El Huracán del Tiki-Tiki...
En Argentina los torneos de fútbol van mutando. En 2009, las ediciones se llamaban Torneo Apertura y Torneo Clausura, con la particularidad de que el Clausura correspondía al primer semestre del año y el Apertura al segundo. Curiosidades del fútbol argentino. Más allá de eso, en el Clausura 2009, apareció un equipo que propuso jugar a otra cosa: el Huracán dirigido técnicamente por Ángel Cappa, un discípulo de César Luis Menotti.
La década
de los 90 estuvo signada por un buen nivel de fútbol en la Argentina, producto
en relación directa de la economía del país que proponía que 1 peso argentino era igual a 1 dólar
americano, algo que después se supo mentira y terminó en el
escándalo de 2001. Más allá de eso, la posibilidad de tener una paridad
peso/dólar, daba la posibilidad de que jugadores de la talla de Maradona
jugasen en la liga local. Y eso aparejaba buen fútbol. En esa década, el dominio absoluto fue
de River Plate, ganador de 7 títulos locales, y 2 títulos internacionales.
La premisa de aquel River era jugar bien.
Pero hacia finales de los 90 el dominio cambió de mando y
pasó al eterno rival: Boca Juniors. La
propuesta del Xeneize era diametralmente opuesta a la de River,
con la salvedad de que fue más efectiva: entre 1998 y 2009 Boca ganó 7 títulos
locales y 11 títulos internacionales. Ese mal juego de Boca dio a pensar
en que la especulación era más importante que el juego y, sobre todo, más
efectiva. Los equipos se reforzaban en defensa, en mediocampistas aguerridos y
delanteros toscos, porque parecía ser la fórmula. El Huracán de Cappa propuso cambiar
esto de raíz, casi sin proponérselo.
Ángel Cappa
decidió apostar por un fútbol diferente. Aquel Huracán no ganó, pero será
siempre recordado”
El Huracán de Cappa jugaba distinto. La prensa deportiva
comenzó a hablar entonces de algo que quedó impuesto en el imaginario popular
que fue el “Tiki-Tiki”.
Un juego que presupone un
ida y vuelta con toques cortos y rápidos, con relevamientos constantes.
El equipo de Cappa se parecía, por primera vez en muchos años, a un equipo. Fue
un faro; algo a lo que aferrarse para pensar que el fútbol argentino podía ser
mejor. Que se podía triunfar jugando bien, algo que se había echado por tierra.
Aquel equipo contaba en sus filas con jugadores de la
talla de Mario Bolatti,
Matías Defederico, Patricio Toranzo y Javier Pastore, entre
otros, con la particularidad de que pudo haber sido el momento más alto de
todos ellos en forma individual y de Huracán en forma colectiva. La posibilidad
de conseguir su segundo título de primera división hacía que sus hinchas se
ilusionasen hasta niveles impensados. Pero algo pasó.
En la penúltima fecha Huracán goleó 3 a 0 a Arsenal de
Sarandí y Velez Sársfield (su escolta y próximo rival) empató como visitante 1
a 1 con Lanús. El panorama para la fecha 19 encontraba a Huracán primero con 38
puntos y a Velez Sársfield segundo con 37. Debían enfrentarse en Liniers, en la
cancha de Velez Sársfield. Los
visitantes serían campeones después de 36 años con sólo empatar,
pero el partido estuvo plagado de irregularidades.
De movida, en el primer tiempo, Gabriel Brazenas, el
árbitro del partido, anuló
un gol de Huracán de Eduardo Domínguez por presunta posición
adelantada, que nunca existió.
Pocos minutos después, el propio árbitro cobró
un penal a favor de Velez Sársfield que Hernán
Rodrigo López, uno de los delanteros del local, malogró ante
una gran atajada de Gastón
Monzón. El partido fue parejo e incluso Velez Sársfield jugó
mejor, pero el empate no se quebraba y el 0 a 0 hacía que Huracán se preparase
para gritar campeón. Pero sobre el final del partido, cuando faltaban 7 minutos
para el fin, una jugada que se sospechaba intrascendente, hizo que la pelota
cayese al corazón del área de Huracán.
Ante la salida de Monzón, Gastón Larrivey
–delantero de Velez y exjugador de Huracán- se estiró con las dos piernas hacia
adelante e impactó contra el arquero del visitante. A los ojos de todo el
estadio y de la prensa, lo de Larrivey fue una falta. No tuvo intención de
jugar la pelota sino de golpear al arquero. Pero Brazenas, nuevamente, confió
en su instinto y dejó seguir la jugada. Con el arquero tirado en el suelo,
revolcado de dolor, Maximiliano
Morález puso el 1 a 0 que consagró campeón a Velez Sársfield,
que sepultó una de las últimas ideas de buen fútbol nacidas en el país.
Los medios hablaron de Huracán como Campeón moral.
Ángel Cappa fue contundente: “El
réferi le regaló el partido a Velez”. Durante el partido la
bronca del técnico visitante fue más fuerte: “¡¿Ahora esconden las pelotas, cagones de mierda?!”,
protestó en referencia a que los alcanzapelotas del local demoraban cada vez
que la pelota salía del terreno de juego.
Lo cierto –y complejo, turbio y extraño- es que Gabriel Brazenas no dirigió nunca más
en el fútbol argentino. El campeonato 2009 estuvo –está- teñido
de sospechas extrafutbolísticas y lo que pudo haber sido un campeonato
memorable para un equipo basado en el trabajo y esfuerzo colectivo no fue más
que una –otra más- página oscura en la historia del fútbol argentino. Quedaron y quedarán las suspicacias en
torno al resultado final, a los fallos del réferi y, sobre todo, la idea de no
saber aún qué conviene más: jugar bien o ganar.
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Escrito por Ignacio Merlo el Jueves 15//05/2014 y publicado por Kaiser Magazine de la Ciudad de Valladolid, España. http://www.kaisermagazine.com