Luis Novaresio, el costado desconocido de un
hombre formal: "Del desamor no te reponés, son cicatrices que quedan"...
El reconocido periodista se entregó a una
charla íntima con Ciudad.com. El recuerdo de su padre, su vida en Buenos Aires,
su relación con el dinero, el día que la muerte le tocó el hombro, la fama, el
ego y el periodismo, y mucho –pero mucho- más. ¡Pase
y lea!
© Escrito por Sergio Florez el domingo
19/06/2016 y publicado por ciudad.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Llegó a Buenos Aires hace cuatro años como un periodista
consagrado en su Rosario natal. Y en poco tiempo, Luis Novaresio (52) clavó el talón en la tierra y
supo hacerse un lugar en el competitivo mundo de los medios nacionales. Sin
chicanas, sin escándalos y haciendo gala del respeto y la cordialidad como
premisas fundamentales, se ganó el cariño del público y el reconocimiento de
sus pares, que lo nominaron en la categoría Mejor Labor Periodística Masculina
en los últimos premios Martín Fierro.
Con tono calmo y café de por medio,
Novaresio se entregó a una charla íntima con Ciudad.com.
El recuerdo de su padre, su vida en Buenos Aires, su relación con el dinero, el
día que la muerte le tocó el hombro, la fama, el ego y el periodismo, y una
herida que nunca cerró… “Del desamor no te reponés. Que te digan que no te quieren cuando
vos estás profundamente enamorado… No, no te reponés. Lo piloteas a lo
largo de la vida, pero el amor no cura todo. El amor posterior puede ser único,
maravilloso, feliz, pero del anterior… Mmm, son
cicatrices que quedan y ahí están”, asegurará convencido.
-¿Cómo estás viviendo este gran momento
profesional?
-Yo estoy muy contento porque que te reconozcan tu
laburo, tener laburo de lo que te gusta hacer. El año pasado y este fueron muy
buenos. Hace cuatro y un poquito que me vine a vivir a Buenos Aires. Estoy muy
contento y súper agradecido.
"No la paso bien con la mirada ajena,
para socializar soy medio asqueroso. Diferencio entre los que somos notorios y
los que son famosos. Los que somos notorios, te pasa porque trabajás de esto y
te conocen. Los famosos son los que han hecho de su profesión su vida: Mirtha,
Tinelli, Susana y Rial".
Se te ve un tipo reservado, ¿te resulta
difícil esto de convertirte en un personaje de los medios?
-Tuve un muy buen entrenamiento porque antes trabajé 20
años en Rosario en un programa de televisión y otro de radio sumamente
reconocidos. A mí me gusta decir que diferencio entre los que somos notorios y
los que son famosos. Los que somos notorios, te pasa porque trabajás de esto y
te conocen. Ahora, los famosos son los que han hecho de su profesión su vida.Mirtha, Tinelli, Susana, Rial y
no sé quién más.
-¿Y cuál es la diferencia?
-Estos son personajes famosos como tales,
donde toda la gente conoce absolutamente todo de sus vidas. Es más, en el caso
de Mirtha, no forma parte de su vida si no lo hace público, es como una sinergia
extraña. Nosotros somos notorios y la verdad que me llevo bien porque
generalmente las devoluciones son muy amables y las que no, son por
discrepancia, no por maltrato.
-¿Entonces te llevás bien con la mirada
ajena, con sentirte mirado?
-Ah, no, no la paso bien porque soy muy tímido. Suelo
tropezarme con las cosas, tirarlas al suelo… pero bueno, ya estoy un poco más
acostumbrado. A mí no me vas a ver nunca en eventos, no la paso demasiado bien.
Por ejemplo, los Martín Fierro son todo un esfuerzo para mí. Hay
mucha adrenalina, hay que hablar, tenés que socializar… no vas a cenar,
entonces es un esfuerzo extra en el que no me muevo ni cómodamente ni con
soltura. Si me encuentro con amigos, todo bien, pero para ir a socializar soy
medio asqueroso.
"Mis amigos de toda la vida no tienen
nada que ver con esto, para mí son un cable a tierra fenomenal. Les importa la
nada misma que yo trabaje en la tele. A veces uno se monta un poco en esta
soberbia de la notoriedad y, los que de verdad te quieren, te bajan de un
sopapo".
-Solés decir que a los periodistas se los
come el personaje por sus egos, ¿tiene que ver con eso tu bajo perfil?
-Sí, totalmente, creo que lo peor que tenemos los que
trabajamos en la tele y en la radio es nuestro ego. A veces nos juega muy malas
pasadas. Hoy noto especialmente en el periodismo que hay un nivel de egolatría
patológica, en donde se privilegia más al quién que al qué. Entiendo que hay
firmas o presencias muy importantes, pero sin el qué que lo sostenga me parece
un ejercicio de puro ego. Entonces, como mis amigos de toda la vida no tienen
nada que ver con esto, para mí son un cable a tierra fenomenal. Les importa la
nada misma que yo trabaje en la tele. A veces uno se monta un poco en esta
soberbia de la notoriedad y, los que de verdad te quieren, te bajan de un
sopapo.
-Nombrás los premios Martín Fierro y me
parece ineludible la referencia Jorge Lanata y sus discursos.
-Si yo hubiese tenido que votar por la terna, hubiera
votado por Lanata porque lo tiene absolutamente merecido. Era obvio, no había
dudas. Lo que pasó posteriormente, con el discurso, los silbidos, sus enojos,
bueno, Lanata es Lanata. A mí no me saldría nunca porque yo no tengo esa
personalidad, esa cosa de exigir el reconocimiento, incluso de los que no me
quieren. A veces me da la impresión de que Lanata tiene el gesto de un niño
enojado, a pesar de ser uno de los tipos más inteligentes y creativos del
medio.
-¿Y con el dinero cómo te llevás? ¿Lo
sufrís, lo disfrutás, lo compartís?
-Yo soy un gringo clásico ortodoxo y culposo de tradición
judeocristiana. Quizá es porque vengo de una familia de clase media laburante
de inmigrantes. Mi papá vino después de la Segunda Guerra Mundial a laburar acá
con 18 años. Recuerdo a mi padre, que tenía un taller metalúrgico, levantándose
a las 4 de la madrugada para ir a laburar. La verdad es que la guita trato de
disfrutarla, pero siempre está el ‘no vaya a ser cosa que en el futuro venga la
mala…’.
"En el periodismo hay un nivel de
egolatría patológica, en donde se privilegia más al quién que al qué. Si yo
hubiese tenido que votar por la terna de los Martín Fierro, hubiera votado por
Lanata porque lo tiene absolutamente merecido. A veces me da la impresión de
que tiene el gesto de un niño enojado, a pesar de ser uno de los tipos más
inteligentes y creativos del medio".
-Hablaste de la tradición judeocristiana,
¿sos religioso?
-Soy absolutamente agnóstico, la enseñanza
católica me volvió agnóstico. No soy ateo porque guardo la esperanza de que si
alguna vez existe la posibilidad racional de probar la existencia de Dios,
entonces veremos. Mientras tanto, camino muy cómodamente en la duda que supone
el agnosticismo.
-¿Y te analizás?
-Sí, desde hace muy poquito. Esta ciudad, que es
maravillosa, si no venís loco, te ayuda y te da el empujón final, ja, ja, ja.
-Estás en radio La Red de 6 a 9, así que te
despertás muy temprano. Después vas a Desayuno Americano y de ahí, a Infobae.
¿Tenés tiempo para una vida social?
-Me levantó a las 4.01 porque tengo una manía con los
número pares y trato de acostarme temprano, tipo 11 de la noche. De golpe la
noche te atropella, por eso trato de ser disciplinado, si salgo a cenar, que
sea temprano. Cito a Magdalena (Ruiz Guiñazú)
cuando digo que somos los peores compañeros de vida los que hacemos la primera
mañana en la radio. Duermo un rato de siesta a la tarde, pero te liquida
descansar así. Este año me apareció un síntoma que me bajoneó eternamente
porque me sentí de 105 años: la hipertensión. Cuando me dijeron que tenía que
empezar a controlarme la presión, a comer con menos sal, me dio un bajón… Es el
viejazo, el principio del fin.
"Este año me apareció un síntoma que me
bajoneó eternamente porque me sentí de 105 años: la hipertensión. Cuando me
dijeron que tenía que empezar a controlarme la presión, a comer con menos sal,
me dio un bajón… Es el viejazo, el principio del fin".
-¿Y dónde encontrás los pequeños placeres?
-Me gusta leer, voy muchísimo al teatro, yo
soy un bicho de teatro, voy a ver de todo, el cine me cuesta más. (Carlos) Rottenberg dice
que soy un enfermo del teatro, de cruzármelo nos hicimos compinches de charla.
