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sábado, 4 de agosto de 2012

A tres años de la Ley de Medios... De Alguna Manera...

Kafka con mafia…

Así nos ve el 'The Economist' alemán. La nota del Wirtscharfs Woche sobre la economía argentina.

A tres años de la Ley de Medios. El eslogan de un noticiero matutino francés decía: “El periodismo es como el café: cuando es caliente y fuerte, es bueno”. Como el kirchnerismo cree que política y periodismo, o viceversa, son lo mismo, inconscientemente lleva adelante una política caliente y fuerte. Quienes no pueden entenderlo son los extranjeros. La revista semanal de economía más importante de Alemania, Wirtscharfs Woche, equivalente a The Economist en su país pero con una circulación aun mayor, tituló una nota sobre la Argentina “Entre Kafka y mafia”. La ilustraron con fotos de Moreno, una planta industrial que no recibe insumos y un barco cargado de containers detenido frente al puerto de Buenos Aires. Los empresarios extranjeros dicen que en todos los países se aplican medidas proteccionistas pero son proteccionistas de la industria nacional. Lo que les resulta inaudito es que en la Argentina se hace un “proteccionismo de la caja” que muchas veces destruye la industria nacional. No pueden comprender que porque un año se hayan juntado vencimientos de pago de deuda, con tal de reunir esa plata se esté dispuesto a bajar la actividad económica, perder proveedores, desactivar líneas de producción y empleos especializados, y hasta perder mercados que luego cuesta mucho tiempo recomponer.

Entienden que este año la Argentina debe pagar deuda por 9.700 millones de dólares, lo que representa una fuerte exigencia y concentración. Pero no comprenden por qué dejaron que se acumulara todo en un año, si en 2013 y 2014 sólo hay que pagar 4.000 millones de dólares por año. ¿Por qué no reprogramaron los vencimientos para que, en lugar de un año con el doble de pagos de deuda en dólares que los otros, hubiera tres años más o menos iguales?

No sorprende que se pateen los vencimientos para el año posterior al fin de cada mandato, pero las posibilidades de que el kirchnerismo siguiera en el poder 2012-2015 fueron altas; y ni aun en la derrota electoral de 2009 fueron despreciables. Una prueba de que esto no sería la causa es que para 2016, el primer año del próximo período presidencial, sólo hay vencimientos de deuda por 6.500 millones de dólares.

Cierta omnipotencia y excesiva autoconfianza en la capacidad de resolver los problemas en la medida en que sus consecuencias se van desatando, “a la argentina”, se observan no sólo en la economía sino también en otras áreas del Gobierno.

Hadad-López. La llamada Ley de Medios (Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) es otro ejemplo de voluntarismo e improvisación. A tres años de haber sido promulgada, la única consecuencia concreta ha sido la tumultuosa venta de los medios de Daniel Hadad a Cristóbal López. Quizá las marchas y contramarchas de esta venta puedan dar indicios sobre si el 7 de diciembre, de no existir un fallo en la cuestión de fondo sobre la inconstitucionalidad, el Gobierno obligará a desinvertir a quienes tengan licencias en exceso.

Que Daniel Hadad haya mudado Radio 10 y las FM que le vendió a Cristóbal López junto con C5N del edificio que compartían con el canal de noticias al antiguo edificio donde funcionaron sus radios solas, antes de la fundación de C5N, tiene dos posibles interpretaciones relacionadas con la Ley de Medios (y varias otras que no tendrían que ver con la ley sino con discusiones sobre pagos y precio).

Una es que López y Hadad creyeron originalmente que el Gobierno sólo le aplicaría la ley a Clarín y que los medios oficialistas podían seguir incumpliéndola. En su caso: lisa y llana compraventa de licencias (las radios, porque las señales de TV de cable como C5N no son licencias) que está prohibida por la ley, más la posibilidad de quedarse con todas las radios sin tener que vender las dos FM que exceden el tope máximo.

