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sábado, 14 de junio de 2025

Bibliotecas Populares en riego. Mucho más que libros… @dealgunamanera...

Bibliotecas Populares en riego. Mucho más que libros…


Las bibliotecas populares, además de acercar material de lectura a la comunidad, responden a emergencias alimentarias, brindan contención, formación en oficios y la posibilidad de que jóvenes y adultos terminen la primaria y la secundaria. Hoy están riesgo por los recortes presupuestarios. Cultura y sociedad en la nota de la semana de Revista Acción.

 

© Escrito por Osvaldo Aguirre el miércoles 11/06/2025 y publicado por la Revista Acción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cuando Mara Liz Martínez empezó a trabajar en un jardín maternal de Campo Verde, un asentamiento dentro del área urbana de San Salvador de Jujuy, le llamó la atención que los vecinos no tuvieran libros ni revistas. En vísperas de la crisis de 2001, lo primero fue organizar un merendero, porque «la gente quería comer», y enseguida, un espacio cultural. Así nació la Biblioteca Campo Verde, y en su historia y en su presente se condensan la misión y las dificultades de las bibliotecas populares en la Argentina, que hoy enfrentan un nuevo embate del Gobierno nacional.

 

El decreto 345/2025 publicado el 22 de mayo en el Boletín Oficial degrada la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (Conabip) a una dirección nacional. El organismo creado en 1870 durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento pierde así su carácter autónomo y federal.

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«Las bibliotecas populares son organizaciones sociales invisibles. Dependen de la Conabip y cada una tiene una identidad propia. La nuestra es una biblioteca popular y social que responde a emergencias como la alimentaria», explica Martínez, presidenta de la Biblioteca Popular Campo Verde.

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El ataque contra las bibliotecas populares comprende también a otros organismos como el Instituto Nacional del Teatro, el Museo Nacional de Bellas Artes, el llamado Palacio Libertad y los institutos nacionales Belgraniano, Sanmartiniano y Juan Perón.

 

El Estado ausente.

«Involúcrense, sepan de nuestro trabajo», arengó Gisela Pérez a los diputados nacionales al intervenir durante la discusión de la Ley Ómnibus en el Congreso. El llamado se renueva en la coyuntura, ante un decreto que implica «la destrucción de la Conabip» y el desmantelamiento de «una política pública histórica, exitosa y profundamente democrática», señala la Red Internacional de Bibliotecas Populares.

 

La presidenta de la Biblioteca Popular La Cárcova, de José León Suárez, cuestiona prejuicios: «Se piensa que una biblioteca es un espacio silencioso donde encontrás libros ordenados –dice–. Hay biblioteca que tienen ese perfil y brindan un servicio y hay otras donde trabajamos para el desarrollo de la comunidad y donde también podés conseguir una merienda, acceder a wifi y a una formación de oficio, terminar la primaria y la secundaria, encontrar contención psicológica».

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La Biblioteca Popular La Cárcova se fundó en 2011. «Es una biblioteca de base comunitaria, villera –destaca Pérez–. La construimos con desechos de basura, ya que tenemos a pocos metros uno de los complejos ambientales más grandes del Ceamse. Al principio nadie apostaba por nosotros, estábamos en una casilla de lona, con lo que recuperábamos de la basura. Montamos la biblioteca en un predio abandonado y con ella fuimos creciendo profesionalmente».

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Gisela Pérez integra, a la vez, Bibliotecas Populares en Lucha, una red conformada durante la presidencia de Mauricio Macri para visibilizar la situación del sector. «Las bibliotecas populares son asociaciones civiles sin fines de lucro, cuyos integrantes trabajan ad honorem con la convicción de que desarrollan un bien común –dice–. Hoy es difícil pagar los servicios y un alquiler, por lo que hay bibliotecas que están cerrando».

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La Biblioteca Campo Verde no tiene título de propiedad. «Pero el espacio es nuestro, lo construimos y estamos aquí desde hace veinte años. Contamos con talleres productivos, cocina, comedor y espacio para el cuidado de niñeces. Decimos que somos hijos e hijas de la crisis de 2001», explica María Liz Martínez.

 

«El trabajo es territorial –agrega–. Es difícil mostrarlo hacia afuera, pero es fuerte hacia adentro. Hemos desarrollado festivales, encuentros, una radio, un club de vóley, un ballet de danzas y muchas formas de acceso a los libros y a la cultura. Son cosas que no mueven ningún amperímetro, pero significan un aporte para la comunidad. Uno pone el hombro; necesitamos fuertemente del Estado».

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El cuestionamiento apunta en primer lugar a la Conabip, que mantiene el presupuesto de 2023, recorta subvenciones a las bibliotecas contra lo que es su función y no ejecuta programas. «A partir de 2005 recibimos cajas con libros, nos invitaron a los encuentros nacionales de bibliotecas populares y nos daban plata para compras en la Feria del Libro. Para nosotros era increíble. El año pasado no recibimos nada y hoy hasta es difícil comunicarse con la Conabip», dice la presidenta de la Biblioteca Campo Verde.


«Nunca atravesamos una situación social y económica tan crítica –confirma Pérez–. Hay una gran dificultad para que nuestros jóvenes consigan su primer empleo, para que las familias puedan hacer dos comidas en el día, y se ha desbordado el tema del consumo problemático. Nuestros jóvenes están en agenda solamente para meterlos presos. Desde la Biblioteca La Cárcova, a través de la cultura y de oficios que les puedan dar una herramienta económica, estamos haciendo todo lo posible para que nuestros pibes no vayan en cana y no se vuelquen al delito».​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​