Agustina y Nicole C., la otra cara de
la “novia de”…
El
vicepresidente, Amado Boudou, siempre complicado. Las internas con el kirchnerismo
duro -que aceptó con reservas su llegada a la Rosada, pero jamás lo integró a
sus filas-, los dos procesamientos que a su pesar lleva a cuestas, la decena de
causas en su contra por supuesta defraudación al Estado (tiene, al menos, dos por
este cargo), falsificación de documentos en la venta de su
auto, enriquecimiento ilícito, gastos irregulares en
viajes oficiales y durante su paso por Anses, y el inabarcable caso Ciccone,
complican al funcionario.
Ahora, es N.C. quien le quita el sueño y no, no se trata de Nicolás Ciccone.
Ahora, es N.C. quien le quita el sueño y no, no se trata de Nicolás Ciccone.
N.C.
es Nicole C. Nicole C. es, según trascendió en las últimas horas en las redes
sociales, Agustina Kämpfer, pareja de Amado. La Colorada, acaso una de las
“mujeres de” más bellas del Gabinete nacional, copó el mundo 2.0 con la difusión de un desnudo
fotográfico que habría realizado en 2004 con el fotógrafo Walter Bosque, cuatro
años antes de convertirse en “la novia de”.
Nicole,
que es Agustina, la
“Segunda Dama” de la Nación, sube escaleras, posa alrededor de
un piano, pierde la mirada en el aire. A diferencia de otras producciones de
Bosque, la de Nicole es “cuidada”. Algo barroca, etérea, las imágenes la
muestran con un négligée semicaído y perlas. Ahora sabemos hasta cómo se
depilaba en esos años…
Nada
del otro mundo.
A calmarse, fieras, que las fotos tampoco son pornografía pura. Eróticas, hasta
un punto. Y Kämpfer no
fue la primera.
En
junio, el príncipe Carlos Felipe de Suecia anunció su compromiso con Sofia Hellqvist, una exstripper. Las
fotos de la modelo, apenas tapada por una serpiente, todavía circulan por los
medios y webs de ese país.
Otro
fue el caso de la británica Sally Bercow. En 2011, la esposa del presidente de
la Cámara de los Comunes, John Bercow, salió en tapa del London Evening
Standard envuelta en una sábana. Con las casas del Parlamento de fondo, contaba
cómo la política había cambiado la vida sexual de la pareja.
La
realeza española tiene lo suyo también. Mucho antes de que Letizia Ortiz
llegara al trono, cuando era una periodista inquieta y republicana viviendo en
México, posó en algunas fotos para el pintor cubano Waldo Saavedra. El artista
realizó un mural que sirvió para ilustrar la tapa de “Sueños líquidos”, uno de
los discos más conocidos del grupo Maná.
Como
Bosque ahora, Saavedra negó, años después, que el
torso desnudo del álbum fuera de Letizia. Ella sólo sirvió de “inspiración”.
Vida
real. Si bien es
cierto que la atención sobre la Colorada llegó tras el noviazgo con Boudou, la
exbartender y actual periodista y empresaria supo capitalizar cada oportunidad
que apareció en su camino y su desenfado resultó fundamental.
La
mesura que se le impuso cuando llegó a la vidriera K no le impidió ir a
“respirar” con el gurú Sri Sri Ravi Shankar, tan resistido por los medios
oficialistas, tocarle el culo a su novio en una votación ni compartir en las
redes sociales, cual turista recién llegada, sus participaciones en actos
oficiales en el exterior.
A
Kämpfer le sobra tanto desparpajo como inteligencia, al punto que supo encantar hasta a la presidenta
Cristina Fernández de Kirchner. En plena celebración del FpV
por la victoria electoral de octubre, la mandataria pidió que subiera al escenario: “Vení
linda. ¡Miren qué novia
linda que tiene Boudou!”.
Con
el avance de la causa
Ciccone -y otra que los une por supuesto enriquecimiento ilícito- la pareja bajó
gradualmente su perfil. Hasta julio… Pocos días después del procesamiento de su
pareja por los delitos de cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la
función pública, se despachó en Twitter
sobre el fallo del juez Ariel Lijo. “Vivo la vida real, esa q no tiene perfiles
apócrifos, dde nadie le desea la muerte a nadie, se acuerdan?”, clamaba
Agustina en su cuenta.
Un
mes después, la aparición de la apócrifa Nicole C. vuelve a complicar, aunque
no sea más que en la imagen pública de los dos personajes. El escándalo, que será efímero, nos
deja unas pocas conclusiones: la confidencialidad de ciertas
producciones no existe y siempre, pero siempre, un collar de perlas agrega
distinción allí donde para algunos no la hay.