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domingo, 1 de julio de 2012

Juan Alberto Badía, Un consejero con toda la humildad... De Alguna Manera...

Un consejero con toda la humildad...
Tuve la suerte de compartir programación con Juan Alberto Badía. Fue en la inolvidable y fenomenal Radio Del Plata que armó Marcelo Tinelli y que destruyó en forma fulminante Electroingeniería. Durante algunas mañanas en las que reemplazó a Mónica y César Mascetti compartimos el pase. Recordaré por siempre esos momentos. Yo le pedía que me contara anécdotas sobre los Beatles –acerca de quienes sabía todo– y él me sorprendía con su creciente interés por la música

clásica. No olvidaré nunca el día que se emocionó hasta las lágrimas con el aria Di quella pira de la escena segunda del tercer acto de la ópera Il Trovatore de Giuseppe Verdi.
No es novedad decir que Juan Alberto fue un maestro. Pero hay que decirlo porque es la verdad.

Tampoco es novedad decir que fue un pionero. Pero es necesario señalarlo para el presente y para las nuevas generaciones de locutores y periodistas.

Badía conocía los secretos de la radio y la televisión hasta en sus más mínimos detalles.

Era un muy buen consejero, y en condición de tal todo lo hacía con humildad. Tenía el don de reconocer los méritos del otro, algo siempre poco frecuente en cualquier actividad humana. Era generoso. Admiraba a los músicos –famosos y desconocidos– a quienes ayudó con pasión y desinterés. Todos ellos se lo agradecieron en vida y hoy lo lloran con desconsuelo.
Enfrentó el cáncer con admirable fortaleza.

Nunca ocultó su enfermedad y se allanó a compartir sus vivencias con la gente, consciente de que al hacerlo ayudó a muchos que, en su lucha, encontraron un estímulo para llevar adelante las suyas.

Juan Alberto Badía fue una gran persona. Su discurso de hace un mes, al recibir el Martín Fierro, me emocionó.

A la manera de un legado, sus palabras fueron un himno de agradecimiento a la vida y, a la vez, una despedida.

Una despedida que hoy entristece a la sociedad y a todos los que, a la manera de un regalo de la vida, tuvimos el privilegio de su consideración, su respeto y su afecto.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 29 de Junio de 2012.

Los Beatles. Yesterday.

sábado, 30 de junio de 2012

Todo lo bueno hoy vuelve multiplicado... De Alguna Manera...



Todo lo bueno hoy vuelve multiplicado...


El recuerdo de un Amigo. Era la imagen de la radio. Era la imaginación de Los Beatles en el éter. Uno más de ellos que salió de Ramos Mejía y aterrizó en Liverpool.

Imagina que no hay paraíso
Es fácil si lo intentas
Ningún infierno debajo de nosotros
Arriba de nosotros, solamente cielo
Imagina a toda la gente
Viviendo al día...

Imaginate Beto que hay mucho dolor aquí abajo. Que los músicos argentinos se sienten huérfanos. Que todas las radios están de luto por tu ausencia. Que los oyentes esperan que termine la tanda para volver a escucharte. Que Fernando Bravo, tu amigo del alma, no puede con su alma.

Todavía recuerdo tu cálida voz en el teléfono en febrero del año pasado, el día que recé una columna que decía que Badía tiene compañía. Una vez más me contaste cuando fuiste a Colombia con Bravito y juntos hicieron los comentarios de aquel partido en donde River se jugaba la vida. Por suerte pude confesarte toda mi admiración. Yo te miraba en silencio mientras hacíamos el pase en Radio del Plata y vos me trataste como si fuéramos compinches. Hasta fuimos a jugar al básquet al Club Palermo. ¿Te acordás de las picadas que comíamos en el buffet? Después supe que hacías eso con todos. Que no hay nadie en el mundo de la radio que no te quiera. Que no tenés enemigos. Que te la pasaste acercando posiciones, cerrando brechas, reconciliando gente, valorando la diversidad en el más amplio sentido de la palabra.

Para mí, vos, Bravito, Carrizo y Cacho Fontana estaban en el olimpo de los próceres de la radio. De los que reinventaron la magia de la comunicación. Primero me atravesó tu Flecha Juventud mientras yo celebraba la rebeldía del pelo largo, los vaqueros gastados y los dedos en ve. Con la música de Los Beatles, por supuesto. Y el asombro por la filosofía pacifista cargada de humanismo de John Lennon que modeló nuestra ética de la solidaridad. Con todo eso crecimos juntos. Con tu extraordinaria capacidad para crear climas, para establecer una atmósfera de buena onda con el entrevistado. A veces pienso que con Juan Ramón, con semejante viejo, con ese maestro de locutores, no tenías otro destino que aferrarte a los micrófonos y vivir entre auriculares. Hijo de tigre. Hijo del ISER.

