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jueves, 29 de mayo de 2014

A 45 años del Cordobazo, el hijo de Agustín Tosco habla sobre su padre... De Alguna Manera...


A 45 años del Cordobazo, el hijo de Agustín Tosco habla sobre su padre...

Agustín Tosco fue uno de los líderes del Cordobazo. Foto: WIKIPEDIA

Héctor tenía 11 años cuando su papá falleció en Buenos Aires. La vida clandestina, las persecuciones y las amenazas en el velorio del dirigente gremial.

El 23 de junio de 1975, Agustín Tosco, desde la clandestinidad, tomó una hoja y comenzó a escribirle a su hijo, Héctor, que cumplía 11 años. "Queridísimo hijo: Tengo una gran emoción al escribirte. Hoy cumples once años de edad y yo te siento todo un hombrecito. Hubiera querido estar contigo, conversar mucho, que me contaras tantas cosas, y yo contarte otras. 

Ahora se me hace un nudo en la garganta y casi no sé que decirte (...) Hubiera querido hacerte un regalo grande y hermoso, el que más te gustara. Cómo me han despedido del trabajo no cobro sueldo; cómo me persigue la policía y me ha amenazado las 'Tres A', vivo de la solidaridad económica y del amparo de mis compañeros. Estoy ajustado a ciertas privaciones, pero no podía olvidarme de ti. He hecho comprar un juego de ajedrez y te lo envió como presente por tu cumpleaños".

Héctor Tosco tenía 11 años cuando su padre, el secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza, Agustín Tosco, le mandó esa carta desde la clandestinidad. El 5 de noviembre de ese mismo año murió enfermo en una hospital de la Ciudad de Buenos Aires. Agustín fue uno de los líderes del Cordobazo, insurrección obrera y estudiantil que estalló el 29 de mayo de 1969 contra la dictadura de Juan Carlos Onganía.

Hoy, a 45 años de ese hecho histórico que precipitó a la renuncia del dictador, Héctor dialogó con Perfil.com sobre como fue  la relación con un padre al cual siempre visitó en la clandestinidad o preso "aunque no era ningún ladrón".

Perfil.com: -¿Cómo era tu padre?

Héctor Tosco: Tuve una infancia bastante complicada porque falleció cuando yo tenía 11 años, entonces los momentos con él para mí fueron espectaculares, aunque posiblemente el escenario no era concordante con lo que te estoy diciendo porque esos momentos eran en cárceles de Devoto o Rawson o momentos difíciles en su vida. Pero mi viejo era muy cariñoso conmigo y con mi hermana por su convicción. Cuando me manda esa carta, hacía año y medio que no lo veía porque estaba clandestino.

- Inclusive antes que llegue el gobierno militar.
- Es que en el '75 era muy áspera la mano. Mi viejo escondido en Punilla en Córdoba con bandas paramilitares que lo amenazaban de muerte. Entonces para mi cumpleaños me mandó un jueguito de ajedrez.

-¿Qué te pasa cuando volvés a leer esa carta?
- Es volver en el tiempo y se me caen las lágrimas. Yo entendía bastante lo que pasaba porque mi mamá nos contaba la situación que vivíamos y que papá no era un delincuente.

- ¿Qué te decían en la escuela?
- En general no me decían que era un delincuente. Yo fui a escuela pública y los maestros sabían quien era Tosco y contra queen se enfrentaba. Y los padres de mis compañeritos eran todos laburantes.

- ¿Cómo analizás la vida de tu padre, con las protestas sociales de aquella época y la lucha armada que luego se produjo?
- Dentro del movimiento obrero mi viejo fue uno de los actores de la época que más claro tuvo la situación y vió lo que iba a pasar. Hace poco en un acto leíamos lo que escribió sobre el Cordobazo en junio del '70 y había cosas que aún suceden hoy, la entrega del patrimonio nacional con Martinez de Hoz, lo previeron ahí. Córdoba fue esa usina intelectual, ya que compartían el material con estudiantes y bases obreras.

