7D...
En la contratapa de ayer comparé las pérdidas de contacto con la realidad de Cristina Kirchner con la de Fernando de la Rúa. En un caso, por exceso de poder, y en el otro, por su falta. La conjunción de hechos negativos que el Gobierno viene experimentando podría deberse mucho más al aislamiento de una Presidenta encerrada en su propia soberbia –a quien ninguno de sus colaboradores se anima a frustrar– que a la proximidad del día 7 de diciembre como cree el oficialismo.
Pero el Gobierno ve
detrás de cada problema la mano negra de Clarín. Según su visión, Héctor
Magnetto habría organizado los cacerolazos, las preguntas de los estudiantes
norteamericanos a la Presidenta, la huelga de Prefectura y Gendarmería y hasta
el secuestro del testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra.
Supongamos que no
creen lo que dicen (aunque algunos parecen creerlo) y que asignar todos sus
problemas a Clarín sea una estrategia que persigue un fin racional y
conveniente para el Gobierno.
Una hipótesis sería
que se trata de una buena táctica de presión a los jueces para que ni se les
ocurra pensar en otorgarle una nueva cautelar a Clarín, que empañe la fiesta
que el pueblo argentino está esperando para coronar épicamente el 7 de
diciembre como “el día de la recuperación de la soberanía informativa”.
Pero si así fuera, el
8 de diciembre los estragos que producen la inflación, la falta de dólares, la
inseguridad, el ruido de cacerolas o el malestar de las fuerzas de seguridad
continuarían, y el kirchnerismo se quedaría sin el chivo expiatorio a quien
echarle la culpa de todos sus males. Podría resultarle un triunfo pírrico
porque, después de tanta energía colocada en ese tema, verían que cosechan
muchas menos ventajas de las que esperaban, o dicen esperar.
Podría ser que
realmente pensaran que los problemas perderían una parte significativa de su
efecto negativo si los medios audiovisuales no los transmitieran, al quedar
todos finalmente cooptados por el Gobierno. Si así razonaran, estarían asignándoles
a los medios un excesivo papel en la construcción de sentido y además
minimizando los cambios tecnológicos. La masificación de internet y los
teléfonos inteligentes cambiaron para siempre las posibilidades de difundir y
recibir información. Hace pocos días, la BBC realizó la primera transmisión en
vivo utilizando como cámara un iPhone y con preguntas de los conductores del
noticiero en los estudios centrales de Londres a los afectados de una
inundación en Inglaterra (ver en http://e.perfil.com/Iphoneapp).
También se
equivocarían si creyeran que manejando la grilla de los canales que las
empresas de cable difundan (o no) –sumado a la ya existente discriminación con
la publicidad oficial y la compra de medios por empresarios amigos– terminarían
de cerrar el cerco de la censura. El interés de la audiencia se desplazaría
hacia otros medios y los contenidos audiovisuales en internet crecerían
geométricamente.
La otra hipótesis, y
la más probable, es que el Gobierno especule con que el 7 de diciembre no pueda
torcerle el brazo al Grupo Clarín y que, con tanto foco puesto en esa fecha,
persiga victimizarse y venderle a la opinión pública que los problemas que
enfrenta no son el resultado de sus crisis de gestión sino de las continuas
operaciones destituyentes y antiargentinas de “la cadena nacional del
desánimo”. Que la persistencia de un Grupo Clarín intacto después del 7 de
diciembre, tras tanto énfasis público del Gobierno por lograr lo contrario, sea
funcional al relato de que existen poderosísimas corporaciones, aun más fuertes
que el propio Estado, que le impiden al kirchnerismo alcanzar la prosperidad
que anhela para todos los argentinos. En vez del clásico enemigo exterior, un
enemigo interior.
Repasemos los hechos
de los últimos días. El kirchnerismo dice que la “familia judicial” nombró un
juez contrario al Gobierno –Raúl Tettamanti– para que cubra la vacante en el
juzgado que debe fallar sobre si es o no inconstitucional el artículo de la Ley
de Medios que obliga a Clarín (y a los que estén en igual situación) a
desinvertir. Y teme que antes del 7 de diciembre este juez tome cualquiera de
estas tres decisiones favorables a Clarín: 1) un fallo definitivo que declare
inconstitucional ese artículo de la Ley de Medios; 2) que conceda una
ampliación de la cautelar a Clarín hasta tanto exista sentencia definitiva; o
3) ante un pedido de Clarín, que aclare que el 7 de diciembre comienza recién
el año de plazo para la desinversión voluntaria y no que ese plazo termina en
esa fecha, como interpreta el Gobierno.
El ministro de
Justicia, Julio Alak, anunció que el Gobierno recusará a Tettamanti. Mientras
dure el proceso de recusación que deberá decidir la Cámara (de la que también
desconfía el kirchnerismo), Tettamanti no podrá tomar medida alguna en la causa.
Lo más probable es que la Cámara rechace la recusación, porque los
cuestionamientos que el kirchnerismo hace sobre las presuntas irregularidades
en la designación de Tettamanti no son causales de recusación sino que deberá
demostrar su subjetividad a favor de Clarín o en contra del Estado, algo
difícil de probar porque este juez ya falló contra Clarín ante un pedido de la
Afsca actuando como subrogante rotativo.
Y que también antes
del 7 de diciembre Tettamanti quede repuesto en el cargo, supuestamente sin
tiempo para un fallo definitivo aunque sí para concederle a Clarín una
ampliación de la cautelar hasta la sentencia de fondo, o un dictamen que aclare
que el 7 de diciembre comienza y no finaliza el año de plazo para desinvertir.
El pedido del Gobierno
de recusación del juez sería para presionar sobre la Cámara y luego sobre el
propio juez, con el fin de que se sientan obligados no sólo a no tener
subjetividad contra el Estado sino también a demostrarlo. Y además, para ir
preparando a la opinión pública ante un fallo adverso sobre la malignidad de
las corporaciones.
Con la designación de
Tettamanti por parte de la Cámara (un juez con fama de honesto y poco
influenciable) y la unión de todos los no kirchneristas en el Consejo de la
Magistratura para bloquear la designación de otro juez propuesto por el
Gobierno, Clarín está mejor que en ningún otro momento desde que en mayo pasado
la Corte Suprema falló colocando el límite del 7 de diciembre para la célebre
cautelar.
En síntesis: el
kirchnerismo insiste en que seguro el 7D cambia el país, por ignorancia o
porque le conviene mantener un enemigo con el que entretener a militantes y
críticos.
En la contratapa de
ayer comparé las pérdidas de contacto con la realidad de Cristina Kirchner con
la de Fernando de la Rúa. En un caso, por exceso de poder, y en el otro, por su
falta. La conjunción de hechos negativos que el Gobierno viene experimentando
podría deberse mucho más al aislamiento de una Presidenta encerrada en su
propia soberbia –a quien ninguno de sus colaboradores se anima a frustrar– que
a la proximidad del día 7 de diciembre como cree el oficialismo.
Pero el Gobierno ve
detrás de cada problema la mano negra de Clarín. Según su visión, Héctor
Magnetto habría organizado los cacerolazos, las preguntas de los estudiantes
norteamericanos a la Presidenta, la huelga de Prefectura y Gendarmería y hasta
el secuestro del testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra.
Supongamos que no creen
lo que dicen (aunque algunos parecen creerlo) y que asignar todos sus problemas
a Clarín sea una estrategia que persigue un fin racional y conveniente para el
Gobierno.
Una hipótesis sería
que se trata de una buena táctica de presión a los jueces para que ni se les
ocurra pensar en otorgarle una nueva cautelar a Clarín, que empañe la fiesta
que el pueblo argentino está esperando para coronar épicamente el 7 de
diciembre como “el día de la recuperación de la soberanía informativa”.
Pero si así fuera, el
8 de diciembre los estragos que producen la inflación, la falta de dólares, la
inseguridad, el ruido de cacerolas o el malestar de las fuerzas de seguridad
continuarían, y el kirchnerismo se quedaría sin el chivo expiatorio a quien echarle
la culpa de todos sus males. Podría resultarle un triunfo pírrico porque,
después de tanta energía colocada en ese tema, verían que cosechan muchas menos
ventajas de las que esperaban, o dicen esperar.
Podría ser que
realmente pensaran que los problemas perderían una parte significativa de su
efecto negativo si los medios audiovisuales no los transmitieran, al quedar
todos finalmente cooptados por el Gobierno. Si así razonaran, estarían
asignándoles a los medios un excesivo papel en la construcción de sentido y
además minimizando los cambios tecnológicos. La masificación de internet y los
teléfonos inteligentes cambiaron para siempre las posibilidades de difundir y
recibir información. Hace pocos días, la BBC realizó la primera transmisión en
vivo utilizando como cámara un iPhone y con preguntas de los conductores del
noticiero en los estudios centrales de Londres a los afectados de una
inundación en Inglaterra (ver en http://e.perfil.com/Iphoneapp).
También se
equivocarían si creyeran que manejando la grilla de los canales que las
empresas de cable difundan (o no) –sumado a la ya existente discriminación con
la publicidad oficial y la compra de medios por empresarios amigos– terminarían
de cerrar el cerco de la censura. El interés de la audiencia se desplazaría
hacia otros medios y los contenidos audiovisuales en internet crecerían
geométricamente.
La otra hipótesis, y
la más probable, es que el Gobierno especule con que el 7 de diciembre no pueda
torcerle el brazo al Grupo Clarín y que, con tanto foco puesto en esa fecha,
persiga victimizarse y venderle a la opinión pública que los problemas que
enfrenta no son el resultado de sus crisis de gestión sino de las continuas
operaciones destituyentes y antiargentinas de “la cadena nacional del
desá-nimo”. Que la persistencia de un Grupo Clarín intacto después del 7 de
diciembre, tras tanto énfasis público del Gobierno por lograr lo contrario, sea
funcional al relato de que existen poderosísimas corporaciones, aun más fuertes
que el propio Estado, que le impiden al kirchnerismo alcanzar la prosperidad
que anhela para todos los argentinos. En vez del clásico enemigo exterior, un
enemigo interior.
Repasemos los hechos
de los últimos días. El kirchnerismo dice que la “familia judicial” nombró un
juez contrario al Gobierno –Raúl Tettamanti– para que cubra la vacante en el
juzgado que debe fallar sobre si es o no inconstitucional el artículo de la Ley
de Medios que obliga a Clarín (y a los que estén en igual situación) a
desinvertir. Y teme que antes del 7 de diciembre este juez tome cualquiera de
estas tres decisiones favorables a Clarín: 1) un fallo definitivo que declare
inconstitucional ese artículo de la Ley de Medios; 2) que conceda una
ampliación de la cautelar a Clarín hasta tanto exista sentencia definitiva; o
3) ante un pedido de Clarín, que aclare que el 7 de diciembre comienza recién
el año de plazo para la desinversión voluntaria y no que ese plazo termina en
esa fecha, como interpreta el Gobierno.
El ministro de
Justicia, Julio Alak, anunció que el Gobierno recusará a Tettamanti. Mientras
dure el proceso de recusación que deberá decidir la Cámara (de la que también
desconfía el kirchnerismo), Tettamanti no podrá tomar medida alguna en la
causa. Lo más probable es que la Cámara rechace la recusación, porque los
cuestionamientos que el kirchnerismo hace sobre las presuntas irregularidades
en la designación de Tettamanti no son causales de recusación sino que deberá
demostrar su subjetividad a favor de Clarín o en contra del Estado, algo
difícil de probar porque este juez ya falló contra Clarín ante un pedido de la
Afsca actuando como subrogante rotativo.
Y que también antes
del 7 de diciembre Tettamanti quede repuesto en el cargo, supuestamente sin
tiempo para un fallo definitivo aunque sí para concederle a Clarín una
ampliación de la cautelar hasta la sentencia de fondo, o un dictamen que aclare
que el 7 de diciembre comienza y no finaliza el año de plazo para desinvertir.
El pedido del Gobierno
de recusación del juez sería para presionar sobre la Cámara y luego sobre el
propio juez, con el fin de que se sientan obligados no sólo a no tener
subjetividad contra el Estado sino también a demostrarlo. Y además, para ir
preparando a la opinión pública ante un fallo adverso sobre la malignidad de
las corporaciones.
Con la designación de
Tettamanti por parte de la Cámara (un juez con fama de honesto y poco
influenciable) y la unión de todos los no kirchneristas en el Consejo de la
Magistratura para bloquear la designación de otro juez propuesto por el
Gobierno, Clarín está mejor que en ningún otro momento desde que en mayo pasado
la Corte Suprema falló colocando el límite del 7 de diciembre para la célebre
cautelar.
En síntesis: el
kirchnerismo insiste en que seguro el 7D cambia el país, por ignorancia o
porque le conviene mantener un enemigo con el que entretener a militantes y
críticos.
© Escrito por Jorge
Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la ciudad Autónoma de Buenos
Aires el sábado 6 de Octubre de 2012.