Cinefilia…
La
noche de los cristales rotos. Dibujo: Pipo Gueler
Dada su compulsión por hablar sin guión ni
referencias sólidas, Cristina Kirchner no titubeó días atrás en meterse con la
llamada Noche de los Cristales (Alemania, 1938). No parece tomarse el tiempo de
estudiar y reflexionar, o al menos pedir que la asesoren bien, una
autosuficiencia altanera que sería sólo un rasgo psicológico individual si no
fuera porque ella es la presidenta de la Nación.
En una de sus frecuentes “cadenas” de radio y
TV, previendo que debía anunciar el monumento argentino a las víctimas de la
Shoá (el Holocausto del pueblo judío), expresó que “sin comparar, porque no
tiene punto de comparación con lo que pasó, pero siempre la historia enseña
cosas terribles (…), me vino a la memoria la Noche de los Cristales. Tal vez no
sepan mucho lo que es”. Sospecha razonable. Un joven argentino de 25 años no
tiene idea de lo que fue la Triple A, ¿qué va a saber de la Noche de los
Cristales? De inmediato, confiada como siempre en la vastedad y la profundidad
de sus conocimientos, enunció su receta personal: “La Noche de los Cristales es
una noche (sic), se vio en la película Cabaret, a los que les gusta la historia
y les gusta el cine, por lo menos que lo vean en Cabaret, cuando por la propaganda
(sic) que difundía el nazismo, se atacan todas las casas de las personas
identificadas como de origen judío y se les rompen los cristales.
Por eso se
llama Noche de los Cristales”. Tras su curiosa propuesta (¿por qué no invitó en
cambio a visitar el Museo del Holocausto, Montevideo 919, de Buenos Aires, que
dudo que conozca?), soltó un extravagante comentario editorial: “Por favor,
dejemos de lado todas las voces que convoquen a noches de los cristales.
Nosotros no queremos ninguna noche de los cristales en la República Argentina”.
Pregunta inquietante y central: ¿quién está convocando en la Argentina a una
noche de los cristales? ¿Sabe la presidenta argentina de lo que está hablando?
En alemán, Kristallnacht, lo que se conoce
hoy como Noche de los Cristales, fue una serie de feroces ataques perpetrados
en la Alemania nazi y también en Austria durante la noche del 9 al 10 de
noviembre de 1938. Los ejecutores de primera línea fueron las tropas nazis de
asalto, pero millares de alemanes y austríacos participaron de los pogroms con
notable fervor. En el poder desde 1933, el Führer y su régimen alentaron y
dejaron hacer. Para Hitler, esa noche de pesadilla fue una reacción
“espontánea” del pueblo alemán en revancha por el asesinato, el 7 de noviembre
de 1938 de un secretario de la embajada alemana en París, muerto por un joven
judío polaco de origen alemán. Obviamente, fue Hitler quien ordenó que esa
noche trágica se consumara.
Joseph Goebbels, las tropas de asalto SA, las
siniestras SS y las Juventudes Hitlerianas, apoyadas por el servicio secreto de
inteligencia SD, así como la policía política Gestapo y otras fuerzas
uniformadas, fueron la vanguardia de aquella inicial orgía de sangre. Los
ataques dejaron las calles de las ciudades alemanas y Viena cubiertas de
vidrios rotos de los locales comerciales y las casas de los judíos. No menos de
91 judíos alemanes fueron asesinados esa noche, pero otros 30 mil fueron
detenidos y posteriormente “trasladados” masivamente a los campos de
concentración y exterminio de Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau.
Aquella noche siniestra del 9 de noviembre
precedió en pocos meses el comienzo formal de la guerra, desatada por Alemania
el 1º de septiembre de 1939 cuando invadió y ocupó Polonia. La “solución final”
de lo que Hitler había bautizado como “el problema judío” fue el corolario de
aquella Kristallnacht: el exterminio de seis millones de judíos. Para Hitler,
los judíos eran enemigos del país y debían ser obliterados. Hitler había
escrito en Mein Kampf (“Mi lucha”) que Alemania debería quedar “libre de
judíos” (judenfrei).
Tras ser nombrado jefe de gobierno por el
presidente Hindenburg el 30 de enero de 1933, arrancó con un boicot a los
negocios propiedad de judíos desde el 1º de abril de 1933, seguido de varias
leyes antijudías para restringir el derecho de los hebreos alemanes a ganarse
la vida, ejercer una plena ciudadanía y educarse. Una ley prohibió a los judíos
trabajar en la administración pública. El 15 de septiembre de 1935 se aprobaron
las leyes de Nuremberg, una de “protección de la sangre y el honor alemán” y
otra de ciudadanía del Reich, que puntualizaba quién era judío, medio judío o
cuarto de judío, según su ascendencia.
Prohibió relaciones sexuales y matrimonio
entre ciudadanos de sangre alemana, o afín, y judíos, a quienes privó de la
ciudadanía, al igual que de la totalidad de sus derechos políticos, incluido
votar, además de excluirlos de la práctica de ciertas profesiones y la
educación. Al comenzar 1938, Hitler mandó confiscar los pasaportes de todos los
judíos alemanes. El 26 de abril los obligó a registrar todos sus bienes, para
que éstos fueran “arianizados”. El 17 de agosto les prohibió a los médicos
judíos ejercer su profesión y canceló los permisos de residencia para
extranjeros, incluyendo a los judíos nacidos en Alemania pero de origen
extranjero. Esa noche del 9 de noviembre fueron destruidas 1.574 sinagogas
(casi todas las que había en Alemania) y muchos cementerios judíos, al igual
que la mayor parte de las 94 sinagogas de Viena. Más de 7 mil negocios
propiedad de judíos quedaron arrasados.
Para Cristina, cinéfila persistente,
Kristallnacht es lo que cuenta Cabaret (1972), el film rodado por Bob Fosse y
protagonizado por Liza Minelli.
© Escrito
Por Pepe Eliaschev el Domingo 06/04/2014 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.