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jueves, 28 de noviembre de 2013

Cierra otro bar notable: Los 36 billares será una pizzería...


Cierra otro bar notable: Los 36 billares será una pizzería...

Los 36 Billares, uno de los bares notables de la ciudad de Buenos Aires, se convertirá en una pizzería. Fotografía  Gentileza: Los 36 Billares

Los 36 Billares, uno de los bares notables de la ciudad de Buenos Aires, se convertirá en una pizzería. El clásico de la Avenida de Mayo, en pleno microcentro, fue vendido a la cadena La Continental, que prevé modificar la estructura original del lugar que ya es un símbolo para los porteños.

El bar tiene 115 años de historia y es recordado por sus tertulias y torneos de baile. Según trascendió, el cierre se produciría durante el mes de enero de 2014, para comenzar con las tareas de remodelación. Una veintena de trabajadores mostró su preocupación por la venta del espacio por donde pasaron figuras de la talla de Federico García Lorca.

El edificio donde se levanta Los 36 Billares está amparado dentro del Área de Protección Histórica 1 que impide que el inmueble sea "transformado" parcial o totalmente, o incluso su fachada, no sin antes contar con un permiso del Gobierno porteño. No obstante, ello no impide la venta del bar.

"Dicen que se vendió hace un mes pero todavía no hablamos con los nuevos dueños. Sí sabemos que después de diciembre cambia todo. Esperamos que nos respeten la antigüedad, la mayoría tenemos 20 años acá”, contó a Clarín un mozo que prefirió el anonimato.

Entre las modificaciones que sufrirá el lugar, se espera que quiten el escenario y modiquen la barra para la venta de pizzas y minutas. "No importa quién sea el dueño. Acá tiene que haber una política clara para mantener y rescatar los bares históricos y también promoverlos como espacio de fuente de trabajo para los músicos. Este es un gran lugar, si me dicen dónde quiero tocar, yo lo elijo”, aseguró el acordeonista Hernán Crespo.

"La Ciudad va a seguir ayudando para que ante un nuevo dueño, el bar siga siendo un espacio cultural y no pierda la identidad musical de Bar Notable", atinó a aclarar el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi.

Hace una semana se conoció el cierre definitivo de London City, declarado café notable en el año 2000. Se estima que desde el año 1998 cerraron ocho de los cafés declarados notables. En los últimos años bajaron sus persianas el Café Argos, Café Aragón y Confitería Richmond, sobre la peatonal Florida, donde se había anunciado la construcción de ropa deportiva. 

© Publicado el jueves 28/11/2013 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 




viernes, 26 de abril de 2013

Un azar no tan azaroso... De Alguna Manera...


Un azar no tan azaroso...


Los árabes dicen que cuando Dios no quiere firmar sus obras, busca un atajo al que llaman azar.

Bella palabra asociada a ese misterio que suele juntar lo que vive separado. Tal como sucedió con el calendario: el 18A, la cita con día marcado, coincidió con otra fecha menos anticipada ni programada, como fue la sesión en el Senado para convalidar con la mayoría una de las leyes más resistidas y polémicas, la limitación de las cautelares, como parte de esa propuesta tan pomposa como engañosa: “la democratización de la Justicia”. Un enunciado falso que revela la concepción de poder que reduce la democracia a las elecciones y se arroga la gracia de conceder la democracia como si fuera generosidad de los gobernantes y no la consagración constitucional de un sistema basado en la división de poderes cuyo corazón jurídico filosófico son los derechos humanos, la participación y la transparencia. Principios ajenos a nuestra cultura política y ciudadana ya que aún no los incorporamos como valores compartidos. En parte, esto explica que se construyan sin pudor lemas marketineros y por eso vacíos de sustancia: ¿Cómo se puede ofrecer la democratización de uno de los tres poderes del Estado, cancelando otro de los poderes de la democracia, el Parlamento, corazón y caja de resonancia de la relación de los ciudadanos con sus representantes?

Por eso, tiene sentido analizar el cambio de la dirección de la protesta. La multitud que había llenado la Plaza de Mayo giró sobre sí misma y se dirigió hacia el Congreso, intuyendo que más que votar un proyecto de ley se estaba debilitando la democracia al consagrar una concepción de poder electoralista que se hace poderosa a expensas de tornar al Parlamento superfluo, domesticar a la Justicia y condicionar a la opinión pública con un relato ideológico que ha hecho de la intervención del Estado su propaganda más eficaz.

Habituado a los golpes de efecto de la propaganda con los que se instalan los temas sobre los que gira el simulacro del debate público, las aguas de la inundación liberaron la verdad escondida bajo el barro, la ausencia del Estado. Fue esa la razón escondida por la que se canceló la sesión ordinaria en la que debíamos tratar proyectos para paliar las carencias de los damnificados, como puede ser que se destine parte de los dineros de la pauta oficial o del fútbol para todos para los inundados.

En su lugar, para ocultar el desenmascaramiento se impuso “la democratización de la Justicia” como otra nueva batalla contra el mal corporativo.

Así ingresó en el Senado a las apuradas, sin debate, el proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura y la limitación de las cautelares.

Fue ese apuro el que hizo que sesionáramos excepcionalmente el jueves, lo que no sólo coincidió con la protesta sino que le dio una demanda ética de libertad y justicia, sin las cuales la democracia pierde legitimidad aunque se siga votando.

En mi caso personal, caminé a contramano del Senado a la Avenida de Mayo. Y sí prefiero la indignación a tiempo para evitar las furias tardías que como en 2001 terminaron destruyéndonos a todos, pude reconocer en la calle el enojo y la demanda angustiada por ver a la oposición unida, sin que se entienda totalmente que cuando se trata de defender valores en juego como la democracia, la libertad y la justicia no entran las diferencias.

Sin embargo, la unanimidad es incompatible con la pluralidad inherente a una auténtica democracia. La cultura de convivencia que nos falta construir.

Por eso, en honor a la coincidencia que juntó en el mismo a los ciudadanos ejerciendo su derecho a reclamar, con los representantes políticos legislando de espaldas a esas demandas, vale la simbología escondida en ese gesto intuitivo de cambiar la dirección de la protesta: como la democracia no se proclama, se ejerce y el Congreso es el lugar físico donde se escenifica la soberanía popular, los reflectores de la ciudadanía deben posarse sobre esas bancas que cada cuatro años deben vaciarse para que sea la ciudadanía la que ponga allí a quienes elija para representarla.

Sólo así se irá democratizando la cultura legislativa, sin cambio de votos por favores. Y sobre todo, tal como lo hizo la gente el 18A, se mire menos a la Casa Rosada que a la ciudadanía que demanda en la calle. La única fuente de la soberanía popular que tanto se invoca para gobernar.
© Escrito por Norma Morandini el viernes 26/04/2013 y publicado en: