Corradi y Aníbal: anticipo del libro que reveló…
Lo
dije varias veces, y lo repetiré una más: los hermanos Lanatta, Cristian y
Martín, pueden abrir las puertas para que Cristina Kirchner termine en prisión.
© Escrito por Christian Sanz el viernes
26/02/2016 y publicado por Tribuna de Periodistas de las Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
Es que ambos conocen los detalles de cómo se lavó dinero en la campaña del
Frente para la Victoria en el año 2007.
Allí,
media docena de jóvenes empresarios, "dueños" de pequeños
laboratorios medicinales, pusieron dinero para que Cristina Kirchner lograra
zanjar el camino para llegar a la presidencia.
En
realidad, no pusieron nada, solo fingieron hacerlo: me lo confesaron varios de
los involucrados en la trama, dos de ellos de gran relevancia, uno fue el propio
Sebastián Forza —fui el único que pudo entrevistarlo—; el otro, Gabriel Brito,
dueño de la firma Global Pharmacy Service S.A.
En
buen romance: uno y otro aparecen en la nómina de aportantes pero no pusieron
un solo peso.
Ergo,
¿quién puso el dinero? ¿Por qué se fingió que alguien más lo aportó? ¿Tan
impresentables son los verdaderos benefactores del FpV?
Según
fuentes de la embajada de Estados Unidos, en la campaña de 2007 el kirchnerismo
tuvo aportes genuinos, pero mayormente dinero del chavismo venezolano —valija
de Antonini Wilson mediante— y el narcotráfico mexicano.
Es
plata que aterrizó en el país merced a la gestión de un viejo amigo y socio de
Aníbal Fernández: Ibar Esteban Pérez Corradi, a la sazón uno de los mayores
protegidos por Néstor y Cristina a través de Ricardo Echegaray y Héctor
Timerman.
La
trama es tan pero tan obvia, que los peritos de la Corte Suprema de la Nación
emitieron un dictamen hace unos meses confirmando por escrito que efectivamente
se blanqueó dinero en la campaña de marras.
Los
detalles finos, la trama política, la conocen unos pocos: los hermanos Lanatta,
Pérez Corradi y el propio Aníbal. Todos ellos, a su vez, involucrados —no
casualmente— en el tráfico de efedrina.
Por
eso, cobra suma relevancia la fuga que estos protagonizaron a fines de 2015,
sobre todo en el marco del pedido de ampliación de indagatoria que había refrendado
en secreto María Romilda Servini de Cubría a fines de 2015, a la sazón la misma
jueza que decidió en febrero de 2016 “aglutinar” el expediente del triple
crimen de General Rodríguez.
Si
a esto se suma que los Lanatta purgaban prisión por ser los autores materiales
del triple crimen de General Rodríguez, justamente a pedido de Aníbal y Pérez
Corradi, todo empieza a cobrar sentido.
No
se trata solo de ese hecho, ocurrido en 2008, o de los aportes de campaña, sino
de algo más profundo, de una matriz de corrupción y crimen que perduró durante
12 años, bajo la fachada de una supuesta "revolución política".
Forza
lo tenía claro y terminó acribillado a balazos. Eso sí, luego de haber aportado
—supuestamente— a la campaña de Cristina Kirchner. “Sé que Aníbal Fernández me
va a matar”, me dijo en mayo de 2008, meses antes de caer bajo un racimo de
balas.
Cuando
hice pública esa entrevista, el ex jefe de Gabinete me hizo una querella penal,
que se sumó a otra que me había hecho en 2005 por decir que estaba vinculado al
oscuro negocio del narcotráfico.
En
ambos juicios, salí victorioso y Aníbal quedó con la sangre en el ojo.
Su
bronca se multiplicó por mil cuando Martín Lanatta le dijo a Jorge Lanata
—valga la cacofonía— a mediados de 2015 que mi investigación había sido
impecable y que la justicia me tenía que llamar a declarar.
Los
jueces nunca quisieron escuchar mi testimonio y ello explica por qué Aníbal
jamás ha sido complicado a nivel judicial. Ello a pesar de que en los archivos
de la DEA hay información de sobra que vincula al ex jefe de Gabinete con el
mundo de las drogas y el crimen organizado.
¿Por
qué nadie jamás dio importancia a esos documentos foráneos? ¿Cómo explicar que
se hicieran oídos sordos a las alertas que aportó la agencia norteamericana en
2008 respecto del copioso ingreso de efedrina al país?
El
kirchnerismo hizo oídos sordos, una y otra vez. Ello, a su vez, permitió que
Aníbal gozara de la impunidad suficiente como para amenazar a los Lanatta y
Schillaci, provocando su fuga carcelaria.
Por
eso, la triple evaporación que estos refrendaron a fines de 2015, es mucho más
que ese hecho en sí.
Es
parte de una trama espesa que merece desempolvar viejos expedientes judiciales
y antiguos archivos periodísticos, donde se cruzan nombres y fechas, una y otra
vez.
Por
caso, quien recaudó dinero para la suspicaz campaña de Cristina Kirchner en
2007 fue Héctor Capaccioli, entonces superintendente de Servicios de Salud.
Allí
fue puesto por el primer jefe de Gabinete del kirchnerismo, Alberto Fernández,
quien a su vez estuvo complicado en una trama por blanqueo de plata años antes:
la de Eduardo Duhalde y “Palito” Ortega de 1999, financiada por el cartel de
Juárez a través de un personaje llamado Aldo Ducler.
Este
último fue quien manejó el errático destino de los evaporados fondos de Santa
Cruz, ello a pedido de Néstor Kirchner.
Como
puede verse, los nombres se cruzan una y otra vez, en una trama maldita que
vincula la explosión del narcotráfico en el país, la tristemente célebre mafia
de los remedios y el devenir de puntuales narcotraficantes foráneos. Todo ello
coordinado y permitido por poderosos políticos vernáculos.
Por
todo lo expuesto… y por mucho más, es necesario este libro. Para unir las
piezas de un rompecabezas que hasta ahora nadie juntó. Básicamente, para lograr
entender.
Espero
que sepan valorarlo, ustedes caros lectores.
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