Seguimos de cerca esa batalla desigual que diste contra ese maldito cáncer que seguramente debe odiar la música, los medios y la alegría. ¿Quién lo hubiera dicho? Meterse con Juan Alberto Badía, que hijoputez. Con ese locutor gigantesco que formó generaciones y que jamás apeló al escándalo ni al trazo grueso. ¿Te acordás del día que empezaste en la radio? ¿De tu primer aviso? ¿Del furcio que más te avergonzó? De tus grandes éxitos. Escuché que dijiste que era increíble la cantidad de gente que defendía tu vida como si fuera propia. Es cosecha merecida de tu siembra. Todo lo bueno que hiciste hoy te vuelve multiplicado.

Me consuela saber que nunca estarás solo. Que millones te estarán sintonizando porque igual que Bravito, tu domicilio es el aire. Que te esperan John Lennon y el Flaco Spinetta. Ahí va el capitán Beto, Flaco. Cuidalo. Te lleva una noticia como para dar la vuelta olímpica en el cielo. Volvieron a primera. Hay una banda roja que los envuelve. Un estadio de fiesta. Celebrando la vida de Badía y sus 64 años de ejemplo. Tal vez eso sea lo que más duele. Fue demasiado pronto, Juan Alberto. Cuando tenga 64 años, aún me seguirás necesitando, todavía me seguirás alimentando. Cuando sea más viejo y se me caiga el pelo. A los 64 lloramos tu despedida que es bien arriba, con la luz roja encendida eterna en tu homenaje:

Imagina
Tú puedes decir que soy un soñador
Pero no soy el único
Espero que algún día te nos unas
Y el mundo vivirá como uno solo, Beto querido.

© Escrito por  Alfredo Leuco (*) y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 30 de Junio de 2012.

(*) Periodista, trabajó junto a Juan Alberto Badía en Radio del Plata.


Badía tiene compañía...

Hola Beto. ¿Cómo estas? No te asustes. No te voy a cargar por el gol de Palermo. Ya lo gasté a tu amigo del alma, Fernando Bravo. ¿Te acordás cuando fueron juntos a Colombia a ver a River y a transmitir por la radio? ¿Te acordas de cuando hacíamos el pase en radio del Plata? Yo te miraba con admiración y vos me trataste de entrada como si fuéramos compinches de toda la vida. Para mi, vos, Bravito, Carrizo y Cacho Fontana estaban en el olimpo de los próceres de la radio.

De los que reinventaron la magia de la comunicación. Primero me atravesó tu Flecha Juventud mientras yo celebraba la rebeldía del pelo largo, los vaqueros gastados y los dedos en ve. Con la música de los Beatles., por supuesto. Y el asombro por la filosofía pacifista cargada de humanismo de John Lennon que modeló nuestra etica de la solidaridad. Con todo eso crecimos juntos. Con tu extraordinaria capacidad para crear climas, para establecer una atmósfera de buena onda con el entrevistado.

A veces pienso que con semejante viejo, con ese maestro de locutores, no tenías otro destino que aferrarte a los micrófonos y vivir entre auriculares. Disculpá que sea tan franco. Pero cuando me enteré de tu enfermedad de inmediato pensé en como podía ayudarte. Esas boludeces que uno piensa como si fuera médico, esa desesperación por dar una mano sin saber como. Al principio no quise ni preguntar detalles.

Pero ayer me enteré que estás entero. Que te sentís un soldado para dar la gran batalla contra ese maldito cáncer que seguramente debe odiar la música, los medios y la alegría. ¿Quién lo hubiera dicho? Meterse con Juan Alberto Badía, que hijoputez. Con ese tipo que se hizo buena gente en las calles de la infancia de Ramos Mejía. Con ese locutor gigantesco que salió del ISER hace 40 años con su título. ¿Te acordás del día que empezaste en la radio? ¿De tu primer aviso? ¿Del furcio que mas te avergonzó? De tus grandes éxitos. De tu apuesta a la cultura pero nunca al elitismo, siempre a lo popular. De esa Imagen de Radio que mezclaste con la tele potenciando lo mejor de cada medio.

Fue “Una Buena Idea”, diríamos imitándote para cargarte y reírnos un rato. Vamos Beto, carajo. Tenés que volver a unir el país con tu estudio, hay cientos de músicos jóvenes que esperan tu respaldo, hay periodistas que quieren debutar a tu lado y conocer esa llama maravillosa de la libertad creativa.

Hay tanto por hacer, Beto querido. Me hablan de inyecciones, de glóbulos blancos, de etapa inmunodeprimida y no quiero saber nada. Solo se que ese mal bicho te atacó por la espalda, que el muy traicionero se metió entre el esternón y la columna vertebral. Pobre de él. Ese tumor no sabe con quien se metió. Con todos nosotros. Con el apoyo de todos los que te queremos y admiramos.