Salir a comer me encanta, me gusta comer rico con amigos, con familia. Volví a
nadar, no todo lo que debiera y quisiera, pero volví. Y también, viajar, cuando
puedo.
-A los 52 años, ¿hacés balances de tu vida?
-Para atrás no soy de mirar, es más, soy mi propio
enemigo respecto de lo que hago. Soy muy severo en la crítica y bastante poco
afectuoso en el elogio. Objetivamente, puedo decir que me fue muy bien y que
laburo de lo que quiero, pero me cuesta.
-Contaste que tu papá era metalúrgico y que
murió hace unos años. ¿Sos de reflexionar sobre la muerte?
-Mi viejo falleció en el 95, en plena revolución
productiva de Carlos Saúl de Anillaco. De hecho, el menemismo
liquidó a mi padre como a tantísimos otros. La apertura indiscriminada de
importaciones liquidó todo lo que fue el gran cordón industrial de Rosario. Mi
padre se murió de tristeza, tuvo un infarto, pero yo sostengo que se murió de
tristeza. De ver que un taller que era próspero ya no funcionaba más. Tenía 61
años, era un hombre muy joven. Muy joven. Fue la pérdida más grande y más
inesperada de mi vida. Me llamaron una noche y me dijeron que se sentía mal,
fui a la casa de mis padres y se murió.
"El menemismo liquidó a mi padre. Se
murió de tristeza, de ver que un taller que era próspero ya no funcionaba más.
Fue la pérdida más grande y más inesperada de mi vida. Lo extraño enormemente,
me hubiese encantado que estuviera acá y que viera mi desarrollo
profesional".
-¿Cambió tu relación con la muerte a partir
de ahí? ¿Le temés?
-No, a mí muerte no le temo la verdad. Cambió mi modo de
percepción de un montón de cosas. No muchas veces pasa que uno quiere y admira
a sus padres, y a mí me tocó esta suerte. La verdad que es una gran cagada
porque yo extraño enormemente a mi viejo. Me hubiese encantado que estuviera
acá y que viera mi desarrollo profesional. Era un tipo de una enorme referencia
para mí, un autodidacta de una lucidez y una brillantez genial. Mi padre vino
de Italia sin saber una palabra de castellano y aprendió solo. Era un lector
empedernido, un curioso hacedor, la verdad es que lo extraño un montón.
-¿Alguna vez la sentiste cerca?
-Sí, la verdad que sí, es una experiencia de la que no me
gusta hablar demasiado, pero sí.
"La sentí cerca a la muerte, es una
experiencia de la que no me gusta hablar demasiado. Fue una enfermedad y en
aquel momento la verdad que lo sobrellevé con más entereza de la que yo
esperaba de mí mismo. Uno comprueba a lo largo de la vida que frente a situaciones
extremas, hace lo que puede y no lo que quiere. Estoy
acá y fue una gran enseñanza".
-¿Una
enfermedad?
-Sí... No me gustaría morirme, no tengo
ganas de morirme. Me encanta esto y en aquel momento la verdad que lo
sobrellevé con más entereza de la que yo esperaba de mí mismo. Un poco me gusté
por cómo reaccioné en aquella oportunidad. Uno comprueba a lo largo de la vida
que frente a situaciones extremas, hace lo que puede y no lo que quiere. Estoy
acá y fue una gran enseñanza.
-Parecés un tipo nostálgico. ¿Sufriste
mucho por amor?
-Creo científicamente que del desamor no te reponés. Que
te digan que no te quieren cuando vos estás profundamente enamorado… No, no te
reponés. Probablemente te vuelvas a enamorar, pero de aquel duelo que significa
que quien vos amás no te ame, no te reponés. Lo piloteas a lo largo de la vida,
pero el amor no cura todo. El amor posterior puede ser único, maravilloso,
feliz, pero del anterior… Mmm, son cicatrices que quedan y ahí están.
-La última: ¿tenés cuentas pendientes?
-Hacer dieta, ja, ja, ja. Montones de cosas. Mi deseo de
futuro es inabarcable. Dentro de lo personal, descansar y disfrutar un poco
más. Yendo a lo estrictamente profesional, conseguir un espacio de entrevista
en calma, de charlar. Me parece que lo mejor que me sale es charla con la gente
y ese espacio está medio vacante en la tele de hoy. Hay como una fiebre de la
agilidad y hay que volver a la medianía de la charla y la tranquilidad.