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lunes, 13 de mayo de 2019

Los Olimareños, 60 años después… @dealgunamanera...

Los Olimareños, 60 años después…


El Pepe en alguna ocasión trastabilló con la letra. En otro momento una guitarra no sonó como quizás lo hacía años atrás. Pero ambos artistas hacen que uno olvide que son septuagenarios porque juntos, deslumbran con el mismo fulgor de antaño, con profesionalidad pero con enorme entrega, haciendo que sus seguidores, los de antes y los nuevos, agradezcan llenos de felicidad.

© Escrito por Américo Schvartzman el martes 30/04/2019, Director de la Vanguardia, Licenciado en Filosofía, Periodista. Autor de “Deliberación o Dependencia Ambiente, Licencia Social y Democracia Deliberativa”. (Editorial Prometeo 2013).

¿Cómo se explica que siga haciendo vibrar a miles una canción de Chicho Sánchez Ferlosio, que alude al enfrentamiento entre el gallo negro del franquismo (la versión hispánica del fascismo) y el rojo comunista en la Guerra Civil Española? ¿Cómo puede ser que el “Cielito” que escribió Mario Benedetti en 1969, aún pueda hablar del “abajo que se mueve” sin sonar ridículo o anacrónico para quienes escuchan? ¿Qué interpretan los que la escuchan y la cantan hoy, medio siglo después? ¿O el “Simón Bolívar Simón” escrito en los 60 por Rubén Lena, aquel que recuerda –tras enumerar los méritos del libertador venezolano– que en el sur está “la voz amiga, en la voz de José Artigas / que también tiene razón”? ¿Qué pasa cuando se escucha hoy el “Orejano”, escrito por el insólito poeta y subcomisario anarco Serafín J. García, que reniega de caudillos y de elecciones, y sugiere criar a los gurises “infieles / aunque el cura grite que irán al infierno”? ¿O cuando reflexiona que al traerse la china pal rancho “me he olvidao que hay jueces pa’ hacer casamiento, / y que nada vale la mujer más güena / si su hombre por ella no ha pagao derechos”?

Canciones inoxidables por razones misteriosas: canciones que hicieron que un dúo nacido seis décadas atrás y que llegó a ser –según afirman estudiosos orientales– “la propuesta musical más popular del Uruguay desde Carlos Gardel”, y que ha llenado estadios en la Argentina, pueda hacerlo aún hoy. Porque según ellos mismos, según el dúo, son esas canciones la razón de su éxito y de su permanencia. “Son las canciones. Aunque por supuesto, algo les debemos de haber puesto nosotros”, dice Pepe Guerra.

Y si usted está leyendo esta nota, que habla sobre ese dúo, no es casualidad. Si llegó hasta acá en una época en la que la mayoría de las personas solamente leen títulos y copetes (y por desgracia creen que con eso alcanza para estar informado o tomar posición) es que usted no es de ésos. Pero además sabe quiénes son Los Olimareños.

Canciones inoxidables por razones misteriosas: canciones que hicieron que un dúo nacido seis décadas atrás y que llegó a ser –según afirman estudiosos orientales–  “la propuesta musical más popular del Uruguay desde Carlos Gardel”, y que ha llenado estadios en la Argentina, pueda hacerlo aún hoy.

Sesenta años. Seis décadas. 1960. El 80 por ciento de las personas que viven hoy en la Argentina no había nacido aun cuando Braulio López y José Luis Pepe Guerra formaron aquel dúo en la ciudad uruguaya de Treinta y Tres, a orillas del río Olimar, y de ahí el nombre.

Después de muchos años distanciados, volvieron a reunirse en 2009, con un show multitudinario en el estadio Centenario de Montevideo. Aunque ellos dicen que nunca se separaron: “Yo no lo llamo así, sino que cada tanto descansamos”, explica Braulio López. Hicieron varios recitales (incluso en la Argentina), y desde entonces, “descanso”. Muchos mitos rodean al dúo: que no se hablan, que se pelearon feo, que se juntan solo por necesidad. Nada de eso le importa a los miles que se conmueven y disfrutan de antemano al enterarse de una nueva actuación, de una nueva oportunidad para verlos, en Buenos Aires o en Montevideo, en Cosquín o en Paysandú.

