La presunta ilogicidad de la ilusión…
Macri en
Davos, a la expectativa de grandes inversiones. Foto: Instagram Mauricio
Macri
Un empresario de primera línea
acostumbrado a tratar con todos los gobiernos decía: “Tengo que callarme
en las reuniones para no desilusionar el optimismo que en mucha gente despierta
el gobierno de Macri”. También para no cosechar la reprobación y el rechazo de
quienes están entusiasmados, como les sucede a los columnistas claramente no
kirchneristas ante la mínima crítica a Macri, salvo que se expresen en los
medios filokirchneristas.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 23/01/2016 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En una conversación diferente –pero igualmente en off the
record y para no contrariar el humor social de esperanza– otro empresario con
experiencia política decía: “La apelación de Macri a que desatando los nudos
que nos detienen, la riqueza de nuestros recursos naturales y humanos
producirán el desarrollo es tan elemental que da miedo de que se lo crean ellos
mismos. El eslogan de la dictadura fue ‘Argentina potencia’; el de Menem, ‘país
del Primer Mundo’, y el de Macri ‘Sí, se puede’”.
El argumento es elemental porque hace muchas décadas se
enseña en todos los colegios primarios que Argentina es el granero del mundo,
que tiene los cuatro climas, que individualmente los argentinos triunfan en el
exterior y que “estamos condenados al éxito”, mientras pasan las décadas
y esa profecía no se autocumple.
Pero quizás ser elemental (en ciertos
campos) sea la clave del éxito de Macri, y una persona con mayor preparación
política, siendo consciente de imposibilidades que Macri ni siquiera tiene en
cuenta, directamente se autoexcluiría del mismo desafío. Por ejemplo, Ernesto
Sanz rechazando su postulación como ministro de Justicia al percibir la forma
–no política– de conducir de Macri y su poca predisposición a ser generoso con
el radicalismo.
El gobierno del PRO (¿Cambiemos quedó en el olvido?) exhibe altas proporciones tanto de ingenuidad como de dureza, en ambos casos atribuibles también a la ignorancia, aplicándose la conocida sentencia sobre que el optimista es un pesimista mal informado.
Los muchos CEO incorporados desde la actividad privada a
la administración de lo público comparten la misma virginidad que los
funcionarios del PRO.
Un político que llegara a ministro después de haber
completado una carrera pública de concejal, legislador provincial, diputado y
senador nacional o eventualmente intendente y hasta gobernador podría arribar
al Ejecutivo nacional habiendo sido testigo de tal cantidad de frustraciones
políticas como para optar entre la prudencia o el cinismo si no contara con esa
llama de un deseo inapagable que caracteriza a muy pocos.
Los CEO, al ser tan novatos en política, siendo seniors
en la actividad privada pueden tener en lo público el entusiasmo de un
militante joven para quien aún es posible cambiar el mundo cada día. De hecho,
además de aportar su experiencia, volver a sentirse apasionados debería ser una
de las motivaciones honestas de quienes dejan sueldos y privilegios superiores
en actividades donde ya habían alcanzado la posición más alta.
Macri mismo, a pesar de sus ocho años de gobernar la
Ciudad de Buenos Aires, por la gran diferencia de dimensión entre una ciudad,
aunque enorme, y un país, sumado a que el PRO sólo le aporta dos años más
de vida que su propia experiencia al frente de la Ciudad, mantiene una
condición de cierta candidez para enfrentar sus responsabilidades
presidenciales.
Noticias como una inflación de 6% en diciembre sin aún
haber aumentado tarifas ni bajado subsidios, el pronóstico del Fondo Monetario
de caída del producto bruto de Argentina para 2016, las mañas a las que
apelarán los fondos buitre para tratar de maximizar sus beneficios y el
enfriamiento global de la economía con crónicas y recurrentes caídas en las
diferentes Bolsas del mundo asustarían a todo aquel que no creyera mucho en sus
propias fuerzas.
Lo mismo sucede con la población porque a pesar de las
objetivas señales de dificultad creció el porcentaje de quienes confían en que
la Argentina mejorará económicamente y se contagian del convencimiento que
irradia el macrismo. No hay ilogicidad en esa ilusión, tanto en los gobernados
como en el Gobierno. En economía las expectativas son tan importantes, y a
veces más, que los fundamentos racionales.
Creer aun sin fundamentos no es siempre ilógico porque
resulta tan terapéutico en el terreno económico como en el médico: Lévi-Strauss
en su texto Los hechiceros y su magia explicaba la eficacia simbólica de
profesiones que habían durado siglos –aún quedan chamanes en el mundo
ejerciendo su forma de medicina– por el efecto que tiene la sugestión: si el
paciente padece una enfermedad que se curará sola, creer que se va a curar
porque intervino alguien a quien le asigna autoridad (en este caso del
Gobierno, en la economía) hará que se cure más rápido. También vale para Macri,
sus ministros y CEO (los hechiceros): si ellos creen que podrán, aumentarán las
posibilidades de que terminen pudiendo.
Para Kant la ingenuidad era “manifestación de la
sinceridad que es originalmente natural a la humanidad”. Friedrich Schiller en
sus ensayos sobre la ingenuidad escribió que “apacigua el espíritu”. Y Nietzsche
hablaba de las tres grandes ingenuidades: dos de ellas “el conocimiento como
medio para la felicidad” y “como medio para la virtud”. Un consuelo frente a la
falta de conocimiento de Macri y algunos de sus funcionarios sobre determinados
temas. Acerca de la ilusión y las apariencias Platón decía que del mundo
sólo caben opiniones y no verdades.
sólo caben opiniones y no verdades.
El mundo de la ilusión no es real, pero tampoco es que no exista; la ilusión crea realidades.
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