Ideología y autismo…
CRISTINA Y DE LA RUA, dos formas de aislamiento.
Los extremos siempre
tienen puntos en común. La decidida Cristina Kirchner y el indeciso De la Rúa
no podrían ser ejemplos más opuestos. Sin embargo, algunos efectos de sus
comportamientos pueden ser similares. Al autismo, en sentido político –nada que
ver con los niños que padecen anomalías en sus conexiones neuronales–, se puede
llegar tanto por la duda como por la certeza absoluta. La pérdida de contacto
con la realidad también puede ser consecuencia de una visión ideológica tan
estructurada que termine siendo una coraza impenetrable para las señales que
día a día vaya emitiendo la realidad. Un conjunto de ideas blindadas carece de
la porosidad necesaria para que ingrese lo exterior. Inmune a la influencia
externa, se retroalimenta endogámicamente y se va alejando progresivamente del mundo.
La inteligencia no siempre da un salvoconducto frente al
enloquecimiento, como lo demuestra la cantidad de grandes pensadores que
terminaron en un hospicio o cayeron en el suicidio simbólico y hasta real
algunas veces.
Los ecos de las respuestas de la Presidenta a los alumnos de
las universidades de Georgetown y Harvard siguieron resonando una semana
después de producidas porque mostraron ese costado irracional de Cristina
Kirchner. La locura es un componente que en alguna medida toda persona debe tener
para llegar a la presidencia pero, como se sabe, es la dosis lo que diferencia
el veneno del antídoto, para que uno proteja y el otro aniquile.
No había nada tan incómodo de responder en las preguntas de
los alumnos. Resulta ilustrativo comparar cómo Néstor Kirchner salió airoso de
preguntas igualmente desafiantes en su última visita a universidades
norteamericanas, hace poco más de dos años, en su caso en la Universidad de
Columbia de Nueva York. (se puede ver el video en http://e.perfil.com/cfknestor)
Cristina podría haber salido de los dos temas que la
descolocaron diciendo que nuestra inflación era superior a la de los países
vecinos porque también el crecimiento acumulado del PBI en la última década en
Argentina había sido mayor que en el de los países vecinos. Que una mayor
inflación era el efecto secundario de la medicina adecuada para un país que
precisó crecer más rápido que el resto por haber padecido una caída del
producto bruto en el default de 2002, que ningún otro país tuvo. Y sobre el cepo
cambiario, que por ese mismo default de 2002, la Argentina carece de
posibilidades de acceder al crédito internacional para financiar eventuales
déficits de balanza comercial o fiscal, por lo que debe arreglarse con los
propios dólares que genera el saldo de exportaciones menos importaciones y eso
justifica las medidas restrictivas a la compra de divisas que los otros países
latinoamericanos no precisaron implementar.
Respuestas discutibles desde el punto de vista ideológico y
más aun técnico, pero hubieran sido coherentes con su pensamiento, sin
provocar.
Al decir que si fuera cierto que en la Argentina la
inflación es del 25% el país estaría explotando, la Presidenta cruzó una
frontera que supera la conjetura del cinismo o la calificación de mentira para
ingresar en el terreno del delirio por su evidente inverosimilitud. Y el
análisis pasó a ser psicológico, y ya no político.
El todo o la nada son pares. La incontinencia y la
inhibición son polos opuestos de patologías que comparten ciertas consecuencias.
Esto no quiere decir que Cristina Kirchner vaya a terminar como De la Rúa, son
marcos de poder totalmente diferentes, contextos diferentes, partidos
diferentes y además la historia nunca se repite literalmente. Pero es
interesante observar cómo por distintas vías ambos presidentes padecieron
alguna forma de aislamiento, alguien podría decir que uno por exceso de poder y
otro por falta.
La palabra autismo –nuevamente no en el sentido biológico
sino en el psicológico– fue inventada por el psiquiatra suizo Eugen Bleuler
(quien también acuñó la palabra esquizofrenia), tomando del griego auto, que
quiere decir uno mismo. Cuando en política se la utiliza metafóricamente se
apela a ese sentido de volverse hacia adentro, de encierro interno y clausura
de la influencia exterior. Muchos caminos pueden conducir a alguna forma de
reclusión intelectual. La soberbia produce alejamiento de los otros por
superioridad. El misticismo conduce al recogimiento por entrega. La ideología,
en sentido máximo, es una forma de religión. En ese sentido, como en el
enamoramiento, hay una pérdida del sentido de la realidad, los hechos son
leídos de forma que encajen con la teoría y no al revés.
Mañana, en un reportaje que publicará PERFIL, Roberto
Lavagna le dice a Magdalena que hay personas que construyen castillos en el
aire y otras que directamente se van a vivir a ellos, refiriéndose a la ficción
del relato sobre la inflación.
Los ecos de las respuestas de Cristina Kirchner en las
universidades norteamericanas no fueron tanto por los temas en cuestión sino
por develar posibles problemas en la inteligencia emocional de la Presidenta.
Se podría leer distinto el conflicto con la Gendarmería y la Prefectura, si se
lo hace desde la perspectiva de una gobernante que está cada vez más sola, a la
que nadie se anima a contradecir ni transmitir en profundidad noticias
negativas porque se enoja con vehemencia en esas situaciones. La intolerancia a
la frustración de quien comanda construye una organización acrítica que impide
tanto atacar seriamente la inflación o el cepo cambiario como la forma de
resolver los problemas de liquidación de los sueldos de las fuerzas de
seguridad.
La desprolijidad y la descoordinación de algunas acciones
del Gobierno podrían ser fruto de esa distancia sacra que hay entre sus
funcionarios y la Presidenta más que de las verdaderas dificultades que tienen
los problemas que hay que solucionar.
La cuestión sería la forma en que se atacan los problemas
más que los problemas en sí. Lo mismo que se vio ante las preguntas de los
alumnos de Harvard y Georgetown, ejemplo que quedará en el inconsciente
colectivo del carácter presidencial.
© Escrito por Jorge
Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la ciudad Autónoma de Buenos
Aires el viernes 5 de Octubre de 2012.