Al ver que la voluntad del Gobierno –siempre en el terreno de las hipótesis– era hacer cumplir la ley a todos, Cristóbal López no pudo ser propietario de las radios hasta el 7 de diciembre porque la Ley de Medios sólo permite que se transfieran licencias por desinversión obligada, algo que sólo sucedería el 7 de diciembre y por única vez. En ese caso, Hadad sería vendedor obligado por la ley (de las licencias de radios que tiene en exceso) y López comprador también dentro del cumplimiento del marco de la misma. En el primer caso López compraba cinco radios y luego, si no le quedaba más remedio, estaba dispuesto a vender dos. “Ahora”, en el del estricto cumplimiento de la ley, las radios son de Hadad hasta el 7 de diciembre y es Hadad el que vende tres radios a López recién en ese momento.

Otra señal “reglamentista” es que López puso a la venta las empresas de servicios públicos que le impedirían ser dueño  de licencias audiovisuales. No son muy relevantes en su grupo de negocios pero no dejan de ser otra muestra de adecuación a las normas.

Pero en ninguno de los otros medios oficialistas o afines al oficialismo (Moneta, Prisa, Telefónica y Grupo Uno) se ve la misma adecuación a la ley que practicaría Cristóbal López. O Moneta, Prisa, Telefónica y Grupo Uno se van a llevar una sorpresa el 7 de diciembre y Cristóbal López está mejor informado que todos. O Cristóbal López supone que correrá o puede correr la misma suerte que Eskenazi y sólo le harán cumplir la Ley de Medios a él y a Clarín, hipótesis que responde a la idea de que López compró los medios de Hadad para defenderse del Gobierno y no para halagarlo.

En cualquiera de los casos, el título de la nota del Wirtscharfs Woche sobre Kafka y mafia resulta apropiado también para la Ley de Medios, sus vericuetos de implementación y varios de sus actores y diferentes protagonistas.

Faltan cuatro meses para develar si los medios “serán legales” o aparentarán serlo. Aparentar tiene más letras que ser. Lo mismo sucede en la economía.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 4 de Agosto de 2012.


domingo, 20 de mayo de 2012

San Lorenzo y Caruso Lombardi un sólo corazón... De Alguna Manera...

‘Silenzio stampa’ y señales de humo…


“La burla y el ridículo son, entre todas las injurias, las que menos se perdonan.” Platón (427 aC-347 aC).

Caminaba por Chacabuco rumbo a la redacción y pensaba qué aburrido sería escribir una columna sobre el clásico de hoy entre lo que queda de Racing y la reserva de Boca –un partido parejo, para colmo– cuando al llegar, de la nada, apareció él. Me esperaba.

Suele decirse que del ridículo no se vuelve. Falso. ¡Cómo que no, si ése es, justamente, el gran secreto del rating! Allí estaba. Ricardo Caruso Lombardi, la gran estrella que se perdió el neorrealismo italiano, frente a mí. Agitado, nervioso, como cuando la semana pasada reculaba y le repetía a Fabián García: “¡No me midás, no me midás…!”. Parecía un novato en su primera clase de boxeo. Bamboleo en puntas de pie, giros torpes, el peor jab del mundo, el mentón bien levantado, desafiante. A su lado, una mujer. “La abogada”, pensé. Su rostro me resultaba familiar. La había visto antes, en alguna parte.

—¿Qué hace acá? ¿No prometió hacer silenzio stampa hasta que termine el campeonato?

Caruso no será Marcel Marceau, pero he visto peores mimos en los semáforos. Se hace entender. Me apuntó con su índice, alargó sus brazos, movió los dedos como tecleando algo, juntó las manos haciendo un bollo y lo llevó hacia la parte trasera del pantalón, arqueando la pelvis hacia adelante. No parecía muy amable. Recién entonces intervino la mujer. Se presentó, formal, educada; muy profesional.

—El señor Caruso cumplirá su promesa de no hablar. Por eso estoy aquí. Soy traductora para hipoacúsicos, Asch. Quizá me haya visto en la televisión, en esos cuadraditos, haciendo gestos mientras la gente habla.

—¡Sabía que la conocía de algún lado! Mucho gusto. Por cierto, ¿qué me quiso decir? Sonó feo.

—Emm… A ver. Lo que quiere transmitirle es que lee sus críticas con atención y las archiva, todas. Lo respeta, pero cree que está ensañado con él. Que lo ataca gratuitamente.

