Sueños…
Hay oraciones que
condensan enteros ciclos históricos. Martin Luther King Jr. tenía 34 años
cuando el 28 de agosto de 1963 deliró en Washington ante una muchedumbre que lo
veneraba. Esas 35 palabras en inglés las pronunció cinco años antes de que en
abril de 1968 fuera asesinado a balazos en Memphis, Arizona. ¿Había sido tan
poderosa esa frase? Era la confesión de un deseo: “Sueño que mis cuatro
pequeños hijos vivan algún día en una nación en la que serán juzgados no por el
color de su piel sino por el contenido de su carácter”.
Michael (Martin Luther)
King Jr. había nacido en plena recesión, el 15 de enero de 1929, en Atlanta,
Georgia. Lo mataron a balazos el 4 de abril de 1968. Aquella consigna fue un
grito de paz, pero también un santo y seña para siempre: I have a dream. Era
bien sencillo, pero tendría torrenciales consecuencias, porque asumía la
promesa central del proyecto histórico de los Estados Unidos: “Todos los
hombres fueron creados iguales” y tienen derecho a “la vida, a la libertad y la
búsqueda de felicidad”. Como bien recordó The Economist, “‘todos’ quiere decir
‘todos’”.
Comparada con la
Argentina, ¿cómo eran los Estados Unidos en 1968? ¿Cuánto se parecen a lo que
son hoy? En medio siglo, en los Estados Unidos, cuyo presidente es hoy un
negro, hubo cambios. En 1968, los negros del Sur podían ser linchados si
intentaban votar en las elecciones; debían usar baños públicos y escuelas
segregados y de calidad inferior, sólo para negros; y estaban confinados a
ocupaciones subalternas. En 1940, el 60% de las mujeres negras con trabajo eran
sirvientas en las casas de los blancos.
Medio siglo después, los
afroamericanos votan más que cualquier otro grupo racial, al menos si Barack
Obama es el candidato. El prejuicio blanco contra candidatos que no sean no
blancos ya es difícil de detectar. El gobernador de la primorosamente blanca
Massachusetts es negro. Obama tuvo más votos de blancos en 2008 que el también
demócrata John Kerry en 2004. En la época de King, las relaciones sexuales
entre “razas” diferentes eran ilegales en muchos estados. Hoy, el 15% de los
nuevos matrimonios son entre personas de grupos étnicos diferentes, pero el 24%
de los hombres negros no se casa con negras. En aquellos años, la segregación
racial era legal en el Sur y era la norma en el Norte. Hoy ya no existen
barrios exclusivos para blancos. La segregación va desapareciendo en todas las
más grandes 85 zonas metropolitanas de los Estados Unidos. No sorprende que
alcaldes negros sean los jefes políticos de grandes ciudades (Washington DC,
Filadelfia, Denver) o grandes corporaciones (Merck, Xerox, American Express).
Un actor negro hace el papel de Dios en el cine, Morgan Freeman. El salario de
los negros aumentó de manera exponencial desde la revolución de los de derechos
civiles, tanto en términos absolutos como en relación con los blancos, pero el
progreso de los negros parece hoy detenido.
Entre 2000 y 2011, el
ingreso familiar promedio de los hogares negros cayó del 64% a 58% respecto de
los ingresos de las familias blancas. La brecha social es aún más grave. Se
agudizó porque los negros se hipotecan más peligrosamente para adquirir
vivienda, lo cual agravó su empobrecimiento después del estallido de la burbuja
inmobiliaria. En 2005, los bienes promedio de una familia blanca promedio eran
unas 11 veces mayores que los de los negros. En 2009, eran veinte veces
superiores. El adolescente negro promedio, de 17 años, lee y hace cálculos
aritméticos como un chico blanco de 13 años. Cuando llegan a los 30/34 años,
uno de cada diez negros está preso, mientras que entre los blancos está en la
cárcel a esa edad uno de cada 61. Comparada con los años de militancia de King,
la familia negra tradicional se evaporó. En los años 60, casi el 25% de los
hijos de los negros nacían de madres sin pareja. Hoy, el 72% del total nace de
madres solteras, mientras que entre los blancos la proporción es de sólo el
29%. Muchos de ellos son criados por mujeres solteras y además solas.
El racismo no empeoró en
la última década. Es una ofensa condenada por la sociedad, la desigualdad
subsiste, pero muchos de los problemas de los negros son responsabilidad de
ellos, incluyendo los alcaldes y jueces negros en funciones en todo el país. El
salario promedio de mujeres negras y blancas con grado universitario es casi el
mismo. A los norteamericanos que terminan la escuela secundaria, tienen trabajo
de tiempo completo y esperan llegar a los 21 años para tener hijos, sólo los
espera el 2% de posibilidades de ser pobres. Pero, como apunta The Economist,
“lo deprimente es que pocos negros reúnen esas tres condiciones tan básicas”.
Pero si se piensa en los
cincuenta años que van de 1968 a hoy, ¿cómo le fue a la Argentina? ¿Qué sueño
de hace medio siglo se hizo aquí realidad? ¿Qué modelo de sociedad ofrece la nueva
burguesía kirchnerista asentada en Puerto Madero y aledaños? ¿Estudian o al
menos trabajan los hijos del poder? Martin Luther King Jr. reclamó el derecho a
procurar la felicidad, pero ¿está garantizado ese derecho en la Argentina?
Recorran las calles de Buenos Aires y cuenten la cantidad de personas
indigentes sumidas en el sopor, tiradas sobre colchones mugrientos. Observen de
cerca a la muchedumbre de familias e individuos que cada día rompen bolsas de
residuos para vivir de la basura. ¿Qué pasó con los sueños de prosperidad y
justicia, convertidos desde hace diez años en un espejismo armado desde el
poder para seguir saqueando en provecho propio?