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jueves, 18 de octubre de 2012

No hay otro relato… De Alguna Manera...


No hay otro relato…

Contrastes. Macri con Rajoy, Cristina con Chávez.

La Presidenta se ha definido históricamente como hegeliana: la historia tiene un espíritu que busca el progreso en la continua repetición tesis, antítesis y síntesis. La Presidenta cree que el triunfo de Chávez es un triunfo también para el kirchnerismo en la Argentina. Macri coincide con ella, por eso el PRO apoyó explícitamente a Capriles alentando y esperando que el resultado de las elecciones de Venezuela fuera otro.

Pero no hace falta ser históricamente hegeliano para admitir que los ciclos tienen su espíritu de época ni para leer el triunfo de Chávez en clave internacional, sacando observaciones aplicables a los triunfos kirchneristas y la impotencia de la oposición en Argentina.

La interconexión global y regional es un dato objetivo de la realidad. No es lo mismo la Concertación de Chile, el Frente Amplio de Uruguay o el Partido de los Trabajadores de Lula que el socialismo bolivariano de Chávez o Correa, pero todos, aun con significativas diferencias de grado, definen a su opositor como la derecha, promueven planes de redistribución de la renta más agresivos y alientan una mayor intervención del Estado en la economía. Aunque no haya un Moreno, y eso lo haga pasar más inadvertido, cualquier multinacional industrial confesará que Brasil también aumentó su presión sobre los cupos de importación.

El jueves pasado, el principal asesor de Dilma Rousseff para asuntos latinoamericanos, con rango de ministro, Marco Aurelio García, dijo en nuestra Radio Nacional que el PT querría tener en Brasil los medios favorables que tiene Chávez, pero se tiene que conformar con un contexto donde todos son críticos. La profundidad y la velocidad con que se aplican las ideas difieren enormemente en función de la resistencia que se les opone. Brasil es un país más grande y más complejo, donde el poder de ningún modo podría estar tan concentrado, y donde resulta posible, por ejemplo, que la Corte Suprema de Justicia condene a prisión a diputados oficialistas y hasta a José Dirceu, la mano derecha de Lula en el PT. Pero, en esencia, las ideas son las mismas.

Ese espíritu de época no sólo habita en Latinoamérica; Obama fue electo presidente y pretende ser ahora reelecto, criticando a los ricos. O sea, aunque con mil matices, hay un solo relato en el mundo: el del reproche al capitalismo desde dentro del capitalismo.

Tiene justificación: el relato actual es el resultado del fracaso del anterior (lo mismo que el anterior de su anterior, y así sucesivamente). También muy simplificadamente: la Unión Soviética colapsó porque la socialdemocracia en Europa y el Partido Demócrata en Estados Unidos lograron, con distintas formas de Estado de bienestar, generar mejores condiciones de vida a su población que las que alcanzaban los países comunistas. Tras la caída del Muro de Berlín, el capitalismo se relajó y durante estas últimas dos décadas los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres. Economistas de todas las tendencias coinciden en que el problema a solucionar es el empeoramiento de la distribución de la renta. Los conservadores sostienen que dicho empeoramiento es la consecuencia de la crisis y los economistas más progresistas sostienen que es la causa misma, pero nadie duda de que es “el” problema, y hasta el FMI le pide ahora a Europa que termine con su política de ajuste continuo.

El espíritu de la época se podría sintetizar en una crítica al capitalismo financiero post Muro de Berlín, que mostró su primera grieta al estallar la burbuja bursátil de internet a comienzos de la década y terminó de hundirse con la crisis de 2008, que aún continúa. Pero no se propone el fin del mercado o sustituir la economía de oferta por otra de demanda como en la ex Unión Soviética. Sino una síntesis, que está en elaboración, de la que surgirá uno de los tantos nuevos ciclos del capitalismo.

En ese interregno casi nadie que se oponga a la marea ideológica (el espíritu de época) logrará ganar una elección y mucho menos imponer un relato alternativo. Por eso Rajoy, a nueve meses de haber sido electo, ya es un cadáver político en España, y Macri no puede más que balbucear generalidades vacías. El mismo Capriles, para conseguir hacer una buena elección, chavizó su discurso y su estética.

Lo mismo sucedió en los años 90, cuando el espíritu de época era opuesto al actual: aquel que criticara las privatizaciones, la apertura o la desregulación carecía de posibilidades de ser escuchado. Por eso Kirchner en los 90 defendía la convertibilidad y la privatización de YPF, y De la Rúa, para ganar, proponía mantener la misma economía y sus diferencias apelaban a lo simbólico y republicano pero con el mismo relato. Brasil también tuvo convertibilidad y uno a uno del dólar con la moneda local, aunque con sus clásicas diferencias en la velocidad y profundidad de los cambios: ellos entraron después y salieron antes que nosotros; además, mucho más ordenadamente que en Argentina, al igual que con sus privatizaciones.

El menemismo también fue un relato con sus culpables anteriores (el estatismo, la inflación), con su jerga (economicista), y fue posible, como todos los relatos, porque se subió al espíritu de esa época.

Chávez es el general de la antítesis de aquel relato. El primero que se opuso al Consenso de Washington. Hoy, como le dijo Cristina al felicitarlo, cosecha lo que sembró. Seguirá así hasta que surja la síntesis superadora y el espíritu de época recorra otro camino. Para eso falta que Europa concluya su crisis (¿dos años más?) y la economía mundial se recupere e inicie otro ciclo expansivo. Mientras eso no suceda, la oposición remará en dulce de leche.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicada por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 12 de Octubre de 2012.

martes, 14 de agosto de 2012

Minucias... De Alguna Manera...

