Javier Mascherano… Inscribió en la historia su página
mejor…
El futbolista del año, básicamente por lo que simbolizó
en el Mundial de Brasil.
Los argentinos tenemos un costado masoquista, y por eso
nos persigue la imagen del rubiecito alemán Götze bajando la pelota con el
pecho antes de clavar el zurdazo a la red en el arco de la derecha de nuestra
pantalla.
El costado llorón nos lleva a ese mismo arco, al momento
en el que Neuer ya rechazó la pelota con los puños, pero arremete con su
rodilla levantada contra la humanidad del Pipita Higuaín, cometiendo un penal
que el referí no cobró y la santísima madre que lo parió.
Nuestro costado canchero y sobrador nos hace revivir el
canto de los hinchas repetido como disco rayado en cada estadio donde tocó
jugar: “Brasil, decime qué se siente...”.
El costado ingrato nos hizo decir que todo bien con
Messi, pero, ¿por qué no hizo en la ultima parte del Mundial los goles que hizo
en la primera, o por qué no hizo los goles que está acostumbrado a hacer en el
Barcelona?
Somos una mezcla de todo eso, pero seguramente donde más
y mejor nos gusta reflejarnos es en el costado heroico de los nuestros. Por
eso, la imagen más fuerte que nos queda del Mundial de Brasil fue la de Javier
Mascherano evitando el gol de Robben en el minuto 90 de la semifinal contra los
holandeses. Fue en esa jugada, en ese cruce milagroso cuando el soldado heroico
se jugó la vida, haciéndose inmortal. Era gol de Robben y derrota porque ya no
quedaba más tiempo para nada, pero no fue gol porque estaba Mascherano para
llevar el partido al alargue y a los penales; y estaba después de nuevo
Mascherano, aliado de la gloria, para asegurarle a Chiquito Romero que se
convertiría en héroe, terminando de inscribir en la historia su página mejor.
El balance del año del emblemático volante de la
Selección Argentina no puede empezar por otro lado que no sea el del Mundial,
sus apariciones fulgurantes, su carisma, su voz de mando, su calidad de capitán
sin galones, su corazón abierto para contagiar a sus compañeros. Como volante
–a veces metido entre los marcadores centrales– en la Selección Nacional dio
todo cuanto tenía y se erigió en símbolo de un equipo que no brilló por su
juego, pero asombró por su coraje. Como defensor central en el Barcelona
cumplió un año más en un nivel altísimo, aunque el equipo ya no es lo que era
hace un par de temporadas.
Dos detalles muy significativos, que van más allá de la
curiosidad, en la vida de este sargento Cabral del fútbol argentino: 1) nació
en la ciudad de San Lorenzo; 2) una de sus hijas se llama Alma.
© Escrito por Juan José Panno el lunes 29/12/2014 y
publicado por el Diario Página/12 e la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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