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domingo, 3 de diciembre de 2017

El sexo hace medio siglo, en el recuerdo de mujeres de más de 70… @dealgunamanera...

El sexo hace medio siglo, en el recuerdo de mujeres de más de 70…


Era absoluto tabú y “de eso” no se hablaba en la mayoría de las familias. Cinco mujeres “grandes” hablan de sexualidad. La virginidad tenía un valor hoy inimaginable y el matrimonio era una institución con la que la mayoría de las mujeres soñaba.

©  Escrito por Mariana Otero el Domingo 05/11/2017 y publicado por el Diario La Voz de la Ciudad de Córdoba, Provincia de Córdoba.

“Había todo un mito acerca de la virginidad. Estaba la creencia de que si te acostabas con un tipo era como que te ‘poseía’ y ya no podía ser con ningún otro. Creo que, sobre todo, había un gran miedo a perder el respeto del hombre” (María Elena, 70 años, escribana).

“Con la madre no se hablaba. Recuerdo la impresión que me causó saber que había algo llamado ‘beso de lengua’. Durante mucho tiempo me asqueó esa figura. Todas soñábamos con el amor, con ponernos de novias. El sexo era una parte de esa fantasía romántica (Rosa, 73, periodista).

“Mi novio al principio venía sólo los martes y sábados. Nos quedábamos en casa, jugando a los naipes con mi papá. ¡Cómo cambiaron los tiempos! Yo tenía 15 años y él era siete años más grande. ¡No sé cómo me aguantó! (Josefina, 79, maestra).

“Me casé virgen, pero me esforzaba por hacer creer que habíamos tenido relaciones sexuales previas. Quería parecer moderna. La entrada a la Universidad me abrió la cabeza. Mi familia era bastante avanzada para la época” (Marta, 77, psicóloga).

“Recuerdo con tristeza cuando me desarrollé. Lloraba mi mamá y yo también, más asustada que otra cosa. Sin ninguna explicación, me dieron disparatadas recomendaciones y reglas: no lavarse la cabeza, bañarse por piezas, como decía mi abuela, y lo peor: higienizar esas prendas que se utilizaban” (Emilce, 81, profesora de Latín, Castellano y Literatura).

Todas las mujeres que hablan en esta nota son cordobesas mayores de 70 años, crecieron en la época en que conversar sobre sexo era una rareza, donde la virginidad tenía un valor superlativo y su pérdida era un “pecado”.

Vieron nacer la píldora anticonceptiva y se las ingeniaron para informarse sobre la sexualidad o tener algunos encuentros furtivos.

Por entonces, relatan, las cosas no siempre se llamaban por su nombre y la llegada de la menstruación y el embarazo eran situaciones, a veces, incómodas.

El pudor, la intimidad y la privacidad –junto a las apariencias y el qué dirán– solían ser moneda corriente y contrastaban con la hipersexualidad de los nuevos tiempos.

Invitamos a cinco mujeres para que cuenten cómo se vivía la sexualidad, las relaciones amorosas y los vínculos familiares en el tiempo del “de eso no se habla”.

La virginidad

“Creo que lo de la ‘moral católica’ era un mito. Como tantos otros, mi abuelo y mi papá no pisaban una iglesia y odiaban a los curas y, sin embargo, eran tremendamente conservadores en esa materia. El hombre te tenía que ‘hacer mujer’. El estigma social pesaba muchísimo. La que se casaba ‘de apuro’ era motivo de sonrisitas y suspicacias”, cuenta Rosa (73), proveniente de una familia de clase media, inmigrante y anticlerical.

“La ‘obligación’ de manchar la sábana la noche nupcial podía ser muy traumática. ‘Mirá que la primera noche a tu marido le tiene que costar ‘estar con vos’… . A vos te tiene que doler y no te tiene que gustar, ¿eh?’ Lo que pesaba era el concepto: no podías ser una ‘chica fácil’. Las ‘chicas fáciles’ no conseguían marido. Ser solterona era como una nube, una forma de invalidez que te condenaba a la dependencia doméstica. Hace 50 años era inconcebible que una mujer viviera sola”, agrega Rosa.

Josefina (79) trabajó durante años en un instituto de educación superior. Cuenta que nunca habló de sexo con su madre. “Recién cuando mi prima quedó embarazada estando de novia se tocó el tema. ¡Era pecado mortal! Mi padre lloraba con su hermano, el papá de mi prima”, explica.

Josefina, quien estuvo siete años de novia y se casó virgen, dice que ni se le cruzaba por la cabeza mantener relaciones prematrimoniales, aunque él intentó convencerla más de una vez. “Pesaba mucho la religión, pero también la educación que me habían dado. Estaba prohibido. Eso no se debía hacer y no se hacía. Hoy me parece absurdo”, sostiene. Y recuerda las despedidas en el zaguán, con quien luego sería su marido.

Marta (77) cuenta que sus padres la cuidaban bastante. Sin embargo, tenía mucha libertad en comparación a lo que ocurría con sus amigas. La suya era una familia que, de alguna manera, rompía con los cánones de la época.

“El ingreso a Psicología fue una bisagra en mi vida. Nos hablaban de sexualidad y yo le contaba a mi mamá lo que empezaba a conocer. Ella no tenía idea de nada. Teníamos confianza, pero había cosas que ella no sabía y no podía informarme. Luego, en la década de los 80, di charlas de educación sexual”, cuenta la mujer que, asegura, tuvo muchos pretendientes pero sólo un novio “en serio”, el que fue su marido. “Una vez, mi papá me dio una revista sobre sexo. No era pornográfica sino que hablaba sobre sexualidad, enfermedades, embarazo... Me la dio y no me dijo nada. No hubo charla, estaba sobreentendido”, relata Marta.

Para “vestir santos”

“Escuchaba las conversaciones de mis hermanas mayores. Una me lleva 15, otra 13 y otra, nueve. Por ahí circulaba una revista que se llamaba Nuestros hijos. Yo era bastante lectora y me la devoraba. Nunca me olvido de esa vez que, muy suelta de cuerpo, le pregunté a mi padre qué era masturbarse. Se puso pálido y no sé qué me contestó. Mi madre era muy alegre, pero ‘de eso’ no se hablaba”, cuenta María Elena (70).

Su papá, remarca, era estricto. María Elena nunca lo vio sentarse a la mesa en mangas de camisa. Eran cuatro mujeres en la casa y no podían andar en enaguas o “combinación”. “De sexo pude hablar con mi madre recién cuando estuve casada. Escuché algunas confesiones de su parte. No me parecía que le entusiasmara mucho el sexo, pero nunca se sabe...”, opina.

Su primera menstruación llegó cuando era muy pequeña, a los 10 años. María Elena recuerda que su madre le explicó que no era una enfermedad y que se podía bañar y hacer vida normal. “Me dijo que era mejor no andar a caballo. Y yo pensé que era malo para el caballo... En cuanto a las relaciones íntimas, una amiga indiscreta me puso al tanto. Yo le pregunté a mi madre y ella me contestó que era muy chica para hablar de esas cosas”, asegura.

Emilce (81) es hija única y fue criada entre adultos. Las conversaciones sobre sexualidad, asegura, no existían. “Además de un silencio cerrado, recuerdo que mi mamá, al referirse al estado de embarazo de una mujer, decía que estaba ‘ejem, ejem’ (...) La sombra del pecado pesaba en las relaciones. Pesaba demasiado. El pecado era una nube oscura que, acentuada por las reiteradas recomendaciones familiares, anticipaba condenas y deshonras”, explica.

Y continúa: “Las relaciones eran muy estrictas y controladas. Nos sentíamos vigiladas por padres, familiares y amigos de la familia que, lejos de ayudar, te hacían sentir en falta injustamente. A pesar de alentar otros proyectos como seguir estudiando o viajar, el casamiento era la frutilla de la torta. No recuerdo tener cerca a alguien que decidiera quedarse soltera. ¡Claro que era un estigma! Recuerdo a mi abuela que decía: ‘Hay que pensar qué se le va a decir a la gente cuando pregunten por qué todas las primas se casan y esta (que era yo) sigue en casa. ¡Qué dolor de cabeza para mi pobre abuela! Para peor, ¡me casé a los 28 años!”.

Muchas cosas se daban por sobreentendidas o se sugerían. Costaba hablar. Eran temas personales, íntimos, que no había que divulgar. Emilce recuerda que cuando llegó de su feliz viaje de bodas, Lorenza, “una viejecita” conocida, con mucha discreción, le preguntó: “¿Te pidió mucho, querida?”.

El amor libre y la píldora

Los años ’60 fueron decisivos. Comenzó a hablarse del “amor libre” y aparecieron los anticonceptivos. “El gusanito del ‘amor libre’ penetró en nuestras cabezas muy despacio pero sin vuelta atrás. Claro que había que compaginar el ‘amor libre’, sin ataduras, compromisos ni papeles, con una sociedad que no tenía punto de comparación con la nórdica o centroeuropea. ¡Mirá si yo iba a decir que me iba en carpa con un novio! ¿Sabés el patadón que me daban? Lo de la píldora es notable. Nos cambió la vida, en todos los sentidos (...) Yo, como tantas otras, empecé tomando la pastilla cuando era soltera”, plantea Rosa.

María Elena cree que el matrimonio no era “la única opción”, pero sí considera que era preferible casarse. “Mi hermana, la que ahora tiene 83, era bastante liberal. No se casó nunca, pero tuvo sus affaires que mi madre encubría cuando vivía con nosotros, aunque pronto se fue a vivir sola. Para mi padre, el tema de mi hermana era durísimo”, relata. Y agrega: “Mi primer beso, beso, fue con el que hoy es mi marido. Me parece que le dije que no me gustó mucho. Nadie me había explicado la mecánica, pero se ve que después, y no mucho después, le fui tomando el gusto”.


martes, 25 de julio de 2017

La Playa nudista Cap D'Agde... @dealgunamanera...

Cap D’Agde, la playa nudista donde se practica sexo público…

La Villa nudista Cap D'Agde. Foto: Twitter

Desde hace algunos años, el lugar se ha convertido en la capital europea del libertinaje y en el mayor complejo de naturalismo del mundo.

© Publicado el martes 25/07/2017 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En Francia hay un lugar donde no hay restricciones y todo está permitido, incluso el sexo en público. Se trata de Cap D’Agde, un balneario nudista ubicado en las costas del mar Mediterráneo.


Desde hace algunos años, el lugar se ha convertido en la capital europea del libertinaje y en el mayor complejo de naturalismo del mundo.

Aquí las personas practican el nudismo como un estilo de vida, ya que lo consideran como la forma más directa y sencilla de entrar en contacto con la naturaleza y el entorno, derribando los prejuicios que impone la sociedad moderna. El nudismo no sólo está establecido en Cap D’Agde, sino que es obligatorio en algunos lugares.


La principal atracción de Cap D’Agde es su playa, la que está dividida en tres partes. Una sección familiar, de un kilómetro, y otra sección de dos kilómetros donde los asistentes pueden dar rienda suelta a la lujuria sin tapujos. Parejas y grupos practicando sexo, swingers y uno que otro voyerista son la tónica. Esta zona, a su vez, está dividida en un sector para homosexuales y otro para heterosexuales.

En las arenas de este balneario todo está permitido, pero en la calle no se puede tener sexo en público. Si una o más personas son encontradas por un oficial en el acto, se arriesgan a una multa de 15 mil euros. Todo queda en la playa, eso es ley.



Un bono de acceso al balneario cuesta 45 euros, pero muchos turistas prefieren pagar 8 euros —o 18 si se entra en auto— para sólo estar unas horas en el lugar.


martes, 23 de agosto de 2016

La fornicación… @dealgunamanera...

La fornicación…


Encabezo deliberadamente esta nota con un título chocante; lo es porque la palabra empleada ha caído en desuso y puede causar extrañeza. No cito la definición del catecismo sino la del diccionario: “tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio”. Este vicio se ha convertido en algo trivial, común, insustancial. Lo llamo vicio porque el diccionario define “fornicario: que tiene el vicio de fornicar”. Él o ella en principio, aunque hoy día la “igualdad de género” permite otras combinaciones, antinaturales.

© Escrito por Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata. Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, el lunes 22/08/2016 y publicado por el Diario El Día de la Ciudad de la Plata, provincia de Buenos Aires.

Indico dos ejemplos de banalización. En la Sección Espectáculos de El Día se puede seguir una crónica diaria de la fornicación en el mundo de la farándula; hay records notables de señoritas (no estoy seguro de que sea ésta la identificación que corresponde) que cambian de “novio” cinco o seis veces al año; se supone que no se reúnen con ellos a leer la Biblia. Antes, a estos comportamientos y a las personas que los practicaban se les aplicaban otros nombres. Se puede pensar que son casos extremos, que se exhiben en un escaparate para suscitar envidia y la ilusión de llegar a imitarlos.

Escándalo, como se lo llamaba antaño: inducir a otro al mal, más intenso cuando la conducta desviada es promovida como una moda. La superficialidad de esos casos resulta irrisoria: escarceos, idas y vueltas, traiciones y arrepentimientos, cada tanto algún rumor de embarazo que no se confirma. La protagonista innombrada, por supuesto, es siempre la cama.

Felizmente, la mayor parte de la gente no tiene tiempo ni plata para gastar en esas placenteras ociosidades. Pero el mal ejemplo cunde, fascina, lo anormal se puede ir convirtiendo en deseable primero, luego en moralmente neutro y finalmente en normal. “Lo hacen todos”, ese es el lema.

SEXO EN LOS JUEGOS OLIMPICOS

El segundo ejemplo prometido procede de los Juegos Olímpicos. El Ministerio de Salud de Brasil envió a Río de Janeiro nueve millones de profilácticos, 450.000 destinados a la Villa de los Atletas, donde se hospedaban 10.500 deportistas de todo el mundo, más los técnicos. La prensa brasileña hizo un cálculo: 42 condones por cada atleta, teniendo en cuenta los 17 días de duración de las competencias. La preparación para las mismas impone, como es lógico, la abstinencia, pero después de cada competición; ¡a coger atléticamente! No se asuste el lector por el uso de este verbo, no incurro en una grosería impropia de un obispo.

El Diccionario de la Academia, en la acepción 24 del término señala que es un vulgarismo americano: “realizar el acto sexual”; pero en la acepción 19 define: “cubrir el macho a la hembra”; aquí entonces aparece en el significado de la palabra un matiz de animalidad. Quiero decir en consecuencia que la cultura fornicaria que se va extendiendo sin escrúpulo alguno es un signo de deshumanización, no es propia de mujeres y varones como deben ser según su condición personal. Algo de no humano, de animaloide aparecería en esa conducta.

La deshumanización del eros, que por su propia naturaleza es carnal y espiritual, comienza por el descarte del pudor, de la honestidad, de la modestia, del recato. En estos valores cifra la plena humanidad de la actuación sexual, que no se exhibe obscenamente, ni en sus preparaciones. Pienso en el “petting” descontrolado en lugares públicos. Valga una muestra del impudor hodierno: los “trajes” de baño femeninos que se reducen a tres trocitos simbólicos de tela; ¿no sería más sincero que en la playa o la pileta se presentasen desnudas?

No cargo la cuenta sobre el bello sexo; era tradicional que el varón tomara la iniciativa, y lo hace muchas veces abusando de su vigor, aunque las artes de la seducción no le sean ajenas, ahora desplegando instrumentos cosméticos, gimnásticos y hasta quirúrgicos. Por no hablar del cine, la televisión y las series de internet; a la pornografía la camuflan verbalmente hablando de “escenas fuertes”.

LIBERTAD LUCIDA

La banalización que he señalado implica asimismo una confusión fatal acerca del amor: no es éste una mera efusión sentimental, ni la sola atracción física, sino especial y esencialmente un acto electivo de la voluntad, en el que se ejercita en pleno la libertad, una libertad lúcida, consciente, una decisión de permanencia que aquieta para siempre en el bien amado.

La seducción de la belleza, por cierto, cumple su papel -Platón asociaba sabiamente belleza y eros- en el conjunto de la elección personal. Lo propiamente humano es que tal decisión electiva sea para siempre, como signo de madurez, preparada en una educación para el respeto mutuo, la amistad sin fingimiento, la disposición a afrontar juntos -él y ella- las dificultades de la vida tanto como las infaltables alegrías. Entonces cobra sentido la unión sexual de un varón y una mujer.

En el contexto de una recta antropología, de una idea completa del ser humano en la que se asume su realidad biológica y psicológica, es fácil comprender que el acto sexual tiene una doble finalidad: es unitivo y procreativo. El gesto de la unión corporal acompaña, ratifica e incentiva la unión de las almas. La fornicación lo convierte en una gimnasia superficial y provisoria, propia de parejas desparejas, sin el compromiso de por vida que integra la expresión sexual en el conjunto de la convivencia matrimonial, con la apertura a los hijos.

Una señal alarmante de deshumanización se manifiesta en el lenguaje: novio-novia, ex novio- ex novia, pareja-ex pareja, ya no marido y mujer, esposo y esposa; aquello debe llamarse, en realidad, concubinato. Las consecuencias personales y sociales se pueden percibir en la orfandad afectiva –e incluso efectiva- de tantos niños y adolescentes y la cantidad superior de abusos que se registra precisamente en el interior de esas formas de “rejunte”, que no son verdaderas familias.

Además la generalización de las relaciones sexuales entre adolescentes no permite augurar nada bueno. Comienza cada vez más temprano la banalización del sexo.

La finalidad procreativa del acto sexual es frecuentemente bloqueada, de modo expreso, intencional, en las fornicaciones ocasionales, pero también en la convivencia marital. El negocio de los anticonceptivos ha ocultado la sabia disposición de la naturaleza, que ordena en la mujer los ritmos de fertilidad.

Todo ha sido bien hecho por el Creador, y el capricho humano se niega a utilizarlo, lo burla a su placer. La misma etimología lo esclarece de manera indiscutible: “genital”, “generación”, “génesis” integran una familia de palabras; en griego, en latín y en castellano: los órganos genitales y su uso sirven para dar origen a un nuevo ser.

Existe además –no lo olvidemos- la fornicación “contra naturam”, ahora avalada por las leyes inicuas que han destruído la realidad natural del matrimonio y que se fundan en la negación del concepto mismo de naturaleza y de la noción de ley natural. La razón comprende que el cuerpo del varón y el de la mujer se ensamblan complementariamente porque están hechos el uno para el otro; y también sus almas.

La discriminación de los antidiscriminadores ha llegado a límites inconcebibles, como el de negar el derecho de los niños a ser criados y educados por un padre y una madre; así se ha visto en la entrega en adopción de niños a “matrimonios igualitarios”. Los enciclopedistas anticatólicos del siglo XVIII se horrorizarían de semejante atentado a la razón.

CULTURA DEL DESENFRENO

El laborioso remedio de una cultura fornicaria, del desenfreno, “akolasía” como lo llama Aristóteles, es la “sofrosyne”, la templanza, según el mismo Filósofo lo explicaba en el Libro III de su Ética a Nicómaco varios siglos antes de Cristo. Para nosotros, cristianos, a la destemplanza del incontinente la sana una especie concretísima de la templanza que se llama castidad. Aquel gran pensador observaba que hay algo de infantil, por la irreflexión, en el desenfreno, en la intemperancia; y añadía además que “se da en nosotros no en cuanto somos hombres, sino en cuanto animales”.

Lo propiamente humano es que la potencia sexual y su actuación se integren armoniosamente a la riqueza de la personalidad, y que ese ejercicio se desarrolle en el orden familiar. Es éste el logro de la virtud.

Tengo pleno respeto por las personas concernidas en todo lo que he dicho, y comprendo con cercanía y afecto sus conflictos, pero no puedo dejar de proclamar la verdad. Mal que le pese al INADI, si se entera.


viernes, 10 de abril de 2015

Cuerpos y Almas, la Andropausia… @dealgunamanera...

Mitos y verdades sobre la andropausia…


Sólo el 5% de quienes la padecen consultan a un especialista por motivación propia. Síntomas, tratamientos y factores de riesgo.

La andropausia es la caída de los valores de testosterona por debajo de los esperables para un adulto joven, junto con la presencia de síntomas específicos y no específicos consecuentes de dicha disminución. La andropausia (cuyo nombre correcto es hipogonadismo de comienzo tardío) comienza a manifestarse más comúnmente a partir de los 40 años, y su prevalencia se cuatriplica a partir de los 60. De acuerdo con el Instituto de Diagnóstico e Investigaciones Metabólicas (IDIM) sólo un 5% de los que padecen valores bajos de testosterona realizan una consultan al especialista por motivación propia.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico se basa en la clínica del paciente y se complementa siempre con estudios de laboratorio. Se debe descartar cualquier otro factor que influya en el descenso de los niveles de testosterona, ya que si no estuviera relacionado con la andropausia, el tratamiento será otro. Para hacer el diagnóstico de andropausia se deben excluir primero otras causas: evaluar si sucede algo con la hipófisis, si hubo o hay daño testicular, si la persona toma algún fármaco que actúa sobre la actividad testicular, entre otras cosas. El desarrollo de la andropausia no debe de tomarse como un hecho natural; puede prevenirse en cierto modo con una conducta de vida saludable, y posiblemente revertirse dependiendo de la condición que la genera y del paciente.

El descenso de testosterona es paulatino, provocado por un envejecimiento normal. Por esto es que los cambios físicos, psíquicos y sexuales no se reconocen fácilmente si no se compara el estado actual con el que se poseía en años previos. Existen condiciones asociadas (como obesidad, hipertensión, hipercolesterolemia, síndrome metabólico y diabetes, ciertos medicamentos y enfermedades renales y hepáticas) que pueden acelerar o desarrollar un descenso más pronunciado de testosterona, con el consecuente impacto en la esfera sexual y psíquica, el bienestar general, la densidad ósea y, a su vez, en los diferentes marcadores de riesgo cardiovascular (glucemia, colesteroles, obesidad, etc.).

“Mientras existan estas condiciones, los valores de testosterona se mantendrán por debajo de lo esperable; si la condición es corregible, se trabajará en primer instancia sobre la misma para fomentar el ascenso de dichos niveles. Por ejemplo, el 80% de los hombres que son estudiados y tratados por andropausia son obesos; es esencial entonces enfocar la terapéutica sobre la alimentación y prácticas de actividad física del paciente. Esto es lo más natural y saludable, y se debe ser insistente al momento de tratar dicha patología”, explica Damián Robbiani, Médico Endocrinólogo de IDIM.

¿Cuáles son los síntomas?

Existen síntomas más específicos al momento de relacionarlos con los valores de testosterona bajos: la disminución de la libido (o deseo sexual) y disfunción eréctil; los menos relacionados son cansancio, disminución de masa y fuerza muscular (sarcopenia), aumento de la masa grasa a predominio abdominal, osteopenia y osteoporosis, disminución de la memoria y atención, depresión, anemia, entre otros. Son condiciones tan poco específicas que no se las toman como síntomas claros de la caída de los niveles de testosterona; en cambio, la disminución del deseo sexual y la disfunción eréctil a partir de los 40 años son tomados como parámetros para realizar estudios.

Sin embargo, sólo el 14% de las causas de disfunción eréctil son generadas por la caída de la hormona, siendo otras causas (psicológicas, medicamentosas, problemas urológicos, etc.) las más frecuentes.

La andropausia repercute indirectamente en ciertas condiciones que se evalúan a través de estudios de laboratorio: quien presente valores disminuidos de testosterona tiene más riesgo de generar impacto negativo de los niveles de colesterol, glucemia, generar anemia, etc. Hoy en día se evalúa la implicancia de la vitamina D en los pacientes con andropausia, ya que se encontró una relación directa en los valores de ambos, en estos trabajos científicos el descenso de testosterona se asocia al descenso de vitamina D.

El tratamiento de la andropausia idealmente lo indica un médico andrólogo, que puede ser urólogo o endocrinólogo. El primero estudia la parte de próstata y gónada (testículo), y el segundo estudia el manejo hormonal. Lo ideal es que el tratamiento se combine con ambos profesionales. El enfoque diagnóstico y la terapéutica debe ser personalizada, donde el médico endocrinólogo tendrá en cuenta beneficios y riesgos del tratamiento a instaurar, en base a la problemática que motiva la consulta del paciente.

Principales mitos de la andropausia

-Todo hombre con más de 40 años, que tenga disfunción sexual y/o disminución de la libido, tiene que ver con algo propio de la edad. El paciente que tenga dichos síntomas debe recibir una evaluación específica para descartar hipogonadismo (descenso de testosterona) ya sea por andropausia o cualquier otra condición que pueda estar afectando.

-Todo hombre con disfunción sexual necesita testosterona, independientemente del valor de sus hormonas. Primero se debe llevar a cabo una evaluación para establecer cuál es el tratamiento indicado y con el control preciso. El uso de testosterona no es siempre la solución. Cada tratamiento se evalúa dependiendo del paciente, su situación y las diferentes circunstancias. No existe un tratamiento general, sino tratamientos individualizados para establecer cual es el mejor para la persona.

-Quienes realizan un tratamiento con testosterona tiene mayor riesgo de cáncer de próstata. Siempre deben evaluarse las condiciones del paciente, los riesgos que existen, y el tipo de tratamiento más conveniente. No existen estudios que hayan demostrado que los pacientes sin patología maligna de próstata hayan desarrollado o empeorado la misma durante el tratamiento; no sucede así con aquellos que la padecían en la consulta inicial. Para ello es primordial la correcta evaluación prostática previo comienzo de tratamiento

-El consumo de sildenafil acelera la andropausia. Esto es claramente falso. El sildenafil es otro tipo de tratamiento, que se usa en las personas indicadas bajo un control adecuado. Es un tratamiento válido y mundialmente aceptado para la disfunción eréctil. No en todos los pacientes logra los efectos esperados, debido a varias causas, dentro de la que se encuentra los valores marcadamente disminuidos de testosterona.

-Existen factores que pueden acelerar la andropausia. A partir de los 40 años, el envejecimiento normal del hombre genera una caída en los niveles de testosterona del 1% anual. Esto es algo natural sobre lo que no podemos actuar, y repercute en forma lenta y progresiva sobre la esfera psíquica, sexual, metabólica y física, sin generar necesariamente enfermedades relacionadas. Sin embargo, los que presenten ciertas condiciones de riesgo (obesidad, hipertensión, diabetes, etc) denotarán un descenso mayor y abrupto en dichos valores, manifestándose de una manera patológica en cada uno de los aspectos descriptos. Una persona con buena salud, que cuida su alimentación y hace ejercicio prevendrá el desarrollo de la andropausia.

Asesoramiento: Dr. Damián Robbiani – Médico Endocrinólogo y staff profesional del Instituto de Diagnóstico e Investigaciones Metabólicas (IDIM) – MN 136.732 / MP 116.029

© Publicado el miércoles 08/04/2015 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 13 de abril de 2014

Sexpoerótica 2014, en Córdoba... De Alguna Manera...


Juegos y confesiones hot en la feria de sexo más grande del país…

Sin tabues. En la expo hay atracciones, talleres de caricias y charlas de Alessandra Rampolla. Foto: Alejandra Maldonado

En Sexpoerótica se pudo participar desde talleres de caricias hasta disfrutar de shows de strippers.

El frío que cayó sobre la ciudad de Córdoba no fue un impedimento para que el público dijera presente en Sexpoerótica, la feria de sexo y erotismo más grande del país, y una de las más representativas del continente. Allí, en las instalaciones de la Plaza de la Música, la temperatura sube y los prejuicios quedan de lado.

En los pasillos que dan forma a la muestra hubo de todo: talleres de caricias, toros mecánicos con forma de pene, stands de comidas afrodisíacas, un “boulevard erótico” en el que se podían conseguir los más variados juguetes para disfrutar en la intimidad y hasta un “confesionario sexual’’, donde las parejas podían hacer consultas en privado a la sexóloga Daniela Ragnes.

Tampoco faltaron shows de strippers cada media hora, un impactante desfile de Revista Hombre, muestras de body painting en vivo y hasta propuestas para el público swinger; opciones atrevidas pero que no derivan en lo grotesco.

Sexpoerótica 2014, en Córdoba. Foto: Alejandra Maldonado

La gran atracción en la feria fue la presencia de Alessandra Rampolla. La sexóloga nacida en Puerto Rico divirtió al público con juegos, charlas y propuestas de tono sexual. Rampolla recorrió el lugar y celebró que haya eventos como la Sexpo, “que va un poquito más allá de lo que estamos acostumbrados” en temáticas sexuales. “Es bueno que los adultos tengan lugares donde jugar como adultos y disfrutar como tales, sin chicos y sin otras preocupaciones. Se genera un espíritu muy especial que se transmite en cada rincón de la feria” expresó. Además, aseguró que en el país la gente es “cada vez menos pudorosa” y se nota una “mayor apertura mental para hablar de temas vinculados a la sexualidad, fenómeno que también se ve expresado en las redes sociales”.

Por su parte, Cristian Sassi, organizador de la Sexpoerótica, habló con Perfil y se mostró muy conforme con la respuesta del público en esta nueva edición. “La situación del país nos hacía tener algunas dudas. Arrancamos incluso un día de paro general, pero funcionó muy bien. Casi 10 mil personas asistieron a las dos jornadas y quedó demostrado que la gente tiene mucha curiosidad y está buscando aprender más. Cada vez hay más exposición de sexo, pero se habla menos.

Entonces aquí encontraron un espacio donde crecer, formarse” analizó. “En la Sexpo no hay timidez ni vergüenza que valga. Aquí podés ver gente de todas las edades que camina por la feria, que se acerca por curiosidad o a aprender algo”, subrayó, al tiempo que de cara al futuro aseguró que su sueño “es llevar esta feria a Buenos Aires, ojalá algún día pueda concretarlo”, concluyó esperanzado.

© Escrito por Ariel Bogdanov el Domingo 13/04/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.