Un año de poder. El dilema de Trump…
Empleado del Mes. Donald Trump. Dibujo: Pablo
Temes.
Celebra en medio de contradicciones brutales. Lo que dicen las encuestas y
sus mamarrachos políticos.
© Escrito por Nelson Castro, desde la Ciudad de New York, el domingo 21/01/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Es un fin de semana intenso en los Estados Unidos. Se cumple un año
de la asunción presidencial de Donald Trump y en Nueva York y Washington la fecha marca también el recuerdo de la
marcha de las mujeres que, con su multitudinaria dimensión, exteriorizó no solo
el nivel de rechazo que genera el presidente de los Estados Unidos entre sus
compatriotas, sino también la profundidad de la división por la que hoy en día
atraviesa la sociedad americana. Quienes marcharon entonces contra Trump
marcharon otra vez ayer. Mientras tanto, para neutralizar esto, el presidente organizó una fiesta para
celebrar el aniversario.
El devenir de los hechos en este primer año de gestión es
abundante en episodios que a lo largo de la historia caracterizaron el manejo
del poder en las así llamadas repúblicas bananeras. Decir esto no es original.
Lo novedoso es que esto esté ocurriendo en los Estados Unidos. La presidencia
de Trump ha puesto en jaque los
valores del sistema democrático de este país. Paradójicamente,
todo sucede en medio de un repunte claro y objetivo de la economía
norteamericana.
Ese repunte, que ya se venía produciendo durante los últimos años de la
administración de Barack Obama, se vio revitalizado por algunas de las medidas implementadas por Trump.
Entre ellas está la reducción del impuesto a las ganancias para las empresas,
que pasó del 35% al 21%. Esto les permitió recuperar competitividad e hizo que
muchas de ellas que habían reducido su nivel de inversiones en el país las
redireccionaran hacia aquí.
Otra de las medidas que generó esta reactivación tiene
que ver con la eliminación de
regulaciones orientadas a la protección del medio ambiente. Las
encuestas del viernes, que mostraron un muy bajo nivel de aprobación del
gobierno de Trump –solo el 39%–, señalaban en paralelo un alto nivel de
aprobación de la gestión económica, aun cuando reconocía que las medidas
adoptadas por Barack Obama eran la base de la reactivación de la
economía.
Día a día. La crónica de la semana que pasó exhibe con claridad el permanente estado
de desorden que se vive dentro de la Casa Blanca y las consecuentes mentiras y
contradicciones del presidente.
Veamos:
El lunes 15 se conmemoró la figura de Martin Luther King
Jr. Ese es un día feriado y, como forma de subrayar el peso de la
conmemoración, es habitual que las figuras públicas, comenzando por el
presidente, se involucren en algún acto de servicio comunitario. El mismísimo
Trump había mencionado esto –“es un día
dedicado a gestos solidarios”, dijo–, por lo que se esperaba que, en
cumplimiento de la tradición que honraron sus predecesores, participara de
alguna taraea comunitaria. Sin embargo, nada de eso ocurrió. El presidente se
pasó todo el día jugando al golf en su espectacular casa de Mar-a-Lago.
El martes recrudeció la historia del encuentro sexual de
Trump con la actriz porno Stormy Daniels, a la que conoció en 2006, durante un
torneo de golf que se jugó en Nevada, al mismo tiempo que su esposa Melania se
recuperaba del parto de su hijo Barron.
El miércoles el tema fue la salud del presidente y la
controversia acerca de la interpretación de los resultados de su último chequeo
médico. Mientras el médico de la Casa Blanca anunciaba que el estado de salud
del jefe de Estado era excelente, destacados cardiólogos salieron a criticarlo
diciendo que, en virtud de los valores de colesterol del presidente y de su
peso, eso no era así.
Pero lo más interesante del asunto es que, en muchos
medios se habló de que Trump había falseado su altura para no ser catalogado de
obeso. Y el jueves recrudeció el tema de las expresiones del presidente, quien,
durante un encuentro con legisladores de ambos partidos, al hablar del espinoso
asunto de los inmigrantes, se
refirió a Haití y El Salvador como sheetholes (agujeros de
mierda).
Memoria. Hace veinte años, el entonces presidente Bill Clinton estuvo
a punto de ser destituido por su aventura amorosa con la becaria de la Casa
Blanca, Mónica Lewinsky. La acusación principal no fue la infidelidad de
Clinton, sino que, al haber negado el affaire, había mentido.
“Cuando la persona que se desempeña como presidente
miente, no puede continuar en su cargo”, llegó a decir el fiscal especial
nombrado para el caso, Kenneth Starr, quien batalló fuertemente para llevar a
Clinton al juicio político (impeachment). Si ese criterio se aplicara hoy en
día, Trump debería haber sido
destituido hace meses a partir ya del russiagate, el escándalo
vinculado a la participación de Rusia en el proceso electoral de 2017.
Algo de todo esto es lo que refleja el libro de Michael Wolf –algunos de cuyos
párrafos explosivos adelantó PERFIL el fin de semana pasado– Fier and Fury
–Fuego y furia–, que está haciendo furor.
Indiferencia.
Nada de esto preocupa a quienes son férreos seguidores del presidente. Para
ellos, como para Trump, esas verdades son mentiras. Solo les interesa la parte
económica, que, como ya se dijo arriba, indiscutiblemente ha mejorado.
Un párrafo especial merece la relación de Trump con la
prensa. Aquí las cosas muestran un deterioro del respeto que siempre se tuvo en
los Estados Unidos a la libertad de prensa, verdadero valor de este país.
Trump ha
tomado una actitud peligrosa consistente en descalificar a todo aquel que lo
critique. La situación remeda –y mucho– a lo que se vivió en
la Argentina durante el kirchnerato. No significa esto que no haya habido
errores por parte de los medios críticos del presidente. Lo que hace Trump a
diario no es criticar a sus críticos, algo absolutamente legítimo. Sino que los
descalifica. He ahí como muestra la entrega de los premios Fake News (Noticias
Falsas) al New York Times, el Washington Post, CNN , CBS, NBC, que son los
medios que dan cuenta de las mentiras, las contradicciones, el maltrato y la
intolerancia del presidente, y del ambiente de desorden que se vive en la Casa
Blanca.
Una carta del muy respetable senador republicano John McCain no solo ha sido muy crítica de esta
actitud de Trump, sino que lo ha alertado de las implicancias negativas y
peligrosas que esto puede traer para el ejercicio libre de la prensa en muchas
partes del mundo.
“Nos volvemos mejores, más fuertes y más efectivos como
sociedad teniendo un público informado e interesado que presiona a sus
políticos para representar mejor no solo sus intereses, sino también nuestros
valores”.
El párrafo resume de modo impecable el dilema que plantea
la presidencia de Donald Trump, dilema
que divide a la sociedad estadounidense y al mundo.