Pronto cumplirá 9 años. Casi la misma cantidad de tiempo que demoró la Justicia en resolver su destino, por un caso de adopción. Gabriel, el niño de La Pampa por el que se movilizó toda una comunidad.
Veintidós de abril de dos mil cinco.
Escondido en algún lugar de la luna, con una sonrisa cómplice, Juan dibuja dinosaurios montados sobre nubes espesas y brillantes que luego soltará, para regocijo de Gabriel, sobre los cielos de cálidos atardeceres de Parera, un apacible pueblito rural de 1800 habitantes en el norte pampeano, 200 kilómetros al norte de la capital provincial.
No hay atardecer en Parera en que Gabriel no levante su cabeza rapada y morena para clavar sus ojos en los dinosaurios. Y ahí se quedará, extasiado como en el mejor de los cuentos, para descubrirlos, para gritarle a Juan, su papá del corazón, "ahí va uno, ahí va otro..." Juan no lo escucha. Está escondido en algún lugar de la luna. Pero Gabriel lo ve. Dice que es el único que puede verlo. Y cuando dice que no lo ve en la luna, de tan bien escondido que está, lo presiente en la casa: "Hay olor a papá", le susurra al oído a Nelly, de 50 años, empleada doméstica, su mamá del corazón.
Como todos los ocasos de abril, el sol cae lento como un telón viejo sobre el pueblo, que no entrega más sonidos que el traqueteo de un carro viejo, el canto triste de un cardenal enjaulado, las campanadas de las seis sonando como a trueno en medio de un silencio de misa, y poco más que eso. Sobre las calles de tierra del barrio de Nelly, tibios ventarrones arremolinan hojas de acacias y de paraísos, las levantan como si nada y las arrastran en una burbuja de polvo gris hasta perderse pocos metros más adelante. Por ahí, despreocupado, anda Gabriel, ajeno a lo que está por suceder.
Ese día, el Juzgado del Menor y la Familia de General Pico, La Pampa, a cargo del doctor Luis Alberto García, les notificará a Juan y a Nelly Becerra de Biocca -familia inscripta en el Plan Nacional de Familias Sustitutas- que Gabriel, en el momento de sólo 4 años, va a ser entregado en adopción a una familia de Miguel Cané, un pueblo vecino de Parera, y que en el transcurso de un mes y medio los Biocca deberán cumplir con esa resolución.
Gabriel nació en Ingeniero Luiggi, La Pampa, el 16 de abril de 2001. Dos meses más tarde fue internado de urgencia en el hospital de General Pico. Había ingresado con signos de mala alimentación, con una costilla fracturada y un pulmón perforado por causa de esa costilla rota. El diagnóstico indicaba un fuerte golpe, como un puñetazo en el centro del pecho o aplastamiento con las manos. Inmediatamente de conocido el episodio, sus padres, que vivían en Ingeniero Luiggi, un pueblo vecino de Parera, fueron detenidos y procesados por maltrato. La causa, caratulada como "lesiones graves", recayó en el juzgado del doctor García.
No obstante las evidencias -tantas, que luego, tras un proceso de dos años, alcanzarían para quitarles a los padres biológicos la patria potestad-, en octubre de 2002 el Juzgado Penal 2 los sobreseyó por falta de pruebas y cerró el caso. Los padres biológicos de Gabriel, sin embargo, nunca apelaron aquel fallo para que se les restituyera la patria potestad. Y jamás volvieron a ver a su hijo.
Diez meses antes, el 22 agosto de 2001, mientras se sustanciaba el juicio a los padres biológicos, el juez García había entregado a Gabriel al cuidado temporario del matrimonio Biocca. Gabriel tenía apenas cuatro meses, "era un sol, pero también un Cristo roto", y Juan y Nelly Biocca conocían las reglas: la tenencia del niño por parte de una familia sustituta no debía extenderse más allá de seis meses. Pasado ese tiempo, Gabriel tenía que ser dado en adopción a otra familia. Pero fue la propia Justicia, con su lentitud, la que se encargó de transformar en pesadilla los sueños de una criatura que ya empezaba a conocer el significado de las palabras "papá", "mamá", "hermanos", "familia". Así, los meses se hicieron años: cinco. Lo recibieron de bebe, y el tiempo lo convirtió en parte de la familia. Para todo Parera, Gabriel era un hijo más de los Biocca, aunque nunca se le ocultaron ni su origen ni la identidad de sus padres biológicos.
Aquel 22 de abril de 2005 fue el peor día en la vida de la familia Biocca. Un mazazo a la esperanza. Y un golpe mortal: Juan Biocca, que arrastraba desde hacía mucho tiempo alteraciones renales y respiratorias, empeoró su cuadro producto de la profunda depresión en la que había caído después de recibir la notificación del juzgado. Internado en la Clínica Santa Teresita, de Realicó, pasó doce días en terapia intensiva, en coma farmacológico y con asistencia respiratoria mecánica hasta su muerte, ocurrida una fría mañana del sábado 28 de mayo.
Un mes después de su muerte, Nelly iniciaba los trámites de adopción.
Cuentan en Parera que a Juan Biocca, que tenía apenas 53 años y era cantinero del Club Agrario, no le cabía el corazón en el pecho de tan grande que lo tenía. Pura bondad, pura honestidad, puro sacrificio. Un hombre de una sensibilidad extrema que sobrellevaba, como podía, la cruz de la obesidad. Nelly, y todo Parera, nunca dudaron de que Juan murió de tristeza. Tiempo después, en marzo de 2006, cuando Nelly había logrado la preadopción de Gabriel, le comentó a este cronista que su marido había muerto sin saber que el juez les había otorgado ese beneficio. Lo dijo con voz ahogada, mientras una montaña de ropa que cubría casi la mitad de la mesa de la cocina esperaba el paso lento de la vieja plancha a carbón que todavía no se había calentado lo suficiente.
La historia de Gabriel es un doloroso capítulo dentro de la vulnerable política de adopción que rige en la Argentina. Como otros miles de niños, Gabriel fue una víctima más del maltrato, el abandono y el desamor. Y por mucho tiempo, además, víctima de la negligencia y la desatención del Estado. Pero hoy es, también, ejemplo de lucha: la de él, por querer vivir; la de una familia, por haberle abierto los brazos y el corazón y acogerlo como un hijo más, y la de todo un pueblo, por haberse encolumnado detrás de una causa que trascendió, incluso, las fronteras del país.
"Al Gaby le fascinan los dinosaurios; por eso, Juan siempre le dibujaba dinosaurios. Todavía hoy, cada tanto, el Gaby sigue buscando dinosaurios en las nubes. Cuando era más chiquito y decía que lo veía al padre en la luna, lo decía tan seguro, tan convencido, tan emocionado que... hasta a mí también me daban ganas de levantar la cabeza -dirá Nelly, o la Neyi , como la conocen en el pueblo, con pudorosa vergüenza-. Y cuando decía que había olor a papá, es porque uno de mis hijos usaba el mismo perfume que Juan. Ese es nuestro Gabriel, el Gaby del pueblo, porque acá en el pueblo todos se sienten hermanos o tíos o abuelos del Gaby. Lástima... la pena profunda que tengo y que me estruja el corazón es que ya no está Juan para disfrutarlo."
En la Argentina hay 167 Pequeños Hogares y 95 Amas Externas (el folklore popular las llama "madres sustitutas") que tienen a menores a su cuidado y dependen del Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia. Pequeños Hogares y Amas Externas son programas creados por el Consejo para reducir al mínimo la institucionalización de los chicos abandonados o imposibilitados de reinsertarse en sus familias biológicas. Son niños que, una vez concluida la evaluación de los Juzgados de Menores, quedan en condiciones de ser entregados en adopción. Algunas cifras no oficiales indican que unas 3000 personas están registradas para adoptar en la Argentina. Actualmente, sólo en la provincia de La Pampa hay 320 chicos en guarda estatal, pero sólo se registran dos adopciones por año.
Nelly continúa con sus recuerdos: "Todo lo que siguió a la notificación del juez de que nos podían quitar a Gabriel para entregarlo a otra familia, en abril de 2005, fue tremendo, terrible... -suspira-. Ya a la semana yo veía que Juan se levantaba llorando, que comía llorando, que iba a trabajar llorando... A partir de esa noticia, se deprimió de tal forma que nunca lograría recuperarse. Llegó a tener 28 de presión. Es que para él Gaby era... todo... y yo lo veía cada vez peor. Gaby le decía todo el tiempo: «Papi, me cortás pan... papi, me das agua... papi, vamos a jugar... papi, me dibujás un dinosaurio grande...» Juan llegaba del trabajo, del campo o del Club Agrario, y Gaby lo esperaba en la puerta de casa. Así era. Todos los días igual. Juan siempre tenía tiempo para estar con él. Y a mí me decía en voz muy baja, con sus ojitos negros llenos de lágrimas, que nunca terminaban de caer para que el Gaby no se diera cuenta: «Me parece que lo perdemos». El pueblo empezó a movilizarse. Yo quería encontrarle otra vuelta, pero solos no podíamos hacer nada. El juez iba con todo el peso de la ley, pero después de casi 5 años, era una injusticia..."
Y Parera, en el mismo momento en que se preparaba para la inauguración del Festival Folklórico de Otoño -el acontecimiento más esperado del año- tuvo su "cabildo abierto". Las primeras reuniones se hicieron en la casa de los Biocca. Pero no fue Nelly la que salió a la calle a buscar apoyo. Fueron sus vecinos, de a uno, quienes empezaron a llamar a su puerta para decirle: "Neyi, estamos con vos para lo que necesités". Allí estaban los vecinos más cercanos: Gladys Mirco, Leticia Cometto, Norma Márquez, Olga Dosio y Mariela Lecitra. "La idea de marchar fue siempre la misma: velar por los derechos del niño... por el interés superior del niño", dicen las vecinas. Y a las marchas de mayo, que fueron seis, siguieron los petitorios al juez, y las firmas: 800, en una población de 1800 personas. Y se pusieron a pintar carteles (Parera grita en silencio Gaby no se va; La justicia lenta no es justicia; Señor juez: en este pueblo hay muchos chicos pero no sobra ninguno).
Y el párroco del pueblo montó en su bicicleta y se llegó hasta a la casa de Nelly. Y también el intendente, que fue caminando. Y el presidente del Concejo Deliberante de Parera, que acompañó la marcha del intendente. Y Rina Jurado, "la voz de Parera", cantó en el Festival de Otoño El hijo de todos, la zamba que Gaspar Montes, otro vecino de Nelly, le dedicó a Gabriel. Algo así como el himno de Parera: Niño no llores desconsolado,/ la ley del hombre causa dolor;/ los que legislan han olvidado/ ese derecho que da el amor./ Niño no llores, sigue soñando/ con ser un día zapateador./ De allá del cielo te están cuidando/ y todo un pueblo vela por vos./ Y le pedimos al ser divino/ que las tristezas no vuelvan más,/ hijo de todos ya te sentimos,/ junto a nosotros siempre estarás./ Niño sonríe, calla tu llanto/ vive la vida y sé feliz./ No dejaremos que tú te vayas,/ los que te aman están aquí..."
Exactamente un año después, el 5 de abril de 2006, empujado por las circunstancias y por la presión de todo un pueblo, el juez volvió sobre sus pasos y le concedió a la familia Biocca la guarda preadoptiva por la que habían luchado desde que Gabriel entró en sus vidas.
Nelly no estaba equivocada al plantear sus dudas. De no haber sido por la callada lucha de los Biocca y por esa toma de conciencia de los habitantes de un pueblo perdido en la llanura pampeana, Gabriel, hoy, podría ser un niño de la calle, o institucionalizado, o desaparecido, o explotado sexualmente, o esclavizado, o desarraigado, o adoptado ilegalmente (sólo el 25% de las adopciones comienza de forma legal). O muerto.
Nada de eso ha sucedido esta vez. Fueron 9 los años que se tomó la Justicia para resolver su destino, que concluyó con la adopción definitiva, a favor de Nelly Becerra de Biocca, el 22 de junio de 2008.
Gabriel cursa tercer grado de la escuela primaria de Parera. Su mamá dice que no perdió la costumbre de buscar dinosaurios en el cielo, y que a veces se pone medio triste porque ha empezado a olvidar cómo era la voz de Juan, su papá del corazón.
© Escrito por Jorge Palomar y publicado en el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 27 de Diciembre de 2009.
Figuras de protección
La ley argentina identifica diversas formas de protección al menor en riesgo: