Una vida de mentira…
Todo lo que ha trascendido
demuestra que la vida del expresidente Fernández, no solo su presidencia, fue
un engaño.
Mentiroso, inmoral, violento, inepto, con rasgos de perversión e investigado por hechos de corrupción.
El silencio cómplice de CFK sobre esos aspectos del gobierno del que fue protagonista principal, fue y es estrepitoso. He aquí algo que hay que subrayar ante su actitud de ajenidad: su rol en ese gobierno fue activo, no pasivo. Ocurre que todo fue tan malo a lo largo de esos cuatro años que desespera por zafar de su corresponsabilidad. Es lo que se desprende del comunicado que vía tuit difundió al mediodía del viernes. “Alberto Fernández no fue un buen presidente. Tampoco lo fueron Mauricio Macri o Fernando de la Rúa, sólo por mencionar a los que desempeñaron su mandato en lo que va del siglo XXI. Seguramente la lista sería más larga si extendiéramos la cronología”, –dice en su comienzo. Vale la pena detenerse en este párrafo.
Tiene razón CFK: De la Rúa, Macri y Alberto Fernández no fueron buenos presidentes. Pero olvida decir que a AF lo designó a dedo y que ella fue su vicepresidenta con un gran poder. Por otra parte: ¿fue CFK una buena presidenta? Fue una buena presidenta quien implementó durante su gobierno el cepo? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, persiguió a periodistas y medios críticos? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, buscó reformar la Constitución para posibilitar su permanencia indefinida en el poder? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, intentó imponer una reforma judicial para llenar la Justicia de jueces y fiscales adictos? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, intervino el Indec para falsificar los datos de los índices de pobreza, desempleo e inflación, como lo acaba de demostrar la Justicia? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, nombró como comandante en jefe del Ejército al general César del Corazón de Todos los Santos Gerardo Milani con la idea de incorporar a las Fuerzas Armadas como brazo de acción del kirchnerismo, en una maniobra de neto corte chavista? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, intentó darle legalidad al escandaloso pacto con Irán, instrumento buscado por el régimen de Teherán para dejar impune el atentado contra la AMIA? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, buscó destruir la imagen pública del asesinado fiscal Alberto Nisman al que no protegió? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, estableció una red de corrupción monumental con la obra pública? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, tuvo como vicepresidente a Amado Boudou, condenado por el intento de apropiarse de la Casa de la Moneda?
Estos episodios conmovedores traen otra vez a la superficie el repetido tema del impacto y las consecuencias que tiene la vida privada de los hombres y mujeres del poder. Este caso es una demostración de lo inescindibles que son. La vida privada de un presidente o presidenta constituye un asunto de Estado por las consecuencias que ella tiene. No se puede esperar decencia en la vida pública de quien, en su vida privada, es un inmoral o un indecente.
La presidencia de Alberto Fernández fue una mentira y, por lo que se está desvelando en estas horas de vértigo, su vida ha sido también una mentira. Habrá que recordar que, como consecuencia de sus mentiras, murieron en la Argentina más de cien mil personas durante la pandemia de covid-19 debido a la falta de vacunas del laboratorio Pfizer que estaban disponibles y que no se compraron, aduciendo requisitos leoninos de la compañía que nunca existieron.
Durante el debate de la ley “Bases y Puntos de partida para la Libertad de los Argentinos”, la senadora K por Tierra del Fuego, Cristina López propuso tratar un proyecto de Ley para imponer una evaluación psicológica para los candidatos a la presidencia de la Nación. Lo dijo en referencia al presidente Javier Milei, a quien trató de enfermo mental. ¿Qué decir entonces de Alberto Fernández?
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