“Mmm… ¿En serio dijo eso?”, pregunté, mientras él se golpeaba el pecho, como el gorila de Tarzán. Después, usó las manos como abanicos para ventilar un aroma intenso, o una humareda. Me miró y repitió el gesto que Asad, el Chori Domínguez y tantos otros le dedicaron: el puño cerrado de una mano golpeando sobre la palma de la otra. Y me guiñó un ojo. Eso sí me desconcertó.

—Está dolido por su fama de vendehumo –dijo la traductora–; fue por eso que tuvo que esperarlo acá en la vereda. Seguridad no lo dejó pasar por culpa de ese cartel: “Edificio libre de humo”. Esas cosas lo entristecen. Dice que es injusto, porque él no va en nada en lo del humo. Es un fenómeno paranormal; como un aura que él tiene, pero fumée, ¿entiende? El vive y deja vivir, como todos. Y dice que usted no debería hacerse tanto el distraído, porque bien que lucra con ese kiosquito que puso arriba de su columna…

—¿Qué kiosquito? ¿El acápite? ¿Las citas? Fue como si lo hubiese rozado un cable pelado. Caruso asintió con la cabeza, sonrió irónico y repitió el gesto: taca-taca. Me señaló y abrió y cerró dos veces las manos. Yo: veinte. Ahí me enojé, lo admito. Por unos segundos repetimos la coreografía del sketch con Fabián García. Fue como perseguir al horizonte. Armaba la guardia y, canchero, señalaba su mentón, como Alí. Pero no era eso. La traductora lo aclaró.

—Piensa denunciarlo al Inadi por discriminación. Dice que tiene algo en contra de los que usan barba candado, como él o Eduardo Feinmann. Y sabe que usted les cobra a los que aparecen allá arriba. Está harto de que siempre lo ensucien a él cuando todos están en la misma…

—¿Qué? ¡Noooooo! Beckett, Camus, Sartre, Borges, Kafka, Wilde, Platón, Nietzsche. ¡Son celebridades, Caruso! ¡Y están todos muertooosssss…! Cito lo que leo. No sea bestia, ¿quiere?

Se ofendió, mal. Enfurecido, le manoteó la gorra a un cartero que justo pasaba por ahí. Debe ser un reflejo condicionado en momentos de crisis. Quería decirme de todo y no podía. Eso sí: agotó su repertorio gestual. Se tapó una fosa nasal mientras aspiraba algo, imitó al Maestro Amor y su truco del huevo y, obvio, me trató de marica. Se pintó las uñas, hizo la cunita de Bebeto, se tragó un pancho infinito y recorrió su torso con los pulgares extendidos, como estirando unos tiradores. Clásico gesto de Brando en El Padrino. Wrong, again. La traductora intervino, una vez más: “No, qué Brando: ¡Elio Rossi! Ay, Asch, temo que algún día suceda una desgracia…”.

Ya era suficiente. Le hice señas para que se tranquilizara y caminé hacia él para pedirle algo. Entre amagos, idas y venidas, ya casi estaba en Alsina.

–Nada personal, Caruso. Digo lo que pienso y usted, es cierto, no me gusta. Igual le agradezco: es una bendición para esta columna, como Maradona y su Armada Brancaleone en la Selección. Pero tengo amigos de San Lorenzo. ¿Por qué no los salva y se deja de payasear? Después sí, métase en el showbiz. Llegará aún más lejos que La Mole Moli. ¿Podrá ser?

No escuchaba. Imitó las garras del tigre, amasó algo, hizo el gesto de soplar y metió varias veces las manos en los bolsillos. Incomprensible. De pronto se agachó, como si cavara. Usó su índice como la batuta de Von Karajan. “Yo no. Vos sí”, quería decir. La traductora también hacía señas, pero a un taxi. Quería sacarlo de ahí antes de que llegara alguna cámara.

—Tranquilo, Asch. Dice que se van a salvar todos; no se preocupe –dijo, mientras abría la puerta y lo empujaba. Parecía más harta que cansada.

¡Salvados! Ufff… Hay que avisarle rápido al presidente Abdo o al menos a su terapeuta. Ese hombre sí que sufre, pobre.

Cuando por fin llegué a mi escritorio, ya estaba convencido de que escribir sobre este Racing-Boca clase B era infumable. Y me senté a pensar en otro tema más divertido. A usar un poco la imaginación.

Algo se me iba a ocurrir, seguro.

© Escrito por Hugo Asch y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 20 de Mayo de 2012.