Badía, en primera persona...
Marcelo Tinelli, Pepe Eliaschev, Juan Alberto Badía y Silvia Fernández Barrio.
Esperame, me dijo. No tomes una decisión antes de charlar
conmigo, me encareció. Era diciembre de 1979. El tenía 32 años y yo 34. Lo
esperé. El venía de Buenos Aires y yo vivía en Nueva York. Se tomó un avión y
se vino. Lo fui a buscar al aeropuerto Kennedy y lo traje a mi departamento de
la calle 43. Estuvo sólo doce horas en Manhattan y regresó a Buenos Aires. Vino
sólo para pedirme que me quedara junto a él en Radio Mitre y que no me fuera a
Radio El Mundo, a donde me quería llevar Julio Lagos. Era nuestro primer
encuentro cara a cara, pero ya éramos compinches de cada mañana, cuando él me
llamaba desde la radio porteña y yo lo atendía desde Tudor City, frente a las
Naciones Unidas.
Tras aquel pedido de 1979 me quedé con él en 1980, claro.
Nueve meses más tarde, tras salir al aire cada día hasta cinco veces por
mañana, por esa misma Radio Mitre que hoy me alberga, me cayó la prohibición.
Era septiembre de 1980 y sólo recuperé el aire tras la guerra en Malvinas,
gracias a la audacia de Cacho Fontana, que me “desprohibió” de hecho desde
Radio Argentina, cuando yo ya vivía en México, última etapa de mi exilio. No
más tocar la Argentina, fue Badía quien me convidó a debutar en TV. Cumplió y
la idea se concretó al comenzar abril de 1984, cuando arrancamos en Badía y
compañía por Canal 13.
Esta historia, que no es personal, habla de él, de su
generosidad, de su sencillez, de su decencia. Juan Alberto no era un tipo
politizado. Ni mucho menos. Pero tenía un candor y una apertura mental que
desarmaban. Entendía que esa democracia recuperada en 1983 era una forma
superior de vida y era maravillosa, pero se sobreentendía que no se le podían
exigir a él pormenores conceptuales.
Badía iba por otro lado. Le importaba sobremanera reconocer
a los veteranos y abrirles puertas a los novatos. Caso raro y atípico, él huía
del ruido y de la notoriedad. Perseveraba en su cariño por la herramienta
expresiva, mimaba el habla, no gritaba, no exageraba, era prudente en su
respeto por el medio. No aspiraba a marcar épocas, ni a dictar cátedra. Nada le
suscitaba más entusiasmo que abrirle caminos a quienes aportaran lo que él
admiraba, o sea pensamiento, revelaciones, contenidos bien expresados,
conocimiento del mundo.
En Imagen de radio, un programa único que llevó a la TV la
intimidad y la autenticidad de la radiofonía, todo discurría como en un ballet.
Las palabras iban y venían con una fluidez y un respeto que maravillaban. Badía
era un conductor que sabía quién era, pero también quién no era. Eso lo hacía
diferente. Locutor orgulloso de su oficio, no se pretendía periodista y eso le
permitía una distancia y una generosidad notables a la hora de apreciar
contenidos y respetar pensamientos ajenos.
La última vez que hablamos fue la noche de las elecciones de
2009, cuando la derrota política del kirchnerismo sacudió al país. Yo entraba
al estudio de Canal 26 aquel domingo cuando apareció él en mi celular para
pedirme unas reflexiones para su radio. Creo que me llamaba desde Bariloche. Me
escuchó sin interrumpirme. Yo no tenía palabras demasiado lisonjeras para el
kirchnerismo, y Badía claramente nunca fue un hombre de alineamientos
políticos. Pero me dejó hablar sin ensuciar el aire.
Fue leal y recto en su vida cotidiana, dos de sus atributos
más evidentes, que directamente incidían en su tarea profesional. Así fue
siempre.
Ahora que ha muerto, ese recuerdo es ya imborrable.
Pertenece al patrimonio común de quienes ven en la radio y en la televisión una
responsabilidad y un desafío. Nadie como él simbolizó con tanta justeza lo
contrario a todo lo que encarna el repelente mundo de la farándula. Pocos como
él han edificado una carrera apoyada en el respeto al buen gusto y a la mesura,
esos valores hoy inasibles. Murió Beto y tal vez alcanzó a enterarse o a intuir
que River volvía a primera. Se merecía esa alegría.
© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma d Buenos Aires eñ sábado 30 de Junio de 2012.