Minucias...

Para atrás. Largas colas de personas aguantando en silencio y sin protestar, alineadas tras informales paradas de colectivos escolares fletados para transportar gente sin cobrarle el pasaje. No hay costo, no hay precio, no hay lógica.

Dos ómnibus llenos de gente proveniente de Laferrere, en el Gran Buenos Aires, llegan al Santojanni, el hospital de Liniers. Los ocupantes de los micros ingresan violentamente al hospital y arrasan con todo, alegando protestar por la mujer que murió tras un parto, en una supuesta mala praxis médica.

La Argentina apesta a vejez de la mala. Los nuevos contenedores de residuos instalados por el Gobierno de la Ciudad, grandes y fornidos artefactos presentados como “inrobables” de puro pesados, ya son prolijamente vaciados cada día por los cartoneros. La basura que los vecinos depositan en su interior es sacada y comercializada. La producción de pobreza va más rápido y es más fuerte que las alternativas civilizadas que se diseñan para mejorar la vida cotidiana. La máquina de crear pobres trabaja a todo vapor, día y noche. No hay ciudad verde que se sostenga en una urbe sobre la que convergen día y noche interminables batallones de indigentes. Los médicos y las enfermeras atacados en el Santojanni eran asistentes de salud de los humildes, esas personas que no pueden pagarse un abono a Swiss Medical o a Galeno. Sin embargo, numerosos y reiterados casos de violencia revelan que los profesionales de la salud son permanentemente castigados y asustados por agresivas incursiones de marginales.

Curiosa deriva de una Argentina que eligió ser gobernada por un Estado Leviatán; cada vez son más las funciones y las responsabilidades que los argentinos descargan en la esfera oficial, sin preguntarse si las puede pagar y cómo y con qué puede hacerlo. Sin embargo, la calidad de vida se devalúa todos los días un poco más. Los mensajes que se bajan desde el poder son claros: la demolición del Banco Ciudad por parte de la Casa Rosada es un recurso de tierra arrasada. Fue prolijamente diseñado y ejecutado por gente arrobada de admiración por Stalin, como la indescriptible diputada Diana Conti, autora del proyecto de ley aprobado subrepticiamente por la Cámara baja. Se trataba de liquidar la capacidad de la Ciudad para conceder créditos de vivienda, instrumentos decisivos para la gente pero irrelevantes para otro batallón, el de los afortunados que se hamacan entre El Calafate y Puerto Madero, emblemas urbanísticos del kirchnerismo.

Variable estratégica y hasta definitoria es el colosal costo de oportunidades dilapidadas que paga casi sin chistar la sociedad argentina. Hasta el jueves 9 incluido, los alrededor de 4.500 empleados del subte acumulaban 16 días de huelga en 2012, un promedio de un día de huelga cada 15 días calendario.

La penosa situación implicó atascos interminables, la inmovilidad de hecho de decenas de miles de personas y sus secuelas previsibles. Por un supuesto conflicto salarial, se toleró una agresión brutal contra el funcionamiento de la vida cotidiana, incluyendo nuevo descenso de la productividad, incremento del lucro cesante de una cantidad indeterminada de personas, empresas y reparticiones, y mayores costos para el Estado comunal (¿quién pagó los micros escolares desplegados de urgencia y para que la gente pudiera ir y volver del trabajo?).

La pena es que estos conceptos han perdido respetabilidad en la Argentina. Una acendrada banalidad presupuestaria empapa decisiones y políticas. ¿Productividad, presentismo, ausentismo, esfuerzo? ¡Categorías reaccionarias, antipopulares, neoliberales, pergeñadas por el Consenso de Washington! Los efectos se perciben de modo cruel y ostensible en toda la región metropolitana, cuya calidad de vida no para de empeorar. Los tiempos de circulación en la calle son eternos, los costos de todo tipo son siempre superiores, y una diseminada y pegajosa costra de fatalismo y resignación se ha ido aposentando con ribetes trágicos en el inconsciente colectivo.

Pero la seriedad de la coyuntura no genera respuestas superadoras. Antes bien, tal parece que la fiesta continuará. Diputados ya aprobó y giró al Senado un proyecto de ley que declara un nuevo feriado nacional, “por única vez”, al 24 de septiembre, para que el país no vaya a olvidarse del bicentenario de la Batalla de Tucumán. Con la venia del Senado, se agregará así un nuevo fin de semana largo, antes del ya previsto para el 12 de octubre (que, naturalmente, y para ser coherente con el cocoliche “multicultural” reinante, fue anticipado para el lunes 8), en oportunidad de ese disparate llamado Día del Respeto a la Diversidad Cultural. 

Así, la Argentina se agasaja a sí misma este año con 11 fines de semana largos, para terminar 2012 con un récord de nada menos que 18 feriados nacionales. Los fines de semana largos, que fueron ocho en 2011, serán diez en 2012. Ya el pasado 27 de febrero fue declarado feriado, también “por una sola vez”, cuando legisladores santafesinos tuvieron éxito en su lobby para detener al país en ocasión del bicentenario de la creación de la Bandera. Ahora van por más: diputados de Rosario y otras localidades santafesinas laboran abnegadamente para que el 3 de febrero de 2013 sea también feriado, en ocasión de otro bicentenario, el de la batalla de San Lorenzo. El lunes de la semana próxima, 20 de agosto, también se descansa, para recordar no el nacimiento, claro, sino la muerte de José de San Martín, que se produjo el 17 de agosto, pero ¿qué importa? Los argentinos no pierden tiempo en minucias de calendario.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 12 de Agosto de 2012.