Presencié el último show, el pasado 20 de abril, en el Anfiteatro del Río Uruguay, en Paysandú, ocho años después de su última actuación allí. Ante varios miles de personas Braulio López y Pepe Guerra brindaron una treintena de canciones, todas emblemáticas, todas coreadas por la mayoría, y una buena parte cantadas de punta a punta por muchas de las personas presentes. “Todas son hits”, dijo una mujer cuando alguien a su lado calificó así a la que estaba sonando (“Los dos gallos”… aunque en serio podría haber sido casi cualquiera otra). Pero vamos de a poco.


La noche se había puesto muy fresca y la previa había sido larga, aunque con buenos espectáculos: Diego Sosa, Juan Mendiverry y Chacho Ramos, todos cumpliendo bien con su parte. Aunque acá cabe mencionar especialmente la presentación de la gran Laura Canoura: un espectáculo de primer nivel, con poca relación con lo que venía después, que no obstante el público apreció con respeto y buena disposición. Y que terminó aplaudiendo de pie, porque Canoura realmente está en el mejor momento de su trayectoria: cantando como los dioses, con un repertorio muy acertado, una banda ajustadísima, y un tino sin igual para incorporar una canción propia (la milonga “Alfombra roja”: “Me levanté decidida / no voy a aguantarte más / no esperes alfombra roja / para rajarte de acá”.) Una canción que le permitió entrar en el corazón de todas (absolutamente todas) las mujeres presentes, y también de muchos hombres, algunos que valoran la lucha feminista pero también muchos otros por el sentido del humor y la calidad.

Luego vino lo esperado. Con algunas demoras en el inicio, porque la guitarra de Braulio no se escuchaba en el monitor del escenario. Y tras arrancar con “Del templao”, las canciones de siempre de Los Olimareños fueron sucediéndose sin que hablaran demasiado los artistas. Vestidos de negro ambos, el Pepe con su gorra de siempre y sentado casi todo el espectáculo, Braulio de pie. No era necesario hablar, y lo hicieron solo en la medida justa: apenas algunos juegos de palabras en relación con los problemitas de sonido. El público empezó a pedirle canciones desde el primer minuto y muchísimas personas registraban el momento con sus celulares, en un clima de gran emoción, pero también de alegría.

El sonido es el de siempre: la inconfundible forma de tocar las guitarras, y el extraordinario trabajo vocal en el que pareciera que el tiempo transcurrido los mejoró en lugar de afectarlos.

Sí, alegría era lo que se veía en los rostros de la gente presente, en su gran mayoría sanducera, pero con presencia numerosos argentinos del otro lado del río, que no desaprovecharon la oportunidad; un público compuesto por adultos predominantemente, pero con buena presencia de jóvenes. Y las caras de felicidad. La sensación es que toda esa gente está convencida de que volverá a verlos pronto, que Los Olima tienen para rato. Quizás por eso la emoción era tan serena y sin nostalgia o melancolía. “Estoy tan contenta, y tengo la garganta apretada a la vez”, definió una cuarentona presente.

El Pepe en alguna ocasión trastabilló con la letra. En otro momento una guitarra no sonó como quizás lo hacía años atrás. Pero ambos artistas hacen que uno olvide que son septuagenarios (Braulio López tiene 77 y Pepe Guerra 75) porque juntos, deslumbran con el mismo fulgor de antaño, con profesionalidad pero con enorme entrega, produciendo un concierto memorable, que el público agradeció lleno de felicidad.


El impresionante repertorio que caracterizó a Los Olimareños está atravesado por la obra (tal vez no reconocida del todo fuera del Uruguay) de autores como Rubén Lena y Víctor Lima, o José Carbajal y Aníbal Sampayo, pero también con canciones de su propia autoría o popularizando en la región obras de otras latitudes del continente, con una preferencia por la música llanera venezolana. O tomando riesgos artísticos insólitos para la época como el legendario disco “Todos detrás de Momo”, de 1971, que creó la canción carnavalera e instaló lazos definitivos entre folklore y murga. No podía faltar, claro, la “Retirada” de ese disco (casi una descripción de lo que sucedía: “Suena antigua / Una música perfecta  / Y en el cielo temblorosas / Lloran de amor las estrellas…”).

