Bibliotecas Populares en riego. Mucho más que libros…
Las bibliotecas populares, además de acercar material de lectura
a la comunidad, responden a emergencias alimentarias, brindan contención,
formación en oficios y la posibilidad de que jóvenes y adultos terminen la
primaria y la secundaria. Hoy están riesgo por los recortes presupuestarios.
Cultura y sociedad en la nota de la semana de Revista Acción.
© Escrito por Osvaldo
Aguirre el miércoles 11/06/2025 y publicado por la Revista Acción de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
Cuando
Mara Liz Martínez empezó a trabajar en un jardín maternal de Campo Verde, un
asentamiento dentro del área urbana de San Salvador de Jujuy, le llamó la
atención que los vecinos no tuvieran libros ni revistas. En vísperas de la
crisis de 2001, lo primero fue organizar un merendero, porque «la gente quería
comer», y enseguida, un espacio cultural. Así nació la Biblioteca Campo Verde,
y en su historia y en su presente se condensan la misión y las dificultades de
las bibliotecas populares en la Argentina, que hoy enfrentan un nuevo embate
del Gobierno nacional.
El decreto 345/2025 publicado el 22 de mayo
en el Boletín Oficial degrada la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas
Populares (Conabip) a una dirección nacional. El organismo creado en 1870
durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento pierde así su carácter
autónomo y federal.
«Las bibliotecas populares son organizaciones
sociales invisibles. Dependen de la Conabip y cada una tiene una identidad
propia. La nuestra es una biblioteca popular y social que responde a
emergencias como la alimentaria», explica Martínez, presidenta de la Biblioteca
Popular Campo Verde.
El ataque contra las bibliotecas populares
comprende también a otros organismos como el Instituto Nacional del Teatro, el
Museo Nacional de Bellas Artes, el llamado Palacio Libertad y los institutos
nacionales Belgraniano, Sanmartiniano y Juan Perón.
El Estado ausente.
«Involúcrense, sepan de nuestro trabajo», arengó Gisela Pérez a los diputados
nacionales al intervenir durante la discusión de la Ley Ómnibus en el Congreso.
El llamado se renueva en la coyuntura, ante un decreto que implica «la destrucción
de la Conabip» y el desmantelamiento de «una política pública histórica,
exitosa y profundamente democrática», señala la Red Internacional de
Bibliotecas Populares.
La presidenta de la Biblioteca Popular La
Cárcova, de José León Suárez, cuestiona prejuicios: «Se piensa que una
biblioteca es un espacio silencioso donde encontrás libros ordenados –dice–.
Hay biblioteca que tienen ese perfil y brindan un servicio y hay otras donde
trabajamos para el desarrollo de la comunidad y donde también podés conseguir
una merienda, acceder a wifi y a una formación de oficio, terminar la primaria
y la secundaria, encontrar contención psicológica».
La Biblioteca Popular La Cárcova se fundó en
2011. «Es una biblioteca de base comunitaria, villera –destaca Pérez–. La
construimos con desechos de basura, ya que tenemos a pocos metros uno de los
complejos ambientales más grandes del Ceamse. Al principio nadie apostaba por
nosotros, estábamos en una casilla de lona, con lo que recuperábamos de la
basura. Montamos la biblioteca en un predio abandonado y con ella fuimos
creciendo profesionalmente».
Gisela Pérez integra, a la vez, Bibliotecas
Populares en Lucha, una red conformada durante la presidencia de Mauricio Macri
para visibilizar la situación del sector. «Las bibliotecas populares son
asociaciones civiles sin fines de lucro, cuyos integrantes trabajan ad honorem
con la convicción de que desarrollan un bien común –dice–. Hoy es difícil pagar
los servicios y un alquiler, por lo que hay bibliotecas que están cerrando».
La Biblioteca Campo Verde no tiene título de
propiedad. «Pero el espacio es nuestro, lo construimos y estamos aquí desde
hace veinte años. Contamos con talleres productivos, cocina, comedor y espacio
para el cuidado de niñeces. Decimos que somos hijos e hijas de la crisis de
2001», explica María Liz Martínez.
«El trabajo es territorial –agrega–. Es
difícil mostrarlo hacia afuera, pero es fuerte hacia adentro. Hemos
desarrollado festivales, encuentros, una radio, un club de vóley, un ballet de
danzas y muchas formas de acceso a los libros y a la cultura. Son cosas que no
mueven ningún amperímetro, pero significan un aporte para la comunidad. Uno
pone el hombro; necesitamos fuertemente del Estado».
El cuestionamiento apunta en primer lugar a
la Conabip, que mantiene el presupuesto de 2023, recorta subvenciones a las bibliotecas
contra lo que es su función y no ejecuta programas. «A partir de 2005 recibimos
cajas con libros, nos invitaron a los encuentros nacionales de bibliotecas
populares y nos daban plata para compras en la Feria del Libro. Para nosotros
era increíble. El año pasado no recibimos nada y hoy hasta es difícil
comunicarse con la Conabip», dice la presidenta de la Biblioteca Campo Verde.
«Nunca atravesamos una situación social y
económica tan crítica –confirma Pérez–. Hay una gran dificultad para que
nuestros jóvenes consigan su primer empleo, para que las familias puedan hacer
dos comidas en el día, y se ha desbordado el tema del consumo problemático.
Nuestros jóvenes están en agenda solamente para meterlos presos. Desde la
Biblioteca La Cárcova, a través de la cultura y de oficios que les puedan dar
una herramienta económica, estamos haciendo todo lo posible para que nuestros
pibes no vayan en cana y no se vuelquen al delito».