Entre CFK y la
KGB…
Le petit Martin Sabbatella. Foto:
Dibujo: Pablo Temes
Medios y Denuncias. Cristina parece
haber recurrido a Sabbatella para unir a Lázaro Báez y Vladimir Putin. Un nuevo
avance contra el periodismo.
Sorpresivamente,
Cristina le ordenó a Martín Sabbatella
dinamitar al Grupo Clarín. De esa manera, la Presidenta violó el mandato
constitucional que le prohíbe a la Afsca aceptar injerencias del Gobierno para
discriminar a algún medio. La movida fue de tanta premeditación y alevosía, que
Sabbatella no les avisó ni siquiera a sus compañeros kirchneristas del
organismo. Se movió en la clandestinidad para engañar a los directores por la
oposición y malversar la orden del día. El dictamen de “adecuación forzosa” fue leído sólo por dos personas antes de ser difundido:
Cristina y Sabbatella.
Este intento de
aplicación autoritaria y
punitiva de la Ley de Medios fue parte de un operativo más complejo
cuyo objetivo es el de siempre: censurar las voces críticas. El mensaje es que
Cristina y sus camporistas aún conservan una gran capacidad de daño para
domesticar a periodistas díscolos como Marcelo Longobardi, mediciones de audiencias golpistas
como las de Ibope y cadenas norteamericanas de noticias
destituyentes que serán combatidas de la mano de un adalid de la libertad de
prensa llamado Vladimir Putin.
En el pase
entre Marcelo Longobardi y Jorge Lanata en radio Mitre, el jueves, llegamos a
la conclusión de que “algo” había enloquecido de ira a la Presidenta, más allá
de su histórico intento de controlar a los medios y de que nadie la controle a
ella. Esta vez el manotazo de ahogado tiene mayor envergadura. No parece responder
al fastidio permanente que Cristina siente cuando el periodismo habla de
inseguridad, inflación y recesión.
Coincidimos en
que las fuertes versiones que habían corrido la semana pasada tenían más
verosimilitud de lo que creíamos. Decía así: los buitres están extorsionando a
Cristina porque descubrieron un par de cuentas bancarias no declaradas en
Estados Unidos a nombre del matrimonio Kirchner. Y tenía una explicación:
estaban siguiendo la ruta del dinero de Lázaro
Báez y se encontaron con esta información altamente explosiva. Para poner las
cosas en su justo término y ser absolutamente responsables, hay que decir que
hasta ahora no hay una sola prueba de esto. Nadie lo puede confirmar ni mostrar
algún papel que lo pruebe. Pero hay indicios, cabos sueltos. Lanata dijo que
eso explicaría la insólita afirmación que hizo la Presidenta cuando planteó que
la podrían querer meter presa
en Nueva York. Ella aclaró que, aun así, iba a viajar
cuando fuera necesario.
¿Presa Cristina en Nueva York? ¿Bajo qué acusación?
Hasta en su entorno llamó la atención que denunciara un magnicidio que viene
del Norte y que criticara a Barack Obama por la forma de eliminar a Osama bin
Laden. ¿Cuál fue el hilo conductor de toda esa movida? ¿Qué quiere evitar que
se publique en Argentina con el renovado ataque al periodismo? Está claro que
cada vez que Lanata y Nicolás Wiñazki destaparon alguna olla de Lázaro, la cima
del poder entró en pánico. Con aquel comunicado incomprensible de Oscar
Parrilli sobre las 13 horas que Cristina pasó misteriosamente
en las islas Seychelles y con la molestia de Cristina sobre
los periodistas que “hacen cuadritos” en referencia a las infografías que
Daniel Santoro había publicado para explicar cuentas y empresas fantasma de
Lázaro Báez y sus muchachos. Uno de ellos, Federico Elaskar, el ex dueño de La
Rosadita, nada menos, no pudo ocultar entre sus giros uno a una fábrica de
explosivos en Irán. Lo único que falta es que Luis D’Elía tenga un local
partidario en Puerto Madero.
Son varios los
elementos que se deben sumar en este análisis. No hay un solo habitante de
Barrio Parque que recuerde algo similar al ataque “quirúrgicamente
violento y militar” que sufrió Marcelo Longobardi. Fue el mismo día del anuncio de
Sabbatella. El día siguiente a la entrega de un premio al mejor comunicador y a
enterarse de que, nuevamente, había superado el récord histórico de audiencia
con el 50,3% del share. Esa mañana tuvo una reunión con uno de los principales
líderes empresarios del país, que le comentó que “nunca hubo una corrupción tan
extendida y sistemática en la obra pública: está tabulada en el 15%”.
Longobardi recibió dos infrecuentes llamados de su chofer porque le habían
chocado suavemente su vehículo, casi como una forma de obligar al conductor a
que se bajara. El mismo reveló que varias veces Apple le informó que alguien
estaba intentando geolocalizar su teléfono. Finalmente, en una calle angosta llena de cámaras de video, policías y
seguridad privada, y a metros de ingresar a la casa de Jorge Fontevecchia, fue
reducido “con la habilidad de un marine”, le robaron su reloj y huyeron en dos
segundos.
Por suerte,
todavía las coincidencias entre Cristina y
Putin se mantienen en el plano teórico. Ambos aplicaron el
mismo mecanismo para cooptar medios obsecuentes: entregarles miles de dólares
para obra pública a sus dueños. Los patrones de Argentina y
Rusia están convencidos de que la información
“es un arma terrible que permite manipular la conciencia social con los
monopolios de la verdad”. Putin es acusado, por varias entidades humanitarias y
de defensa de la libertad de prensa, de garantizar impunidad a los que cometieron
los asesinatos de 28 periodistas en los últimos 14 años. No hay antecedentes de
un promedio de dos crímenes de periodistas por año.
Anna
Politkovskaya fue envenenada, le hicieron un simulacro de fusilamiento y
finalmente acribillada en el ascensor de su edificio, en Moscú. Había
denunciado la violación de los derechos humanos de las tropas rusas en
Chechenia. Putin, el nuevo amigo que Cristina aplaude eufórica por
teleconferencia, fue un feroz integrante de la KGB que manejó la temible
policía política en Alemania Oriental y que es el frío ejecutor de un
ultranacionalismo imperial, autocrático y despótico. El mismo autoriza al
Parlamento a censurar y bloquear sitios web que el gobierno ruso crea que
atentan contra la verdad o lo que esta versión con corbata de los zares cree
que es la verdad. Se silencian aquellas voces críticas que se levantan contra
el maltrato con que el régimen somete a los homosexuales.
Persecusión
igualitaria para todos, diría Cristina. Esa es la verdadera Rusia que según la
Presidenta debemos conocer los argentinos. ¿Cuál será la verdadera Argentina
que debemos conocer los argentinos? ¿La que informará el Indek de los rating
televisivos donde todos miran a Víctor Hugo y nadie a Lanata? ¿Cómo se dirá trucho en ruso?
© Escrito por
Alfredo Leuco el Sábado 11/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.