La
lucha por la verdad…
Aquel
principio de que “finalmente siempre triunfa la ética”, que guió a muchas de
estas contratapas, sigue su camino hacia un futuro de igualdad y libertad. Lo
acabamos de comprobar con Mandela. Veintisiete años de prisión y hoy tiene el
monumento más grande de Africa del Sur. Mandela, un héroe del pueblo. Un hijo
del pueblo. No se cumplieron todos sus sueños, pero algunos de ellos se
convirtieron en realidad. De preso político del sistema del coloniaje a ser
héroe máximo de sus tierras. Todo conseguido por su lucha desde abajo.
Sí,
me dirán, pero hay tiranos que también tienen monumentos. Como, por ejemplo, el
dictador argentino general Uriburu, fusilador de luchadores y protector de la
“picana eléctrica”, un “invento argentino”; es decir, un torturador por
excelencia que volteó al presidente votado por el pueblo y ocupó su lugar. Sí,
este fusilador e innombrable dictador tiene todavía un monumento en la ciudad
bonaerense de Balcarce. General José Félix Uriburu. Una realidad que nos acusa
a todos los argentinos de no haber sido capaces de tirar abajo este homenaje a
quien inició la Década Infame en la Argentina. En esa década se aplicaba desde
el poder el denominado “fraude patriótico”, es decir que se “metía la mula” en
las elecciones para que no ganaran los verdaderos representantes del pueblo.
Pero siempre, ante el delito, llega la palabra “¡basta!” de la ética. Y ahora,
aquí en Europa, he recibido la gran noticia: que el proyecto de terminar para
siempre con ese monumento de la vergüenza balcarceña ya está en marcha y por
medios democráticos. Ese proyecto fue aprobado por unanimidad en la Comisión de
Legislación, Interpretación y Reglamento del Concejo Deliberante de esa ciudad.
Por unanimidad. Y ahora se espera que el Concejo Deliberante, en sesión
ordinaria, apruebe la medida. Y algo que es valioso: se pide que el monumento
al tirano no se destruya sino que se envíe al museo de la ciudad. Por supuesto,
será exhibido con una aclaración de verdad histórica donde se describen los crímenes
cometidos contra la democracia por el “señor general de la Nación”. Además, la
resolución de la comisión señala que en el lugar del monumento al golpista
contra la democracia se coloque una bandera argentina.
Por
supuesto, los órganos locales de difusión hicieron saber que hay grupos de
vecinos que han comenzado una campaña en defensa del monumento, “porque no hay
que modificar la historia”. Era de esperar. Es lo mismo que se levantara un
monumento a Videla, porque si bien Uriburu no ordenó la muerte de tantos seres
humanos como lo hizo el desaparecedor de personas, sí envió a la cárcel de
Ushuaia a verdaderos representantes del pueblo y a decenas de obreros que
luchaban por los derechos de los trabajadores. Los que firman hoy por Uriburu
son los mismos que aplaudieron todas las dictaduras militares desde 1930. Pero
los argentinos tenemos que poner la cara para seguir conquistando cada vez más
democracia. Por eso aplaudimos a los representantes del pueblo de Balcarce que
han puesto el rostro para expresar: “Basta de dictadores”.
Lo
vemos en Europa: todos los monumentos de los sanguinarios tiranos, como Hitler,
Mussolini, Franco y Stalin, han desaparecido. Pero no los grandes genocidios de
la Historia. En estas páginas también hemos denunciado el gran genocidio
realizado por los turcos contra el pueblo armenio, iniciado ya hace casi un
siglo, en 1915, y continuado durante largos años. Fueron asesinados un millón y
medio de hombres, mujeres y niños. Se trata de uno de los crímenes más
repugnantes y cobardes de la historia del mundo. Más agravante todavía es que
ningún gobierno turco reconoció el crimen masivo sino que hasta el momento lo
ha negado. Y bien, se acaba de prender la primera luz que ilumine la verdad.
Los diarios alemanes lo acaban de anunciar. En uno de los editoriales del
Frankfurter Rundschau, el escritor Frank Nordhausen lo dice: “El genocidio
armenio es un hecho histórico demostrado por completo. Cuando en la capital de
Armenia gran cantidad de turistas turcos visitan la exposición sobre el genocidio
de 1915, muchos de esos visitantes, al terminar la visita, rompen a llorar o
caen en risotadas histéricas. Porque se pueden ignorar algunas pruebas, pero no
tantas como hay en dicha exposición”. Principalmente fotos de hombres armenios
ahorcados, de mujeres armenias muertas de hambre en la interminable huida y
niños llorando.
También, continúa el escritor, que “a pesar de que todo Turquía
ha negado, el viernes pasado, en su primera visita a Armenia de un político
turco –y aquí viene la positiva sorpresa–-, el mismísimo ministro de Relaciones
Exteriores, Ahmet Davutoglu, declaró: “Eso fue inhumano”. Esas declaraciones
del ministro pueden tomarse como un reconocimiento del genocidio y como un
gesto de buena voluntad. Y continúa: “El ministro demuestra cómo el gobierno
turco piensa argumentar en el futuro –más precisamente en 2015, centenario del
genocidio–. El gobierno turco de Recep Erdogan debe ya recapacitar para no
quedar en la capilla de los acusados internacionalmente. Actualmente no existen
relaciones diplomáticas ni contactos oficiales entre Turquía y Armenia. La
región fronteriza es un ángulo muerto de la geopolítica, paralizada de todo
comercio internacional. No hay comunicación alguna por la frontera, tampoco
vías ferroviarias y ningún tránsito internacional. Esto va en perjuicio tanto
de los turcos como de los armenios. Los burgomaestres de las ciudades turcas de
Kars, Akyaka e Igadir exigen desde hace largo tiempo la apertura de la
frontera. Hace dos años, el populista Erdogan hizo destruir un monumento a la
reconciliación en Kars para ganar simpatías de los nacionalistas turcos. Pero
al mismo tiempo hizo renovar iglesias armenias.
“Lo
más importante –agrega Nordhausen– es el cambio de conciencia de la población
turca. Desde el asesinato del periodista armenio Hrant Dink en Estambul, en
2007, el genocidio armenio ya no es ningún tabú. Antes hubiera sido imposible,
pero hoy tienen lugar en Estambul, Ankara, Izmir y otras ciudades, congresos
científicos, presentación de films y exposiciones sobre el genocidio.
Historiadores turcos, tesis de doctorado y estudiantes investigan los sucesos
de 1915. El monumental libro, con pruebas del genocidio del historiador alemán
Wolfgang Gust, titulado Genocidio a los armenios, fue publicado en turco en
2012. Se realizan encuentros turco-armenios y programas de intercambio
científico. Y en el día de la memoria del genocidio, en abril, se reunieron más
de 2 mil personas en el centro de Estambul, sin que se produjeran incidentes.
Los armenios esperan más que un accionar diplomático. Quieren resultados
positivos. Pero también muchos turcos reconocen lo sucedido y accionan hacia la
paz de los pueblos. Eso es lo positivo. Lo único positivo en la historia del
ser humano.
Para
terminar, no quisiera aquí dejar de recordar a un gran escritor que nos acaba
de dejar para siempre: el pampeano Jorge Etchenique, escritor de las pampas
argentinas, de su historia, de su gente. Sus libros van a quedar para siempre
con ese aire pampeano, esas llanuras verdes interminables y ese sublime aire de
libertad. Gracias por tu vida, Jorge.
© Escrito por Osvaldo Bayer el sábado
21/12/2013 desde Bonn, Alemania y publicado por el Diario Página/12 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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