Con el aguante que te queremos hacer llegar. Escuché que dijiste que era increíble la cantidad de gente que defendía tu vida como si fuera propia. Que tu hija dijo que no hay metástasis. Es un manantial de energía y afecto que podes recoger ahora por todo lo que sembraste. Es el mejor de tus capitales, la mayor de tus fortalezas. En cada pasito adelante que des vamos a estar todos para festejar.Para celebrar desde la tribuna como si fuera el gol del campeonato. Para que sientas que todo lo bueno que hiciste hoy te vuelve multiplicado. Te esperamos pronto. En los estudios de radio y de tele siempre esta la luz roja prendida para vos. Aguante Beto, cabezón y gallina. No es ninguna primicia periodística de mi parte, ya lo se, todos lo sabemos : Badía tiene compañía.

© Escrito por  Alfredo Leuco

 

Badía, en primera persona... De Alguna Manera...

Badía, en primera persona...

 Marcelo Tinelli, Pepe Eliaschev, Juan Alberto Badía y Silvia Fernández Barrio.

Esperame, me dijo. No tomes una decisión antes de charlar conmigo, me encareció. Era diciembre de 1979. El tenía 32 años y yo 34. Lo esperé. El venía de Buenos Aires y yo vivía en Nueva York. Se tomó un avión y se vino. Lo fui a buscar al aeropuerto Kennedy y lo traje a mi departamento de la calle 43. Estuvo sólo doce horas en Manhattan y regresó a Buenos Aires. Vino sólo para pedirme que me quedara junto a él en Radio Mitre y que no me fuera a Radio El Mundo, a donde me quería llevar Julio Lagos. Era nuestro primer encuentro cara a cara, pero ya éramos compinches de cada mañana, cuando él me llamaba desde la radio porteña y yo lo atendía desde Tudor City, frente a las Naciones Unidas.

Tras aquel pedido de 1979 me quedé con él en 1980, claro. Nueve meses más tarde, tras salir al aire cada día hasta cinco veces por mañana, por esa misma Radio Mitre que hoy me alberga, me cayó la prohibición. Era septiembre de 1980 y sólo recuperé el aire tras la guerra en Malvinas, gracias a la audacia de Cacho Fontana, que me “desprohibió” de hecho desde Radio Argentina, cuando yo ya vivía en México, última etapa de mi exilio. No más tocar la Argentina, fue Badía quien me convidó a debutar en TV. Cumplió y la idea se concretó al comenzar abril de 1984, cuando arrancamos en Badía y compañía por Canal 13.

Esta historia, que no es personal, habla de él, de su generosidad, de su sencillez, de su decencia. Juan Alberto no era un tipo politizado. Ni mucho menos. Pero tenía un candor y una apertura mental que desarmaban. Entendía que esa democracia recuperada en 1983 era una forma superior de vida y era maravillosa, pero se sobreentendía que no se le podían exigir a él pormenores conceptuales.

Badía iba por otro lado. Le importaba sobremanera reconocer a los veteranos y abrirles puertas a los novatos. Caso raro y atípico, él huía del ruido y de la notoriedad. Perseveraba en su cariño por la herramienta expresiva, mimaba el habla, no gritaba, no exageraba, era prudente en su respeto por el medio. No aspiraba a marcar épocas, ni a dictar cátedra. Nada le suscitaba más entusiasmo que abrirle caminos a quienes aportaran lo que él admiraba, o sea pensamiento, revelaciones, contenidos bien expresados, conocimiento del mundo.

En Imagen de radio, un programa único que llevó a la TV la intimidad y la autenticidad de la radiofonía, todo discurría como en un ballet. Las palabras iban y venían con una fluidez y un respeto que maravillaban. Badía era un conductor que sabía quién era, pero también quién no era. Eso lo hacía diferente. Locutor orgulloso de su oficio, no se pretendía periodista y eso le permitía una distancia y una generosidad notables a la hora de apreciar contenidos y respetar pensamientos ajenos.

La última vez que hablamos fue la noche de las elecciones de 2009, cuando la derrota política del kirchnerismo sacudió al país. Yo entraba al estudio de Canal 26 aquel domingo cuando apareció él en mi celular para pedirme unas reflexiones para su radio. Creo que me llamaba desde Bariloche. Me escuchó sin interrumpirme. Yo no tenía palabras demasiado lisonjeras para el kirchnerismo, y Badía claramente nunca fue un hombre de alineamientos políticos. Pero me dejó hablar sin ensuciar el aire.

Fue leal y recto en su vida cotidiana, dos de sus atributos más evidentes, que directamente incidían en su tarea profesional. Así fue siempre.

Ahora que ha muerto, ese recuerdo es ya imborrable. Pertenece al patrimonio común de quienes ven en la radio y en la televisión una responsabilidad y un desafío. Nadie como él simbolizó con tanta justeza lo contrario a todo lo que encarna el repelente mundo de la farándula. Pocos como él han edificado una carrera apoyada en el respeto al buen gusto y a la mesura, esos valores hoy inasibles. Murió Beto y tal vez alcanzó a enterarse o a intuir que River volvía a primera. Se merecía esa alegría.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma d Buenos Aires eñ sábado 30 de Junio de 2012.