Y vinieron “La sencillita” y “De cojinillo”, “Nuestro camino” e “Isla Patrulla”, “Adiós a Salto” y “La niña de Guatemala”, “Angelitos negros” y “Ta llorando”. No podían faltar. Tampoco faltar el homenaje en los pagos de Sampayo, que llegó de la mano de las “Coplitas del pescador”. Y, entreveradas, aquellas que sesgaron para siempre el destino del dúo: prohibición, persecución, exilio, pero también el respeto, la solidaridad y la admiración de las viejas y las nuevas generaciones. Las canciones comprometidas “sobre todo con los de abajo”, como dice Braulio: “Simón Bolívar”, “Milonga del fusilado”, “Los dos gallos”, “Cielito del 69”.

Todo pareció abonar la afirmación de Braulio López respecto del valor del compromiso en sus canciones: “No nos equivocamos, porque el tiempo nos dio la razón de que lo que pregonábamos es correcto: si no, no estaríamos haciendo un recital ahora. Eso para mí también tiene un valor.”

El público agradecía todo el tiempo, se emocionaba o hacía palmas, se ponía de pie para enfatizar el sentimiento compartido. Después de “Orejano” los artistas agradecieron, empezando a despedirse. “¿Ya?” se preguntó todo el mundo. Pero aún faltaban los bises. Y el cierre, que fue con dos de las canciones más emblemáticas, dos himnos: “A mi gente”, de José Carbajal, el Sabalero, y “A don José”. Ésta última, concebida como canción escolar por Rubén Lena y convertida en vibrante homenaje artiguista, es cantada hoy hasta por los milicos en el Uruguay. No exagero: en 2003 fue declarada “himno cultural y popular uruguayo” por la ley 17.698 y hoy forma parte del repertorio del Ejército.

Es difícil saber qué porcentaje de la piel de los presentes no se erizó en el estribillo “Con libertad / ni ofendo ni temo…”. Todo pareció abonar la afirmación de Braulio López respecto del valor del compromiso en sus canciones: “No nos equivocamos, porque el tiempo nos dio la razón de que lo que pregonábamos es correcto: si no, no estaríamos haciendo un recital ahora. Eso para mí también tiene un valor.” En efecto. Tienen razón.

Los Olimareños 20 Años 1982 Disco completo



sábado, 31 de octubre de 2009

Los Artistas... José Carabajal... "El Sabalero"... De Alguna Manera...

José Carbajal...
José Carbajal nació en 1944 en Juan Lacaze, pueblo cercano a la ciudad de Colonia, de familia obrera. Como toda su familia, José trabajó en la fábrica de textil de su pueblo, como tejedor. La industria textil es una de las más importantes del Uruguay, y como tal ha conocido muchos conflictos obreros y un fuerte movimiento sindical. A los 14 años Carbajal se afilió al sindicato de textil.

Como la mayoría de los cantantes populares, Carbajal aprendió solo a cantar y a tocar la guitarra. La primera vez que cantó en público fue en 1966, en el "Festival Departamental de Folklore", en Colonia. En 1967 actuó por primera vez en Montevideo en el "Festival Beat y de Protesta, donde él era el único que cantaba canciones folklóricas y populares. 

Se hizo conocido con "Sabalero", una canción sobre el oficio duro de pescar sábalos, que tienen que ejercer muchos hombres del litoral, su región natal. A partir de entonces a Carbajal se le llama "El Sabalero". "Sabalero" es también el título de su primer disco simple, que salió en Orfeo, en el 68. Además de la canción que le dió título, el disco contiene también "Pichonero", sobre un muchacho que a causa de su pobreza tiene que ir a cazar pichones. 

En esa época Carbajal comenzó a trabajar en la televisión y desde entonces ha podido vivir trabajando como cantante. Tenía en el canal oficial de la televisión un programa musical: "Algo nuestro". También cantaba en otros tres canales de la TV y en varias radios. 

