se tejen desnudez y testimonio de trascendencia.

Pocos poetas en castellano pueden reclamar para sí haber recogido la lanza de la pregunta de Theodor W. Adorno: ¿Después de Auschwitz tiene lugar la palabra poética? Gelman retoma la cuestión y a través de su peculiar Auschwitz, la dictadura, comprende que el lugar de la poesía es acicate de memoria y cristalización también de los anhelos del hombre. El lugar del poeta es el del deseo; y por ello su tiempo enlaza el porvenir con el pasado. En los tiempos de la poesía el futuro se entronca con el origen y el futuro del hombre, como quería Nietzsche, es devenir niño. Esta simultaneidad anula la excepcionalidad de la historia.

© Escrito por José Homero el Sábado 18/01/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 17 de febrero de 2013

Ni sus compatriotas se salvan de Obama… De Alguna Manera...


Ni sus compatriotas se salvan de Obama…

 Drone, avión no tripulado.

Lo admitió él mismo: envió agentes de la CIA a Yemen para asesinar a un ciudadano estadounidense, a su hijo adolescente y al hijo de un amigo. Ocurrió en 2011 y dijo que lo había ordenado porque su compatriota adulto instaba a combatir contra EE.UU. y que los jóvenes apenas fueron “un daño colateral” (www.washingtonpost.com, 14-2-13). Se conocía lo ocurrido, pero es la primera vez que el mandatario lo acepta abiertamente. Agregó que haría lo mismo cada vez que estuviera convencido de que matar a estadounidenses era necesario para salvaguardar la seguridad de EE.UU. El adulto del caso no tenía antecedentes ni había sido procesado o condenado por jurado alguno. En cambio, fue ejecutado extrajudicialmente por un drone (avión no tripulado) de la CIA.

El ex juez de la Suprema Corte de Nueva Jersey Andrew P. Napolitano opinó en The Washington Post que “el derecho internacional y el derecho en tiempos de guerra, a los que EE.UU. está sujeto por pactos (vinculantes), así como el derecho federal y los valores judeo-cristianos que subyacen en la Declaración de Independencia (que garantiza el derecho a la vida) y la Constitución (que permite la injerencia gubernamental con el derecho (a matar) sólo después de una declaración de guerra del Congreso o un debido proceso individual), todos establecen que la certeza de la identidad de un blanco humano, la veracidad en que se basa el deseo de su muerte, la percepción de su culpabilidad y un peligro inminente son insuficientes para justificar que el gobierno utilice una fuerza letal contra él. El presidente sólo puede ejecutarlo legalmente después del debido proceso o en defensa propia o declarando la guerra”. Se ignora qué peligro inminente representaban las víctimas a miles de kilómetros de distancia de EE.UU.

Muchos observadores se preguntaban de qué base militar despegaban –y despegan– los drones que lanzan sus misiles en Yemen, Pakistán y Somalia cobrando la vida de centenares de civiles, mujeres y niños incluidos. Algunos medios descubrieron que está localizada en Arabia Saudita. Jay Carney, vocero de la Casa Blanca, explicó: “Damos estos golpes porque son necesarios para mitigar amenazas reales, para terminar con los complots, para prevenir ataques futuros y, nuevamente, para salvar la vida de estadounidenses” (www.telegraph.co.uk, 6-2-13). No la de todos los estadounidenses, por lo visto.

Algunos militares y funcionarios de los servicios de inteligencia de alto rango han expresado su preocupación por esta clase de guerra. El general (R) Stanley A. McChrystal, ex jefe del Comando de Operaciones Especiales que tiene a su cargo los operativos con drones, dijo en una entrevista con la agencia informativa Reuters que éstos “podían ser útiles, pero despiertan ‘un odio visceral’ en los lugares donde se producen y contribuyen a una ‘percepción de la arrogancia estadounidense’” (www.nytimes.com, 5-2-13). Y, tal vez, al reclutamiento de más militantes de Al Qaida.

