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jueves, 8 de diciembre de 2016

Diciembre de ´83... La Mochila… @dealgunamanera...

La Mochila…

Diciembre 83. "Con la democracia se come, se educa y se cura", frase de Alfonsín. Foto: Cedoc Perfil

¿Quién no carga una mochila? ¿Quién no lleva ahí, en la espalda, colgando de los hombros, el denso catálogo que resume su vida? Una serie de imágenes que se imprimen una y otra vez y se revelan lentamente como fotos en el cuarto más oscuro de nuestra conciencia. Ahí nos reconocemos. Acá estoy, éste soy yo. ¿Soy? ¿Ves el pelo, la ropa, el susto, el miedo, la risa, la alegría? Es una asociación desordenada, aleatoria, que evoca ese juego infantil, esa pelea callejera, los silencios de tu viejo, las lágrimas de tu madre, el día qué, la tarde cuándo, el grito, el gol, ella, eso que sentías, la primera vez.

© Escrito por Carlos Ares el domingo 04/12/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

¿Quién no encuentra todavía en su invisible mochila migas de lo que fue, bollos de papel, poemas, penas, juguetes, amigos, objetos que se conservan como talismanes y se frotan como lámparas para saber, para que nos digan quiénes éramos y por qué y cómo pasó lo que pasó. Una moneda, una figurita, una muñeca de trapo, el reloj del abuelo, el libro de cuentos, la pelota, la camiseta firmada, el autógrafo, la piedra, el pañuelo. Acá estoy, éste soy yo, ¿ves?, mirame la cara, acababa de vomitar la hostia. Pecado mortal. Pensaba morirme esa misma noche. Y no me morí.

¿A quién no le pesa todo lo visto y escuchado, más lo dicho y lo hecho? Nos educan para una vida posible. Hay que aprender a compartir. Hay que saber, hacer, entender. De pronto, es tiempo de lucha, de combate por ideales, por convicciones, por personas que representan la esperanza del hombre “nuevo”, de un mundo más justo. Perón, el Che, Fidel, ERP, Montoneros. Justificamos la violencia, el robo, celebramos la muerte

Hace unos días, tirando para atrás todo lo que encontraba, rebusqué en mi mochila. Sabía que lo tenía y ahí estaba. Los pelos que asomaron parecían de un gorila, pero no. Abajo de Perón, de Evita, de la Patria Socialista, se veía claramente su inconfundible barba. Es, era Fidel. Lo tenía de joven, al lado del Che. Mirando el desparramo que hice a mí alrededor de caras, nombres, libros, consignas, me dije que era una buena oportunidad para limpiar la basura acumulada. Empecé por lo que olía peor. Isabel, Firmenich, López Rega, Videla, Galtieri, el almirante Lacoste, Menem y su ristra de frases, “síganme”, “salariazo”, “revolución productiva”, “declaro la corrupción delito de traición a la patria”, “atravesaremos la estratósfera y en dos horas estaremos en Japón”. Mafiosos, asesinos, narcos. Contuve el asco y seguí tirando, desde Yabrán hasta Aníbal Fernández.

Por una cosa o por otra –autoritarismo, amenazas, crímenes imperdonables–, la mayoría fue a parar a las bolsas negras, de consorcio. Separé restos orgánicos, húmedos y grasos como Roberto Dromi, de personajes de plástico como De la Rúa o Scioli, y latas grandes, agarradas a las manos de Báez, López, Jaime, De Vido y más. Llené tres contenedores y, aun así, me quedaba todavía una montaña de residuos inútiles. Ideologías que encubren, mentiras evidentes, relatos insostenibles. Recuerdo que me dije: “Entre las que comprás y las que te venden, qué cantidad de porquerías juntás”

Somos hechos por el tiempo que nos toca. Al cabo de los años, la vida se condensa y supura en historias. Nos caemos, nos levantamos, gritamos, pedimos, reclamamos, exigimos, votamos, creemos. “Nunca más”, “con la democracia se come, se cura y se educa”, “no pude, no quise, no supe”. “El que las hace las paga”, “conmigo un peso un dólar”, “estamos condenados al éxito”, “chicos, por favor, estamos en Harvard, esas cosas son para La Matanza”, “tenemos menos pobres que Alemania”.

En esas estaba, viendo qué más podía tirar, cuando ella, la Maga, pide ayuda para hacer la mochila de los chicos, que mañana arrancan temprano. De la mía, pensé, de la que todavía tanto lleva, nada va a la de ellos. Ni los textos, ni la música, ni las ideas, ni mis broncas, ni mis pasiones, nada. Mucho menos, tantos fracasos. Sólo, si aceptan, algunos buenos deseos y esperanzas de justicia. El alimento necesario para que se sostengan enteros, dignos de sí. Ya tendrán su propio pasado como para andar de salida cargando uno ajeno. Si hacen el viaje “ligeros de equipaje”, tal vez puedan llegar más lejos, hacer algo mejor.




viernes, 10 de julio de 2015

Omar Sharif... 1932-2015... Q.E.P.D. @dealgunamanera...

Murió el eterno Doctor Zhivago…


El actor egipcio, cuyo nombre de nacimiento era Michel Chalhoub, había nacido el 10 de abril de 1932 en Alexandría, en una familia de origen sirio-libanés de comerciantes de maderas preciosas y fue educado en el rito católico greco melquita. Se hizo célebre con su papel en el filme "Lawrence de Arabia" y se consagró con "Doctor Zhivago", la película que lo convirtió en icono internacional en la década de 1960.

Después de estudiar en el Victoria College de su ciudad natal, donde descubrió el teatro, estudió de matemática y física en la universidad de El Cairo.

El director Youssef Chahine le ofreció un papel en "Shaytan al-Sahra", donde debutó junto con su compatriota Faten Hamama. Casados un año después tras la conversión del actor al islam, tuvieron un hijo, Tarek. Tres años más tarde, en 1965, volvió a encontrarse con David Len, quien le ofreció el papel protagonista en "Doctor Zhivago", recompensado con otro globo de oro y probablemente el trabajo más emblemático de su carrera.

Sharif interpretó a Genghis Khan y al Che Guevara y actuó en películas tan distintas como "Mayerling" (1968) de Terence Young, "Funny girl", de William Wyler, con Barbra Streisand (1968) o "Los poseídos", de Andrzej Wajda (1988). A partir de los años 1980, se concentraría en la televisión.

En 2004, su papel en "El Señor Ibrahim y las flores del Coran", de François Dupeyron, en el que interpretaba a un viejo tendero árabe que traba amistad con un chico judío, le valió el premio César al Mejor Actor. Un año antes, había recibido el León de Oro en el Festival de Venecia por toda su carrera.

Campeón de bridge, en los 70 y 80 coescribió una columna en un diario sobre este juego de naipes; también escribió varios libros y cedió su nombre al juego "Omar Sharif Bridge". "Prefiero estar jugando al bridge que haciendo una mala película", bromeaba.

También era propietario de una casa de caballos de carreras pura sangre y amante de los casinos, hasta que en 2006 afirmó que había dejado de jugar para "no ser esclavo de una pasión", a excepción del cine.

Políglota consumado, Sharif hablaba con fluidez inglés, árabe, español, italiano, griego y francés, tras vivir entre Estados Unidos, Francia e Italia, antes de regresar a su país natal a pasar sus últimos años. Allí pasó el ocaso de su vida, y allí le fue diagnosticada la enfermedad de alzheimer.


© Publicado el viernes 10/07/2015 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.