Pero ha sido sobre todo la canción "Chiquillada", la que le ha hecho popular en ámbitos tanto de izquierda como de derecha, vendiéndose muy bien. Esta canción, referente a niños que están jugando con pocos recursos, fue grabada en el sello Orfeo en el longplay "Canto Popular". Además de canciones como "Chiquillada" y "La Sencillita", que son más nostálgicas que combativas, este LP tiene también motivos políticos: "A mi gente", que es un candombe carnavalesco de mucha combatividad; "Medio gato", una denuncia de "la milicada" y "El hombre del mameluco". Esta última milonga la hizo Carbajal después del asesinato del estudiante Liber Arce en 1968 pero tomando como tema a otras víctimas de la explotación: los obreros y su lucha contra la represión. 

Carbajal formó parte del centro de la Canción y al mismo tiempo del Comité de Apoyo a Cuba. Junto con cantantes como Yamandú Palacios, Pancho Viera y otros que eran, como él, militantes de ambas organizaciones, fue detenido a mediados de 1969. Ya en aquel entonces ocurría muchas veces que a los detenidos por motivos políticos no se les hacía ningún tipo de acusación, y éste fue también el caso de "El Sabalero" y sus compañeros. Estuvieron detenidos un par de meses en cuarteles en el interior del país, ya que los penales en Montevideo estaban completamente llenos de empleados bancarios que habían sido militarizados, a causa de la gran huelga bancaria llevada a cabo en ese año. 

Ahora, para la burguesía, "El Sabalero" seguía siendo "ese pobre muchachito del pueblo que canta canciones tan tiernas" y el sello Orfeo aún veía ganancias en el cantante. A fines de 1969 salió un segundo LP, "Bien de pueblo", que tiene principalmente canciones de amor y otras canciones afectivas. 

También continuó sus giras por el interior del país, que había iniciado ya antes de su detención. Ha cantado prácticamente en todos los departamentos, en actos políticos y sindicales (de la CNT, del Frente Amplio, para el Partido Comunista y para los anarquistas), pero también cantaba mucho en escuelas, en boliches (28), para el Congreso Internacional del Disco y hasta para una empresa de artículos de belleza. 

La censura, que se venía aplicando ya desde algún tiempo en la radio y la televisión, también afectó a Carbajal, y aproximadamente en 1970 se le prohibió la entrada en los estudios. Con esto perdió gran parte de sus medios de vida y se fue a la Argentina, donde hizo programas radiofónicos. En ese país le pasó algo que todavía no le había ocurrido en el Uruguay: se le prohibieron dos canciones: "El hombre del mameluco" y "Medio Gato". Por lo tanto su disco "Canto Popular" no contiene esas dos canciones en la edición argentina. 

Hasta el 73 Carbajal ha vivido en la Argentina, donde salieron otros dos LP´s suyos. Uno de ellos es "Pelusa", llamado así por contener una canción a un perro. Aunque vivía en la Argentina, pudo cantar en el Uruguay hasta el 73, y lo hacía regularmente. En la Argentina salieron otros dos discos suyos: "Octubre" y "No te vayas nunca, compañera". La canción-título de este último LP es considerada por Carbajal como una de las que más impacto ha tenido entre las suyas. 

También se ha estado preparando un longplay suyo en el sello chileno DICAP, en el año 1973. Se iba a llamar "Visita", pero nunca salió, a causa del golpe militar en Chile. 

Carbajal vive en París desde principios de 1975. Actúa regularmente en Holanda, donde el Colectivo de Cultura Latinoamericana (KKLA) editó el longplay "Volveremos", con e.o. "Basta ya", una canción de Atahualpa Yupanqui. Este LP contiene más canciones de otros autores, mientras que en sus discos anteriores Carbajal tendía a incluir sólo canciones propias. 

En 1979 el Uruguay Koordinatie Komité editó "Dónde están?", un disco simple dedicado a los niños uruguayos desaparecidos, con una canción de "Los Olimareños" y "Angelitos", interpretada por Carbajal y un coro de niños exiliados. 

Hace poco, en 1980, el KKLA sacó a la venta un longplay de Carbajal, "Colmeneras". 

Espacio dedicado a los Artistas que han pasado por nuestro Programa De Alguna Manera, 97.1 Mhz. F.M. Latinoamericana... "La Radio del barrio de Saavedra"... Ciudad Autónoma de Buenos Aires. República Argentina.