Un informe presentado recientemente a la Corte Suprema de Peshawar –centro administrativo de las áreas tribales de Pakistán– da cuenta de que en los últimos cinco años 147 ataques de drones en Waziristan Norte, una pequeña zona rural del tamaño de Long Island, causaron la muerte de 894 personas, entre ellas, 35 mujeres y 24 niños (www.thenews.com.pk, 14-2-13). La mayoría de las víctimas pertenecían a la tribu local y los jueces expresaron su insatisfacción porque el informe del fiscal no distinguía entre militantes y civiles no combatientes, datos que era imposible obtener, de manera que todos pasaron a integrar la larga lista de “sospechosos de terrorismo”.

Una encuesta del Pew Research Center revela que no le falta razón al general McChrystal acerca de la opinión exterior sobre los ataques con drones (www.people-press.org, 6-2-13). Mientras en EE.UU. los apoya un 62 por ciento, incluso en Gran Bretaña los desaprueba un 47 por ciento y en Alemania el 59 por ciento. Ni hablar de los países árabes: en Túnez los condenó el 72 por ciento de los encuestados, en Egipto el 89, en Jordania el 85. Hasta en países como Brasil y Grecia se registraron altos índices de rechazo: 76 y 90 por ciento respectivamente.

Cabe, sin embargo, matizar la posición de los interrogados en EE.UU.: el 81 por ciento se mostró muy preocupado o algo preocupado porque esos ataques ponen en peligro la vida de civiles (www.people-press.org, 11-2-13), el 65 por ciento manifestó mucho o algo de temor de que provoquen la represalia de los extremistas y el 57 consideró que dañan la reputación internacional de EE.UU. Al mismo tiempo, el 66 por ciento estimó que son perfectamente o bastante legales. Al parecer, no todos los estadounidenses conocen la Constitución estadounidense.

© Escrito por Juan Gelman el domingo 17/02/2013 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 8 de diciembre de 2012

El pato encadenado… De Alguna Manera...


Correa es lo que Cristina quiere ser…
 
Osvaldo Soriano fue mi asesor editorial en la dirección de Página/12 (el diario que nunca fundé ni dirigí) durante casi diez años. Fue a través de Soriano que conocí la historia de los premios en el Canard Enchaîné , una de esas historias seguramente apócrifas que merece ser encantadoramente cierta. El “Canard Enchaîné” (“canard”, en francés, quiere decir “pato” pero también se usa, en argot, como “periódico”, “Enchaîné” es “encadenado”. Le Canard Enchaîné (“El Pato Encadenado”) es un periódico satírico que sale los miércoles en París y vende cerca de medio millón de ejemplares. 

Fue fundado en 1915, no tiene avisos comerciales –los rechaza– y se financia con el aporte de sus lectores. Le Canard ha publicado las mejores notas de investigación en Francia durante más de un siglo, y su slogan es “La libertad de prensa sólo se desgasta cuando no la utilizamos” . Los redactores del Canard –y esta es la historia que contaba Soriano– tienen prohibido recibir premios. Dije “recibir”: esto es, aunque ellos no se presenten a ganarlos, no pueden siquiera recibirlos, algo que no depende de su voluntad. El Canard piensa que nadie merece un premio.

“¿Y sabés qué pasa cuando a uno de sus periodistas lo premian?” , me decía Osvaldo mientras mascaba un cigarro pulverizado y apagado en la boca, tratando de dejar de fumar.

–¿Qué?

–Lo rajan.

–¿Pero si el tipo no se presentó al premio y lo recibió igual, por mérito?

–Lo echan de todos modos. Ellos dicen que nadie se merece un premio.

Y –ya que toda anécdota que se precie tiene que tener un caso paradigmático– contaba el caso de un ex jefe de redacción del Canard que había sido despedido luego de recibir el premio más importante del periodismo francés.

–¡No!

–Te lo juro, decía Osvaldo, divertido.

