La industria del juguete se renueva y apunta a exportar.
Daniel Dimare, director Marketing de Rasti, en la planta donde producen los
bloques de encastre.
El objetivo de la industria es que el 30% de la producción local se
despache al exterior. Bolivia, México y
Uruguay, en la mira.
Por
la mejora en el tipo de cambio, la reconversión de los procesos productivos,
los fabricantes de juguetes duplicaron las exportaciones en 2017 y van por más.
Es un sector integrado por unas 200 pymes, muchas de ellas
familiares de largo recorrido, que en conjunto facturan US$147 millones
al año y que hoy orientan sus esfuerzos a recuperar mercados en la
región para compensar la caída en las ventas en el país. “Si bien el total
exportado representa el 5% de la facturación, el objetivo de la industria es
que el 30% de la producción local se destine a otros países”, resume Matías
Furió, presidente de la CAIJ (la cámara sectorial) y de Megaprice.
Los
jugueteros argentinos se especializan en juegos de tablero, bloques de encastre
y productos didácticos, entre otros. Hay casos notables, como el de Mis
Ladrillos, la firma pionera en el país en fabricar piezas de construcción y que
desde 2004 incursionó en el exclusivo mundo de la robótica. Hernán
Mayolas, su CEO, explica que en ese nicho “tenemos ventajas y precios
competitivos y hay pocos competidores nivel mundial”, dice, entre ellos el
coloso danés Lego, una de las líderes globales junto a Hasbro y Mattel (ver
abajo).
Desde
2017, Mis Ladrillos exporta a varios países en forma directa o por convenios,
entre ellos EE.UU., México, Paraguay y Ecuador. Mayolas cree que existen las
condiciones para recuperar mercados, “que se perdieron en los últimos
años por el incremento de los precios en dólares”. Y remarca que,
además de cierta recuperación en el tipo de cambio, “en nuestro caso,
encontramos un nicho de valor agregado para competir”.
Estas
iniciativas se superponen con acciones encaradas por las cámaras sectoriales
para incrementar las exportaciones.
Estimaciones
de la CAIJ indican que los tres principales destinos concentran el 68%
de las ventas al exterior: Bolivia (38%), México (19%) y Uruguay (12%).
Detrás aparecen EE.UU. (8%), Chile (7%) y Brasil (6%). El informe enumera
varios casos de éxito, pero subraya “el de dos empresas nacionales altamente
competitivas, como Calesita y Biemme, que lograron internacionalizar su
operatoria en Brasil y hoy producen para los dos mercados”.
El
mercado brasileño es un desafío. Por caso, Ruibal cerró un acuerdo para
exportar juegos de tablero a Brasil, pero su director comercial, Diego Ruibal,
aclara que se hace por medio “de un socio que compra las piezas plásticas”, que
se empaquetan en destino traducidos al portugués. El empresario recuerda que en
2002 la firma llegaba a 14 países de la región, “que se fueron
perdiendo por el retraso cambiario”. En este nuevo escenario, sostiene que
“el objetivo es crecer exportando más” y que están en conversaciones para desembarcar
en Chile y Perú.
“Cuando
la industria empieza a mirar afuera es porque adentro las cosas no están del
todo bien”, interpreta Alejandro Macchiavello, CEO de Caupur, controlante de la
marca Duravit. Esta empresa prioriza el mercado interno y rechaza ofertas para
exportar. “Tenemos la capacidad instalada al máximo y solo vendemos en Uruguay.
Recibimos ofertas para ir a Chile, Brasil y Perú, pero no las podemos
aprovechar por un tema de estructura”, agrega.
Duravit
(1945) y Mis Ladrillos (1953)
son dos de las marcas nacionales de mayor recorrido en el rubro. Lo mismo que
Rasti (1965), que “en la década del 80 llegó a exportar el 35% de la
producción, con llegada a países como EE.UU., Inglaterra, Sudáfrica, Marruecos
y Brasil”, dice Daniel Di Mare, uno de los socios de la firma. Rasti rivaliza
conMis Ladrillos y Lego en los juegos basados en bloques de construcción. La
empresa acaba de trabar una alianza con una distribuidora paulista (Kosmika)
para reingresar a Brasil. “La última vez que lo hicimos fue en 2008,
cuando frenan el ingreso de juguetes argentinos a ese país”, detalló el
empresario.
Las
relaciones comerciales entre los principales socios del Mercosur siempre fueron
complejas. “Las industrias brasileña y argentina son similares, pero hay casos
muy notables, como Calesita Argentina, Biemme y Sudamericana, que instalaron
fábricas allá y les va muy bien”, comenta Furió. Sobre el resurgir de las
ventas al exterior, el titular de la CAIJ sostiene que hay varios factores:
“Bajaron los aranceles a la importación de maquinaria y los precios hoy son más
competitivos”, describe.
El
mercado interno no repunta. Según la CAME (la cámara del comercio
minorista), las ventas de juguetes cayeron 1,5% el año pasado, con
una mayor incidencia del importado. Sin ir más lejos, entre enero y octubre el
ingreso de mercadería desde el exterior experimentó una suba del 33%, medido en
unidades. “El mercado está sobreofertado y esta sobreoferta genera
incertidumbre en precios y plazos”, se lamenta Macchiavello, de Caupur. De
larga trayectoria en el negocio, este empresario dice con cierta resignación:
“En estos momentos hay que bancársela”.
La
industria local del juguete no es pareja. El comercio exterior no es para
todos, es decir, “hay fabricantes que siempre se dedicaron al mercado interno y
encuentran un panorama complicado por la caída de las ventas”, explica Damián
Di Pace, director de la consultora Focus Market. Y este grupo de jugueteros
padecen, además, el incremento de las importaciones, principalmente
desde China (90% del total).
El
ranking de las importaciones es liderado por los kit de juegos, triciclos y
patines, cotillón, muñecos y artículos inflables, según datos de la Aduana.
“Precisamente, la mayoría de la mercadería que ingresa al país compite
directamente con la producción local”, subraya Di Pace y añade que “no todas
las empresas tienen la posibilidad de exportar”.
Desde
la CAIJ, sin embargo, señalan que el mercado interno está dividido por mitades
entre la producción local y los importados.
Hasbro
y Mattel también juegan de local.
Con
el aval del Gobierno, el sector juguetero alcanzó un acuerdo con los gigantes
norteamericanos Hasbro y Mattel para fabricar localmente algunos juegos de mesa
para destrabar importaciones. Hasbro es la creadora del célebre juego de las
finanzas Monopoly y las licencias de Star Wars, Marvel y My Little Pony. Por su
parte, Mattel es dueña de Barbie y del juego Pictionary, que en la Argentina es
producido por Ruibal. “Nos vendieron la licencia y estamos trabajando en
conjunto para otros juegos de mesa”, dijo Daniel Di Mare, socio y gerente de
Marketing de la firma.