- ¿Qué puntos en común tiene aquel sindicalismo combativo y este de hoy en día?
- En aquel momento tambien existían estructuras como las de hoy. Y surge una CGT de los argentinos, un modelo diferente que le dieron nombre de sindicalismo de liberación. Mientras tanto en Buenos Aires era más jerárquico. La CTA de hoy es una organización que se toma de esos tiempos. Por eso la lucha de ese momento era con Rucci, Vandor. Es difícil relacionar aquel momento donde no había democracia con la de hoy porque en su época desde el '55 hasta el '73 fueron dictaduras constantes.

- ¿Era peronista o marxista?
- Mi viejo decia claramente "filosoficamente soy marxista", pero en la práctica bregó por la unidad de todos los cuadros políticos para una sociedad mejor. Además acá la mayoría de los trabajadores era peronista, al igual que Atilio López, su compañero en Córdoba.

- Pero al mismo tiempo tuvo que luchar con peronistas.
- Es que dentro del peronismo tenemos a la derecha y a la izquierda. Cuando intervienen Córdoba gobernaban peronistas y los que llegan son de la derecha peronista y asesinan a López.

- ¿Cómo era vivir con un padre clandestino o preso?
- Siempre tuve orgullo de mi viejo y lo que sufrimos con mamá, fue puntal en eso. Las mujeres de estos hombres del Cordobazo hay que reconocerlas a ellas también porque tuvieron que enfrentar eso.

- ¿Fuiste al velorio? (NdeR: la derecha peronista amenazó a quienes asistieron a su funeral)
- Me acuerdo, estaba en el sepelio y la derecha peronista realizó una represión tremenda que incluyó disparos para todos lados. Mi tío me metió para adentro y tuve la suerte de poder enterrarlo. Sentí mucho miedo.

© Escrito por Ramón Indart el Jueves 29/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La insurrección que comenzó en Córdoba precipitó la renuncia de Onganía. Foto: Cedoc




Agustín Tosco fue uno de los líderes del Cordobazo. Foto: WIKIPEDIA



Hubo una feroz represión. Foto: Cedoc




La manifestación incluyó a obreros y estudiantes. Foto: WIKIPEDIA
 


domingo, 4 de mayo de 2014

Pescado podrido... De Alguna Manera...


Pescado podrido...


La Presidenta transita por laberintos insólitos para compararse con el pasado. Datos falsos. Hay que estudiar con atención la relación maternal que Cristina estableció con los muchachos de La Cámpora. Utiliza ese espacio de diálogo que se establece en los patios internos de la Casa Rosada como una suerte de terapia que le permite reflexionar con más serenidad sobre su propio liderazgo.

Uno de los pibes para la liberación la notó apenas altanera, con pocas pilas, y la arengó: “Vamos por todo, Cristina”. Ella se detuvo y lo contradijo: “No, no. Eso fue utilizado en contra nuestro. ‘Nunca menos’ me gusta más”. Segundos antes les había pedido que salieran a predicar las bondades del modelo casa por casa con palabras sencillas para que todo el mundo entendiera y ella clavó varias veces “semiótica y semiología” metida en un berenjenal similar al que ingresó al comparar “paradojas con parábolas” o al confundir a Jauretche con Scalabrini Ortiz.

Revisitó dos temas calientes de todos los debates entre los que se ofrecen como vanguardias de su pueblo: cuando Perón echó a los Montoneros de la Plaza de Mayo al grito de “imberbes” y “estúpidos” y la experiencia clasista y combativa del Sitrac Sitram.

Casi no tuvo repercusión porque lo dijo en voz baja, como reculando, pero su mirada de aquel 1º de Mayo histórico fue muy similar a la de los peronistas que rompieron en su momento con Montoneros o que hoy fustigan sin eufemismos su militarismo ultraizquierdista e irresponsable. Cristina dijo que “se le quiso enseñar peronismo a Perón y se le discutió su conducción. Muchos de los que ya no están desde nuestras propias filas cuestionaban por burgués al plan económico de Gelbard, que era revolucionario”. Se ubicó en el mismo centro del altar del fundador del movimiento y aclaró que “cuando nos corren por izquierda porque vamos despacio, y por derecha porque somos demasiado intervencionistas, quiere decir que estamos en donde tenemos que estar. Es un termómetro, una fórmula que no falla nunca”.

