Videla acusa a Verbitsky...
El bombazo de Montoneros que hizo renunciar al último general legalista.
La historia es siempre más compleja que el relato y hay
veces en que la izquierda juega para la derecha. Ocurrió hace exactamente
treinta y seis años, en plena dictadura, cuando Montoneros colocó una bomba en
un comedor de la Policía Federal, donde murieron veinticuatro personas y hubo
más de sesenta heridos. La primera consecuencia fue el desplazamiento del
flamante jefe de la Policía Federal, Arturo Amador Corbetta, un general que
todavía defendía que la represión a las guerrillas fuera realizada con la ley
en la mano; fue reemplazado por un “duro”, el general Edmundo René Ojeda.
El General Arturi Amador Corbetta. (Izquierda)
Fue el 2 de julio de 1976, a las 13,20, en el comedor de la
Superintendencia de Seguridad Federal, en Moreno 1431, en plena Capital. La
bomba vietnamita (con trozos de metal que, con la explosión, se transforman en
proyectiles que aumentan el número de heridos) provocó una rebelión de la plana
mayor de la Policía Federal contra el liderazgo del general Corbetta.
—Corbetta quería obligar a la Policía Federal a que
combatiera con los códigos de un abogado, pero eso no era de aplicación. La
Policía lo dejó solo en el Patio de las Palmeras durante el velatorio de los
muertos —me dijo Videla en el libro Disposición Final.
Corbetta era también abogado y admiraba a Kant. El 7 de
julio de 1976, al informar a su gobierno de manera reservada, el embajador
estadounidense, Robert Hill, recordó que, cuando asumió, este general había
advertido a sus subordinados que “no toleraría ningún arresto ilegal, tortura o
asesinato. La reacción de la Policía Federal contra su nuevo jefe fue inmediata
e intensa. Muchos oficiales de alto rango comenzaron a quejarse a sus contactos
castrenses de que Corbetta estaba dañando ´la campaña antisubversiva´ y de que
era ´no confiable´ y/o ´un izquierdista´”.
A los pocos días de perder su cargo, Corbetta utilizó las
influencias que le quedaban para liberar a los actores Luis Brandoni y Martha
Bianchi. “A este hombre yo lo había visto dos veces en mi vida, en reuniones
sociales. Me dijeron que se murió de tristeza (14 de agosto de 1983) y yo me
quedé con un sabor amargo, con una lágrima en el corazón, porque nunca le pude
agradecer que me salvó la vida”, dijo Brandoni a Clarín el 8 de agosto de 2010.
Es decir que la bomba de Montoneros, justificada con el
argumento de que ese lugar era un centro clandestino de detención y tortura
aunque hay otras hipótesis sobre las posibles razones del atentado, terminó
beneficiando en la interna militar a los partidarios de la represión ilegal.
De acuerdo con Videla, “las manos de ese atentado se conocen
muy bien: (Rodolfo) Walsh y (Horacio) Verbitsky, que estaban en el aparato de
Inteligencia de Montoneros”. Verbitsky rechazó esa afirmación: “Es otra
falsedad de Videla. Once meses después de la explosión, la Marina y la Policía
Federal ya habían secuestrado y asesinado a todos los que participaron”.
Corbetta fue trasladado a Tandil, como jefe de la Primera
Brigada de Caballería Blindada.
Allí salvó la vida del actual legislador porteño Juan Carlos
Dante Gullo, que había sido detenido a principios de 1975. Gullo estaba
detenido en el penal de Sierra Chica, y Corbetta impidió que lo mataran
simulando un intento de fuga de presos.
Antes, en la Policía Federal, Corbetta había reemplazado al
general Cesáreo Cardozo, que fue el primer jefe de la Policía Federal de la
dictadura y fue asesinado el 18 de junio de 1976 en su dormitorio, mientras
dormía junto a su esposa, en otro atentado montonero. Una joven de 18 años, Ana
María González, amiga y compañera de estudios de una de las hijas de Cardozo,
había colocado una bomba debajo de la cama del general.
© Escrito por Ceferino Reato y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 2 de Julio de 2012.
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