Siempre recuerdo esta historia cuando me hablan de un premio. Esta semana el presidente de Ecuador, Rafael Correa, recibió el “Premio Rodolfo Walsh al Presidente Latinoamericano por la Comunicación Popular” , entregado por la Universidad de La Plata. Que Correa reciba un premio por la libertad de prensa sería hasta un buen chiste si no fuera cierto. Pero la Facultad de Periodismo de La Plata ha perdido la brújula hace años, y está dirigida por Florencia Saintout, una “académica” incapaz de escribir una crónica en tercera persona con sujeto y predicado, de, digamos, cuatro mil caracteres. 

Yo fui Premio Rodolfo Walsh en 1998, en su segunda edición; lo fueron Rogelio García Lupo, Miguel Bonasso, Telenoche Investiga, Horacio Verbitsky, Ariel Delgado, Joaquín Morales Solá, Tomás Eloy Martínez, Juan Gelman, Jorge Aulicino, Eduardo Galeano, Adolfo Castelo y Roberto Fontanarrosa, entre otros, hasta que volcaron y comenzaron a entregárselo a Hebe Bonafini, Hugo Chávez, Mariotto y, ahora, Correa. Que es como darle el Nobel de Medicina a Jack el Destripador. (He pensado en viajar a La Plata sólo para devolverlo, pero tengo demasiado trabajo como para hacerlo, de modo que si Florencia me envía un motociclista lo empacaré con gusto –al premio, no al motociclista– para que dispongan de él, lo lustren un poco y se lo entreguen el año próximo a Hu Jintao , por ejemplo).

En lo que va del año se registraron en Ecuador 165 agresiones contra periodistas . En Venezuela (Premio Rodolfo Walsh 2010) en un año electoral las agresiones a la prensa fueron 130 y en México, donde se registró el mayor número de homicidios a periodistas, hubo 110 agresiones.

“Aunque este año registramos por lo menos el asesinato de tres periodistas en Ecuador, nosotros decimos que lo que hay acá es una guerra de baja intensidad contra periodistas ”, le dijo a Clarín César Ricaurte, prestigioso colega ecuatoriano, director de Fundamedios, reciente Premio Perfil a la Libertad de Expresión Internacional.

El secretario de Comunicación Nacional de Correa, Fernando Alvarado, aseguró en una entrevista a la revista Gatopardo que los medios “eran una maleza que había que limpiar” y le aconsejó a Correa: “Tiene que cortar la maleza y podarla todos los días porque no se va a morir”. La entrevista a Alvarado en Gatopardo, de agosto de 2012, es reveladora: allí el funcionario explica su interés por polarizar la sociedad, como único remedio para sostener su lucha política. “La política es un ring en el que hay que vencer al contrario.

Tienes que ubicarlo en la otra esquina . Allí está la polarización”, dijo.

“Para Correa, la existencia de la prensa privada es uno de los mayores males de la Humanidad”, explicó Ricaurte a este diario.

Antes de la llegada de Correa al poder había en Ecuador unas dos mil radios, 300 periódicos y revistas y cinco o seis cabeceras de comunicación nacional.

Hoy más de la mitad de la televisión está en manos del gobierno en forma directa. En 2012 se cerraron cerca de 30 canales de TV y radios y hoy hay 21 medios de comunicación nacionales en manos del Estado. Desde que asumió el poder, Correa hizo 1.365 cadenas nacionales (Alvarado sostiene que las cadenas se usan “como operaciones políticas para responder” a quienes ellos consideran como sus enemigos). Los sábados a la mañana Correa conduce un programa que se llama “Enlace ciudadano”, que se emite por la TV pública.

Así como en muchos aspectos de su gestión Chávez es “Cristina al cuadrado” , Correa es la versión desnuda de la presidente Fernández: dice lo que ella piensa pero, a veces, no puede implementar . Para Correa, los únicos medios a existir deben ser los del Estado, y el Estado es él. La Kermesse Saintout-Correa aterrizó en la semana del fallido 7D. En la misma semana, el encuestador Ricardo Rouvier escribió en su Facebook “ahora, después del 7D, vamos por los contenidos”.

© Escrito por Jorge Lanata, con la investigación de María Eugenia Duffard y Amelia Cole  y publicado en el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 8 de Diciembre de 2012.