Recalculó la vieja consigna de “ni yanquis ni marxistas”. Justificó sus pecados de todo tipo hacia su propio relato, como el ajuste ortodoxo liberal y antipopular por un lado y el respaldo a un general que manchó los derechos humanos como César Milani, por el otro. Pero, cuando recordó con tristeza que Néstor Kirchner nunca había ganado una elección nacional en la que él encabezara la boleta, concluyó que “la historia fue injusta con Néstor”, aunque no pudo con su genio de la épica millonario guevarista: “Si él no hubiera descolgado el retrato de Videla, yo no hubiera podido colgar el del Che Guevara”. Ese es un nudo gordiano de sus neuronas. 

Le cuesta explicarse a sí misma la magnitud y la procedencia de su fortuna.

Y eso la deja pedaleando en el aire cuando arremete contra los empresarios codiciosos que “cuanto más tienen, más quieren”. ¿Y Boston, Cristina”, diría Aníbal Fernández. Una especie de culpa de ser ricos que pretenden pagar con paternalismo hacia los más humildes, a quienes “perdonan” si cometen delitos “porque el castigo es irracional”. Eso dijeron dos fiscales que militan en el victorhuguismo judicial, una sobreactuación engolada que, como Eugenio Zaffaroni, se conduele con los que menos tienen mientras nadan en sus océanos de euros.

Dificultó que los camporistas hayan comprendido la anécdota gremial cordobesa que Carlos Zannini le contó a Cristina. Una exageración bizarra que Cristina creyó y repitió a pié juntillas. Dijo que los del Sitrac Sitram habían hecho paro porque les habían servido congrio tres días seguidos en el comedor de la planta fabril. Aclaró que el congrio es un pescado riquísimo y quiso caricaturizar a los trabajadores que hoy hacen medidas de fuerza. No lo dijo, pero fue como decir: “Se quejan de llenos”. Doble falta. 

Hoy, más de la mitad de la fuerza laboral gana menos de 4 mil pesos; hay 35% de trabajo en negro; hace dos años que no se crean empleos privados y, en blanco, ya comenzó la destrucción de puestos laborales en las automotrices, por ejemplo. El nivel de pobreza y desigualdad es el mismo que en los 90, y un millón y medio de jóvenes no trabajan ni estudian. Primer error. Muchísimos no están llenos y se quejan.

Segundo: más que congrio, a Cristina le dieron pescado podrido. Con data floja de papeles de Zannini, fue ofensiva hacia una de las experiencia legendarias de la izquierda más intransigente. El Cordobazo, que hirió de muerte a la dictadura patricia de Onganía, también fue protagonizado por los operarios mejor pagos del país. Eso se llamaba conciencia de clase, señora. Estos eran los gremios de las fábricas MaterFer y ConCord, que le jugaban por izquierda incluso a Agustín Tosco y seguían a dirigentes históricos del trotskismo como Gregorio Flores o René Salamanca, un líder mecánico ícono que se apoyaba tanto en el maoísta Partido Comunista Revolucionario como en la Vanguardia Comunista, que simpatizaba con Albania y en el que militaba el Chino Zannini antes de ser detenido por la dictadura.

Este espacio de poco rebote periodístico que intento iluminar mostró a Cristina modificando su caracterización (por lo menos momentáneamente) de lo que fue la batalla entre el campo y el Gobierno por la 125. No se trató de “la oligarquía que quería destituir a Cristina”, como se dijo hasta ahora, sino que “fue un momento donde nos agarramos a patadas entre todos”. Lo dijo esta semana.

Coincidió con el discurso de Carlos Zannini en el Mercado Central. No en la ubicación escatológica del grano que le salió al establishment con Néstor, sino en remarcar quiénes son las miles de flores que florecieron: “Ustedes son las únicas caras nuevas que hay. Los demás, y me incluyo, somos figuritas repetidas”. Más que autocrítica y esperanzada en las nuevas generaciones de La Cámpora, la Presidenta pareció interesada en llevarse puestos a todos sus pares el día que abandone el poder en el 2015. 

Luces para algunas sombras de Cristina.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 03/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.